Discurso
pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de
Estado y de Ministros, en la primera sesión de trabajo de la XII Cumbre del
Movimiento de Países No Alineados, efectuada en Durban, Sudáfrica, el día 2 de
septiembre de 1998.
(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)
Señor
Presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela;
Señores
Jefes de Estado y de Gobierno;
Distinguidos
delegados e invitados:
Soportar la pugna mundial de dos
superpotencias era malo; vivir bajo el dominio hegemónico y total de una sola
de ellas es peor (Aplausos).
Hablemos claro: no es posible resignarse a un orden
mundial que encarna en su grado más alto los principios y objetivos de un
sistema que durante siglos nos colonizó, esclavizó y saqueó a todos.
No hay ni habrá canto de cisne, ni fin de la
historia, ni cese de lucha para el Movimiento de Países No Alineados, la
agrupación de pueblos que más luchó, más apoyó y más defendió los intereses,
las causas justas y la lucha por la liberación nacional de los países del
Tercer Mundo a todo lo largo de la guerra fría.
No hay que pedir permiso ni excusas a nadie
por existir y seguir luchando. Hasta Estados Unidos solicitó con vehemencia
y logró acudir a esta reunión como invitado.
Mejor. Así sabrá el gran imperio
cómo pensamos sus modestos súbditos (Risas y aplausos).
La Organización de Naciones Unidas debe ser reformada
y democratizada. La dictadura del
Consejo de Seguridad debe cesar. A la
Asamblea General debe reconocérsele los derechos que le corresponden por reunir
en ella a los representantes de todos los Estados del mundo. El Consejo debe ampliarse en proporción al
número actual de países; los miembros permanentes deben duplicar y hasta
triplicar, si es necesario, el número actual.
¿Por qué se habla de limitar a solo uno para
América Latina y el Caribe, uno para Africa y uno para Asia? ¿Quién inventó eso? ¿Quién lo aceptó? ¿Por qué no dos e incluso tres en
representación de los países emergentes de cada una de esas regiones que
constituyen la inmensa mayoría de los miembros de las Naciones Unidas?
Si Europa Occidental cuenta con dos, ¿por qué
más de 4 mil millones de personas del Tercer Mundo no tienen uno solo?
El derecho al veto debe desaparecer. Mas, si resulta por
ahora imposible, es inaceptable que existan miembros permanentes de primera y
segunda categoría. Nada de
rotación. Serviría solo para engañar,
confundir, dividir y disminuir las atribuciones de los nuevos miembros
permanentes. Todos deben tener iguales
derechos.
El Fondo Monetario Internacional debe
igualmente transformarse y democratizarse.
Tiene que dejar de ser un desestabilizador político universal y un
gendarme financiero de los intereses de Estados Unidos. Nadie debe tener derecho de veto sobre sus
decisiones. Este principio debe ser
también aplicable al Banco Mundial.
La Organización Mundial del Comercio, en la
cual somos mayoría, no puede convertirse, mediante el engaño y la división, en
un instrumento de la cruel globalización neoliberal que se trata de imponer al
mundo. Ni puede admitirse un Acuerdo
Multilateral de Inversiones, tratado supranacional de ineludible cumplimiento,
que se diseña en la OCDE, club exclusivo de ricos donde no participa ninguno de
nuestros países, a los cuales se les obliga después a ingresar o se les deja
fuera, con todas sus consecuencias.
La libertad de movimiento que se proclama
para el capital y las mercancías debe aplicarse también a lo que debe estar por
encima de todo: los
seres humanos. No más cruentos muros
como el que se construye en la frontera entre Estados Unidos y México, que
cuesta cada año cientos de vidas. Cese
la persecución de los emigrados; muera la xenofobia y no la solidaridad.
Basta ya del grito hipócrita del que más
protesta cuando otros quieren fabricar armas atómicas: la potencia más poderosa en el grupo
privilegiado de los que las poseen, mientras convierte las suyas en armas cada
vez más potentes, precisas y mortíferas.
Eso estimula la temible proliferación y no conducirá jamás a un
verdadero desarme nuclear total.
La carrera armamentista no se detiene un
segundo. No crece en volumen; crece en
calidad. Sirve solo para garantizar los
privilegios del nuevo orden y constituye, además, la fuente de un jugoso y
deshonesto negocio. Las armas son cada
vez más caras. Los pueblos emergentes se
arruinan y se matan entre sí con ellas. Traficar
con armas es peor que traficar con drogas.
La globalización neoliberal destruye
aceleradamente la naturaleza, envenena el aire y las aguas, deforesta las
tierras, desertifica y erosiona los suelos, agota y despilfarra los recursos
naturales, cambia el clima. ¿Cómo y de
qué vivirán los 10 mil millones de seres humanos que pronto seremos?
Se reduce cada vez más la ayuda al
desarrollo. No llegó nunca al 0,7 por
ciento del Producto Interno Bruto; ha descendido, como promedio, al 0,25 por
ciento; en el país más rico al 0,2 por ciento.
Nos sueñan como una inmensa zona franca suministradora de mano de obra
barata, donde no se paguen siquiera impuestos.
Para niños, ancianos, enfermos, ninguna
esperanza. Que la población de Africa
deje de existir por el SIDA, la malaria, la tuberculosis, la lepra y decenas de
viejas y nuevas enfermedades, no es cuestión que importe a las transnacionales
ni a las ciegas leyes del mercado; solo extraer petróleo, oro, diamantes,
platino, cobre, cromo, uranio y otros valiosos recursos.
El mundo unipolar y su orden mundial están
arrasando la soberanía e independencia de los Estados. Las intervenciones se multiplican. El terrorismo, que mata o hiere personas
inocentes, siempre repudiable, sirve de pretexto para que la potencia que
practicó las peores formas de terrorismo en decenas de países de Africa, Asia y
América Latina, incluyendo Cuba, comience a lanzar cohetes en cualquier
dirección, sin reparar en las personas inocentes que puedan morir, y sin más
ley, juez o prueba que su voluntad omnímoda.
El mundo convertido en un Oeste al estilo de las viejas películas de Hollywood. Tales
represalias no tienen justificación legal ni moral. No se combate así el terrorismo; se estimula
con esas brutales acciones lo que solo la conciencia universal y la lucha común
de los pueblos puede erradicar.
Cesen los bloqueos económicos contra
cualquier país. Privar de alimentos,
medicinas y medios de vida a millones de personas, incluyendo mujeres, ancianos
y niños, constituye un acto terrorista de extrema crueldad y un verdadero
genocidio. Deben ser considerados
crímenes de guerra y sancionados por tribunales internacionales (Aplausos).
Cesen los abusos y despojos contra el sufrido
pueblo palestino. Bríndesele una
posibilidad de paz. Cúmplanse los
acuerdos concertados.
Devuélvanse a los países árabes los
territorios arrebatados.
Cesen el doble patrón y la doble moral en las
cuestiones internacionales.
Cesen el hambre y la pobreza en el mundo.
Cesen la falta de maestros y escuelas; de
médicos y hospitales.
Cese el interminable saqueo de la deuda
externa, que mientras más se paga más se acrecienta e impide nuestro
desarrollo.
Cese el intercambio desigual como aquel que
aplicaban los conquistadores a los indígenas comprando oro con espejos, cuentas
de vidrio y baratijas europeas.
Cúmplase con la deuda que acumularon aquellos
que nos explotaron durante tantos siglos.
Cese la política de inculcar a nuestros
pueblos los modelos de vida insostenibles de las sociedades de consumo.
Cesen la destrucción de nuestras identidades
nacionales y de nuestras culturas.
Muchas cosas tienen que cesar, y para ello
primero que nada tienen que cesar entre nosotros la desunión, las guerras
étnicas y los conflictos entre nuestros pueblos, llamados a luchar por su
desarrollo y el derecho a sobrevivir y ocupar un lugar digno en el mundo de
mañana.
Y algún día no nos separarán orígenes étnicos, ni
chovinismos nacionales ni fronteras, ni ríos ni mares, ni océanos ni
distancias. Seremos, por encima de todo,
seres humanos llamados a vivir inevitablemente en un mundo globalizado, pero
verdaderamente justo, solidario y pacífico.
Ese día hay que ganarlo luchando.
Muchas gracias (Aplausos prolongados).