DISCURSO PRONUNCIADO PO EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER
SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS
CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA CLAUSURA DEL X PERIODO DE SESIONES DE
LA IV LEGISLATURA DE LA ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR, EFECTUADO EN EL
PALACIO DE LAS CONVENCIONES, EL DIA 13 DE DICIEMBRE DE 1997
(VERSIONES
TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)
Compañeras y compañeros:
En esta sesión he intervenido muchas veces, hemos abordado
distintos temas, hemos estado en esta sala un número prolongado de horas, es
por esa razón que debo hacer un especial esfuerzo por tratar de sintetizar lo
más posible las cosas que debo decir.
En primer lugar, concluye esta legislatura —ellos no
concluyen; es decir concluye la legislatura, no la Asamblea, o el período para
el cual fueron elegidos los actuales diputados—; concluye una etapa que ha
durado cinco años.
Les confieso que es un momento de relativa tristeza
saber que se disuelve la Asamblea y surge una nueva Asamblea; que muchos de
ustedes serán de nuevo elegidos, pero muchos, un número tal vez mayor, no serán
miembros de la próxima Asamblea. A
nosotros nos produce un sentimiento de tristeza, es lógico; pienso que para
ustedes también, que han estado estos años trabajando en la Asamblea Nacional.
Es una ley de la vida. Pasó lo mismo con el Comité Central del
Partido que, incluso, se redujo más.
Realmente se redujo; la Asamblea no se reduce, se amplía. Muchos que vienen de la base han sido
renovados en las bases; otros que no son delegados de circunscripción, que tienen importantes responsabilidades o han tenido
importantes responsabilidades, dejan el espacio a los nuevos que ingresen con
responsabilidades nacionales en los distintos ámbitos.
Vean que, por ejemplo, se han renovado bastante los
cuadros en las provincias, surgen nuevos secretarios del Partido y hago, por
ejemplo, una pregunta, o primero hago una afirmación: el cuadro político principal de una provincia
es el secretario del Partido, ¿se concibe que el cuadro político principal de
la provincia no sea candidato a la Asamblea Nacional?, sería una situación
anómala por completo; otro tanto ocurre
—aunque no en el mismo grado, porque no es el cargo político principal,
pero sí el cargo administrativo principal— con los presidentes del poder
popular provincial. Otros vienen de la
esfera científica, y hay muchos; otros vienen de las fuerzas armadas, por
ejemplo; otros forman parte del gobierno central de la república; otros son destacados
obreros, campesinos, productores.
En todas esas esferas se producen inevitables
procesos de renovación, y he conocido muchos y muy valiosos compañeros que
dejaron de pertenecer a la Asamblea en otras ocasiones y vinieron otros,
también con grandes méritos, capacidad; la renovación de los delegados que
vienen de la base es fuerte, es un trabajo también tremendo, agotador,
desgastante. Todos esos factores son los que hacen inevitable e imprescindible
una renovación amplia.
Conocemos también de compañeros que han estado en la
Asamblea, dejaron de estar, y después regresaron —bien, todas esas son
cuestiones de carácter humano que tienen que ver con la actitud del
revolucionario, del luchador, del combatiente—, pero hay otros aspectos en los
cuales debemos pensar en circunstancias como esta: el hecho real de que a esta
legislatura o a esta Asamblea, a este conjunto de diputados, le correspondió
vivir uno de los momentos más difíciles de la historia del país. Alarcón recordaba en sus palabras algo que
dije en una ocasión:
es la Asamblea del período especial, y no tengo la menor duda de
que será la etapa más difícil de la historia de Cuba.
Sigue la lucha, y seguirá siendo muy difícil; pero
ya empezamos a ver los primeros frutos, ya los empezamos a ver, avanzando —si
se quiere— como la tortuga, poco a poco; es decir, avanzamos como tortugas,
cuando los enemigos de nuestras ideas, de nuestros principios y de nuestra
ideología comienzan a retroceder como cangrejos. Esa es una característica de esta etapa.
Lo que nosotros representamos, simbolizamos y hemos
defendido con tanto fervor, valor y dignidad, marcha; y aquellos que creyeron
que desapareceríamos del mapa como revolución empiezan a retroceder. Eso tiene un enorme valor.
Esa fase tan importante de la historia y de la
evolución de la sociedad humana coincidió con estos cinco años que acaban de
transcurrir y ser testigos de esto, se debe, precisamente, al esfuerzo
realizado en estos cinco años; por tanto, me atrevo a decir que dentro o fuera de
la Asamblea, dondequiera que estén, el nombre de todos ustedes quedará grabado
en las páginas de la historia (APLAUSOS), y dondequiera que estén esperamos de
ustedes el mayor esfuerzo, el mayor sacrificio, el más firme espíritu de que
sean capaces, y que actúen siempre a la altura de esa gloria que se han ganado
en estos años.
Los que aquí quedemos nos sentiremos doblemente
comprometidos, porque cada año que pasa, cada logro alcanzado, multiplica
nuestra obligación moral y nuestro compromiso con la Revolución.
Esperamos que ustedes se sientan tan orgullosos de
los que queden, como todos los integrantes de la próxima legislatura estarán
orgullosos de los compañeros que dentro de algunas semanas dejarán de
pertenecer a esta Asamblea (APLAUSOS).
El país tiene ahora delante una gran batalla; no
tengo que extenderme mucho sobre esa batalla, porque, afortunadamente, Alarcón
habló de ese tema, que es el de las elecciones, que digo que tiene una enorme
importancia política.
Sobre eso conversé también con los estudiantes y con
un grupo de cuadros del municipio Plaza.
El mismo día que terminé la reunión con los médicos, y un poco tarde,
salí para el teatro Trianón y allí estaba reunido un número grande de cuadros,
el día que hicieron las postulaciones. Les hablé extenso de lo que significaban estas
elecciones, las que vienen, y señalé un hecho muy significativo: cómo después de
estos cinco años, tan duros, tan difíciles, el porcentaje de los que votaron en
las recientes elecciones para delegados de circunscripción fue más elevado que
la vez anterior, y los votos en blanco y anulados fueron menos que en aquella
ocasión. Algo verdaderamente notable,
después de una lucha tan dura y desgastante como la de estos cinco años, en que
se han empleado tantos medios y tantos recursos para dividir, para confundir y
para debilitar a la Revolución.
Cada uno de estos índices tiene una enorme
importancia. Tenemos que movilizarnos
con todas nuestras fuerzas para que el máximo de ciudadanos vote, y para que el
máximo de ciudadanos vote de una manera constructiva; ejerza su voto allí de
una manera constructiva, no anulando boletas o votando en blanco. Hay que tratar de persuadirlos,
independientemente de que no se alcance a convencerlos a todos, y en el trabajo
de persuasión no debe haber exclusión alguna.
Si un 1% de alguien es positivo, o si en una persona hay un 1% de
patriotismo o de honestidad, nosotros tenemos que trabajar con ese
ciudadano. No debemos renunciar
absolutamente a nadie, porque argumentos tenemos, muchos y muy sólidos, y algo
siempre puede haber en el hombre que responda a un argumento o a otro, a un
sentimiento o a otro; puestos a escoger entre la Revolución y el imperialismo,
entre lo que representa la Revolución y lo que representa la contrarrevolución,
yo me imagino que tiene que ser muy difícil echar a un lado todos los valores
que la Revolución representa y ponerse del lado de sus enemigos. Así que el trabajo hay que hacerlo sin
excepción.
Siempre hay un número de personas confundidas,
siempre hay un número que se ha dejado impresionar con algún argumento, siempre
hay alguno que tenga alguna queja con razón o sin razón, porque todos los días
surge un incidente de un tipo o de otro, o en la fábrica o en la calle; porque
le pusieron una multa o por cualquier cosa se siente lastimado, ofendido, y hay
que explicar.
Solo un ser humano honesto y revolucionario le puede
explicar a otro y puede persuadir a otro de aquellas razones o de aquellos
valores por los cuales lucha, y la Revolución tiene un poder muy grande en los
militantes del Partido y de la juventud, en las organizaciones de masa, en
todas las organizaciones de masa para hacerlo; a cada campesino o hijo de un
campesino, por ejemplo, que recibió la tierra, recibió la educación, y que es
testigo, porque lo ve allí, aunque no haya vivido el capitalismo, se le puede
contar lo que era o lo que pasa en otras partes, para que sea capaz de apreciar
aquellas cosas que ve todos los días, y por verlas todos los días lo ve tan
natural como la salida del sol. Hay que
explicarle a cada ciudadano todo el esfuerzo, el sacrificio, la sangre que ha
costado la obra noble de la Revolución; argumentar y volver a argumentar es muy
importante.
El enemigo siempre lanza consignas, quiere deslucir
en lo posible, puede estar allí en los colegios electorales, donde —como decía
Alarcón— no hay fraude, ni trampa; donde los niños cuidan las urnas, donde el
recuento es público y el voto absolutamente secreto; incluyendo la prensa
extranjera si lo desea, puede presenciar el escrutinio, ver qué hubo. Hay hasta los entusiastas, a quienes debe
recordárseles que no se dejen llevar demasiado por el entusiasmo, al extremo de
que escriben una frase revolucionaria, incluso, pero anulan la boleta como los
que votan de una forma equivocada, respecto al punto donde tienen que emitir el
voto. Es decir, hay casos de boletas
anuladas que no tienen la intención de ser una expresión contrarrevolucionaria;
hay casos de equivocación, por eso hay que explicar bien, volver a explicar
aunque se haya explicado muchas veces, cómo es la boleta, cómo hay que ejercer
el derecho al voto, explicarles a todos los electores.
Esa fuerza de la Revolución tiene que expresarse en
las elecciones, porque es una lección más que se le da al enemigo que pretende
ignorarla. En su propaganda y en sus
escritos, uno se asombra porque dicen: “Cuando haya elecciones en Cuba”, es
como si ignoraran que hay elecciones en Cuba.
Dicen: “Cuando
haya.” ¿Qué entenderán, realmente, por
elecciones? ¿Es en Estados Unidos, donde
el 50% se va para la playa o a pasear, o para el cine, o se queda durmiendo, o
viendo un programa de televisión y no va votar?, y lo llaman elecciones, donde
el dinero ha precedido todo y la propaganda se ha convertido en el instrumento
fundamental, donde no la conciencia sino la publicidad es lo que decide, y
donde se invierten miles de millones para que conozcan al individuo, para
hacerlo simpático, para ganarse el voto, y cada uno de ellos, en su lugar,
tratando de reunirse con los sectores, unos de un tipo, otros de otro, según el
distrito, según el estado, olvidados de los intereses fundamentales de todo el
pueblo.
No, no debemos negar que entre esos candidatos hay
un número de personas honorables y valientes, nosotros conocemos unos cuantos
de ellos, que tienen principios, tienen convicciones y tienen el valor hasta de
votar contra determinadas leyes o de apoyar determinadas proposiciones
espontáneamente, porque lo sienten, porque son honrados. Hay un número de personas que tienen méritos
indiscutibles, que no son los clásicos demagogos; pero lo que abunda más,
desgraciadamente, es la política basada en la publicidad, en el dinero, no en
decir lo que se siente o lo que se piensa, sino en decir aquello que los
electores quisieran escuchar y no decir ni hacer nada que pueda enemistarlos
con algunos de los electores, tratan de buscar votos de cualquier forma. Después no tienen que rendirle cuenta a nadie
de lo que hacen, muchas veces ni siquiera leen las leyes que apoyan.
Nosotros sabemos que algunas de las leyes contra
Cuba, enmiendas y todo eso surgen de compromisos en los pasillos: Yo te apoyo esto,
tú me apoyas lo otro, y, como decía Alarcón, muchos no conocen ni siquiera las
leyes que han aprobado, ni ellos ni los ciudadanos, y en Cuba se conocen más
esas leyes que en el propio Estados Unidos.
Para ellos, aquí no hay elecciones, y algunos que
escriben ciertas cosas a favor de Cuba, siempre se ven obligados a hacer
concesiones en lo que escriben, de alguna manera, para balancear, y algunos
utilizan argumentos positivos fuertes, pero utilizan igualmente muchas mentiras
convencionales de las que a través de la propaganda han divulgado allí y por el
mundo.
Ellos disponen de un arsenal de medios de
comunicación masiva impresionante. Casi
todas las películas que se ven en América Latina y en una gran parte del mundo
son películas norteamericanas, por ejemplo, las series, los casetes; es una
enorme industria de grandes ingresos, que tiene el monopolio. Muchos visitantes llegan aquí y nos dicen: “Pero, ¿Cuba es
así?”, se asombran. A veces tiene un
efecto contraproducente para los objetivos del adversario, es tal la imagen que
les crean a muchos extranjeros que cuando vienen al país les parece demasiado
bueno lo que ven, se asombran del contraste entre lo que les han hecho creer y
lo que aprecian al llegar a Cuba.
Realmente el tema de los procesos electorales es
algo sobre lo cual nosotros hemos meditado bastante, y hemos estado haciendo
comparaciones constantes con lo que ocurre en el mundo respecto a lo que el
imperialismo llama democracia, incluso sobre el origen histórico de la palabra,
de cuando los griegos se reunían en una plaza.
Claro, era una sociedad en que había unas cuantas gentes libres que se
reunían en un lugar público, de tal manera que no hacía falta altoparlantes ni
nada de eso; todo el resto de la población eran esclavos o ciudadanos de
segunda clase, que no tenían derecho a participar en las asambleas.
Eso es, más o menos, lo mismo de hoy, en medio de
desigualdades sociales enormes, aunque de otra forma, porque los expertos en
cuestiones de publicidad tienen técnicas bastante sofisticadas cuando le
quieren inculcar una idea a alguien, y hacen las campañas en favor de los
políticos exactamente igual que las campañas en favor de la Coca-Cola —y le hago propaganda gratis—, o de la
Pepsi-Cola, o de los cigarros de las más variadas marcas, o de cualquier
mercancía. Es toda una ciencia que
tienen desarrollada y cuesta mucho dinero un minuto en televisión, un minuto de
radio, un espacio en el periódico. Y
luego los escándalos son interminables cada vez que pasa una campaña, los
escándalos relacionados con recaudaciones de fondos y sus turbios orígenes.
Ellos pretenden negar nuestras elecciones, y vemos
lo que pasa no solo en Estados Unidos, sino en otros muchos países, lo que está
pasando en cualquier continente: hay elecciones que se anulan porque no
va ni el 50% de los electores; donde han establecido que asista un 50% y no va
ni el 50%, y, por ejemplo, en América Latina hay un abstencionismo tremendo, en
casi todas partes.
Se puede decir que están en crisis los partidos y el
sistema que han establecido, la gente no cree, o cree cada vez menos, incluso en
países que acaban de atravesar por un largo período de represión sangrienta,
como es Chile, donde se ha producido una apertura política condicionada por las
circunstancias en que todavía Pinochet ejerce una influencia grande y tiene una
cuota de poder importante. Hay un senado
donde a un número de senadores los nombró el mismo gobierno de Pinochet, hay
una ley donde todos los que fueron jefes de cada una de las distintas armas
tienen derecho a ser senadores cuando se retiren; no se puede cambiar, se necesitan
unos requisitos que nunca permiten reunir los votos necesarios para cambiar el
sistema de elección de senadores porque no van a votar contra ellos
mismos. Tienen una serie de limitaciones
institucionales de las cuales no han podido sacudirse.
Pero acaban de tener lugar unas elecciones en Chile
para una parte de los legisladores, y cuentan que hubo un 18% de votos en
blanco; cientos de miles de electores, además, se excusaron, por algún motivo,
por no haber ido a votar, porque al parecer es obligatorio votar, y
adicionalmente un millón de personas con edad para votar no se inscribieron, no
están inscritos como electores.
Miren qué cifras, en un país que tiene una situación
económica relativamente buena, con los problemas de una sociedad capitalista,
desigualdades en la distribución y esas cosas, pero con una situación bastante
estable. Sorprende, ¿no?, estos datos
acerca de eso; se va produciendo el desgaste.
Los partidos de centro y de izquierda de la coalición gubernamental
mantienen mayoría amplia, aunque perdieron fuerza; los partidos de derecha
ganaron alguna fuerza, y el pequeño Partido Comunista, muy luchador, incrementó
los votos de cuatro y tanto a seis y tanto, es decir, incrementó sus votos en
casi un 50%; es un incremento, quizás el más notable. Y estoy hablando de un país donde, comparado
con otros, existen condiciones favorables, digamos, en el terreno económico; es
posiblemente el que menos problemas tenga en este momento.
Bueno, lo que ha pasado en países de la antigua
Unión Soviética, o del excampo socialista, en cuanto al número de electores que
participan, es increíble; no hay participación realmente de la gente.
En nuestro país no es obligatorio votar; sin
embargo, debemos decir que en Cuba hasta los contrarrevolucionarios asisten a
las elecciones; votarán en blanco, o tacharán la boleta, como una manera de
expresarse, pero votan. La participación
en la última elección fue 97,6, realmente notable, y más notable todavía en las
condiciones actuales. Entonces las
elecciones son una prueba.
En el sistema electoral nuestro, si la
contrarrevolución fuera mayoritaria podía ganar las elecciones y tomar el
gobierno pacíficamente. ¡Ah!, ellos
saben que no van a tener la mayoría, desde luego, porque nuestro Partido es un
Partido, pero no postula ni elige; en nuestro país postula y elige el pueblo
desde la base.
En otros países, incluso europeos, de régimen
parlamentario, cuya democracia, por supuesto, no es impugnada por los teóricos
del imperialismo, son los partidos los que eligen a los candidatos, primero los
que los postulan, segundo los que los eligen.
Los postula la maquinaria del partido, designan una lista, utilizando
encuestas; saben, más o menos, con bastante exactitud cuántos votos tiene cada
partido: el
número uno se lo dan a fulano de tal, número dos, número tres, número cuatro y
otros. Si saben que van a tener un solo diputado, lo ponen allí en el número
uno, si saben que van a tener cinco, o cuatro, o seis, escogen la lista; los
que vienen detrás no tienen la menor posibilidad de ser electos. Entonces son los partidos los que postulan y
deciden quién será y quién no será miembro del Parlamento.
Nuestro Partido ni postula ni elige; millones de
personas pueden postular y ustedes conocen muy bien los requisitos que se necesitan
para ser delegado de circunscripción, los méritos, la historia.
Yo he observado —por lo menos por mi experiencia
personal, y me pasó en las últimas elecciones— que pude ser uno de los que
echara a perder la boleta, involuntariamente, porque estudié la historia, el
papel, la vida de cada uno de los dos candidatos y realmente no sabía por cual
votar; daba deseos de votar por los dos.
Me imagino que eso debe haberle pasado a mucha
gente; porque hemos podido observar, de manera clara —y eso no fue solo en la
circunscripción donde yo voté, sino en todas partes—, una mejoría considerable
con relación al primer año, cuando empezábamos con nuestro sistema electoral,
de la calidad de los candidatos. Ya son
unos cuantos años de Revolución y hay mucha gente nueva, preparada, con muchos
méritos, y es difícil el momento ese.
Pienso: a
muchos les tiene que haber pasado igual, y tal vez votaron por los dos. Ha mejorado mucho la calidad.
La presencia de los Consejos Populares, que es un
elemento que se añadió a nuestro sistema, les dio fuerza a los delegados de
circunscripción. Esos presidentes de los
consejos, elegidos por los mismos delegados con el apoyo de las organizaciones
de masa, han incrementado las posibilidades del delegado en la
circunscripción. Antes era una sola
luchando en el municipio, con una empresa, con todo, y ahora es la fuerza de
todos, y a tiempo completo el presidente del consejo, que es más conocido,
aunque desde luego, hay muchos candidatos que no son presidente de consejo.
Ese es un principio que yo siempre recalco mucho con
todos los que hablo:
cómo en nuestro país, el Partido ni postula, ni elige. Los candidatos los proponen de la base los
ciudadanos y los que allí escogen, son los postulados y los que pueden ser
elegidos. Ellos constituyen la base
fundamental de nuestro sistema.
Antes del ulterior perfeccionamiento no se podía
impugnar el carácter democrático, porque aquellos delegados nominados y
elegidos, de la forma en que son nominados y elegidos, podían perfectamente no
solo constituir el poder municipal, sino también elegir a los delegados
provinciales y a los diputados, y no por eso perdían, en lo más mínimo, su
carácter democrático; esa gente sale del pueblo, los postula y los elige todo
el pueblo, no el Partido. Fue un factor
muy importante en nuestro sistema electoral, ese procedimiento nuevo, único, de
postular y de elegir. El Partido tiene un papel que es el de garantizar que
todos los principios y las normas acordadas se cumplan estrictamente.
La solución que se le dio al problema, ya
perfeccionado, aunque trabajoso, de la cuestión de la postulación de los
candidatos a delegados provinciales y diputados nacionales a través de las
proposiciones de las comisiones de candidatura, a las asambleas de los
delegados de base en cada municipio nos parece altamente positiva. Vean ustedes que son las organizaciones de
masa, presididas por los trabajadores, las que llevan a cabo el trabajo de la
postulación. ¿Cuál es de nuevo el papel
del Partido? Velar para que esas comisiones de candidatura se atengan
estrictamente a los principios acordados.
La elección directa de los delegados provinciales y
los diputados nacionales y no por los delegados de base, la experimentamos por primera
vez hace cinco años, ahora ya se había reunido más experiencia: el método de la
consulta, por las comisiones de candidatura, esa es la clave, unido al
principio de que hasta la mitad de los que constituyan la Asamblea Nacional
sean delegados de base, que no se sabe lo que vale el carácter popular que les
da a las candidaturas el hecho de que prácticamente la mitad salgan de la base.
Claro está que el trabajo del delegado de base es
incompatible con muchas responsabilidades que puede tener un ciudadano. Digamos, un jefe de ejército, será muy
difícil que pueda cumplir todas sus funciones como jefe de ejército y como
delegado de base; un ministro —para citar otro ejemplo—, un primer secretario
del Partido, no pueden ser delegados de base; no puede excluirlos el país. No se puede prescindir de ninguna de aquellas
personas que por su experiencia, conocimientos, responsabilidades, méritos, por
un conjunto de razones, desempeñan funciones muy importantes en la sociedad; no
se puede estar ausentes, por ese hecho, de la Asamblea Nacional; entonces lo
ideal era la combinación de los dos factores.
Un científico destacado, y a lo mejor no conocido,
que esté haciendo un importantísimo y decisivo trabajo, capaz de salvar miles
de vidas y que tiene que estar dedicado a eso, no puede excluirse como
candidato a miembro de la Asamblea Nacional.
A pesar de eso, me asusto a veces cuando lo eligen para la Asamblea,
porque más atrás viene Alarcón y se lo lleva para una comisión, más atrás le da
unas tareas y, como científico, casi lo perdemos. Siempre estoy protestando, que se quieren
llevar a este: Pero,
¿cómo se van a llevar a este? Si está
dirigiendo un centro de investigación que tiene tal peso para la salud, para la
economía, para todo, se lo llevan ustedes para una comisión de la Asamblea y
después las comisiones tienen que trabajar duro y viajar y hacer veinte cosas;
deja de ser director del centro de investigación, se pierde casi como
director. Bueno, no nos metemos; protestamos. Cada vez que yo puedo hacer alguna presión
con el Presidente de la Asamblea, para que no se lleven a un compañero o a una
compañera que tienen tareas fundamentales para el país, la hago; no siempre
tengo éxito ni mucho menos, porque no se trata de una orden ni cosa de esas,
esos no son métodos. Le imploramos: Oye,
no se lo lleven.
Les decía que a veces tiemblo cuando los eligen como
diputado y más adelante para las comisiones de la Asamblea. Por todo esto las comisiones de candidatura
llevan trabajo, y es bueno que lleven trabajo, no hay duda, es muy bueno, muy
útil; pero, quiero decir, sencillamente, que hay un número de valores del país
que no pueden simultanear el trabajo en la base y en otras esferas.
Sí, pero el hecho de que un gran número de delegados
de base formen parte de la Asamblea le da un carácter extraordinariamente
popular. Ese principio no lo aplica
ningún otro Parlamento. Ustedes no verán
en ningún Parlamento, en ninguna parte, que un concejal es parlamentario, o que
un presidente de un municipio pueda ser parlamentario. Ya no estoy hablando del trabajador aquel, el
héroe del trabajo, o el investigador, al que no conocen; pero ninguno de esos
que ocupan cargos allí en la base, responsabilidades, va a la vez al
Parlamento. Ningún Parlamento tiene un
porcentaje tan alto de personas de la base como lo tiene nuestro Parlamento,
ese Parlamento cuyas características y méritos extraordinariamente democráticos
pretenden ignorar, como si no existiera. Y, luego, además de todos los de la
base, están todos aquellos que no son de la base, de los que mencioné aquí, que
no son ni siquiera conocidos, pero que tienen conocimientos, capacidad,
preparación, todas las cualidades requeridas.
Eso es aquí en nuestro país. Hágase la comparación con cualquier parte,
saquen si quieren la lista de todos los representantes del Congreso de Estados
Unidos, los que aprueban todas esas leyes contra nosotros, ya no solo la
Helms-Burton y la Torricelli, pues todos los días aprueban algo, con cualquier
pretexto, le ponen una percha a cualquier ley importante, con una
irresponsabilidad increíble y, repito, sin saber ni lo que están votando.
Hemos conocido a muchos parlamentarios, magnífica
gente, en el área latinoamericana, los conocemos; ustedes también. Yo he visto a muchas de esas delegaciones de
diputados que han venido, he conversado con ellos, o de Paraguay, o de Uruguay,
o de Chile, o de otros países de este hemisferio o de otros hemisferios, y,
realmente, he conocido a mucha gente muy valiosa, pero son gente destacada ya
por algo, como intelectuales, como políticos.
No es alguien que venga directamente de las filas anónimas del pueblo,
como ocurre aquí.
Realmente el sistema que pueda garantizar eso es,
sin duda, un buen sistema. No voy a
decir que sea lo más perfecto que se pueda concebir, pero en las condiciones de
Cuba, dentro de los principios de Cuba, la tradición de Cuba, la experiencia de
Cuba y dentro del concepto de un partido, espina dorsal de la unidad, y con la
tradición martiana, porque Martí hizo un partido incluso antes que Lenin.
Todo eso lo desbarató la intervención
norteamericana. Partido y Ejército
Libertador, liquidados; pusieron a pelear a los libertadores unos con otros, a
disputarse cargos, puestos y todas esas cosas.
¿Y cuánto le costó a la república aquellas divisiones? Fue tremendo; y después las intervenciones,
Enmienda Platt... ¡Qué desgracia
terrible aquello para nuestro país, cuánta corrupción, cuánta politiquería,
cuánta fragmentación! Atomizaron la sociedad.
Una sociedad atomizada es una sociedad débil, susceptible al ataque; es
decir, susceptible a la explotación, susceptible al dominio del imperio.
Ellos, en definitiva, lo que tienen es un partido
con dos nombres diferentes; diferencia de matices nada más —en algunas cosas si
unos son más conservadores; si unos se preocupan más porque haya programas de
salud y otros menos; si unos se preocupan más porque no haya sindicato y otros
quieren que haya sindicato—, en determinados aspectos. En las cosas fundamentales, estratégicas, del
sistema capitalista e imperialista no hay la menor diferencia entre los dos
partidos fundamentales; en los métodos, en el estilo, en la forma de hacer
política no hay ninguna diferencia realmente.
Es un partido bicéfalo. Los
intereses del imperio allí no se cuestionan.
Les advierto, hablo de un país donde reconozco y
admito —y no me cuesta trabajo hacerlo— que hay mucha gente capaz, mucha gente
inteligente en las ciencias, en la economía, en la prensa, en el arte y en
muchas cosas. Nunca debemos dejarnos
llevar por la idea de que todo el que está del lado de allá es un perverso, un
incapaz; no podemos negarles las virtudes que tienen.
Luego, ellos no se conforman con las que
tienen. Se han llevado del mundo —como
decía anteriormente— a todo el que puedan llevarse, como artista, o como
científico, o como sea; a todo el que
puedan llevarse para allá, se lo llevan.
Es decir que hay mucha gente capaz en ese país, no debemos
subestimarlos; pero, claro, muchos tienen un pensamiento conformado ya. Hay quienes no son socialistas, pero están en
desacuerdo con el sistema; a muchos de ellos les parece aquello una
locura. Yo diría que, en cierta forma,
mucha gente en ese país es víctima del sistema, en el sentido de que las
asfixia, realmente.
Alarcón hoy hizo algunas críticas, habló de las
campañas electorales, y hasta dijo, con mucha delicadeza, que aquí no se
alquilaban alcobas presidenciales.
Es muy importante que podamos apreciar esta
diferencia, no solo con Estados Unidos, repito, sino con el resto del mundo, y
lo que pasa en todas partes. No importa
que lo ignoren, algún día tendrán que reconocerlo, no les queda más remedio,
porque tales recetas, que ignoran la diversidad política, económica y cultural
del mundo constituyen una locura, especialmente la fragmentación a la que me
refería. Países divididos, algunos
tienen 20 partidos, otros 30; hay repúblicas de la antigua Unión Soviética con
70 partidos. ¡Miren qué nivel de
atomización total de la sociedad! Una
sociedad atomizada no tiene ni puede tener fuerza para nada, para el
desarrollo, para el progreso, para la justicia.
Promueven una corrupción espantosa, desaparece toda
ética, toda moral; la gente pierde la fe, la confianza. ¿Qué pueden resistir? ¿Van a resistir un bloqueo?
¿Qué país del mundo, y digamos de ese mundo
capitalista o bajo la égida del capitalismo, resiste lo que ha resistido Cuba
el bloqueo, y más que el bloqueo, la guerra económica que resiste Cuba? ¿Cuánto tiempo lo habría resistido? ¿Se imaginan este país fragmentado en 10, en
20 ó en 70 pedazos?
Hay un hecho que no se puede negar: ese es el imperio más poderoso que ha
existido jamás, en el terreno militar, en el terreno económico y en el terreno
político. Lo político como consecuencia
de su poder militar y económico.
Aquí explicábamos hace un rato de qué privilegios
económicos se ha adueñado, de manera, incluso, relativamente fácil, y no he
escuchado a nadie decir una palabra de que, por ejemplo, sería justo devolverle
a México el territorio que le quitaron por la fuerza.
Claro, los mexicanos se han desquitado, en cierta
forma, cruzando la frontera, y hay millones de mexicanos del otro lado. Pero lo que están levantando allí, ¡qué muro
de Berlín, ni ocho cuartos!, el muro de Berlín era un murito pequeño comparado
con aquello. Muro es ese de 3 000
kilómetros que han levantado y están levantando, con sensores y medios
sofisticados, que obligan a los mexicanos a moverse por desiertos inhóspitos y
mortíferos. Toda la técnica la tienen
invertida en esos 3 000 kilómetros, para que no pasen los mexicanos del lado de
allá, para que no emigren; dicen que para que tampoco pasen las drogas que
cruzan por el territorio mexicano.
¿Cuántas vidas de emigrantes costará esa muralla?
Todos los días llegan datos sobre muertes
crueles. Ocurren también cosas
curiosas. Texas, territorio mexicano,
primero es invadido por colonos de Estados Unidos; después estos se
independizan, se crea una república independiente —era todavía la época de la
esclavitud en el sur—; más tarde se unen a Estados Unidos, y ahora,
curiosamente, hay algunos texanos que han reclamado la independencia, dicen que
quieren ser independientes. Creo que
están presos los tipos, porque hablaron de ser independientes del gobierno
central, república soberana.
Realmente, los estados más ricos, los más ricos en
minerales, en petróleo, en todo, eran mexicanos; se los arrebataron a México,
de eso no han vuelto ni a hablar. Hubo
un expansionismo terrible desde la independencia, se apoderaron de todo el
territorio hacia el oeste, liquidaron las poblaciones indígenas. Se expandieron también hacia el sur, y a
nosotros nos tenían ya por descontados, estaban seguros de que irremisiblemente
íbamos al seno de Estados Unidos.
¿Se imaginan ustedes aquí ahora, esto convertido en
un Miami o en una cosa rara por el estilo, y hablando inglés?
Bueno, hace 100 años que están en Puerto Rico —ahora
se van a cumplir—; los puertorriqueños, por lo menos, lograron defender su
idioma.
Hay cosas más tristes todavía, porque ellos hicieron
recientemente unas investigaciones y los mexicanos y los latinos que están del
lado de allá tenían las peores notas en las escuelas. Las mejores las tenían primero los blancos,
después los asiáticos, en tercer lugar la población negra y en cuarto lugar los
inmigrantes latinoamericanos; de tal modo que se ha publicado que, incluso, los
padres de los niños descendientes de mexicanos quieren que estudien
fundamentalmente inglés. No se interesan
por el español por una razón práctica, por una razón económica, piensan que
mientras mejor sus hijos dominen el inglés, más posibilidades tendrán de
realizar estudios ulteriores, y más posibilidades de un mejor empleo y más
ingresos. Es triste pensar que los
padres no se opongan propiamente a algunas medidas que allí los político
racistas quieren establecer, porque desean suprimir cualquier cosa que parezca
bilingüe, señores, y hay gente de origen latino que quiere estudiar inglés,
para obtener determinadas ventajas.
Lo que han tenido que sufrir estos pueblos latinos
es terrible; los inmigrantes, discriminaciones, abusos, injusticias, desprecio.
He visto algunas películas, y siempre que aparece un
mexicano lo pintan, hacen una caricatura del mexicano: lo ponen en un trabajito
siempre modesto, adulando al patrón, sumiso; ni por casualidad aparece una
película en que le den un trabajo digno al mexicano. Y así por el estilo han ido creando
concepciones racistas, despectivas, todos esos privilegios económicos de que
hablábamos que disfruta el imperio, que se permite el lujo de cualquier
desbalance financiero, desbalance en los presupuestos, en la balanza de
pagos. Cualquier cosa se pueden permitir, es increíble.
Creo que nosotros profundizaríamos en la conciencia
política, en la cultura política y en la conciencia revolucionaria de nuestro
pueblo, en la medida en que fuésemos capaces de explicar estos fenómenos.
En realidad, en la etapa en que surge la Revolución
y en los años subsiguientes, consagramos todo el tiempo casi, prácticamente, a
estudiar el socialismo y no a estudiar el capitalismo y el imperialismo, y Mar
lo primero que hizo fue estudiar el capitalismo. Mar era experto, y un verdadero experto, el
más experto de todos, en la sociedad capitalista, y nosotros solo estudiábamos
la sociedad socialista; entonces, ignorábamos muchas cosas.
Este mundo de hoy, estas realidades de hoy nos
obligan a todos, a los cuadros políticos, a los militantes y al Partido, al
estudio y divulgación de la información asociada con estos fenómenos. Esto no es solo curiosidad por saber; esto
hace conciencia, explica fenómenos, arma a los revolucionarios con argumentos
sólidos, irrebatibles, cuando los imperialistas vienen a exhibir sus lujos y
sus riquezas para influir ideológicamente en un determinado número de personas,
y, como ustedes saben, influyen en un número de personas.
Todos esos privilegios se pueden alcanzar solo
frente a sociedades débiles, divididas, fragmentadas. Por eso nuestra ideología política y nuestro
sistema político están llamados a durar tanto tiempo como dure el imperio; eso
yo se lo he explicado a los estudiantes.
El mundo se sigue globalizando, eso no lo impide
nadie. El mundo inevitablemente llegará
a ser uno solo, una familia humana. Los Estados nacionales están desapareciendo,
en Europa desaparecerán; después de la integración económica total con una sola
moneda, vendrá la integración política y llegarán a constituir un solo
Estado. En Suramérica tendrán que hacer
lo mismo; los del Caribe tratan de unirse, todos tratan de unirse, porque saben
que solos no pueden, esa es una ley de la historia, una ley del desarrollo y la
evolución de la sociedad humana.
Pero si nosotros hemos tenido el privilegio de
alcanzar lo que hemos alcanzado, que le ha dado al país esta fuerza, esta
capacidad de luchar y de resistir la agresión y hostilidad del imperio, a sus
planes, debemos preservarlo. Hoy sabemos
lo que sabemos, antes denunciábamos: “Están preparando atentados”; ellos
decían: “Eso es propaganda de los
comunistas, eso es propaganda de Cuba”, pero llega el Senado de Estados Unidos,
hace una investigación, descubre una parte de todos los intentos de asesinato,
lo publica, ¡ah!, y entonces ya es una verdad que no la niega nadie. Y últimamente aparecieron las publicaciones
de otros planes macabros de fabricar un pretexto para invadir a Cuba después
del fracaso de Girón.
Esto ocurría en 1962, bien claros que estuvimos en
la política que seguimos. Yo me
preguntaba: “¿Qué
sabrían los soviéticos entonces?”, porque cuando nos propusieron lo de los
cohetes nucleares para garantizar la defensa de Cuba, ellos hablaron de una
conversación que tuvo Kennedy con Jruschov y por algunas palabras que pronunció
Kennedy ellos sacaron las conclusiones de que estaban preparando una invasión. Posiblemente ellos sabían algo más,
posiblemente sabían de estos planes que se han publicado ahora, que ordenaron
elaborar al Pentágono. Nosotros podíamos
pensar que fundamentalmente tenían interés en tener los cohetes aquí, más
próximos a Estados Unidos, por razones estratégicas.
A nosotros, por otras causas —políticas, digamos—,
en virtud de nuestras ideas y esperanzas sobre la revolución en Latinoamérica,
no nos agradaban mucho los proyectiles; incluso estábamos dispuestos a correr
los riesgos de una invasión con nuestras propias fuerzas, porque sabíamos que
eso iba a ser muy utilizado políticamente contra la Revolución Cubana,
presentando a nuestro país como una base soviética. Pero analizamos el problema
desde otro ángulo, desde un punto de vista internacionalista: si nosotros esperábamos que nos
apoyaran en caso de invasión y hasta lucharan por nosotros, debíamos moralmente
estar dispuestos también a correr riesgos por ellos, tanto militares como
políticos. Y estábamos muy conscientes
de esos riesgos.
Estados Unidos estaba efectivamente preparando los
planes. Todavía se discute cómo explotó
el “Maine”, y ellos concibieron la idea de explotar un barco de la Armada de
Estados Unidos en la bahía de Guantánamo, para citar un ejemplo; o un plan terrorista
en ciudades de Estados Unidos, para imputárselo a Cuba; e incluso echarnos la
culpa del fracaso del primer vuelo espacial norteamericano. Tuvo suerte el cosmonauta —y nosotros
también, los dos—, porque salió bien, voló el cohete y él dio sus vueltas;
después lo hicieron hasta senador, no he escuchado lo que opina sobre aquel
plan; pero contemplaron, incluso, si el cohete fallaba, echarnos la culpa a
nosotros por una supuesta interferencia radial causante del fracaso. Se les ocurrieron cosas increíbles.
Bueno, ni por mucho que nosotros los imaginábamos
capaces de cualquier cosa, nos pasó por la mente algunos de estos planes,
algunas de estas ideas que estuvieron elaborando. No hay escrúpulos, no hay ética, no hay moral
en su política, históricamente.
Ellos lo publican ahora al cabo de treinta y tantos
años. Algún día publicarán otras cosas
que todavía no han salido a relucir sobre plagas y todos estos fenómenos, que
se les ocurrieron para liquidar a la Revolución. Realmente esto que hemos conquistado, hay que
garantizarlo. ¿Todas estas cosas no
constituyen acaso una enciclopedia? ¿Todo un arsenal sobre nuestros enemigos,
sobre lo que nosotros representamos y sobre lo que ellos representan, con
nuestro sentido de la justicia, de la libertad, de la verdadera libertad, de la
verdadera humanidad? Y nuestro país se
siente orgulloso de esos valores, tenemos que sentirnos orgullosos, porque
hemos sabido luchar por ellos, alcanzar la Revolución y defenderla sin renunciar
a ninguno de esos principios.
Tiene tremenda importancia que los métodos que hemos
usado no se apartaron nunca de los principios originales de la Revolución. No pueden hacer una sola imputación de las
que hacen. Ahí están los mercenarios que
fueron allá, un barco cargado de ellos; no hay uno solo al que le hayan puesto
la mano encima, ni que haya podido decir: “Me dieron una galleta.” ¡Ni una galleta!, ahí donde estaban nuestros
milicianos, sin la disciplina que hay hoy.
A ninguno de ellos se les ocurrió disparar o matar a un mercenario, y
habían visto morir a muchos compañeros y habían sufrido bombardeos de aviones
con insignias cubanas. La escuadra
norteamericana que estaba enfrente, a tres millas de Girón, a tres millas, y ni
un golpe a un prisionero.
Si pagan 20 millones para encontrar a uno al que le
hayan dado un pescozón no lo encuentran, y vinieron como mercenarios, al
servicio de una gran potencia extranjera, a invadir su país y nuestro país,
eran doblemente traidores.
Hay un arsenal de ideas y verdades para esta lucha,
en general, y también el arsenal con el que tenemos que discutir con todos los
que no entiendan, o que por una razón o por otra estén en desacuerdo con la
Revolución, es muy alta la moral de la Revolución.
Yo ni siquiera pensaba hablar tanto de este tema de
las elecciones, porque de este tema hay que hablar de ahora en adelante. Les decía a los cuadros de Plaza que tenían
que persuadir a la gente y tenían que utilizar el enorme potencial de
argumentos y razones con que contamos.
Esta es la tarea fundamental que tiene la Revolución en los próximos
días; dar una batalla con toda nuestra fuerza, nuestra moral, nuestra
organización, nuestro patriotismo y demostrarle al enemigo la fortaleza de la
Revolución, después de todas las leyes y medidas ideadas para destruirnos.
Estoy seguro de que, en el fondo, muchos de ellos
deben estar asombrados; incluso, admirados de lo que Cuba ha sido capaz de
hacer.
Digo que de ahora en adelante habrá que explicar y
habrá que intensificar todo el trabajo en el país.
Yo les hablé de las comisiones electorales y se las
mencioné porque aunque no dejaba de ser absolutamente democrático el método
anterior, en virtud del cual los delegados de circunscripción nominados y
electos por el pueblo elegían después a los delegados provinciales y diputados
nacionales, la decisión adoptada por la Revolución de utilizar el voto directo
para elegir a estos últimos, perfecciona nuestro sistema, no porque lo haga más
democrático propiamente, sino porque obliga a las comisiones de candidatura a
hacer un trabajo óptimo, puesto que si quieren alcanzar los objetivos que deben
alcanzarse, de arrastrar a la mayor cantidad posible de ciudadanos a las
elecciones y lograr los mejores índices posibles, están obligados a saber
escoger.
Están obligados a proponer como candidatos a
compañeros que tengan méritos que no puedan cuestionarse, porque si algunos son
conocidos solo localmente, los que propongan, que sean conocidos en la
provincia o en todo el país, tienen que escogerlos entre aquellos que tengan
más prestigio, más autoridad, más arrastre. Están obligados, eso compulsiona a
las comisiones de candidatura, y estoy informado de cómo trabajaron, se
insistió mucho en las ideas básicas: hay que cumplir con todos los
principios establecidos, hay que escoger a los mejores candidatos; se insistió
especialmente en no dejarse llevar por la importancia de los cargos que tuviera
un compañero, ni sencillamente porque tuviera un cargo. Es indiscutible que si alguien está en una
provincia dirigiendo el Partido, el mismo cargo que ocupa es toda una prueba de
su historia o de su trabajo político, pero no podía existir compromiso alguno
relacionado con los cargos administrativos o políticos.
Lo que nosotros queremos es que las comisiones de
candidatura hagan un trabajo cada vez más perfecto, y están obligadas a
hacerlo. Se pueden equivocar, es lógico,
no van a hacerlo perfecto, pero están obligadas a una selección, y están
obligadas a hacer un millón de consultas, como las que hicieron —digo un millón,
infinitas consultas—, a todo el mundo.
Creo que esta vez se hicieron más consultas que nunca, y allí donde el
trabajo no fue óptimo pudo surgir una dificultad con un candidato a nivel de
provincia, a quién escogían, si a un director de una escuela en el campo, muy
bueno, o a un médico también destacado y querido de un hospital, muy bueno
también. Si se hacen todas las consultas
con todos los delegados, y piden todas las opiniones, hubieran podido descubrir
lo que pensaban, lo que deseaban, y los dos eran buenísimos.
Fueron pocos realmente los casos que se dieron de
contradicciones entre las asambleas y las comisiones de postulación en la etapa
final al día en que se aprobaron las candidaturas. Por eso, no solo a las organizaciones de
masa, había que consultar previamente a todos aquellos que de alguna manera
podían contribuir a la selección de los candidatos.
Yo, en el contacto que tuve con algunos compañeros,
que informaban cómo marchaba todo el proceso, siempre les exigía el mismo
principio, y les rogaba:
Miren, este es el papel de las comisiones de candidatura, no se
puede, en las provincias, discutir y discutir, ningún caso que represente
intereses estrictamente locales; que no se vuelvan las candidaturas, las
proposiciones, cosa mediatizada o supeditada a funciones de determinados cargos
que tenga el posible candidato. Hay que
seleccionar a toda costa los mejores candidatos. Eso era lo que les exigíamos a los compañeros
de las comisiones de candidatura, y ese era el papel del Partido. Lo otro ahora es la decisión de los electores
y del trabajo de todos, unidos en esa batalla, la fuerza de todos en ese
trabajo político. Creo que el Partido ha
cumplido la misión que le corresponde en ese proceso, y las comisiones de
candidatura han tratado de hacer lo mejor posible.
Con esas condiciones vamos a estas elecciones, es
una prueba importante, en un momento muy importante, lo cual debe fortalecer a
la Revolución y enviar un mensaje más a nuestros enemigos.
No voy a hablar ahora del voto unido propiamente,
digo que hay que hablar de todo esto, cómo surge, por qué surge, cuál es la
razón; eso hay que explicarlo. No estoy
de acuerdo con un editorial de “Trabajadores” que apareció el lunes, creo. Usó algunos argumentos, pero, entre otras
cosas que ahora el voto unido era una necesidad frente al bloqueo, a la Ley
Helms-Burton. El voto unido no tiene
nada que ver con eso en particular, aunque forme parte de la guerra política y
económica contra Cuba; no me pareció convincente ni persuasivo ese argumento que
apareció en el editorial de “Trabajadores”.
Con esto expreso que muchas veces uno lee los
artículos. No quiere decir que esté
siempre de acuerdo con cada artículo que se publica, ¿no?; a veces se cometen
errores en la argumentación, esa fue una argumentación que en ese caso fue
débil. No había una asociación directa
entre una cosa y otra. Tiene otro
sentido, parte de otros conceptos, posee otro carácter lo del voto unido, que
es, entre otras cosas, un arma de la Revolución y una expresión de la unidad de
la Revolución. Hay otros argumentos de
los cuales habrá que hablar. Ya han
hablado las organizaciones de masa, los periódicos, pero es un punto sobre el
que hay que razonar y sobre el cual hay que persuadir, no se puede tratar de
una consigna, sino que hay que convencer.
Eso es decisivo, no es una consigna, no es cuestión de disciplina, tiene
que ser una cuestión de conciencia, y eso debe ser explicado y vuelto a
explicar, y en otro momento habrá que hablar otra vez de las elecciones y habrá
que moverse infatigablemente durante los días venideros, todos los candidatos y
todo el que pueda hacer algo para influir en el proceso electoral.
Eso era algo de lo que yo quería hablarles. Pero tengo otro tema importante al cual
quiero referirme; cómo sintetizo, voy a ver.
Ustedes saben que tenemos la visita del Papa en
período ulterior a las elecciones, del 21 al 25 de enero. Hoy apareció en el periódico —no sé si
algunos de ustedes lo vieron— el
programa. Ese programa es de una
comisión conjunta que hay entre un grupo de compañeros y un grupo de personas
que representan a la jerarquía católica y también al Vaticano, que son los que
han estado trabajando en la coordinación, en el análisis y en la elaboración
del programa; ya lo habían anunciado antes y ahora lo publican detalladamente
en el periódico.
Nosotros hemos seguido muy de cerca todo lo que se
publica internacionalmente con relación a la visita del Papa. Bueno, hay algunas agencias cablegráficas que
están atentas a cualquier palabra que se pronuncie sobre eso. Si en una homilía algunos de la jerarquía
cubana hablan, pronuncian en una misa una frase, una palabra, inmediatamente
empiezan a buscarle interpretaciones, a divulgar hacia afuera.
La visita del Papa ha despertado un interés enorme
en todas partes. Ya cuando estuve en
Roma mucha gente habló de eso, y, por cierto, con gran satisfacción de la
visita del Papa. Eso se acuerda en
ocasión del viaje nuestro a Roma, a la reunión cumbre de la FAO, donde también
habló el Papa, y el Papa en esos eventos habla con absoluta libertad, de la
misma forma que habla Cuba.
En los discursos pronunciados allí —y yo lo dije en
una entrevista que me hicieron—, se parecían mucho los planteamientos sobre la
cuestión del hambre y de todas estas cosas en el mundo, porque no hay duda de
que expresa con gran libertad las ideas, los puntos de vista que defiende, y,
bueno, en muchos de esos puntos de vista había, indiscutiblemente,
coincidencia; estaban contentos con la visita.
Muchos amigos de toda América Latina hablan con
mucha satisfacción de la visita del Papa a Cuba, es decir, se expresan de una
forma unánime en ese aspecto; y, sin duda, el Papa es una de las personalidades
más sobresalientes en el mundo actual.
Es por eso que ha despertado gran interés la visita a nivel
internacional, y como a Cuba le han hecho tanta propaganda y tantas campañas,
eso sin duda debe haber contribuido a la gran expectativa y al gran interés
despertado por el viaje del Papa.
Sin duda hay muchas personas interesadas en ver todo
lo relativo a la visita:
cómo llega a Cuba, cómo es el encuentro; aunque ya habíamos
tenido una reunión en Roma, en la que fueron muy hospitalarios, muy atentos con
el grupo de compañeros. Fue una
conversación constructiva, positiva, respetuosa, primero que todo, y entonces
allí se plantea la invitación oficial a visitar a Cuba, algo que deseaban todos
los católicos de Cuba; ese problema lo habían planteado hacía tiempo, no se
había llegado a concertar la visita, pero se concertó en esa ocasión.
Ni se sabe los periodistas que han pedido
venir. Basta decir que creo que una de
las cadenas norteamericanas pidió alojamiento para 200 trabajadores de la
televisión; otra pidió para otro tanto, para tener vistas en todas partes,
aquí, allá, en el camino, en Santiago, en todos los lugares. Creo que vienen cinco cadenas de las más
importantes de Estados Unidos. Ya había
acreditados más de 1 000 periodistas, según se sabe. Para esa fecha va a haber una enorme atención
con relación al país, asociado a esta visita, y nosotros, naturalmente, nos
interesamos por todo lo que se dice internacionalmente sobre este tema.
Han venido enviados del Vaticano, hemos conversado
con ellos siempre que han venido, los más importantes los he recibido. Han sido excelentes las conversaciones, son
personas muy inteligentes. Ellos se
ocupan de cada detalle, porque tiene que atenderse hasta el más mínimo detalle
en todo; son gente inteligentes, interesantes, agradables,
hemos conversado largo las veces que han estado aquí; así que han sido
excelentes los contactos con los que han estado coordinando y organizando la
visita.
Esta es una visita pastoral, es decir, no es una
visita política, pero es un Jefe de Estado; además, es un invitado del país, es
un invitado del gobierno, a fin de que pueda realizar la misión de él de llevar
a cabo su visita pastoral. Y, claro,
¿cómo reacciona el enemigo? Tratamos de
ver qué pasa por la mente de nuestro enemigo, cómo piensan allá en el Norte,
por ejemplo, cómo piensan los grupos terroristas, cómo piensan los elementos
extremistas, anexionistas, antipatrióticos, en realidad, qué actitud tienen con
relación a la visita del Papa, qué dicen, qué hablan. Indiscutiblemente que algunos quisieran,
desde luego, politizar la visita, quitarle su carácter evangélico, darle más
bien un carácter político, y, en realidad, nosotros no tenemos el menor
elemento de juicio, en todas nuestras conversaciones con los emisarios del
Vaticano, que dé idea, por parte del Vaticano, de darle contenido político a la
visita.
Es incuestionable, desde luego, que todo
acontecimiento que tiene repercusión internacional despierta también interés
político para la opinión internacional, hay mucha gente interesada en qué
palabras se dicen, cómo se lleva a cabo la visita; hay discursos dentro del
programa.
Los enemigos quisieran ver en esta visita una
especie de plan cubano o una maniobra cubana con fines políticos; en la mente
de ellos se refleja mucho. Por tanto, es
muy importante recordar —y esto lo saben bien todos los que conocen a la
Revolución y a los dirigentes de la Revolución— que nosotros ni somos
politiqueros, ni andamos haciendo cosas para buscar mezquinas ventajas de
ningún tipo; nunca ese ha sido el estilo de la Revolución, ni el estilo de los
dirigentes de la Revolución. No conocen
bien a la Revolución los que se imaginen que la hospitalidad de Cuba o la
actitud de Cuba, los pasos que dé Cuba o pueda dar en una situación como esta
sea buscando un interés político. Es
bueno recordar eso y que todos estemos conscientes de eso.
Cables van y vienen —como les decía—, cualquier
palabra empiezan a interpretarla —palabra de una homilía—, cualquier
declaración en cualquier parte, entonces empiezan las interpretaciones, una
intriga, otra, y ese es un asunto al que se le presta toda la atención.
Ahora, hay algunas cosas que quiero señalar y que es
muy importante que nuestro pueblo comprenda, que entienda cuál es la posición
del gobierno, cuál es la actitud con relación a la visita, lo que nosotros entendemos
que son nuestros deberes con motivo de esa visita, que es muy importante.
Desde luego, en el Norte —lo vuelvo a mencionar—,
sin duda que no gusta nada, no gusta porque quieren el aislamiento del país, y
entienden que, bueno, cómo es eso de que el Papa visite a Cuba.
¡Cuántos líderes políticos conozco que no han
venido, incluso habiendo anunciado la visita a este país, por presiones de
Estados Unidos! Conozco unos cuantos que
han dicho: “Queremos
visitar a Cuba, ver a Cuba”, y después, al poco tiempo: “Mire, por favor, excúsenos, no es posible”;
tan pronto se enteran los yankis, los frenan.
Si va a venir un hombre de negocios importante lo frenan; un presidente,
un líder político, dondequiera que lo puedan frenar, lo frenan. Ellos no quieren que el país reciba visitas
políticas. Y una personalidad tan
prominente como el Papa, aunque venga a una visita pastoral, les mortifica, les
fastidia; pero ellos no pueden darle órdenes al Papa, yo espero que ni intenten,
ni presionen, deben conocerlo bien, deben conocerlo bien. El ha hecho 80 viajes al exterior, el de Cuba
va a ser el viaje número 81, y ha visitado más de 130 países en todos los
continentes prácticamente, Cuba es el viaje 81.
Los elementos extremistas en estos días están furiosos con la visita del
Papa, esa es la reacción de ellos.
Yo traigo un cable, lo traje porque aquí hay unas
declaraciones de un legislador de Nueva Jersey, del grupo, de la pandilla de
Torricelli y los demás que han fraguado las leyes, la Helms-Burton y todo eso,
de los acérrimos enemigos, que hizo unas declaraciones por allá, pero realmente
infames. Les voy a leer algunos
párrafos; es un cable de Notimex que viene de Nueva York, del 10 de diciembre. Dice: “El legislador estadounidense Robert
Menéndez dijo hoy que el Gobierno de Cuba obstaculiza aspectos de la próxima
visita del Papa Juan Pablo II a la isla para reducir la afluencia de gente a
los eventos masivos programados.
“En una charla con miembros de la Sociedad de Las
Américas, el representante demócrata indicó que el Gobierno del presidente
Fidel Castro, utiliza la intimidación a trabajadores y otros métodos para
desestimular muestras de apoyo al Papa.
“Según Menéndez, demócrata por el estado de Nueva
Jersey, el gobierno no ha publicitado lo suficiente la visita del Papa entre la
población y amenaza a algunos trabajadores con dejarlos sin trabajo si van a
los masivos.” Adivinen en la onda en que
están.
“Menéndez, promotor de la línea dura en la política
estadounidense hacia Cuba, habló ante unos 20 académicos” —debe haberlos dejado
sin academia ninguna en la cabeza—, “empresarios y economistas sobre su visión
de la situación general en Cuba.
Defendió la Ley Helms-Burton y su carácter extraterritorial, que amenaza
con sanciones a empresarios y compañías de terceros países, si hacen negocios
con Cuba, y señaló que es la herramienta más exitosa en la historia de la
política de su país hacia Cuba”, esa ley.
Pero vean qué infamia, que estamos amenazando a
trabajadores con dejarlos sin trabajo para que no participen en las actividades
del Papa. Pero hay cosas peores que dan
prueba de la irritación que tienen. A
través de sus medios, en estaciones de televisión y de radio, según me contó un
compañero que presta sus servicios en Washington, han dicho que este viaje es
un invento de los cubanos, un truco para traer al Papa y que el Papa ha
aceptado porque el Papa es comunista (RISAS).
Caballeros, ¡hasta dónde han llegado!
Han acusado al Papa de comunista; me quedé asombrado. Digo: ¡Están locos esa gente!, y usan esos
argumentos, pero es una estupidez realmente.
El gobierno de Estados Unidos no ha hecho
declaraciones públicas, que yo conozca; tiene un poco más de sentido
común. La archidiócesis de Miami
solicitó permiso para que viniera un crucero a La Habana, con unos mil
peregrinos de Miami, más o menos, que las autoridades norteamericanas
autorizaron de inmediato; a lo mejor pensaban que nosotros íbamos a negar la
posibilidad de que viniera un crucero.
Se veía claramente la intención, era para que no se hospedaran en ningún
hotel, para que no gastaran nada, para cumplir las leyes contra Cuba; es
indiscutible que podía percibirse una especie de provocación, de trampa; sin
ninguna vacilación dijimos:
“Sí, que venga el crucero.”
Pero a la vez, el Cardenal de Nueva York por un
lado, que ha estado aquí de visita, y el de Boston por otro, que ha estado
también aquí en otros años, a los cuales conozco personalmente, pidieron
autorización a Cuba para chartear un avión, cada uno de ellos, y traer un
número de peregrinos; inmediatamente les dijimos: “Sí, pueden venir en el avión con peregrinos,
y cualquier otro cardenal u otro grupo de católicos norteamericanos que quieran
venir cuando la visita del Papa, también serán bien recibidos, se les darán
todas las facilidades para que vengan.”
Así que van a venir algunos aviones, no sabemos cuántos, pero si quieren
venir 10, que vengan 10; si quieren venir 20, que vengan 20. Hay un requisito, único, desde luego: hay que sacar visa.
Nosotros tenemos que tomar especiales medidas de
seguridad con relación a esta visita, tienen que sacar visa para venir. Hicieron la solicitud a Cuba de una manera
muy respetuosa y, desde luego, las autoridades norteamericanas les dieron
permiso, y no veo cómo puedan solicitar venir en un avión y lo prohíban allá,
no tiene sentido, no tendrían argumento para hacerlo. Todavía oficialmente no han dado la
autorización, pero dijeron que sí, y nosotros dijimos, y lo decimos aquí: “Todos los
peregrinos norteamericanos que quieran venir que fleten su avión y les pidan
permiso a sus autoridades, aquí les daremos todas las facilidades
posibles.” Esa es la posición y esa es
la respuesta que dimos. No ha habido ninguna otra manifestación por parte del
gobierno de Estados Unidos en relación con la visita.
Hay una cosa muy importante con relación a esto: en primer lugar, el
Papa es invitado nuestro. Lo ha invitado
la Iglesia Católica, la jerarquía; pero lo hemos invitado también nosotros, es
nuestro invitado. Ustedes saben muy bien
cómo recibimos a los invitados en este país.
No hay ni debe haber país más hospitalario que el nuestro. En primer lugar, esa es una característica de
la Revolución, una línea que ha seguido siempre la Revolución. Yo se lo he dicho a los enviados: Tengan confianza
que nosotros haremos el máximo para que la visita sea un éxito y el Papa se
pueda sentir plenamente satisfecho de la visita, se lo dijimos así. Así que estamos muy claros y muy conscientes
de cuáles son nuestros deberes y qué debemos hacer con relación a esta visita.
Nosotros no le hemos puesto ninguna condición. Los enemigos dicen que nosotros queremos que
haga una declaración contra el bloqueo.
Por un elemental sentido de la dignidad, nuestro país no podría hacer
eso; por un elemental sentido de la dignidad, no podemos organizar y hacer el
máximo esfuerzo por una visita y acompañarla con una solicitud de una
declaración expresa contra el bloqueo.
No solo creo que sería, por parte nuestra, una falta de dignidad, sino
que sería una falta de cortesía elemental con el propio visitante y no
acostumbramos a ninguna de esas cosas.
Sobre eso especulan muchos, si va a hacer una declaración; ese no es
tema que en ningún momento hayamos nosotros planteado, ni solicitado, ni
pensamos hacerlo. El debe sentirse
libre, absolutamente, de hacer los pronunciamientos que considere pertinente
hacer. Así que se vuelven a equivocar,
porque siempre están imaginando un plan, una elucubración, una maniobra.
Como hay tanta gente en este mundo que no actúa
conforme a principios y a normas éticas, se imaginan que un revolucionario
puede andar en ese tipo de maniobra, y nosotros somos antes que todo
revolucionarios y no aplicamos esas prácticas.
Es una de las cuestiones sobre las cuales especulan.
Ahora bien, lo que digo o voy a decir es algo que
demuestra de manera inequívoca cuál ha sido la posición que he tenido siempre
con relación a los creyentes, bien conocida, desde el principio de la
Revolución hasta hoy:
ha sido una política muy consecuente.
Un tema que me interesó siempre mucho, una cuestión
que siempre me interesó, como tema político, como tema histórico, era la
cuestión de la relación entre Revolución y creyentes; entre el poder de la
Revolución, el poder político de la Revolución y los creyentes, porque nosotros
nos consideramos revolucionarios y actuamos a partir de esa idea siempre, de
una manera consecuente.
Hace 27 años, cuando visité a Chile, me reuní allí
con representantes de todas las iglesias, en la embajada cubana, y por ahí quedó
publicada en un libro la grabación textual de la conversación que sostuve con
decenas de religiosos, de todas las denominaciones religiosas, cuando les
planteé la necesidad de una relación constructiva y, algo más, de un esfuerzo
común por la justicia.
Les expliqué que los creyentes no tenían por qué
tener contradicción con los revolucionarios, ni los revolucionarios con los
creyentes; que nosotros queríamos hacer una revolución social y que
respetábamos las concepciones religiosas y las concepciones filosóficas que
pudiera tener cualquier creyente. Está
publicado hace 27 años, así que lo que estoy contando no tenía nada que ver con
esta visita y con la actitud que estamos expresando ante la visita.
En otra ocasión, años después, pero hace mucho tiempo,
me reuní en Jamaica con un grupo similar de representantes religiosos. Fue el mismo tema, la misma conversación, muy
amistosa, las mismas ideas. Eso fue
publicado.
Años más tarde me reuní en Nicaragua con otra
nutrida representación de religiosos. Ellos
habían desempeñado un papel importante en las luchas de los sandinistas.
En El Salvador es conocida la historia de monseñor
Romero, un obispo muy conocido, muy prestigioso, que asesinaron; lo asesinaron
las fuerzas represivas, utilizaron mercenarios y lo asesinaron, como después
asesinaron a un grupo de jesuitas que habían hecho una serie de estudios
sociológicos, que tenían posiciones muy buenas en relación con la cuestión
social de todos esos países.
Cuando visité a Brasil, me reuní allí con la jerarquía
católica brasileña, que ha tenido posiciones muy activas en favor de los
derechos de los campesinos, de los trabajadores, de los pobres. Y todavía hay una reunión mucho más grande
—por ahí está en los archivos de la televisión— con los representantes de las
comunidades eclesiales de base, en su mayoría católicos, y otros eran de
diversas denominaciones religiosas.
Había como 1 500 ó 2 000 personas, hospitalarias, amistosas, solidarias
con la Revolución.
Un tiempo más tarde, Frei Betto, sacerdote brasileño
que había venido a Cuba varias veces —éramos amigos—, se empeñó en hacerme una
entrevista, de la cual sacó un libro, y le puso por título “Fidel y la
religión”. Hasta en chino está ese
libro; a decenas de idiomas fue traducido el libro.
Con mucha franqueza, con mucho respeto, expresé los
puntos de vista, respondí cada pregunta que él hizo, y de ese libro se editaron
un millón de ejemplares en este país, porque despertó un enorme interés, se
agotaban las ediciones, y venían otras y otras.
¡Un millón de libros!, sin ningún temor.
Y algunas preguntas difíciles, porque sacaron la frase de Marx sobre la
religión como opio del pueblo. Yo le
respondí lo que creía que debía responderle con relación a ese concepto,
señalando y argumentando mi opinión personal de que la religión desde el punto
de vista revolucionario podía ser muy positiva, o podía ser negativa. Di la respuesta allí, con mucha
espontaneidad, mucha franqueza. Y de ese
libro se editaron, como dije, un millón de ejemplares, también es récord de
publicaciones en Cuba. Estoy partiendo
de las mismas ideas.
Nosotros pudimos percatarnos más tarde de que
algunas formulaciones en la Constitución que redactamos en 1975 eran
interpretadas como antirreligiosas. Era cuestión
de conceptos, de palabras; están por ahí, yo las pedí.
Ustedes conocen cómo en la Asamblea Nacional se
discutieron dos artículos y se modificaron dos artículos que tenían el objetivo
—esto fue en el año 1992— de eliminar una forma de expresión que pareciera
discriminatoria o pareciera antirreligiosa, y se modificó la Constitución, y
modificar la Constitución es, realmente, un paso importante.
En el IV Congreso del Partido, y habiendo discutido
mucho con la militancia, se planteó la cuestión del ingreso de los creyentes en
el Partido, y hasta el ángulo de que si teníamos un partido y no se admitían
los creyentes los estábamos discriminando, estábamos limitando un derecho;
estaba, incluso, en contradicción con las ideas que teníamos en torno a las relaciones
que debían existir. Hubo, como siempre,
que persuadir a los militantes del Partido, porque aquí jamás se ha hecho nada
sin emplear todo el tiempo y el trabajo necesarios para persuadir a los
militantes.
Esto no era fácil, con motivo de conflictos que en
los primeros tiempos de la Revolución surgieron, pero que no nacían de un
espíritu antirreligioso de la Revolución.
Para mí no tenía sentido que la Revolución adquiriera la imagen de ser
antirreligiosa. ¿Qué íbamos a hacer,
ayudar al imperialismo en América Latina y en el resto del mundo? Lo más que quisiera el imperialismo es dar la
imagen de una revolución antirreligiosa.
No tenía sentido.
Es decir que hay todo un expediente, toda una
historia demostrada ahí en documentos, en hechos, en la historia, de cuál ha
sido el papel y la posición de la Revolución con relación a la religión. Y es una hoja limpia, limpia, clarísima; no
puede venir ningún idiota de estos, ningún intrigante a cuestionarlo y hacer
imputaciones ridículas sobre el tema.
Ciertamente que más de una vez, muchas veces, he
meditado en ciertos problemas históricos y la cuestión de las relaciones entre
el Estado y la religión, entre el poder político y las religiones o los
sentimientos religiosos. Me ayudó el
hecho de que desde el primer grado hasta el último estuve en escuelas
religiosas: primero
en el colegio de los Hermanos de La Salle hasta quinto grado, después el
colegio de Dolores y después el colegio de Belén. Conocía bastante de la Biblia
por los estudios de historia sagrada que nos impartían.
Cuando surgieron algunos conflictos de clases en
nuestra sociedad, a raíz de las leyes revolucionarias, planteé que traicionar a
la Revolución era traicionar a Cristo.
Incluso recuerdo que en los primeros tiempos de la Revolución usé
algunas de las frases de la Biblia, en respuesta a aquellos que quisieron
utilizar la religión contra la Revolución, y que respondían a los intereses
afectados por las leyes que hicimos, que fueron leyes realmente radicales. Me ayudó a desarrollar una idea, un concepto
en torno a estos problemas que vi, que observé.
De esos temas hablé en el libro de Frei Betto, muchas de las
experiencias que viví.
La historia siempre me interesó mucho y conocía la
historia de los primeros cristianos en Roma, como conocemos la historia de
Espartaco y de los esclavos que se sublevaron, como conocemos la historia de
las luchas de los patricios y los plebeyos y las luchas de clases en la antigua
Roma, y sabemos que hubo terribles persecuciones contra los cristianos, y alguna
vez hablé de estos temas.
Cuando después leía sobre los comuneros de París y
la Comuna de París, el heroísmo de aquellos comuneros que intentaron tomar el
cielo por asalto —como dijo Marx—, yo veía cierta semejanza entre la lucha de
los comunistas y las luchas de aquellos cristianos, por la feroz persecución
desatada contra los comunistas en todas partes; sobre todo, contra aquellos
comuneros que fueron cercados, sitiados, con ayuda del ejército invasor alemán,
y los miles de comunistas que mataron y fusilaron.
A los comunistas les tocó a lo largo de la historia
muchas persecuciones y muchos crímenes al profesar ideas socialistas, ideas
comunistas o ideas marxistas, eran perseguidos en todas partes, y lo vimos.
Aquí en nuestro país, quién nos lo va a decir, cómo
asesinaban a los líderes sindicales comunistas.
Cómo asesinaron a Jesús Menéndez, por ejemplo; a Aracelio Iglesias, y a
otros militantes comunistas por ser comunistas, por defender los derechos de
los trabajadores.
Yo vi una semejanza también con el heroísmo, la
valentía de aquellos cristianos que lanzaban al circo para que los devoraran
los leones; fueron mártires sin duda, estaban defendiendo sus creencias,
estaban defendiendo sus ideas, y hacía esas comparaciones.
Vinieron después cambios históricos, un emperador se
hizo cristiano, se inicia otra etapa en la historia. Es historia conocida, no es cuestión de
repetirla; pero es un tema que siempre, como político y como revolucionario, me
interesó.
Cuando más tarde cae el Imperio Romano, se producen
las primeras divisiones, se divide la Iglesia de Oriente de la de Occidente;
después viene la Edad Media, la época del feudalismo, y se produjeron guerras
terribles, violencias terribles por cuestiones religiosas.
En el año 1517 tienen lugar las reformas, las
protestas y surgen las iglesias protestantes; pero antes de eso tuvieron lugar
las Cruzadas, guerras por motivos también religiosos; siglos enteros de guerras
entre musulmanes y cristianos, claro, por factores políticos también, pero la causa
de aquellas luchas tenía un fuerte contenido religioso, y cuando surgen las
reformas pues también se producen luchas y violencia en todas partes por
motivos religiosos, entre los poderes públicos y determinados creyentes o entre
los propios creyentes, un problema histórico.
Más adelante surgen otros problemas; no estoy
mencionándolos todos, estoy haciendo un recuento lo más breve posible.
En esa época a la que me refiero no voy a recordar ni
siquiera episodios históricos importantes, pero hubo violencia, mucha
violencia.
Después de la guerra de liberación de España se
produce la conquista de este hemisferio, que fue una conquista dura y prefiero
realmente recordar hechos positivos como algunas figuras, entre ellas, la más
sobresaliente de todas, que fue Fray Bartolomé de las Casas, que se constituyó
en defensor de los indios; algunos sacerdotes eminentes asumieron el papel de
defensores de los indios, cuando los conquistadores en general, con 800 años de
experiencia guerrera, dominaron las poblaciones indígenas a la fuerza, las
esclavizaron.
He conversado mucho con el pintor Guayasamín sobre
estos problemas, él explica lo que significó la conquista para las poblaciones
aquí en América. En Estados Unidos fue
peor, porque en Estados Unidos, a pesar del sentimiento religioso de los
colonos, que eran de la vertiente cristiana protestante, prácticamente
exterminaron la población indígena.
Después de esto vienen las revoluciones sociales
modernas. Son temas sobre los cuales he
leído desde que estaba en el bachillerato, porque era un tema que me gustaba,
leía cuanto libro me encontraba sobre la Revolución Francesa. Se caracterizaron por la violencia en las
relaciones con las religiones; una parte del clero apoyó la revolución, otra
parte del clero se opuso a la revolución, pero hubo considerable violencia.
Después viene la Revolución Mexicana y también la
Revolución Mexicana fue una revolución social fuerte y se caracterizó por la
violencia en las relaciones entre el poder revolucionario y los sentimientos
religiosos.
Después viene —hay otros muchos ejemplos— la
Revolución de Octubre, en Rusia, profundísima revolución social que se
caracterizó también por la violencia en las relaciones del poder revolucionario
y las religiones.
Guerra civil española. Me acuerdo de un jesuita que atendía en
nuestra escuela a los alumnos, él era sanitario en aquellos días de la guerra
civil, era un estudiante de sacerdote, y me contaba la violencia, allí hubo de
todo, fusilamientos de sacerdotes de parte y parte; algunos sacerdotes estaban
con la república, otros estaban en contra, y hubo violencia.
Es decir, no hay una excepción en ninguno de esos
procesos. Ya no hablo de las luchas de
independencia de América Latina, en las que incluso Bolívar decreta la guerra a
muerte, pero ya no por razones religiosas, fueron de otro tipo, políticas,
nacionales, y se adopta el decreto de fusilar a los españoles, por el solo
hecho de ser español:
“Españoles seréis fusilados”, y a los que eran venezolanos: “Seréis perdonados”, por el hecho de ser
venezolanos. Entre los españoles había
muchos sacerdotes.
Llegamos a la Revolución Cubana, una verdadera
excepción en la historia. Hicimos una revolución tan profunda como la francesa
o más, tan profunda como la mexicana o más, tan profunda como la Revolución de
Octubre —no voy a decir o más, no me atrevería a decir eso—, que influyó en
tantas generaciones, que influyó tanto en nosotros; sin embargo, no se dio, ni
por excepción, en esta revolución social profundísima el problema de la
violencia entre revolucionarios y religiosos, no se dio un solo caso de
violencia física contra un sacerdote, no hubo un solo templo cerrado.
Me dijeron que había una iglesia que una vez
utilizaron, en la Isla de la Juventud; a causa de un ciclón sirvió de albergue,
pero no se trata de una iglesia que llegaran y se cerrara, se clausurara por
ser una iglesia o un templo religioso.
No se conoce un solo caso de sacerdote fusilado; no se conoce un solo caso
de un templo clausurado por la Revolución.
Y ese sentimiento de respeto no es solo con la Iglesia Católica, sino
con todas las iglesias.
Se crearon algunos tipos de conflicto en un momento
dado con alguna denominación religiosa por problemas conocidos, relacionados
con el servicio militar, o relacionados con las transfusiones de sangre, algo
que tenía que ver con la salud pública o con la defensa del país, y esas que se
pueden llamar excepciones en las relaciones, no fueron de violencia, y hasta
incluso después se manejaron con especial cuidado.
Vean qué expediente y con qué clase de roca se topan
los intrigantes en la historia de la Revolución, que no pueden sacar un solo
caso de violencia. Y digo aquí, afirmo y
reafirmo, que es un caso único en la historia, y eso es lo que ha guiado el
pensamiento en este tema de las religiones y de los sentimientos religiosos.
El mundo es el mundo... Recientemente leía un
artículo sobre la época en que surgió la agricultura, creo que fue entre 10 000
y 12 000 años antes de la era cristiana, más o menos; en realidad se trata del
origen de las civilizaciones, dónde se desarrollaron las primeras
civilizaciones. La humanidad tiene mucho
tiempo desde que surge; no se ha podido precisar con exactitud la fecha en que
surge este homo sapiens que nos consideramos los de la especie humana.
Para la agricultura, esa de que tanto discutimos,
quizás nos haría falta algún asesor de aquella época. Sembraron las primeras maticas de trigo
cuando descubrieron la idea del cultivo, que tuvo una gran influencia en la
civilización, porque creó las primeras comunidades, que hasta entonces eran
nómadas. Eso tiene miles de años, y las
religiones o creencias religiosas estuvieron presentes ya de una forma u otra
en todas las pequeñas comunidades y más tarde, con un mayor desarrollo, en el
Medio Oriente, en la India, en el Lejano Oriente, en todas partes. Algunas tienen miles de años, otras son
nuevas, muy recientes. Pero el hecho es
que no fue el dogmatismo lo que guió la política de la Revolución en esta
materia, fueron los principios, el sentido humano.
Yo contaba una vez que me encontré, al triunfo de la
Revolución, con mi madre y mi abuela, estaban enfermas, juntas en una habitación
llena de estampas, de imágenes, eran muy religiosas e hicieron muchas promesas
por nosotros. Bueno, tienen que haber
sufrido durante mucho tiempo los peligros que por causas revolucionarias
habíamos atravesado; eran muy creyentes, en ello encontraban un gran
consuelo. Yo las respetaba, ¿qué sentido
habría tenido discutir con ellas o enfrascarme en razonamientos filosóficos
sobre ese tema?
Ha habido un sentido no solo de justicia, estamos
contra todas las discriminaciones, ¿por qué vamos a discriminar a alguien por
sus sentimientos religiosos? En ningún
libro teórico del socialismo está planteado eso, y nosotros, en nuestras leyes
y en nuestra Constitución hemos recogido ese principio de respeto. Creo que no sería revolucionario, lo digo
sinceramente, no sería político provocar innecesariamente un conflicto entre
Revolución y sentimiento religioso.
Hemos consagrado nuestras vidas de la forma más
desinteresada que pueda concebirse en favor del hombre y por el bien del
hombre, contra todas las injusticias, contra todos los abusos; lo mismo que la
Revolución nunca abusó del poder, nunca lo usó para torturar a un hombre, digan
lo que digan los enemigos, calumnias y cosas infames. Pero ustedes saben bien cómo es realmente y
el pueblo lo sabe mejor que nadie, cuál ha sido la conducta invariable de la
Revolución en estos casi 40 años, en el uso del poder.
Respeto los sentimientos religiosos. He elogiado públicamente más de una vez
cualquier obra positiva, el trabajo de las religiosas en los hospitales, en
muchas tareas realmente difíciles, en los asilos, y lo he dicho públicamente
siempre.
Creo que sí, que la Revolución no tiene que
reprocharse nada, ni le pueden señalar nada, ni lo más mínimo. No tienen chance ninguno de provocar.
En el mundo no solo hay católicos, hay cientos de
millones de cristianos no católicos, hay cientos de millones de hindúes, de
budistas, de islámicos; está también la religión judía; están los creyentes de
Africa, de todo un continente, son cientos de millones que viven en ese mundo
por el cual luchamos, por el cual hemos derramado nuestra sangre. Allí hemos convivido con ellos. Espero que nadie le haya preguntado nunca a
ningún angolano, o namibio, o sudafricano, qué creencia tenía, ni haya habido
otra conducta que no fuera de respeto para todos los creyentes.
Creo que el respeto a los sentimientos religiosos no
tiene que ver con una sola religión, tiene que ver con todas, tiene que ver con
miles de millones de seres humanos, miles de millones.
Nosotros jamás trataríamos de utilizar la religión
para maniobras políticas o para fines políticos. El imperialismo y los reaccionarios sí han
tratado todo lo posible de utilizar la religión con fines políticos, de
dominio, de conquista, de opresión.
La Revolución ha respetado de manera plena los
sentimientos religiosos, y, desde luego, no ha colaborado con los dominadores,
con los imperialistas, con los explotadores; es decir, todo esto se enmarca
dentro de un concepto, se enmarca dentro de una concepción que está probada por
todos los hechos de la Revolución.
Tienen que resultar realmente risibles las intrigas lanzadas.
La cuestión de la visita del Papa no es solo asunto
de los creyentes católicos. He
conversado con los cristianos no católicos —se reunió conmigo una numerosa
representación de las iglesias evangélicas— sobre el tema, les he pedido
incluso que colaboren con la visita.
Este es un tema sobre el cual pienso volver a hablar
más adelante, después que terminemos el proceso electoral. Estoy aquí explicándoles a ustedes, a la
Asamblea, los fundamentos de todo esto.
Debo decir, además, que el éxito de la visita del
Papa debe ser un éxito del país y un éxito de la Revolución. Con todo lo que les he explicado, carecería
de sentido en absoluto que nosotros tratáramos de disminuir en lo más mínimo el
éxito de la visita del Papa.
Fíjense, más cosas: Ellos han dicho por allá que no
queremos publicitar la visita. Todos los
medios y los recursos del país, que no son muchos, han estado concentrados en
la batalla electoral; de aquí al día 11 estarán concentradas
las fuerzas revolucionarias en las elecciones, cosa importantísima para la
Revolución y para el país.
También creo que la Revolución ha demostrado tener
alguna experiencia —difícilmente haya quien pueda ganarle a la Revolución en
experiencia—, en lo que se refiere a crear las condiciones más propicias para
la participación de las masas en un evento de este carácter; si de algo sabemos
un poco es de eso. De modo que no tiene
sentido una intriga de que no queramos dar publicidad a lo de la visita del
Papa.
Ellos han hablado de la publicidad. ¿De qué otra cosa han hablado? Algunos han intrigado con otro factor: Los enviados del Papa se interesaron, en su programa
de misas, en la posibilidad de que pudieran asistir creyentes de otros
municipios, de otros lugares; ellos habían hecho algunos cálculos de cuántos se
podían movilizar, y nosotros, como todo el mundo sabe, estamos con una gran
escasez de recursos, de transporte, de ómnibus, y las solicitudes que nos
hicieron estos representantes, eran el equivalente al ciento por ciento de los
recursos de transporte que tenemos. Yo
les expliqué bien, les dije:
Eso no sería correcto, no ayudaría a crear las mejores
condiciones para el éxito de la visita, para el consenso; puede dar lugar a
protestas si nosotros un día dejamos totalmente sin transporte a la gente. Se discutió con el Ministerio de Transporte,
había hasta un plan bastante adelantado ya para contratar en divisas no sé
cuántos ómnibus, era una cifra relativamente elevada.
Nosotros dijimos: No, no queremos que haya la más mínima
operación comercial en esta cuestión, hay que calcular cuál es el costo de
combustible, de piezas, de mantenimiento de esos equipos, y estrictamente eso
sería lo único que estaría dispuesto a aceptar el gobierno por los medios que
podamos movilizar. Entonces, más o
menos, les dije que tal vez podría disponerse de la mitad de los medios que se
solicitaban.
Les expliqué, incluso —porque algunos han dicho que
movilizamos para los actos de la Revolución—, que en los últimos años, desde
que estamos en período especial, para los 1ro de Mayo u otros eventos no
utilizamos los ómnibus, sino en una escala muy reducida y casi por excepción. Cuando teníamos todos los recursos de
transporte para hacer 30 000 viajes y miles de ómnibus, movilizábamos
transporte, utilizábamos los recursos, hasta venían de la provincia de La
Habana a las concentraciones de la Plaza de la Revolución; después del período
especial no. Cuando los funerales del
Che no se movilizaron los ómnibus ni los medios de transporte, por la escasez
de esos medios, fueron solo algunas
representaciones de los municipios.
Dijimos: Sí, vamos a hacer un gran esfuerzo
para suministrar la mitad de los medios solicitados, que equivale a la mitad de
lo que dispone el país.
¿Cómo interpretaron eso algunos,
qué publicaron en el exterior? No hablan
del gesto extraordinariamente amistoso y generoso de la Revolución —eso sí lo
captaron los enviados del Papa, lo comprendieron inmediatamente—, ¿qué
dijeron? No dijeron: Cuba va a poner la mitad de los medios
disponibles para que se movilicen los que quieren asistir a misa. No dijeron eso; dijeron que Cuba nada más
había accedido a dar la mitad de los que hacían falta, como si nosotros
tuviéramos todos los ómnibus que teníamos antes del período especial y todos
los recursos y tuviéramos la opción de poder disponer de esos recursos.
Es decir que mientras nosotros tenemos un gesto
realmente amistoso, generoso, y hacemos el máximo esfuerzo, los intrigantes
afuera lo que dijeron fue que existía el problema de las movilizaciones porque
Cuba nada más que dio la mitad de lo que se necesita; no dijo la mitad de lo
que tenía. Fíjense hasta qué punto están
en todos los detalles con esas intrigas.
Los del Vaticano, como dije, sí entendieron inmediatamente, incluso
aprecian muchísimo ese esfuerzo.
Así ha estado evolucionando todo. Nada de esto debe, ni en lo más mínimo,
influirnos; ni en lo más mínimo podemos dejarnos provocar por intrigas de
ningún tipo. Debemos seguir nuestra
línea, seguir nuestra política y trabajar para que el éxito de la visita sea el
máximo. Y pueden estar ustedes seguros
de que no solo los católicos del mundo, sino todos los creyentes del mundo van
a apreciar y van a valorar esta manifestación de respeto y de consideración que
tengamos con la visita del Papa.
Nosotros les ofrecimos, además: Escojan los lugares donde quieran dar
las mismas, escójanlos. Los enviados
recorrieron todos los lugares: allá en Santiago, en la tierra de
Robinson y de Maceo, escogieron la plaza de “Maceo”; en Camagüey, la de
“Agramonte”; en Santa Clara escogieron un área que argumentaron era la que más
se prestaba, la más céntrica. Les dijimos: Escojan. Y en La Habana, la Plaza de la Revolución,
allí van a celebrar la ceremonia religiosa.
Y lo vamos a hacer, realmente, con gusto, lo vamos a hacer de modo que
todo el mundo pueda ver cómo es este país y qué es este país. Y esas son las plazas de Cuba, de la
Revolución Cubana.
Y digo que vemos como un honor la visita del Papa,
lo vemos como un gesto valiente. Viene a
Cuba, nada menos que a Cuba. Es una
manifestación de confianza. Tenemos que
organizar la visita mejor de lo que la hayan organizado en ninguna parte;
tenemos que garantizar una seguridad superior a la que haya tenido en cualquier
parte. Ya lo sabemos, sabemos cómo
hacerlo, y basado en el pueblo.
Es el pueblo el que tiene que garantizar la
seguridad del Papa, y nuestros trabajadores los que lo van a trasladar, bien en
un vehículo o en otro, en cualquier parte, en los cuatro lugares adonde va; en
las medidas de organización, como lo hemos hecho siempre, con la colaboración
del pueblo y la participación del pueblo.
No es cuestión de tropas, de fusiles, no. Si se quiere bajar en cualquier lugar, que se
pueda bajar en cualquier lugar, como a veces lo hace en sus visitas, según
informaciones que tenemos. El pueblo
tiene que garantizar la seguridad. Si en
algún lugar del mundo tiene que sentirse seguro completamente es aquí.
No se debe descartar cualquier intento que puedan
hacer los enemigos del exterior de, por lo menos, deslucir la visita, porque no
van a soportar una visita absolutamente exitosa, sin ningún incidente. Por eso digo que ni un bombillo puede
explotar, y espero que se esmeren todos los
compañeros que estén trabajando en eso, en la organización en todas las
provincias, en las atenciones, en las facilidades.
Va a haber viajes por aire; parte por tierra. El va a cada provincia y regresa cada día a
la Nunciatura, que es donde se va a hospedar.
Entonces, le agradeceremos el honor de que nos visite, el gesto
valiente, como decía, de que nos visite.
Haremos todo lo humanamente posible para que se
sienta bien y satisfecho de la visita, y conozca, como otros muchos visitantes,
a nuestro país y a nuestro pueblo.
También le expresaremos nuestro reconocimiento por
algunos hechos reales:
las declaraciones de condena al bloqueo de la asamblea que
estaban celebrando en Roma en estos días.
El episcopado norteamericano hizo por su parte una declaración
condenando el bloqueo. También, coincidentemente, una organización
representativa de numerosas iglesias protestantes y evangélicas, que estuvo
recientemente aquí —desgraciadamente, entre otras cosas, cuando supe que nos
visitaron ya se habían marchado—, hizo una fuerte declaración contra el
bloqueo, representantes de 53 millones de miembros de esas iglesias de Estados
Unidos. Es una organización que
representa a 53 millones de creyentes, y condenó el bloqueo. Nosotros no se lo pedimos, fue espontáneo; ni
le pedimos al episcopado de Estados Unidos que hiciera una declaración.
Esta asamblea de Roma estaba integrada por obispos
de todo el hemisferio, desde Canadá hasta Argentina; condenó el bloqueo. No creo que eso les agrade mucho a los que
quieren estrangularnos por hambre, a los que quieren asfixiarnos, a los que
quieren destruirnos, porque se levantan murallas, valladares, obstáculos muy
grandes a tan inhumanos e injustificables sentimientos, por tan cruel, tan
criminal política, y se va convirtiendo en una condena universal. No pedimos, no hemos organizado actividades,
cosas o planes entre los religiosos ni siquiera para luchar contra el bloqueo,
pero no por ello dejamos de apreciar a aquellos que cumplen el deber elemental
de condenar ese bloqueo.
Por nuestra parte no hay la más absoluta duda, no
hay pueblo más organizado que este, más culto políticamente, más hospitalario y
más capaz de garantizar el éxito a la visita.
Lo que queremos, al revés de lo que dicen estos infames, es que el Papa
regrese a Roma con la impresión de que esta es la mejor visita que haya
realizado a cualquier país. Esa es
nuestra posición.
Me faltaba un punto, caramba, importante, porque se
acerca el día, relacionado con uno de los argumentos que han estado
manejando. Han dicho que Cuba suprimió
las navidades, que las erradicó, las barrió, y esto lo he explicado yo bien a
los visitantes que he tenido que explicárselo, que la política que adoptamos
con relación a las navidades —eso lo he dicho también hasta públicamente— no
estaba inspirada en un sentimiento antirreligioso. He explicado bien lo que nos ocurrió a
nosotros; me acuerdo de las navidades, yo estaba en la escuela, los 15 días
aquellos que les daban a los estudiantes, empezaban un poco después del 20 y
terminaban después de reyes, y nos sentíamos muy felices, cuando agarrábamos el
tren para la casa. Allí había de todo,
siempre alguna manzana, uvas, turrones.
Como ustedes saben bien, yo nací en un latifundio
bastante grande.
Cuando la Revolución triunfa, al poco tiempo, empezó
a producirse la escasez de fuerza de trabajo, la necesidad de movilizar cada
vez más gente, zafras plenas. Ya las
zafras empezaban en diciembre y todas las actividades fundamentales eran en esa
época, época seca: las
construcciones en diciembre, el mejor clima en diciembre, enero, en todos esos
meses. Nosotros nos damos cuenta de que
realmente hay tradiciones que vienen de Europa, que no tienen nada que ver con
nuestro país, nuestro clima y nuestras condiciones.
En Europa las navidades coinciden con el invierno y
con la nieve. No se puede trabajar en el
campo, no se puede trabajar en un montón de lugares, no se puede hacer cosecha,
no se puede hacer nada. Nosotros ya
teníamos el mes de diciembre comprometido —en aquella época solía llover en
primavera y no solía llover en el invierno—, movilizados cientos de miles de
gente para todas partes, y eran los mejores meses para todas las
actividades: agricultura, era la época
de los vegetales, la papa, el tabaco, muchos cultivos fundamentales, la zafra
de la caña que empleaba a todo el mundo, las construcciones que se multiplicaron;
decidimos reunir esos días festivos en el verano y cambiamos la tradición. Las vacaciones eran ya veraniegas.
En Cuba no es como en otros países. En Suramérica las navidades coinciden con el
verano y las vacaciones, en Europa con la nieve, y en Cuba con la zafra y con
los meses de más trabajo, en un país que estaba urgido del trabajo y de hacer
zafras más grandes y desarrollarse. Esa
fue la razón; una razón práctica, una razón económica, no tuvo nada que ver con
la religión, no fue una cuestión antirreligiosa. Cambiamos la fecha, porque eran
los meses de más intenso trabajo, y pienso que fue justo, fue absolutamente
correcto que hiciéramos eso. Había que
conciliar, y a todos nos gustaban las navidades y al cubano le gustaban. ¿A quién no le gustaban las fiestas de
Navidad?
Nos ha quedado el Año Nuevo, procuramos empatar si
es posible el día primero con el fin de semana, y si hay un día por el medio,
lo declaramos no laborable. Pero hay una
buena prueba de cómo no fueron motivos de otra índole, y es que el Primero de
Enero, Día del triunfo de la Revolución, se suspendieron los actos
públicos. En la fecha clave, clave,
clave del Primero de Enero no hay actos públicos, por la misma razón, y no
deseamos comprometer a la gente con movilizaciones masivas; no celebramos así
una de las fechas más importantes que tenemos, se trasladó para el 26 de Julio
que coincide con el verano. Ese es otro
de los puntos que han agitado.
Ellos ignoraban algo —me refiero a los intrigantes,
a los que estaban haciendo ese tipo de propaganda—, que a los compañeros del
Partido que han estado trabajando en la organización de la visita, yo les
propuse que este año, como una excepción, tuviésemos un gesto con el Papa y con
todos los cristianos. Les advierto que
las iglesias evangélicas tienen excelentes relaciones con nosotros;
recientemente estuve muchas horas conversando con ellos, ya les dije que nos
reunimos, y ese es un tema que también, como cristianos, les interesa. Yo les propuse pues a los compañeros del
Partido dedicados a las tareas de la visita que declarásemos feriado el día
25. Los enviados del Papa se interesaron
por ese tema, pero con mucho respeto, con mucho cuidado. Entonces, como un gesto con el visitante, con
los católicos y con todos los cristianos, declararemos feriado el día 25. Lo digo aquí por primera vez; ni siquiera a
ellos se lo hemos comunicado todavía.
Hay algunas otras ideas relativas a las visitas a
cada provincia, qué facilidades brindaremos, cómo hacemos. También hemos estado analizando todo lo que
se refiere a la publicidad de la visita.
Es un tema sobre el cual hemos estado elaborando ideas.
También, como ustedes saben, bueno, les planteamos a
los que visiten de Estados Unidos a Cuba, que lo hagan en el mes de diciembre,
ya a partir del 5 de enero tiene que ser con visa especial, para reducir al
mínimo, a cero si es posible, la posibilidad de que quieran deslucir la visita
con alguna acción de tipo terrorista.
No, no creo que se acerquen al Papa, porque donde está el pueblo sabemos
cómo reaccionan, respetan, tienen temor al pueblo. La seguridad tiene que ser completa, ahí sí
que no se puede andar jugando al azar en eso, todas las medidas adecuadas
deberán tomarse. Y les daremos toda la
publicidad posible a los eventos en que participe el Papa.
Me imagino que, en general —hay además algunos días
libres a fin de año—, nuestros compatriotas se van a alegrar no solo del gesto,
sino del día feriado. Pero, desde luego,
los centrales que hayan comenzado la zafra y otros centros esenciales de servicios
a la población, como electricidad, comunicaciones, hospitales y demás
similares, seguirán funcionando como se hace siempre en los días feriados.
Por esta vía se hace conocer al pueblo. A Roma y a la jerarquía católica cubana
también llegará por esta vía la noticia, que deseábamos informar previamente a
la Asamblea Nacional.
Me falta reunirme con la dirección católica, eso
será en la próxima semana; me reuní ya con los evangélicos y me falta reunirme
con un grupo de dirección de la jerarquía católica.
Hay algunos detalles, tengo entendido que el Papa
envía un mensaje a los países que va a visitar un mes antes de la visita; por
otro lado se acerca el día 25, por eso era importante definir esta
cuestión. En la última reunión con los
compañeros, tomando en cuenta que la Asamblea estaba convocada para hoy,
adoptamos la decisión sobre el día 25.
Tan pronto llegue el mensaje del Papa, lo publicaremos íntegro.
Los de la Iglesia Católica también quieren tener la
oportunidad de dirigirse a la población antes de la visita, utilizando la televisión,
les daremos la oportunidad de que se dirijan a la población por la televisión.
Realmente, los compañeros han trabajado mucho en
todos esos detalles. Había que tomar
algunas decisiones sobre esto y quería comunicarles a ustedes y, a través de
ustedes y también por nuestros medios, a todo el pueblo, cuál es la posición,
cuál es la política, lo que vamos a hacer.
Y, desde luego, después de las elecciones y antes de la llegada del Papa
utilizaré la televisión para hablar ya con más detalle de algunas cosas
asociadas a la visita.
Hoy lo que quería era informarles sobre esto, y
espero que haya la máxima comprensión, estoy seguro de ello.
Me parece que los
razonamientos que hemos expresado aquí pueden ayudar a la comprensión de
nuestro pueblo, de nuestros militantes, que aceptaron y comprendieron la
modificación que hicimos en la Constitución y que aceptaron el ingreso de los
creyentes en el Partido.
Por mi cuenta no tengo nada más que decirles, lo he
dicho todo.
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION.)