Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del XVII Congreso de la CTC, efectuada en el Palacio de las Convenciones, el día 30 de abril de 1996.
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Distinguidos invitados;
Compañeras y compañeros:
No resulta tan fácil hacer la clausura de un congreso como este, en momentos como este, en situaciones complejas como las que vivimos; pero sí resulta para cualquier persona un honor muy grande que tal privilegio se le conceda, porque pienso que es uno de los mejores congresos que he visto.
Es, en primer lugar, un congreso político —como ya se señaló el primer día—, un congreso revolucionario, un congreso ideológico. Se dijeron cosas muy certeras y profundas cuando se expresó aquí que no era un congreso de los trabajadores por cuota de poder o por el poder, sino un congreso de los trabajadores en el poder.
Mucho hemos aprendido en estos años de intensa lucha revolucionaria, pero aquí hemos aprendido cosas nuevas, porque esa misma impresión de lo que es el pueblo en el poder nunca se había visto así, con tanta claridad y con tanta importancia, por lo menos para mí, como la he visto en este congreso.
No es que se trate solo de los trabajadores en el poder, sino de los trabajadores que llevan 37 años en el poder, y viven, expresan la obra realizada en esos años. Y hemos visto unos cuantos congresos obreros, los números lo expresaban: tantos graduados de nivel universitario entre los delegados, tantos graduados de nivel medio superior y tantas otras cosas que podrían decirse, menos una: sin un solo analfabeto, sin una sola persona que no sepa lo que hace y por qué lo hace, y solo en tales circunstancias se podía lograr algo tan emocionante y tan estimulante como este congreso.
Se reúne también la experiencia acumulada durante años. Eso se manifestó desde el primer día, porque —como bien se dijo— no es el congreso de cuatro días, es el congreso de un año, y en un año los sindicatos cubanos trabajaron de una forma verdaderamente admirable para realizar este evento desde el primer día. No es que vinieran de un período de vacaciones, porque ya ustedes en este período especial han tenido que participar en actividades y en procesos de suma importancia, en tareas muy duras como parte de esta gran batalla por la supervivencia de la Revolución y de la patria, primero, con los parlamentos obreros; después con las asambleas por la eficiencia.
No podemos olvidarnos de que nos veíamos enfrentados a resolver problemas prácticamente insolubles, ¿y cómo hacerlo? ¿Cómo, si de repente el país que se quedó solo, lo perdió todo de la noche a la mañana: mercados, materias primas, fertilizantes, combustibles, créditos; además, bloqueados; por encima de eso, moralmente golpeados, porque fue un golpe muy duro para todos nosotros ver cómo se derrumbaban aquellos que habían sido nuestros aliados en la lucha, mientras el imperio emergía más fuerte, más rico y más influyente que nunca?
En esa tarea teníamos el deber sagrado de defender muchas cosas sagradas: había que defender la patria, la historia del país, la Revolución, la independencia, la dignidad y hasta la vida del país, porque ¿algunos de ustedes conciben la vida sin la Revolución? (Exclamaciones de: ¡No!") ¿Y los millones y millones de patriotas que han luchado durante tanto tiempo podrían concebir la vida sin la Revolución? (Exclamaciones de: "iNo!") Luego, hasta la vida de un pueblo estaba en juego en el mundo unipolar, en una pequeña isla sin grandes ríos, sin combustible propio, sin grandes recursos naturales, y vecina de alguien que no se resignaba fácilmente a la existencia de este país, a la valentía de este país, al desafío de este país y a las victorias de este país, y que no renunció nunca a la idea de destruir la Revolución y su obra.
Hoy, todos los días aparecen nuevas noticias, sobre todo cuando publican algunos archivos y documentos de cuántas cosas hicieron contra nosotros. Este pueblo ha tenido que enfrentarse a la doma no de un tigre, dos tigres o tres tigres, sino a la doma de mil tigres. Alguien dijo una vez que era un tigre de papel, y en sentido estratégico lo es, porque algún día dejará de ser dueño del mundo; pero para un pueblo pequeño que ha tenido que luchar todos los días, desde el lro de Enero de 1959, durante la guerra fría frente a esa monstruosa fuerza, equivale a la necesidad de tener que domar a la bestia no se sabe cuántas veces y a cuántas bestias.
Pienso que en el fondo, aunque tienen la arrogancia, la prepotencia y la tendencia de despreciar a los demás, a este país y a este pueblo no lo desprecien. Pero, sin duda, tendremos que seguir haciendo nuestro papel de domadores durante mucho tiempo; y creo que los domadores y las domadoras que vienen, como ese niño que conocimos hoy o tal vez como la nieta de Vilma —que por fin fue nieta (Aplausos)—, sean mejores domadores que nosotros. Esa es nuestra esperanza, y esa esperanza se afianza cuando tenemos la posibilidad de participar en un evento como este.
En estos largos años no se sabe a cuántas medidas han acudido. Nos consta y tenemos la más profunda convicción de que han acudido, incluso, a guerras bacteriológicas contra nuestro país que han afectado plantas, han afectado animales y han afectado personas.
¡Cómo tiene que dolerles que se hable en este congreso de mortalidad infantil de menos de 10, incluso de menos de 9, y después de cinco años, como mínimo, de período especial! ¡Cómo tiene que dolerles la noticia de que aumenta la perspectiva de vida; de que, a pesar de la escasez de recursos y de medicamentos, nuestros médicos alcanzan cada vez mayores logros!
¿Cómo podrían comparar ese milagro cubano con lo que sabemos que ocurre en el resto del mundo y, sobre todo, en América Latina? Y han querido destruir a este país, lo han querido acusar hasta de violaciones a derechos humanos, cuando alrededor de un millón de niños y jóvenes han salvado su vida por la obra de la Revolución. Esa reducción de la mortalidad infantil en el primer año de vida de 60 a menos de 10 significa cientos de miles de niños salvados, a lo que se añaden los cientos de miles salvados también de más de un año, y las personas y las vidas que han sido salvadas por la Revolución, y la elevación de las perspectivas de vida en alrededor de 20 años para nuestros compatriotas.
Ellos, que apoyaron todos los regímenes sanguinarios que desaparecieron a decenas de miles —y hay quienes afirman que a cientos de miles, porque hay países en que luego de la intervención imperialista han desaparecido más de 100 000, como fue el caso de Guatemala, y lo que pasó en Sudamérica—, con armas de ellos, con instructores de ellos, campeones en la tortura, en la aplicación de métodos inconcebibles que aprendieron en la guerra contra Viet Nam y se los transmitieron a las fuerzas represivas en América Latina para que no hubiera otra Revolución Cubana. A ellos no les importaba si 100 niños de cada mil morían por año, en algunos países más, con un promedio elevadísimo.
Se puede decir que si nosotros tenemos derecho a hablar de haber salvado la vida de cientos de miles de niños, podemos también decir que gracias a la política imperialista, en los años de la Revolución Cubana, en América Latina murieron decenas de millones de niños, y siguen muriendo, no es que eso cesó, viven en condiciones de vida cada vez peores, con enfermedades viejas y nuevas.
Destruir esto para promover aquello, destruir esto para defender aquello. ¿Puede haber alguna comparación moral entre el socialismo que con tanta abnegación y heroísmo hemos estado construyendo, y el imperialismo y el capitalismo que ellos representan? Tiene que dolerles mucho todo eso, así como las comparaciones con las cosas que pasan en otros muchos lugares del mundo, de este mundo unipolar.
Recientemente todos ustedes leyeron que un número de personas se enfermaron en Inglaterra con una enfermedad que ataca el cerebro. Es una enfermedad que es más o menos conocida, que afecta también a otras especies, como, por ejemplo, los carneros, el ganado vacuno —se dice eso, es una especie de molécula, para no usar otro nombre técnico—, pero es una enfermedad que aparece con rareza en el ser humano —en las moléculas del ovino y del bovino, hay cosas que son comunes—, y al producirse un número de 10 ó 12 casos en personas jóvenes, se desató un pánico terrible en Europa y casi en el mundo, y se habla de sacrificar millones de cabezas de ganado en Inglaterra, etcétera, solo por una teoría.
En ese mismo período, desde que llegaron las primeras noticias de esa enfermedad en aquel país, han muerto de meningitis en el oeste de Africa entre 8 000 y 10 000 personas, sin vacunas, sin atención médica. ¿Qué sería en Europa si mueren en unas cuantas semanas 8 000 ó 10 000 personas de una enfermedad similar? Sin embargo, de eso que sucedió en Africa prácticamente ni se habla. ¿A tal situación de egoísmo se ha llegado en el mundo, de falta de solidaridad, que ocurren estas cosas?
Así, enfermedades como el SIDA y otras se expanden; el cólera, la tuberculosis, asociada esta última también a estos fenómenos del SIDA, y se presentan problemas terribles de ese tipo. Eso no les importa nada.
Cómo tienen que sufrir al pensar que a pesar de su bloqueo de tanto tiempo, del derrumbe del campo socialista y del período especial, como yo decía ayer, les hemos podido garantizar, de una forma o de otra, el litro de leche a todos los niños menores de 7 años, y unas cantidades de yogur a los niños que tienen entre 7 y 13, a precios absolutamente asequibles para la población.
Cómo tienen que sufrir si escuchan la historia que ayer nos hacía el compañero de "Amancio" sobre la forma en que ha creado una UBPC.
Hay odio y a la vez respeto, decía. Desprecio no puede haber, pero hay odio contra este país que creían que se derrumbaría al cuarto día del derrumbe del campo socialista y de la URSS, y ven que pasan los años y no se derrumba, sino que, todo lo contrario, y, sin exageración, es más fuerte; y todo lo contrario, sin exageración, está empezando a avanzar y avanza. Tiene que ser, verdaderamente, insoportable.
Se inventan leyes y medidas: la Ley Torricelli, destruirnos por dentro, o destruirnos por hambre, por asfixia económica total; incluso, no faltan locos que piensen también en la idea de destruirnos, en todo caso, por la fuerza, sin el menor sentido de la responsabilidad del avispero implacable e indetenible no solo cubano, sino estoy seguro que continental, que van a desatar si la locura de acciones militares contra nuestro país se llevara algún día a cabo. Una nueva ley, un bloqueo más riguroso, nuevas medidas, grandes presiones contra el mundo, todo, menos renunciar a la idea obsesiva de liquidar a la Revolución.
Claro que todo esto nos hace pensar, nos ayuda a explicar las causas. Y ahora, cuando son más soberbios y arrogantes que nunca, más irresponsables que nunca, incluso, no acaban de resignarse a lo que tendrán un día que resignarse.
Este sentimiento de nuestros trabajadores y de nuestro pueblo se ha expresado aquí con firmeza, con patriotismo, con disposición de lucha, con disposición de trabajo, con una comprensión muy grande del período histórico que está viviendo nuestro país, de la batalla tan difícil que tiene que librar.
Todo eso se expresaba en el congreso y en las ideas claras como las que expresaba Ross con el apoyo unánime de ustedes, y que se discutieron en las tesis y que se apoyaron en las asambleas, que lo que estamos haciendo es socialismo, que lo que queremos es socialismo y que lo que defendemos es el socialismo (Aplausos), para que no le quede ninguna duda a nadie (Exclamaciones de: "¡Viva Cuba socialista!" "¡Viva!"); esa Cuba socialista, este poder del pueblo, esta obra de la Revolución es lo que estamos defendiendo. Coincido con lo que dijo esta tarde una compañera de que la primera conquista fue precisamente la Revolución misma, el poder del pueblo. Ese sentimiento se expresó hoy aquí como nunca.
Cuánto nos hemos recuperado ya en lo moral, en lo político, en la conciencia, de aquel golpe anonadante que recibimos hace cinco o seis años; lo que ha demostrado, de paso —y haciendo otra alusión olímpica—, que nuestro país como boxeador tiene un cuello duro, duro, duro, que es imposible de noquear (Aplausos), aguantó, aguantó el golpe en lo ideológico y fue capaz de aguantar con heroísmo el tremendo golpe en lo material que recibió. Y eso se ve claro y se palpa en el tono, en el espíritu y en la dignidad con que se ha hablado aquí, por lo cual una primerísima conclusión es que la Revolución en este momento es más fuerte que nunca (Aplausos).
Este congreso ha sido también un congreso de alta importancia económica y social. En este proceso de un año, y hasta hoy, se ha discutido todo y se ha discutido de todo, y problemas de gran trascendencia, programas de gran importancia. Se ha discutido a lo largo y ancho de la isla cómo marchaba la recuperación cañera, la siembra, la limpia, la zafra, todo eso. Se han sacado muchas ideas, se han adquirido muchos conocimientos y se ha levantado un espíritu. Realmente el espíritu con que trabajó nuestro pueblo en el período de los últimos seis a siete meses, o más, desde junio, julio, sembrando, limpiando, movilizándose constantemente en esa tarea, es un espíritu que hacía mucho tiempo no se veía, si es que se había visto en grado tan alto alguna vez; el espíritu con que han reaccionado los trabajadores en la zafra, una zafra todavía con muchas dificultades que se acumularon en los años previos, en cañaverales que no se cortaron hasta en cuatro o cinco años. Es que donde ni las mejores combinadas podían cortar, allá han estado los hombres y las mujeres cortando caña en esta difícil zafra.
¡No se gana en un día esa batalla! Teníamos que enfrentarnos a no se sabe cuántas máquinas sin piezas, sin repuestos; combinadas con muchos años que no recibían reparación, ni acero para las reparaciones, ni acero para los centrales azucareros, o recursos para comprar motores y sustituir motores. Se ha logrado con las posibilidades que nos hemos ido ganando, porque hemos resistido, ya que no se derrumbó al cuarto día la Revolución y los hombres de negocio y el mundo fueron adquiriendo confianza en Cuba, y en la capacidad de Cuba de luchar y de resistir, y empezaron a aparecer recursos, que en los primeros años no podíamos ni pensar: financiamientos para el tabaco, para la caña, para el arroz y cada vez para más nuevos productos, financiamientos de cierta importancia, de cierto volumen, aunque, realmente, tenemos que pagarlos caro, tenemos que pagarlos con intereses más altos. Ningún país del mundo tiene que pagar los intereses que pagamos nosotros por esos financiamientos. Ese es el bloqueo, esas son las presiones, es el precio que tenemos que pagar en cada una de estas medidas que adoptamos para obtener recursos, pero lo hacemos, y así hemos empezado a levantar producciones con recursos mínimos.
Pero vean lo que se hace hoy con una tonelada de combustible, con una tonelada de acero; con las máquinas de que disponemos se hace tres veces lo que se hacía antes. Esos espacios y esas posibilidades los hemos ido ganando con nuestra fortaleza, con nuestra resistencia, y eso los desespera.
En otros países han gastado cientos de miles de millones para barrer el socialismo, y han prestado, y han donado, y han regalado y, en cambio, la producción ha caído, caído y caído. La nuestra tuvo que soportar en un momento que faltara todo, combustible, materias primas, para la industria textil, para la industria mecánica, para numerosas producciones, la producción de leche, de carne, de huevos; el pienso que importaba nuestro país.
Fábricas enteras se quedaron paradas porque no tenían electricidad, termoeléctricas completas; ni materiales para repararlas, ni combustible suficiente para el mínimo de necesidades. Cuántas fábricas en el país se pararon.
El transporte. Tuvimos que ver cómo de casi 30 000 viajes diarios en la Ciudad de La Habana se fueron reduciendo a 6 000 ó 7 000. Dos millones de bicicletas ha tenido que adquirir o fabricar el país para enfrentar el problema del transporte de los trabajadores, de los estudiantes, de las personas que tenían que moverse, ¡dos millones de bicicletas!, ponernos a improvisar fábricas de bicicletas —como se vio ayer para producir una parte de ellas—, buscar soluciones de todas clases.
Pérdida de materias primas para el calzado, para la ropa, para todo. No se podía, realmente, concebir un golpe semejante en lo material.
Vean cómo han ido echando a andar fábricas que estaban paradas, han ido apareciendo materias primas; cómo la industria mecánica se levanta; cómo la industria del níquel se levanta; cómo la producción cañera se levanta; cómo la producción de alimentos se levanta; cómo el transporte hace milagros, porque lo que nos contaron ayer de las contribuciones del transporte, del gasto que tenía, lo que había ahorrado y lo que están aportando ahora es prácticamente increíble, y que le estén pidiendo ya 60 millones en divisa para las medicinas. Cómo han trabajado los científicos, los investigadores, los racionalizadores, buscando soluciones de todas clases, desde medicamentos hasta mecanismos, piezas, etcétera.
Todas esas son cosas visibles; sin embargo, a mí hay una que me llama más la atención: la reacción del pueblo, cómo ha ido evolucionando de los momentos más críticos, de terapia intensiva, al estado alentadoramente saludable que se empieza a observar; lo que ha aprendido el pueblo y cómo ha calado la idea de la eficiencia económica, uno de los frutos más importantes, más decisivos de este congreso: los controles, el ahorro, la eficiencia, la reducción de las pérdidas, el incremento de las utilidades, de la rentabilidad, la lucha por la rentabilidad de las empresas, que ya se empieza a observar la tremenda batalla por salvar una fábrica, para que no se cierre por su importancia económica y social; el espíritu de estudiarlo todo, ese proceso que se ha dado en llamar de reordenamiento de la fuerza laboral y la palabra famosa que usan ustedes de redimensionamiento de las empresas.
Podemos hablar de todo eso sin pena ni vergüenza, por la forma en que lo hemos hecho, ante todo eso de que hablaba, solitos aquí. Cuando digo solitos no incluyo los simpatizantes, las organizaciones de trabajadores, políticas, de todo tipo, que tanto han expresado solidaridad y simpatías hacia Cuba; solitos como país frente a esa situación, que yo no creo que se haya presentado en ningún otro país, en ninguna otra parte y en ninguna otra época de la historia.
Cómo se han enfrentado los problemas. Fue al revés de lo que hacen por todas partes y de lo que aconsejan por todas partes el Banco Mundial, el Fondo Monetario, Estados Unidos: todas esas teorías del neoliberalismo que ustedes conocen, todas esas prácticas, lanzar decenas de millones de trabajadores a la calle, cerrar escuelas, cerrar hospitales, liquidar servicios públicos imprescindibles, sin consultar con nadie, sin hablar con nadie.
Podríamos decir que en todo este proceso del período especial no se tomó medida alguna que no se consultara con todo el pueblo y especialmente con los trabajadores. Fue un proceso largo; ha sido largo el proceso a enfrentar de la etapa anterior a este momento, y cómo hemos tenido que adaptarnos nosotros mismos a realidades que nos desagradan, que nos hacen sufrir como también hacen sufrir a un enfermo en una terapia intensiva, o en un estado de crisis grave.
Nosotros también teníamos que resignarnos a muchas cosas a las cuales nuestras mentes no se adaptaban, nuestras mentes educadas en un gran espíritu de equidad, de igualdad, de posibilidades para todos por igual, que durante un número de años pudimos disfrutar, en aquella etapa en que estaba viviendo el mundo.
Ramón y otros hablaron de bloqueo mental; pero es que en la mente teníamos cantidad de cosas, e incluso cantidad de cosas buenas. Ese espíritu de solidaridad de este pueblo no tiene paralelo, su generosidad, su disposición a ayudar, a dar, su amor a la justicia; ese espíritu comunista de nuestro pueblo, porque teníamos espíritu comunista sin economía que pudiera permitir el comunismo, y por eso siempre se habló y se dijo que una cosa era el socialismo y otra cosa era el comunismo.
Ahora estamos aplicando mucho más consecuentemente las ideas del socialismo, porque antes también había idealismo, ¿no? Y había posibilidades, había tantos recursos que muchas veces se derrochaban los recursos; pero la gente creó un espíritu de igualdad, de justicia, una conciencia de sus derechos como ciudadano, como hombre.
La Revolución no falló nunca en su afán de apoyar al pueblo, y de hacer todo lo que pudiera por el pueblo y por cada uno de los ciudadanos del pueblo, e incluso más de lo que podíamos.
La Revolución logró todas las cosas de que hemos hablado, que no ha logrado ningún otro pueblo del Tercer Mundo y que no han logrado, por supuesto, muchos pueblos; en lo social, desde luego, no lo logró casi ningún pueblo del mundo.
Aquí no puedo olvidar a Viet Nam, no puedo olvidar a China, países que hicieron enormes esfuerzos, como los que hicimos nosotros, en condiciones difíciles; ¿pero qué país capitalista logró el nivel de seguridad social, de justicia social que había logrado nuestro país; de respeto al pueblo que se había logrado en nuestro país; la seguridad social?
Algunos muy ricos —y que se hicieron ricos a costa del subdesarrollo, como regla, del resto del mundo— disponían de tanto dinero y les tenían tanto temor al comunismo y al socialismo, que trataban de redistribuir mejor los recursos que tenían. Eso era antes, ¿no? Ahora se acabó la guerra fría, ahora se derrumbó el campo socialista, y ahora sí que las medidas van y vienen sin contemplación de ninguna clase, y de tal manera exageran los capitalistas y el imperialismo en sus abusos con las medidas neoliberales, que hasta el Fondo Monetario hoy habla de desarrollo social, porque están viendo que el mundo se convierte en un volcán y que la situación se hace insoportable.
Esos sentimientos los vemos cuando nuestros visitantes nos narran lo que ocurre, se aprecia que los explotadores empiezan a tener miedo otra vez: miedo a los estallidos sociales, a las explosiones sociales, miedo al caos; miedo que habían perdido cuando creyeron que ya las injusticias se podían cometer con más libertad que nunca en este mundo, y que empiezan a tenerlo de modo tal que el Fondo Monetario, el Banco Mundial y otras instituciones hablan de que hace falta dedicar algo al desarrollo social.
El neoliberalísmo, la globalización de la economía, la política hegemónica, el egoísmo y el monopolio de todos los recursos son cuestiones incompatibles con cualquier medida de desarrollo social. Y a decir verdad, nadie sabe qué pasa con el dinero que estas instituciones, como regla, pretenden dedicar al desarrollo social, porque en el mundo, además, se ha desatado una ola enorme de corrupción que ya no es solo de países latinoamericanos, o africanos —como se decía antes—, sino de Europa y de países desarrollados; igual que se desatan las olas de violencia, se desata el consumo de las drogas, se desatan las medidas sociales para buscar equilibrio presupuestario y reducen también a los trabajadores las pensiones, los gastos de salud pública a los jubilados, a los ancianos. Ese problema lo vemos por Europa bastante, y a sangre y fuego quieren equilibrar los presupuestos a costa de los derechos sociales.
En Estados Unidos hay una ola bárbara de medidas contra los beneficios sociales del pueblo norteamericano y en detrimento de los jubilados, de los ancianos, de los enfermos, de todos. Están barriendo con todo lo que huela a progresismo en todos esos países, para imponer un capitalismo salvaje y despiadado, con una fe fanática en que las leyes del mercado lo van a resolver todo. Por eso ya no tienen el estado de euforia y de esperanza que tenían hace cinco años, ahora están llenos de preocupaciones porque no saben realmente qué es lo que va a pasar.
Ahora, ¿qué diferencia de lo que ha ocurrido en Cuba durante el período especial, qué diferencia de procedimientos para adoptar medidas? Había que adoptar medidas, muchas medidas y duras medidas, que en todos esos países, como dijo alguien aquí ayer —uno de los que intervinieron en nombre de las delegaciones extranjeras—, se reúnen unos pocos, toman unas medidas y se las aplican al pueblo de todas formas despiadadamente, con los caballos en las calles, los gases lacrimógenos, los carros de policía. Eso lo vemos por la televisión todos los días, cuando percibimos por televisión un poco de noticias extranjeras; eso es lo que pasa, y así imponen las medidas. ¡Qué diferente de la forma en que lo hizo la Revolución para resolver situaciones económicas tremendas! Primero que todo no dejó a nadie en la calle, como aquí se dijo, y los trabajadores de las fábricas que se cerraron siguieron cobrando, si no el ciento por ciento, una parte importante del ingreso, al menos suficiente para las pocas cosas que podían comprarse; no hubo desamparo.
La situación financiera que se creaba era naturalmente muy difícil, porque si no se lanza a la gente a la calle hay que pagarle, y eso promovía una situación de incremento del dinero circulante muy grande, eso era inevitable. Unica otra forma: lo hacen los países capitalistas: la gente para la calle y millones de desamparados. Eso no lo hace ni lo puede hacer una revolución, y hacerlo no solo sería, podemos decir que contrarrevolucionario, sino, por lo menos, estúpido. Una revolución, y menos esta, no podía adoptar medidas de ese tipo, y ninguno de nosotros estaba dispuesto a adoptar medidas de ese tipo. En el momento en que llovían consejeros aquí de todas clases nos mantuvimos firmes, hicimos las cosas como creíamos que debían hacerse, se discutieron: se discutieron en la Asamblea Nacional, se discutieron en la calle, se volvieron a traer a la Asamblea Nacional, se volvieron a llevar a la calle, todas las medidas y las aperturas económicas, las empresas mixtas, las posibilidades de inserción extranjera y todo el conjunto de actividades que hemos realizado para enfrentar la situación de la forma en que considerábamos correcta enfrentarla, con medidas de todo tipo.
Ahora, la situación financiera ya había llegado a un punto crítico, no daba más: 12 000 millones de pesos en la calle, y en el momento en que necesitábamos más que nunca trabajar, mucha gente dejando de trabajar, porque alcanzaba el dinero de uno para satisfacer las necesidades de un núcleo; y en el momento en que se necesitaba trabajar, gente que abandonaba su puesto aquí, allá; sumado todo eso a la crisis del transporte, era una cosa terrible. Y se empezó a ganar la batalla con estos métodos revolucionarios, democráticos, y se empezó a reducir el circulante.
Pero recuerden cuántas medidas discutimos y cuántas tuvimos que tomar, y cuántos millones de personas expresaron sus criterios, y cómo, en definitiva, se tomaron las medidas que habían sido discutidas y que habían logrado un consenso amplio, durísimas algunas de ellas, pero no fue con relación a los alimentos, fue con los cigarros, con las bebidas alcohólicas; se suprimieron gratuidades. Hay cosas que duelen y tienen su influencia.
Bueno, no es mucho el dinero que se recauda en nuestros centros deportivos, no vale 20 pesos un juego de pelota entre industriales y pinareños, pero educaba. Tenía que dolernos mucho cobrar aunque fuera una bobería, una peseta o lo que fuera por un almuerzo escolar; no resolvían el problema, eran pequeñas cantidades, muchas medidas que se tomaron. Otras sí daban muchos ingresos, como el cigarro y las bebidas alcohólicas. Había 12 000 millones de pesos en la calle.
Se adoptaron otras medidas como el mercado agropecuario para impulsar la producción de alimentos, para buscar posibilidades de que se pudieran comprar algunas cosas, que, en medio de la situación que teníamos, no era posible, aunque, claro, tampoco eran las medidas de antes, cuando podíamos repartir el cerdo, el pollo, el huevo, la leche y todo eso, a precios mínimos eran mejores. Tampoco teníamos recursos para establecer mercados paralelos que recaudaran para el Estado. Había que buscar, sin embargo, la manera de hacer circular un poco ese dinero, recoger un poco de dinero, y, además, porque había mucha gente absolutamente convencida de que el mercado agropecuario resolvía y porque quien tenía mucho dinero en el bolsillo y no tenía nada que hacer con él, decía: "Es mejor que haya alguien que pueda suministrarme algo a cualquier precio." Por eso del mercado se quejan, pero, según tengo entendido, muchos de los que se quejan del mercado lo defienden.
Para mí no es, ni mucho menos, fórmula ideal, pero era un camino, era un camino, una medida que había que tomar, con sus ventajas y sus inconvenientes: Surgía el intermediario inevitablemente, y está ahí porque ese es un personaje asociado al libre mercado.
Muchos dicen: Hay que bajar el precio. Desde el momento en que te pongas a regular el precio allí hay que ver cómo son las cosas, es como regular la bolsa negra, o se establece esa medida y los precios son libres, o no se establece. Efectivamente, mucha gente empezó a recoger mango, guayaba, productos y cosas que no se recogían, para venderlos en el mercado agropecuario.
La situación había llegado a un punto en que un dólar valía 150 pesos, ¡increíble!, y lo cambiaban en la calle. Ahora hay unos lugares donde se cambia libremente el dólar y el peso; se tomaron sus medidas, se hicieron algunos ensayos, se estableció el peso convertible también que se utiliza en determinadas formas de estimulación, y otras medidas. Se fueron tomando muchas medidas, haciendo pruebas con algunas de estas cosas; nadie sabía a veces lo que iba a pasar.
Claro, una cosa era inevitable: la gente empezó a gastar dinero y el primer año se recogieron casi 2 000 millones, creo que fueron 1 953 millones; el segundo año fueron alrededor de 700 millones, ya fue casi un tercio, porque, naturalmente, el dinero se iba gastando. Una parte relativamente importante la recogía el Estado, era antinflacionaria; otra parte mucho menor, en los mercados agropecuarios o en los trabajos por cuenta propia a través de impuestos y otras medidas la recogía el Estado; otra parte minoritaria la recogían las UBPC, como organizaciones nuevas; otra, las empresas estatales, era conveniente, recogían dinero. Pero, desde luego, una de las cosas sagradas que teníamos que defender era garantizar ese mínimo de vegetales, de viandas, de los productos que fueran posibles —y una parte importante son alimentos importados— que corresponde a la cuota que le queda a la población. Y así, garantizando el arroz, garantizando determinadas cantidades de granos con lo importado, más el 80% de la producción de las UBPC, de las cooperativas y de las empresas estatales que quedaban, iban para la población, para las llamadas placitas, que este año han visto el milagro de ver productos por la libre, aunque sea col y papa.
Los organopónicos empezaron a producir por todas partes, se impulsaron en casi todos los lugares del país; se vieron aparecer vegetales frescos a buenos precios, como consecuencia de todas esas medidas; pero la mayor parte de lo que se vendía en los mercados agropecuarios era de los particulares y recogida por intermediarios, que hasta ahora no pagaban impuestos, y tendrán que pagar impuestos.
Sobre los impuestos hay leyendas y confusiones creadas por esos sectores que no quieren pagar impuestos y es de que los impuestos encarecen; lo que encarece es el robo, no los impuestos. ¿Y acaso esa col que estaba vendiéndose ya a 15 centavos, o ese plátano burro que se vendía a 5 centavos, de los que se habló ayer aquí, algún impuesto los ha encarecido? Es la producción la que podía reducir los precios.
Con el mercado agropecuario, lo mismo que con ciertos productos de los mercados industriales y otras formas de elevados aportes de fondos a personas individuales, se ha establecido una importante diferenciación de ingresos de la población, y el dinero circulante que se ha recogido, en parte se ha concentrado en un sector de nuevos ricos que surgen.
El impuesto es muy lógico y es justísimo, no permitan nunca que se engañe a un trabajador echándoles la culpa a los impuestos de lo que es robo, para no querer pagar impuestos. Y bien arreglados estamos si permitimos que surja un sector rico, que puede llegar a tener, si nos descuidamos, hasta millones, y nosotros el deber de pagar los círculos infantiles, las escuelas, los hospitales, los policlínicos, el médico de la familia y todos los servicios sociales que presta la Revolución, a los cuales no se resignaría a renunciar (Aplausos). Nos resignamos mucho más a que no surjan millonarios.
Tengan la seguridad de que ninguno de nosotros derrama una lágrima porque no haya millonarios, aunque conocemos campesinos honrados que trabajando durante muchos años en la Revolución, cumplidores de las leyes del país, que son eficientes y no especulan ni roban, han hecho ingresos elevados. Los precios justos que pagó siempre el Estado lo hacía posible sobre todo en los que poseían tierra suficiente para ello. No nos preocupa que esos núcleos tengan un nivel elevado. Una persona puede trabajar honradamente y además cumplir con gusto sus deberes más elementales con la sociedad. Pero hay personas que cobran cualquier cosa por cualquier producto, por cualquier servicio, los hay y se hacen ricos. Y ahora su dinero se valora también, porque el que antes tenía 150 pesos podía adquirir un dólar y ahora con 22 ó 23 pesos tiene un dólar. Nuestros ricos se hacen más ricos con las medidas que inevitablemente hemos tenido que tomar, eso debemos comprenderlo, saberlo; pero se hacen más ricos también porque se está valorizando el peso, y no es malo que se valorice el peso, lo preocupante es que los ricos que adquirieron el peso fácil se hagan más ricos, eso sí. Debemos señalar, sin embargo, que el salario que ganó el trabajador con su sudor también se valoriza, aunque recibe muchos menos pesos que el rico. No tenemos nada contra los ricos, lo que queremos es que no le roben al pueblo y paguen impuestos.
Algunos dicen: "¿Por qué no les ponen un precio a sus productos y servicios?" ¿Quién le va a poner un precio si el individuo va a arreglar un problema por ahí y trata en la casa con una persona y le pide lo que quiera y se ponen de acuerdo? ¿Quién va a estar regulando el arreglo de un bastidor o de un cacharro? Ahora, sí podemos decir: Hay que pagar impuestos. El impuesto es el camino de recoger el exceso abusivo de dinero que adquieren algunas personas y bajo declaración jurada.
Y, claro, a todos ustedes y a nosotros nos duele que el salario que podemos pagarles a muchos trabajadores en este país es inferior al que gana gente aquí en un día. Hay gente aquí que gana hasta 500 pesos en un día, y más; o un dueño de un vehículo que por una mudada deja desvalijada a una familia completa, que casi tiene que dejar los muebles en el carro para poder pagar lo que le cobran, y de esos ustedes saben que hay.
Les decía, por eso, que hemos introducido medidas que son duras, que no se adaptan a nuestra mentalidad, ni a nuestros conceptos, ni a nuestras cosas, pero que son inevitables, había que establecerlas.
Bueno, se acabaron los ómnibus en Las Tunas, aparecieron los cocheros; resolvían el problema, pero cobraban un peso por un viaje en coche de 10 minutos y recogían 3 000 ó 4 000 pesos al mes. Allá estaban los del Poder Popular queriendo cobrar más impuestos, de acuerdo con lo que se había establecido; porque lo de los impuestos que les menciono es un trabajo difícil, tiene que ser muy bien organizado, muy bien controlado, muy bien estudiado, y estas medidas hubo que tomarlas antes de tener toda una organización para el cobro de los impuestos. Pero se ha estado organizando y se ha estado preparando para captar, y tenemos que captar, porque, precisamente, cómo le vamos a mejorar el sueldo a alguien si todo el dinero se acumula en unas pocas manos y en poco tiempo, a partir de las grandes necesidades que tenemos ahora, porque no en todo pasa como con el plátano burro o la col; un día pasará con muchas cosas.
Pero sí hay una cosa cierta ya, a medida que mejoran las producciones de las UBPC, de las cooperativas, de los campesinos, incluso, los huertos, los autoconsumos, los organopónicos, y es que los precios en el mercado agropecuario, como ustedes saben, han estado bajando, y han estado bajando no solo porque hay más producciones, sino también porque hay menos dinero, y el que compraba un mango por 20 pesos el primer día, ahora, si se lo venden a más de un peso, no lo compra, porque la gente decía: Lo que tengo aquí son papeles, déjame convertir los papeles en mangos o en fruta bomba, o en una libra de carne de puerco. Esos productos cárnicos son los más difíciles, porque esos no se producen en organopónicos, necesitan alimentos, otras cosas más difíciles; pero aun algunas carnes han bajado de precio por esas dos razones: hay aumento de producción y se ha reducido el dinero. Sin embargo, es muy importante que ustedes comprendan que el dinero no se ha reducido suficientemente. Les dije que fueron el primer año casi 2 000 millones, el segundo como la mitad; en definitiva, se han recogido, de los casi 12 000 millones, alrededor de 2 800 millones de pesos.
Naturalmente, después las ventas que hacía el Estado, que recaudaban más, empezaron a bajar, empezó a bajar la venta de cigarros, la obsesión pasó, el dinero se redujo, la oferta se mantuvo y la salud mejoró, no digo la salud financiera, pero sí la salud humana, tanto que se habla del cigarro, del cáncer y otras enfermedades.
Ahora se recauda la mitad o menos de la mitad con los cigarros, y menos de la mitad con las bebidas y con otras muchas cosas. Surgen otras fórmulas. Bueno, el cobro de impuesto no compensa, porque todavía no se está cobrando impuestos así, y se han dejado de cobrar quién sabe cuántos porque no había tiempo de preparar y organizar el cobro de esos impuestos a decenas de miles de trabajadores por cuenta propia y a decenas de miles de gente que tenían un tipo de negocio u otro, intermediarios, lo que apareciera. No era fácil, y eso se está organizando.
Una de las cuestiones que debemos introducir en la conciencia de nuestros compatriotas es el impuesto, algo a lo que no están acostumbrados en este país, y mucho menos después de 37 años de Revolución. No estoy hablando del impuesto a todo, no es lo importante; se discutió bastante en la CTC por la cuestión de la seguridad social, que ustedes han visto como crece, si un aporte de los trabajadores era imprescindible. Incluso se acordó. No hemos querido apurarnos en nada de eso, sobre todo en una situación en que el dinero escasea más; pero lo hemos tenido ahí, esa medida no se ha aplicado con premura.
Son problemas, sin embargo, que debemos resolver. De alguna manera a la seguridad social habrá que ayudarla, porque la seguridad social es algo que cuesta cada vez más caro, y algo de lo cual, incluso, se ha abusado.
Con dolor escuchábamos y conocíamos cómo se elevó extraordinariamente el número de casos de personas jubiladas por invalidez total. Se ha estado pensando hasta en la idea de hacer una revisión, aunque sea como medida educativa, de un número de años, porque eso de que un tercio de los jubilados ya eran incapacitados totales antes de cumplir la edad de jubilación, demuestra desorganización, demuestra descontrol, demuestra inmoralidad de algunos facultativos que firman un certificado, la falta de un mecanismo adecuado para que realmente se dé la jubilación por invalidez total en casos necesarios, en casos justos. Son de esas cosas que hacemos los cubanos y que después cuestan muy caro y acumulan una enorme cantidad de millones.
Aquí se habló de todas las personas que reciben ayuda, núcleos que reciben ayuda por la seguridad social, y necesitamos ingresos.
Se han buscado otras fórmulas: determinadas ventas, determinados productos; tiendas que se han establecido para recaudar, que venden algunos productos de estos de moneda convertible en peso, a un precio más alto, y todavía se está recogiendo, pero cada vez se recoge menos.
Hay algo de lo cual debemos estar convencidos todos: es imposible volver a la situación que tuvimos en un momento dado. Es imposible volver a los 12 000 millones, es imposible renunciar a la necesidad de reducir el circulante a las cantidades necesarias, si queremos que el peso continúe revaluándose, si queremos que tengan confianza en nosotros los inversionistas, que pueden ser nuestros socios.
Ese era un movimiento que estaba adquiriendo mucha fuerza, la demanda de inversiones, avanzando rápido; como les explicaba también ayer que crecían el turismo y otras cosas, no obstante las presiones y las medidas infatigables del imperialismo.
Se producía una cosa útil al revalorizarse el peso, la confianza que creaba en estos créditos, en estos préstamos y todo eso; porque, además, quiero que sepan que ningún país ha logrado lo que hemos logrado en materia de revalorizar la moneda nacional en año y medio.
Ahora es que viene a cumplirse casi el segundo año de eso, este año 1996. Ningún país lo ha logrado, y cuando a los visitantes, a los hombres de negocios se les explica que el país logró eso, casi no quieren creer cómo puede haberse revalorizado el peso en grado tan alto.
Cuando empezaron estas medidas, el déficit del presupuesto era el equivalente al 34% del Producto Interno Bruto —un fenómeno colosal—, y este año, casi con toda seguridad, queda por debajo del 5%. Vean qué esfuerzo en ese otro campo, no solo recoger, sino ahorrar, presionar, persuadir, todo, para reducir los subsidios a las fábricas, a la agricultura, a la industria en general; y se han reducido miles de millones, porque si no, por un lado recogíamos y por otro estábamos lanzando dinero a la circulación. ¿Se puede decir miles de millones, José Luis? (José Luis le contesta.) Dice José Luis que el déficit presupuestario bajó de 5 000 millones a 500. Cuando les contamos eso a los extranjeros, no entienden, ni se lo pueden explicar, no les entra en la cabeza. Es por todas esas vías que hemos ido logrando revalorizar, reducir circulante y no lanzar, si no echamos a perderlo todo.
Eso da confianza, eso estimula los préstamos, los financiamientos, las sociedades mixtas y todo ese conjunto de actividades con las que nos estamos defendiendo.
Claro, hay factores que nos ayudan: los vecinos del Norte, porque estos son cada vez más enemigos de todo el mundo, son cada vez más hegemónicos, prepotentes y se ganan la mala voluntad y la incomprensión de todo el mundo. Y el mundo no quiere que lo gobiernen tan mal como lo están gobernando, porque Estados Unidos está gobernando al mundo, pero lo está gobernando muy mal, y cada día tiene más gente decidida a no hacerle caso, a desafiarlo, a luchar.
Esto no quiere decir subestimar su fuerza, es muy grande, influye mucho. Pero nosotros vemos crecer como la espuma el número de los disgustados en el mundo, y gente inventando fórmulas para hacer, de un modo o de otro, inversiones en Cuba y negocios con Cuba. Como cada vez son más absurdas las medidas, este sentimiento, repito, lo vemos crecer en el mundo.
La Ley Helms-Burton tiene el propósito de cortar todo esto, que no haya quien se atreva a prestar un centavo, que no haya quien se atreva a hacer una inversión.
Cosa paradójica, pensaba yo hoy: ¡Caramba!, esta gente, Helms-Burton, están defendiendo el socialismo en Cuba. Digo: Están defendiendo el socialismo, porque una empresa mixta no deja de tener parte de capitalismo y parte de inversión de capitales, y muchas de estas operaciones comerciales, de un tipo y de otro, son de cierta forma capitalistas; pero Helms-Burton y compañía quieren un socialismo ciento por ciento puro en Cuba, no quieren que nadie invierta (Risas y aplausos).
Ahora se dará esta gran batalla histórica también, porque en esta no estamos saliendo, estamos entrando casi, qué va a pasar con todo ese montón de medidas y qué va a pasar en Cuba, quién gana esa batalla y cómo se gana esa batalla, después de una ley monstruosa que lesiona la soberanía del resto del mundo, de todas las demás naciones del mundo, algo a lo cual son muy celosas, aunque, digo, están siendo gobernadas, pero quieren un mínimo de autonomía, los países más pobres aspiran a menos, los que tienen más poder aspiran a más autonomía.
Luego, también existen serias contradicciones que se desarrollan entre las grandes potencias económicas. Esa es una ley que fue descubierta por Lenin hace mucho tiempo, las contradicciones económicas entre estos países, que a veces lo que crean es una pelea de perros por los mercados y por las materias primas.
Nadie piense que la vida es feliz, y —como les decía antes— si en un tiempo estaban supereufóricos por lo que pasaba, ahora ya están más deprimidos por lo que ha pasado, a pesar de todo el dinero que gastaron en el desmantelamiento del socialismo, al ver que las producciones no suben, que las producciones se caen, que cuestan cada vez más caro esas ilusiones, que el capitalismo no resuelve nada; que no solo allí donde había socialismo, sino donde había capitalismo, están marchando hacia la ruina. Entonces, están amargados por esas cosas; pero también están amargados por sus contradicciones y sus luchas intercapitalistas.
Todos esos fenómenos se están dando y, mientras tanto, la Revolución Cubana sigue y puede hablar de las cosas que hemos estado hablando en estos días, o hemos estado hablando esta noche: ni una sola escuelita cerrada, ni un solo círculo, ni un solo asilo, ni un solo prescolar, ni un solo instituto o centro de educación, ni un solo centro científico, hay muchos más centros científicos ahora —lo que nos están sobrando ahora, incluso, capacidades escolares en algunos lugares; claro que nosotros hubiéramos seguido construyendo escuelas para sustituir las viejas por las nuevas, pero ahora funcionan esas, las que tenemos—; ni un solo policlínico, hospital, ¡nada!; ni un solo médico de la familia, ¡nada!; al contrario, lo increíble, más médicos de la familia, como dijo hoy aquí el compañero que habló por el sector de la salud. Hemos reducido el número de ingresos en las escuelas de medicina, porque antes teníamos también otros cálculos, cuánto costaría la ayuda exterior, a pesar de que nos están pidiendo médicos.
Un país como Sudáfrica ha solicitado 600 médicos, pagados; claro, a precio razonable, justo, porque un médico por ahí no se sabe lo que costaría en un país como Sudáfrica. Ya están allá los primeros —creo que hay 70— y pronto habrá unos cuantos cientos de médicos; van a aportar también a la salud pública una parte de los ingresos.
Con los médicos se puede hacer como con los maestros y profesores, los cursos de superación, convertir esa fuerza técnica en instrumento de superación del personal médico para recalificarlo, para prepararlo más, todo eso. Esa idea la teníamos nosotros también en el pasado con otras carreras universitarias, lo que la situación que sobrevino la hizo imposible.
Si hay un excedente de profesionales, pueden servir para ayudar a la recalificación de los demás, para un año sabático, para todas esas cosas; como decía antes, por la tarde o ayer, mucho más razonable es tener a un hombre graduado de médico, que a un lumpen en la calle que no sepa nada. Claro, están ingresando muchos menos, porque hemos tenido que poner límite a los ingresos en la situación en que estamos; un poco cambiamos cantidad por calidad, puesto que hacemos más exigentes los requisitos para ingresar en las universidades.
Pero, bueno, todas esas cosas que hemos conseguido —les repito—, al lado de lo que está ocurriendo en el mundo, en este país que lo dejaron sin nada, absolutamente sin nada. Y vuelvo a preguntar qué dirían si hubieran escuchado a los que aquí hablaron: el corte de marabú a mano. Oigame, si la caña se diera como el marabú, podíamos inundar el mundo de azúcar, ¡ese crece solo! (Risas.)
A mí me daban ganas de preguntarles a los compañeros cuando hablaban de por allá, de Guantánamo y de todos los demás lugares: ¿Quién sembró ese marabú?, porque parece que durante cinco o seis años nos hubiéramos dedicado a sembrar el marabú. ¡Pero qué batalla valiente enfrentar el marabú con machete y con hacha! ¡Qué idea inteligente utilizarlo como energía, como madera, como leña para las cocinas, para todas esas cosas! ¡Qué trabajo valiente!
Realmente las cosas que nosotros escuchábamos hoy aquí eran admirables. Por eso hablaba de la importancia económica y social de todo lo que ustedes han discutido durante todo este año, y, sobre todo, en este congreso.
A mí me admiraba, realmente, lo que escuchaba del contingente santiaguero que está en Ciego de Avila, lo que han hecho, cómo lo han hecho a fuerza de voluntad, de tesón; lo que ha hecho la División Mambisa de Holguín, en relativamente breve tiempo y en medio de golpes de agua; o lo que decían los compañeros de Guantánamo sobre lo que estaban haciendo; lo que decía el compañero de la UBPC, del que hablamos antes, y de las otras UBPC, los que hablaron aquí. Hemos escuchado cosas que nunca habíamos escuchado, y yo sé que ese espíritu reina en todo el país, y muy especialmente en las restantes provincias del país. Siempre es un poco más dura, más difícil, la lucha en la capital, más problemas. Pero en las visitas que se hacen a las provincias por los compañeros del Buró Político, todos traen una impresión tremenda. A algunos les gusta salir a las provincias para ver ese espíritu que reina en las mismas, qué levantón tremendo ha dado la gente.
Antes no se podía concebir ningún plan de esos sin buldócer. De todas maneras no podemos mandar a Antillana de Acero los buldóceres que dice Jordán que le quedan. Que les busque piezas, él sabe cuántas piezas hay que buscarles para ponerlos en condiciones. Y a algunas de estas provincias que hacen esfuerzos de ese tipo, cuando se les pueda ayudar con algún buldocito se les debe ayudar, es justo, hay que tenerlos disponibles.
Quiero que sepan ustedes que todos esos marabuzales los buldoceó la Revolución y los sembró de pasto, los sembró de arroz, los sembró de caña y los sembró de muchas cosas, pero todos. Aún recuerdo aquella Brigada Invasora que con cientos de buldóceres llegó hasta Pinar del Río, igual que construyó la Revolución las presas y todas las cosas que hizo; pero había muchos recursos, mucho combustible, mucho camión, mucha pieza y había dinero. El milagro es que estén haciendo las cosas que están haciendo con los recursos que tenemos y con la conciencia de que se puede hacer mucho más y de que se puede ser más eficiente.
Digo realmente que estamos siguiendo el camino correcto, y es un placer enorme ver cómo eso lo comprende nuestra clase obrera (Aplausos). Eso significa tener ganada la batalla, porque es lo que hace falta y que, parejamente con ello, el mismo espíritu se desarrolle en la administración del Estado y en los Poderes Populares, que están actuando también con nuevos métodos de trabajo establecidos por el Partido. Eso se logra en la medida en que el Partido asuma cada vez más y más y con más experiencia sus obligaciones, su apoyo, sus controles de todo lo que se esté haciendo, y la aplicación de la experiencia.
Hay que ir todavía más rápido —aquí lo dijeron algunos compañeros, alguna compañera técnica o científica—, y si hay una experiencia en Ciego de laboreo sencillo, como le llaman ustedes, laboreo mínimo, hay que aplicar la experiencia en otras provincias para ver qué resultado tiene, pero rápidamente, no se puede esperar dos o tres años.
No todas las tierras son iguales, no todos los cultivos son iguales. Creo que Jordán se mueve mucho en eso, como también el compañero Nelson, en llevar a las demás provincias cualquier experiencia positiva. No volvernos locos y decir que todo lo vamos a hacer en un año; pero no perder un minuto en extender las experiencias positivas. Una experiencia muy positiva en la caña es la rehabilitación del campo, no se sabe lo que eso ahorra y lo que significa.
Ayer hablábamos de cientos de millones de arrobas adicionales necesarias; una buena parte de esos cientos de millones está en la hierba que crece junto con la caña, aparte de caballerías más o menos a sembrar —y hay que sembrar las más posibles—, la forma en que se haga, la profundidad con que se haga, se aplique el fertilizante y el herbicida, y se aplique el drenaje dondequiera que sea posible, aparte de todas esas medidas y con todas esas medidas, se pueden encontrar esos cientos de millones de arrobas. Las hay, están ahí, ahora eso depende mucho de nosotros, de nuestro esfuerzo.
Este mes de mayo que nos cae es tremendo. Ahora unas lluviecitas inoportunas se han estado apareciendo por ahí, reduciendo el ritmo de corte y de zafra en casi todas las provincias —no estaban anunciadas por el Observatorio Nacional, pero no podemos pedirle que sea adivino el Observatorio, ayudan bastante, ayudan todo lo que pueden—; pero hay que roturar y terminar de roturar y preparar tierra con las máquinas; hay que sembrar, hay que limpiar, hay que fertilizar, hacer todas las tareas que se mencionaron aquí, y, además, terminar la zafra.
La zafra anda con estas dificultades que les menciono. Puedo darles un dato que es positivo, y es que hoy había ya 4 150 000 toneladas (Aplausos). Quiere decir que con 350 000 toneladas más de azúcar llegamos a la meta mínima que nos habíamos impuesto; dijimos que esta es la mínima, todo depende ahora del clima, las circunstancias. Caña hay para un poco más; pero si vienen las lluvias no solo estorban el trabajo, sino que reducen los rendimientos en azúcar. No es lo mismo moler con 12% que moler con 10% de rendimiento en azúcar. Esos elementos están presentes, pero de todas maneras tenemos que hacer un esfuerzo y lo más rápido posible, y combinarlo con todo lo demás que hay que hacer, porque en estos días que ha sesionado el congreso han estado llamando a los compañeros en las provincias sobre las cosas relativas a la siembra y a los cultivos. Por eso no ha estado Nelson aquí, que hubiera podido respondernos, porque le damos mucha importancia a eso.
Es imprescindible que se alcancen esas metas propuestas, porque juegan también con todas las demás cosas que expliqué; la confianza, los financiamientos, que los necesitamos muchísimo. Por eso este mes de mayo va a ser un mes de mucho trabajo y muy duro; junio también y los otros, pero este va a ser decisivo, porque hay que cultivar esa caña sembrada en abril, que se puede cortar; cuánta se puede sembrar en la primera quincena de mayo, es muy importante.
Esa es, más o menos, la situación que tenemos en la caña. Ahora, el problema es también, como decía, para el próximo año tener otro crecimiento importante, y podemos tenerlo si se trabaja con el espíritu que aquí se reflejó y que fue expresado por muchos compañeros —y vuelvo a repetir—, cosas impresionantes y algunos resultados impresionantes.
Ya estamos ansiosos por ver qué hacen los santiagueros en Ciego de Avila con su pepino, con su col, con su papa temprana y todas esas cosas (Aplausos). Ver cómo marchan las pruebas en el tabaco, en otras provincias, para producir capas. Hay tremenda demanda de los puros cubanos, ¡tremenda!, no alcanza la oferta, y lo que necesitamos es capa, hay que sembrarla, porque un producto de alto valor es la capa, no el tabaco corriente. Ver cómo marchan todos los programas arroceros en que estamos enfrascados ahora para elevar ya en parte importante la producción, porque el arroz está escaso, se ha puesto casi a 500 dólares la tonelada en el mercado mundial lo que valía 240 ó 250, y a veces ni con dinero se consigue. Así que hay que trabajar con una gran velocidad en todas esas arroceras y necesitamos algunos recursos.
En el cítrico se está avanzando también, han aparecido una serie de fórmulas y vamos a seguir buscando fórmulas que nos permitan buscar más empleo, buscar más recursos para el país.
Hemos sacado la impresión de una excelente reacción por parte de los constructores, que fueron sensibles a los señalamientos que se hicieron, y se ve una perspectiva clara en todo eso.
Han reaccionado excelentemente los azucareros, a quienes se les hicieron también señalamientos. Y lo que queríamos decir es que no se gana esta lucha, no se derrota este período especial si hacemos tonterías, o nos descuidamos, o nos desmoralizamos. Realmente no tenían por qué haber desaparecido los bancos de semillas y otras cosas que ocurrieron y que pudieron preservarse.
Así que tenemos en nuestro haber en estos años, que fueron duros y de cierta desmoralización, que hubo errores, cosas que se hicieron mal, y las hay y se seguirán haciendo; pero la lucha nuestra tiene que ser implacable, salir de este congreso como un ejército valiente, que ha sabido discutir y ha discutido cualquier cosa. Y no hubo vacilación en discutir lo de los salarios, aunque sabemos lo que sienten muchos trabajadores en este momento, tienen necesidades, tienen menos dinero; ahora, los productos un poco más baratos en los mercados agropecuarios, hay que trabajar durísimo para que se pongan más baratos y no para que vuelvan a subir de precio.
Nosotros nos hemos cansado de hacer cálculos. Hay sectores que nos duele mucho el esfuerzo que hacen sin una retribución mayor, por ejemplo, los mismos maestros, el sector de la salud. El sector de la salud y el de la educación deben tener alrededor de 700 000 trabajadores en las diversas categorías, entre médicos, enfermeras, técnicos, personal que trabaja en los hospitales, entre 700 000 y 800 000 trabajadores. Una modesta mejoría significarían cientos de millones de pesos a la circulación cada año.
Nos alegra saber que con las medidas tomadas en período especial y nuevas formas de pago, o fórmulas socialistas, fórmulas de remuneración socialistas, con las cosas que hicimos en la agricultura, la creación de las UBPC y la mejora en el trabajo de las granjas del Estado, se pueda oír decir que un obrero agrícola ganó 11 000 pesos en un año trabajando y produciendo mucho, y que se haya elevado, en muchos casos, de forma considerable el ingreso de cientos de miles de obreros agrícolas, que eran, además, los peores pagados de este país; error cometido en otros tiempos, cuando algunos sectores como la agricultura tenían de mínimo —recuerdo, y no hace muchos años— como 80 pesos mensuales, y eso, claro, ayudaba al éxodo del campo a la ciudad.
Ahora la situación ha cambiado. Es muy buena noticia que se hayan incorporado tantos miles a las UBPC, a las granjas, a los distintos planes y que están haciendo casas, que son capaces de hacerlas hasta de marabú, y que estamos produciendo un poquito más de cemento, y que estamos produciendo un poquito más de cabillas, y que nuestras aspiraciones de construir alrededor de 50 000 viviendas de bajo consumo se cumplan. Esa no era una meta, era una idea, pero que se regó rápido, y tenemos que ver ahora cómo avanzamos.
Ya ustedes vieron lo que hicieron los de la UBPC de Las Tunas, las casas que han hecho, cómo resuelven, cómo se han mudado. A mí, realmente, lo que más me hizo gracia fue cuando explicó cómo él se mudó, teniendo una buena vivienda por allí por el pueblo, y cómo mudó después al del sindicato, y cómo después al secretario del núcleo del Partido lo mudó también. Haciendo eso se gana la pelea, no hay duda (Aplausos). El hizo lo que tenía que hacer para sembrar decenas de kilómetros de cercas botánicas cuando no tenemos alambre, es cosa importante; recoger las vacas que andaban sueltas y garantizar la leche de un pueblo que tiene cientos de niños, eso es una proeza y demuestra qué podemos hacer con lo que tenemos: no hay cerca, hay plantas, y hay otras muchas fórmulas que es lo que nuestro pueblo ha estado inventando y descubriendo en estos años de período especial.
¡Cuidado no haya que hacerle un día un monumento al periodo especial! Si nosotros seguimos aprendiendo como estamos aprendiendo, si dos o tres congresos más son como este, habría que ir poniendo la primera piedra realmente para el monumento al período especial (Aplausos), por enseñarnos a vivir de lo nuestro, ¡enseñarnos a vivir de lo nuestro!, a aprovechar mucho mejor todo lo que teníamos, ese tesoro invalorable que es la inteligencia de nuestra gente, sus conocimientos, su preparación. ¿Cuánto vale todo eso y quién lo tiene? Al Fondo Monetario cuánto dinero le hace falta buscar para que cualquier país de América Latina tenga el nivel de educación, de cultura y de salud que tiene hoy Cuba, a pesar del período especial (Aplausos). Para hacerlo solo en América Latina no le alcanzarían los fondos que tiene esa institución, y nosotros lo tenemos, y hay que conservarlo, hay que buscar todos los días un centavo más para esa obra, que antes la hacíamos porque había recursos y la queríamos hacer, desde luego, pero el recurso no era el limitante; el limitante era nuestra falta de eficiencia administrativa en la inversión, en las cosas, otras faltas.
Tampoco había la experiencia de ahora, digámoslo, en realidad, para aprender a vivir de lo que tenemos, de lo nuestro, de lo que hemos creado, de los valores que se han desarrollado en estos años de Revolución. Sí, en nuestro país, con lo que sea, y quién sabe cuántas cosas más falten por ver, por descubrir, y vivir de lo nuestro. Puede vivir de lo suyo un país que tenga, sobre todo, inteligencia, sin eso no hay escape para nadie; la hemos acumulado. No quiere decir que nos sobrestimemos; hay que estar conscientes, como aquí se señaló, de que hay que superarse mucho todavía, y hay que superarse todos los días. Y no hay que botar al italiano antes de echar a andar el horno ese, es la verdad —y me perdonan mis amigos de Antillana, yo soy amigo de verdad de ustedes; pero a veces nos pasa eso, nos ha pasado en montones de cosas, y a veces es a la inversa, un complejo de inferioridad con respecto al técnico extranjero; las dos cosas nos han pasado: ¡Ah!, si no está el otro no lo puedo hacer.
Vean ustedes cómo ha avanzado este país en medicina, es posiblemente en lo que más ha avanzado desde el punto de vista científico. ¿Y quién nos enseñó? Nosotros mismos. Claro, esto no significa renunciar a muchas posibilidades, si hay una tecnología nueva para ensanchar una arteria, aplicarla inmediatamente; o en cirugía cardiovascular de niños hubo extranjeros que nos ayudaron, muy pocos, algunos, nunca los botamos, pero tuvimos confianza en nuestra medicina, en nuestros médicos, en nuestros científicos, organizamos centros de investigación, adquirimos bibliografías, todos los medios, hicimos todas las universidades que hicieron falta para eso, y adelantamos.
Somos una potencia médica. Somos una potencia cultural, resultado de los modestos esfuerzos que empezaron haciéndose al principio de la Revolución con las escuelitas de arte y todo eso. Somos una potencia educativa, y lo hicimos principalmente a partir de nuestras propias experiencias y nuestros propios profesores. Tenemos todas las universidades que queramos, nos sobran casi las universidades. Todos los profesores universitarios que quedaron —no voy a decir que nos sobran porque se pueden sentir lastimados— pueden trabajar y ayudarnos con sus conocimientos, su ciencia. Como se ha demostrado aquí en este congreso, en muchas cosas lo somos, en otras no lo somos.
No tenemos una cultura industrial, aunque hemos avanzado mucho; los otros tienen la ventaja de contar con una cultura industrial en hábitos, en disciplina, en respeto a las normas tecnológicas. No tenemos una cultura en la administración y en la eficiencia, y tenemos que adquirirla a toda costa y desarrollarla a toda velocidad.
Necesitamos promover hombres que tengan iniciativas, porque alguien decía: ¡Ah!, si hubiera 1 000 compañeros como el de Las Tunas... Yo estoy seguro de que en este país hay miles de compañeros como el de Las Tunas, como el de Ciego, como el de Holguín, como el de Guantánamo, como el de cualquier provincia del país; los tenemos, hay que descubrirlos, hay que promover a esos hombres que tienen iniciativas, ideas, voluntad, carácter y vocación para tratar con los hombres, porque en esos esfuerzos de que se habló aquí el elemento subjetivo jugó un papel muy importante; ganarse la voluntad de los que estaban en eso.
Nosotros pasamos una experiencia, fue la de la guerra. La guerra es dura, subir y bajar montañas es duro y los sacrificios son grandes, sin embargo, mucha gente se sumaron a una cosa tan difícil; no se habría podido ganar la guerra si no se gana a la gente. El que quiera ganar una batalla, cumplir un objetivo, lo primero que tiene que hacer es ganarse a la gente, y el estímulo moral no es solamente concederle un diploma, sino dar los buenos días, preguntar por un familiar que está enfermo.
Los capitalistas, que explotan a los obreros, han estudiado bastantes técnicas de cómo ganarse la simpatía del obrero, las han estudiado. Nosotros, socialistas, que vemos el trabajo como un deber, no nos preocupamos gran cosa o, en general, no se preocupó el socialismo gran cosa de esa atención al hombre. Ahora nosotros estamos combinando mucho mejor el estímulo material con el estímulo moral. Pero no sé con qué dinero este compañero habría podido hacer las cosas que hizo si no conquista a los que iban a hacer las cosas con él; él ha tenido que conquistar allí hasta el cariño de las vacas, que van a darle leche al pueblo de Guayabal.
Durante un tiempo fuimos demasiado optimistas en la idea, casi el centro era lo moral, y en realidad muchas cosas las hicimos con lo moral. Lo que ha hecho este pueblo es tremendo. ¿Y a los 500 000 ciudadanos que han pasado por las misiones internacionalistas, con qué les hemos pagado? Digo esto porque no podemos subestimar en lo más mínimo lo moral, incluido, repito, los buenos días. Con fuerzas morales e impulsos morales ha hecho este pueblo grandes cosas.
Ahora creo que estamos combinando de una manera feliz, en la retribución del trabajo, por lo menos, los conceptos. No sé si habrá hoy la misma preocupación por ese estímulo moral que la que hay por utilizar los incentivos materiales; pero, por lo menos, en cuanto a las ideas, a los conceptos, estamos claros de que hay que combinarlos.
Ahora, yo estoy seguro de que no hay estímulo moral comparable al que experimentaron esos compañeros y compañeras que hablaron aquí —muchos de ellos— al exponer lo que han hecho, el orgullo que sentían. Eso es como los mambises, todo lo que hacían lo hacían por honor, por patriotismo, por orgullo.
Combinemos las dos cosas: la satisfacción del hombre por lo que ha hecho, con los beneficios que él y su familia puedan obtener con lo que han hecho. Creo que eso también es una lección importante del período especial.
Los caminos, realmente, están claros. Ahora, yo no quiero dejar de mencionar cuánto nos conmovieron a todos distintos ejemplos que vimos aquí, y que me permitirían decir que el congreso ha sido de una gran calidad moral y humana.
Casi tiembla una persona de pensar en este obrero que entregó —los completaba hoy— 71 000 pesos ganados con trabajo voluntario para defender la patria (Aplausos). Hasta fue un golpe al exceso de circulante. El no los fue a gastar —y no es que esté criticando el que vaya a gastar cualquier cosa en un mercado agropecuario—, los entregó. Fíjense qué ejemplo.
Igualmente de conmovedor fue el caso de la compañera aquella de Holguín que entregó los 16 000 dólares. El de la Ciénaga, que ha entregado 20 000 dólares (Aplausos).
¿Ustedes no creen que esos ejemplos quedarán para la historia y que simbolizan esta época? Y no es que estemos exhortando a los ciudadanos a que hagan lo que ellos hacen, no sería concebible, no es que estemos exhortando; pero se siente orgullo, se siente admiración por la especie humana cuando se encuentra a personas tan desinteresadas, tan desprendidas, tan generosas.
Del mismo modo pude ver mucho sentimiento, mucha moral en gran número de los compañeros que hablaron; yo podría decir que en todos, en general, pero algunos impresionaban quizás por la vocación que tienen para trasmitir lo que llevan dentro, mientras la compañera que dio los 16 000 dólares no quiso hablar, dijo: "Quiero hacer más que hablar" (Aplausos). Pero muchos compañeros trasmitieron aquí sentimientos realmente profundos, admirables. Constituyen un verdadero ejemplo para todos nosotros. Saber que hay hombres y mujeres así, debe ser una razón más para que todos los que tenemos responsabilidades hagamos más que lo que hacemos, luchemos más que lo que luchamos, porque vale realmente la pena.
Es admirable cómo las ideas tienen tanta fuerza que resultan realmente invencibles. Por eso nosotros aquí, serenos, ecuánimes, vemos las maniobras del enemigo, lo que puede pensar, y a veces sabemos también lo que piensa; pero nos podemos tomar el lujo de analizarlas con ecuanimidad, serenidad. Sabemos que sufre por lo que hemos hecho, por lo que hemos resistido. Sabemos que le da rabia; la rabia puede ser peligrosa.
Ese país anda también en un proceso electoral que es la locura. La politiquería reina, eso los hace peligrosos. No brilla en este momento la presencia de hombres con todo el carácter necesario. A veces vemos síntomas de debilidades que resultan asombrosas. El mero hecho de que esta administración se sumara al final a la cruel, inhumana, brutal y estúpida ley Helms-Burton, demuestra una incuestionable debilidad de carácter y una falta de ética.
No vine aquí, o no es mi propósito exaltar los ánimos; todo lo contrario, vine a exhortarlos a ustedes y a nosotros mismos, a ser serenos, a ser ecuánimes, a tener paciencia, a mezclar la paciencia con la inteligencia.
Si algo deben saber nuestros enemigos, se sintetizó una vez en una frase que decía: "A la inteligencia no le faltará el valor y al valor no le faltará la inteligencia." Confíen en el Partido, en la serenidad y en la ecuanimidad del Partido, porque vemos claras todas las maniobras de provocaciones con el propósito de crear conflictos, o, si es posible, un conflicto al no poder soportar la heroica resistencia de Cuba. Digamos que es un mal del corazón.
Al parecer, todo lo que Cuba ha hecho en estos años, la prueba que está dando, los éxitos que empieza a alcanzar producen dolores muy agudos en el corazón, producen infartos. ¡Y tan buenos medicamentos que tenemos nosotros para el infarto, producidos en nuestros laboratorios! La estreptoquinasa es excelente y no deja ni coágulo (Risas).
Ahora, superpotentes, siempre prepotentes, sin —repito— el carácter necesario en determinadas circunstancias, sin ética, son peligrosos.
El propósito de esta Revolución no es ganar guerras, no. El propósito es ganarlas si nos las imponen; pero no tenemos propósitos de promover guerras, ni de dejarnos provocar.
La situación de este país está muy lejos de ser desesperada, y por eso estamos tranquilos, esperanzados, no tenemos ninguna necesidad de conflictos. Nosotros podemos ganar nuestras batallas sin conflictos. Es decir, no queremos guerras; pero más valdría que a nadie se le ocurriera la descabellada idea de realizar acciones militares contra Cuba, incluso ilusionado en sus recursos tecnológicos. Más valdría que nadie se hiciera jamás la ilusión de que pudiera poner de rodillas a este pueblo. Más valdría que no se dejaran llevar jamás por la ilusión de que este país puede ser doblegado, o por la ilusión de que no seríamos capaces de luchar 100 años y los años que hagan falta (Aplausos).
Nosotros queremos paz y es la paz que necesitamos para seguir este trabajo heroico; pero no se le ocurra a nadie interrumpir este esfuerzo que estamos haciendo, no se le ocurra a nadie interrumpir o tratar de destruir la obra que estamos realizando, no se le ocurra a nadie provocarnos, porque si hemos hecho las proezas realizadas hasta hoy, este pueblo es capaz de proezas mucho más grandes todavía (aplausos).
Esto define nuestra política. Nuestro Partido, nuestro país tiene un excelente equipo de dirección, tanto en el Partido como en el gobierno, en la CTC, en las organizaciones de masa. Tenemos todo lo necesario para alcanzar nuestros objetivos y tenemos la voluntad de alcanzarlos.
Queremos que todos esos millones de niños puedan disfrutar la obra que estamos haciendo hoy. Quien ataque los intereses de Cuba no ataca nuestros intereses. No es por nosotros que luchamos principalmente, luchamos por niños como ese que vimos hoy aquí; luchamos por nuestra juventud, luchamos por nuestros estudiantes, nuestros jóvenes, y queremos tener el sueño de que un día puedan vivir en un país como el país que sabemos que somos capaces de construir. Acariciamos la ilusión de que todas esas esperanzas que nos trasmitieron nuestros ilustres visitantes no sean nunca traicionadas y que este símbolo en que se ha convertido Cuba, no porque se propusiera convertirse en un símbolo; este símbolo en que nos han convertido el deber y la necesidad, la hostilidad y el odio de nuestros enemigos por querer hacer lo que consideramos más justo y más noble, porque lo que queremos es lo mejor no solo para nuestro pueblo, sino para todos los pueblos, se mantendrá.
Por eso nos satisface tanto llamarnos internacionalistas, llamarnos socialistas, llamarnos comunistas (Aplausos prolongados). A los que duden de lo que hacemos, de las cosas que queremos hacer y la forma en que lo estamos haciendo, sin pretender ser sabios, que no les quepa duda de que seguiremos siendo socialistas y comunistas. Y nos van a respetar más porque a los que cambian de bandera no se les respeta. A los que traicionan sus ideales jamás se les respeta, a los que traicionan sus principios jamás se les ha respetado ni se les respetará; por tanto, estamos seguros de que a Cuba se le respetará, a los cubanos, a nuestro pueblo (Aplausos prolongados).
Hay tres cosas que nos fortalecen, que han quedado muy claras después del pleno del Comité Central y después de este congreso: la expresión de lo que hemos querido ser, de lo que somos y de lo que seguiremos siendo siempre (Aplausos).
Con verdadero orgullo por eso podemos decir hoy todos, y para que nadie lo dude:
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación.)