Conferencia Magistral del Presidente de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz, en el acto convocado por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Primada de América, efectuado en el Centro de Eventos y Convenciones, República Dominicana, el día 24 de agosto de 1998.
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Querido Rector;
Querido y envidiado joven Presidente de los estudiantes dominicanos;
Queridas y queridos amigos:
Mi visita necesariamente tenía que ser breve, no porque se me pusiese tiempo o límite, sino dada la gran actividad que tenemos en este momento, especialmente en esta segunda etapa del año, en que casi ninguno de nosotros hemos tenido ni un minuto de descanso y muchas veces muy muy pocas horas de sueño. De modo que debíamos poner un límite por eso, y, además, por prudencia: nadie debe estar más de un minuto del necesario donde deba estar.
Por tanto, es a lo que voy, me quedaban dos días realmente de visita a la República Dominicana --los tres anteriores fue necesario dedicarlos al encuentro multilateral con el CARICOM, o entre el CARICOM y la República Dominicana, al cual tuvimos el honor de ser invitados, y, unido a ello, a realizar una visita oficial--, ¿y cuántas cosas debía yo hacer en esos dos días? No podía hacer ni siquiera aquel mínimo que concebí, incluida la posibilidad de una visita a Montecristi, cumplir actividades de tipo oficial, protocolar; realizar un número de visitas a determinadas personalidades y reunirme con el pueblo de Baní.
Pero, desde antes de llegar a República Dominicana, veníamos recibiendo, a través de los cables, las noticias del enorme esfuerzo que estaban haciendo los dominicanos, incontables organizaciones, grupos de solidaridad, los estudiantes, los que habían sido estudiantes en Cuba y un interminable número de organizaciones amistosas que nos pedían un encuentro que era materialmente imposible. De ahí surgió la idea de realizar un encuentro de este carácter, en que estuvieran presentes todas esas organizaciones, y los encuentros de este carácter siempre son un poco más complicados, porque no es lo mismo hablar con una organización horas --esto no quiere decir que yo vaya a hablar horas aquí (Risas)-- que reunirlos a todos.
Mientras escribía esa dedicatoria --sorpresiva para mí, porque nadie se acordó ni de decirme que yo tenía que escribir algo aquí(Risas)--, desde que me siento, ya algunos me pedían una cosa y otros otra, y alguien: "Oiga, que sea política", y ser político no siempre es fácil --ser revolucionario es todavía más difícil--, y así tuve yo, bajo la inspiración realmente de ustedes, que escribir esas breves palabras para esta institución, donde hace más de 150 años empezaron a escribir dedicatorias, y, por lo menos, no me arrepiento; tiene algo de todo: un poquito de política y un poquito de revolucionaria.
Me sentiría feliz si a ustedes les parece que no haya sido una cosa absolutamente anodina la que yo escribiera en ese histórico libro; pero la gran diversidad de personalidades y organizaciones aquí presentes hacía difícil la tarea de pronunciar unas palabras. Había, sin embargo, una cosa muy común, muy común: el sentimiento de amistad.
Ustedes han movido el país entre todos. Los cables internacionales que suelo leer no hacían más que hablar de la cantidad de movilizaciones, de letreros y de consignas asociados a la visita, que fueron creando un ambiente internacional, raras veces expresado en las agencias internacionales de prensa. Las que he leído aquí, desde Santo Domingo, puedo decir que han sido informaciones objetivas, amistosas, que iban reflejando ese ambiente creado por ustedes y que ha tenido un enorme valor en todos los sentidos en relación con esta visita, desde las cuestiones relacionadas con la seguridad, puesto que muchos de ustedes proclamaron que iban a participar activamente e iban a hacer suya la tarea de la seguridad de nuestra delegación, hasta el gran significado político que tiene en estos instantes esa expresión de solidaridad que ustedes reflejaron durante los días previos a nuestra visita, en un momento en que lo necesitamos realmente mucho.
En distintos lugares que hemos visitado, hemos encontrado solidaridad, gran solidaridad; pero lo que nunca habíamos encontrado es una expresión tan grande y una forma tan eficiente de demostrarla, en un momento tan oportuno para nuestro país y en un mundo tan confuso como el mundo que estamos viviendo. Yo no podía marcharme sin reunirme con ustedes (Aplausos prolongados).
Me preguntaba qué debía decirles; hay muchos temas, infinidad de temas. Podía hablarles de Cuba; pero sobre Cuba hablamos todos los días, y, cuando no hablamos nosotros, hablan otros por nosotros y contra nosotros (Risas y aplausos). Podía, quizás, sí, en breves palabras, expresar que Cuba está ahí y va a seguir estando allí (Aplausos).
A cada rato se publica que Castro no está allí, o que a Castro le quedan pocos días. No se dan cuenta los muy tontos o los muy idiotas (Risas) de que eso es lo menos importante (Aplausos). ¿De qué valdría una revolución si dependiera de un Castro o dependiera de un hombre? (Aplausos.) ¡Allá los idiotas que hace mucho rato que practican esa concepción y creen en eso!
Desde muy al principio, en sus infinitos planes por eliminar dirigentes de la Revolución Cubana, entre ellos me otorgaban el honor de colocarme en primera fila (Risas). Un día dije, bromeando, que ostentaba el poco envidiable récord, o el poco glorioso récord --bueno, glorioso tal vez sí; pero mejor sería envidiable o extraño récord-- de planes de atentados entre cuantas personalidades o políticos hayan existido, por lo menos en este siglo y tal vez en varios, a partir de esa concepción de que todo se acababa liquidando a Castro; o siempre indagando sobre el estado de salud de Castro, o divulgando noticias casi semanales o quincenales de su desaparición física, o augurando enfermedades, o calculando los años (Risas).
Dicen que a las damas no se les debe preguntar por los años (Risas). Los políticos podemos ser una especie de damas (Risas y aplausos) que no nos gusta que nos recuerden los años, pero no es por vanidad, no; es por lo que nos fastidia no poder seguir luchando y fastidiándolos a ellos durante bastante más tiempo (Aplausos).
Pero ya esas son cuestiones de aficiones personales que no tienen nada que ver con la filosofía de la vida, de la política y de la historia. Por eso decía que era, de todos los augurios, el menos importante.
Tienen poco tiempo para volver las páginas de la historia y recordar el pasado. Es que la historia tiene una marcha inexorable. Desde el siglo pasado, ¿cuántos reveses no hemos tenido, cuántos líderes no cayeron? No se detuvo, sin embargo, la historia de las luchas en nuestro país.
Puedo admitir que en determinados momentos, determinadas personas pueden desempeñar un determinado papel. Realmente lo relativizo bastante, porque, además, los papeles que cualquier hombre haya desempeñado en cualquier etapa, han estado dependiendo de circunstancias que no tienen nada que ver con el hombre.
Si Bolívar hubiese nacido en 1650 ó 1700 nadie conocería el nombre de Bolívar. Solo un siglo después y cuando surgen ideas nuevas, a partir de problemas graves que durante largo tiempo han ido acumulándose, los grandes cambios y sus protagonistas son posibles. A no ser por el proceso histórico que precedió a la Revolución Francesa, quién habría oído hablar jamás de Danton, de Robespierre, de Mirabeau y de todos aquellos personajes de intensa pero corta vida, porque de acuerdo con la leyenda de Saturno, la revolución devoraba a sus propios hijos. Hubo un abate que se hizo famoso, porque al preguntarle alguien qué había hecho durante la revolución, respondió: "Vivir" (Risas).
Es que los hombres que desempeñan un papel, dependen por entero de factores que no tienen nada que ver con su capacidad personal, solo potenciable en determinadas circunstancias. Así ha ocurrido con todos los próceres de nuestra independencia y todas las personalidades en la historia. Hacen falta condiciones previas que no se pueden atribuir al mérito de ningún hombre.
Martí, ¿cuándo nace Martí? En el momento exacto, día exacto, hora exacta, minuto exacto, segundo exacto; si nace un siglo antes no se habría escuchado tal vez nunca el nombre de Martí, y así también el de Máximo Gómez, a quien rendíamos merecido tributo, menos que el enorme tributo que merece.
La idea de asociar los acontecimientos históricos a determinados individuos está largamente arraigada en la propaganda y hasta en la concepción de los reaccionarios, de los imperialistas, de los enemigos de la Revolución. Así hablan de la Revolución de Castro, individualizan: Castro hizo eso, Castro hizo lo otro. Y el que menos ha creído en eso --se lo digo con entera franqueza--, el que menos ha creído eso nunca, realmente, he sido yo; pienso que al menos me encuentro entre los que nunca han pensado así. Esa es ya una cuestión de la forma de ver la vida y de tener un poquito de filosofía de la historia. Los pueblos son otra cosa. Un día expresamos una frase: Los hombres mueren, el pueblo es inmortal (Aplausos).
No nos importan los pronósticos, las preocupaciones. Cuando todos los planes les han fallado, cuando todas las mentiras y expresiones de deseo se han ridiculizado, ahora solo están pensando, como consecuencia de las leyes de la biología, qué pasará después en Cuba. Nosotros no estamos preocupados de lo que pasará después en Cuba, porque no tenemos duda de lo que pasará después en Cuba. Lo que nosotros nos preguntamos, realmente, y es lo que debieran estarse preguntando estos señores ilusos, es qué pasará en el mundo.
La modesta obra de Cuba perdurará con su espíritu revolucionario que la hizo posible; pero la historia de nuestro país, como la historia de ustedes, el futuro de ustedes, dependerá del futuro del mundo. El propio futuro de Estados Unidos dependerá mucho, mucho de ese futuro.
En términos estrictamente nacionales, puedo decir simplemente que nuestro país ha resistido, cuando todos auguraban lo contrario en todas partes, después del derrumbe del campo socialista y la desaparición de la URSS, donde teníamos nuestros mercados y los suministros esenciales de combustible, materias primas, etcétera. Desaparecieron de la noche a la mañana aquellas relaciones comerciales que logramos establecer sobre bases equitativas y que nos permitieron enfrentar el bloqueo de Estados Unidos durante muchos años, y no solo enfrentarlo, sino avanzar en muchos campos, algunos de los cuales ustedes han mencionado aquí.
La desaparición del campo socialista les hacía soñar que la desaparición de la Revolución Cubana era cuestión de días, cuando más de semanas. Vean que unos tras otros se derrumbaban los países socialistas de Europa; estaban esperando la noticia en el periódico del derrumbe de Cuba, a partir de hechos objetivos, incluso.
Aquellos desaparecieron sin necesidad; pero ellos veían que Cuba tenía que desaparecer por necesidad. Aquellos países estaban mucho más desarrollados, tenían muchos más recursos que nosotros, y cuando renunciaron al socialismo, inmediatamente Occidente les quitó bloqueo y otras limitaciones, les ofreció préstamos, ayuda y, sobre todo, recetas, recetas, el veneno más grande que les dieron.
Cuando vimos aquello y pudimos apreciar todo aquel proceso, las causas y los factores esenciales, previmos dos años antes la desaparición de la Unión Soviética al paso que iba, y en un acto público, un 26 de julio, en la provincia de Camagüey, dije algo que dejó un poco sorprendidos y extrañados a todos los oyentes. Dije: "Y si un día nos despertamos con la noticia de que la Unión Soviética ha desaparecido, seguiremos luchando y seguiremos construyendo el socialismo" (Aplausos y exclamaciones).
Efectivamente, desapareció aquel inmenso, rico y poderoso país que vio desarticulada una economía que se había construido en forma integrada durante más de 70 años; un país donde una república producía determinadas cosas, otras producían otras, se intercambian los productos y producían en cooperación muchas cosas.
Nosotros nos vimos de la noche a la mañana sin mercado para muchos millones de toneladas de azúcar que tenían un precio preferencial, conquistado por nuestra Revolución con argumentos y razones, por cuanto habíamos descubierto el fenómeno de que los productos que exportaban las naciones más desarrolladas valían cada vez más caro y los que exportaban nuestros países valían cada vez menos. Y si por un quinquenio firmábamos cantidades y precios de mercancías a intercambiar, lo hacíamos para los productos que importábamos sobre la base de precios aproximados a los del mercado mundial y el poder adquisitivo de nuestros productos al cabo de cinco años era mucho menor que el que tenía al principio del quinquenio, porque cada máquina, cada equipo, cada producto que importábamos subía de precio, mientras el precio de nuestro azúcar, principal renglón exportable, que era el del mercado mundial, más una prima de preferencia y el de otros productos básicos, se mantenían fijos a partir de los precios alcanzados el primer año del convenio.
A eso se sumó que un día explotó el precio del petróleo, subió a cifras fabulosas, pero ya en ese momento nosotros habíamos logrado un acuerdo que llamábamos acuerdo de precios resbalantes. Dijimos: Los precios de nuestros productos, especialmente el azúcar, deben subir en la misma medida en que suban los precios de los productos que ustedes exportan, si es que vamos a hablar de internacionalismo proletario (Aplausos).
¿El azúcar cuánto llegó a valer entonces? Estaba entre 25 y 30 centavos la libra. La de ellos, a base de remolacha, era todavía más cara, y con eso podíamos pagar el petróleo y otros productos; pero principalmente con el azúcar podíamos pagar el petróleo que había aumentado de 12 a 14 veces el precio. Con lo que antes se compraba, cuando triunfa la Revolución, una tonelada de petróleo, después del boom de los precios de este producto, se compraba menos que un barril de petróleo.
Imagínense lo que significa para un país que todas esas relaciones comerciales, justas y razonables, más el mercado, desaparecieran. Toda la maquinaria, o la inmensa mayoría de los tractores, camiones y equipos eran de aquel origen. Gastadores de combustibles, sí, más que los occidentales, pero no constituía eso un gran problema, porque detrás de los equipos venían los barcos con el combustible; y cuando había un ciclón o había una plaga, de las que más de una vez lanzaron sobre nuestro país, que afectaba la caña u otros cultivos, los productos conveniados no dejaban de llegar a nuestro país. Se cumplían rigurosamente como una cláusula de garantía.
Había créditos. Y ya les digo: con 1 hectárea de caña bien cultivada, podíamos comprar hasta 30 toneladas de arroz. Era un intercambio excelente, porque ellos tenían algunos excedentes de arroz y lo vendían al precio internacional. Los precios del petróleo eran la base fundamental sobre la cual fluctuaban los precios de nuestras exportaciones, y con1 hectárea de caña de 10 toneladas de producción de azúcar, adquiríamos hasta 30 toneladas de arroz, trigo u otros alimentos importantes.
Esos ingresos obtenidos por el país nos permitieron llevar adelante nuestro programa de desarrollo económico y social.
Se habla mucho de la educación y la salud en el exterior, hasta del deporte. Sí, muy bien; no se habla de las decenas de miles de kilómetros de carreteras que construyó el país; no se habla de que el país se llenó de presas y que, de 35 millones de metros cúbicos de agua, teníamos capacidad ya para más de 10 000 millones de metros cúbicos. Estábamos aplicando los programas más avanzados de la técnica en el cultivo de la caña, del arroz, porque, desde luego, no todo el arroz venía de la Unión Soviética, una parte importante la producíamos nosotros; pero nos proponíamos llegar al autoabastecimiento sobre la base de terrazas planas, rendimientos mucho más altos, costos mucho más bajos, utilización mucho más eficiente del agua.
No se dijo que mecanizamos la producción cañera, donde más de 300 000 obreros iban a trabajar, antes de la Revolución, tres o cuatro meses al año, y que después de la Revolución encontraron empleo permanente. Desapareció aquella fuerza de trabajo que cortaba caña; fue sustituida, primero, por las alzadoras y, después, por las combinadas que cortaban y alzaban la caña, y que, además, elevaban realmente la productividad del trabajo.
No se dice que todo el trabajo en nuestro país se mecanizó: el arroz se cortaba con la hoz famosa cuando la Revolución triunfa, todo se cortaba después con máquinas; las construcciones se hacían a mano, todo después se mecanizó; el transporte se hacía con bueyes --una gran parte--, todo se mecanizó; en el país la electricidad llegaba solo al 50% de la población, la electrificación alcanzó más del 90%; el azúcar se cargaba al hombro en sacos de 250 libras, que antes eran de 300 --ni se sabe el número de personas después con problemas en la columna, en la espalda--, todos los embarques de azúcar, millones de toneladas cada año, se mecanizaron, excepto para aquellos países que por ser pequeños no tienen centros de recepción de azúcar a granel y había que cargar una cantidad en sacos, una mínima cantidad.
Se humanizó el trabajo extraordinariamente con la obra de la Revolución. Se multiplicaron por 10 ó más de 10 las capacidades eléctricas, se crearon industrias nuevas, industrias mecánicas. Nosotros fabricamos ya nuestras combinadas cañeras; estábamos fabricando ya hasta buldóceres, aunque con una parte de los componentes importados, pero abaratando considerablemente el costo; estábamos produciendo cargadores frontales, numerosos equipos, dando empleo y reduciendo el costo al país en divisa. Fabricamos los componentes fundamentales de los centrales azucareros; fabricábamos ya el 70% de un central azucarero, aunque hubiese que importar un 30% en centrífugas y determinados equipos y componentes que no podíamos fabricar en el país.
Desarrollamos la ciencia a pasos acelerados, y de eso casi no se habla nunca, y tenemos hoy decenas de miles de trabajadores científicos, porque comprendiendo la importancia de esa rama, aun después del período especial seguimos desarrollando las investigaciones científicas y hoy estamos trabajando en investigaciones para vacunas contra el SIDA, para vacunas contra el cáncer incluso, aparte de infinidad de medicamentos nuevos y vacunas, algunas exclusivas, que hemos creado en nuestro país.
No voy a hablar ya del número de viviendas que pudimos construir, y, sobre todo, ya habíamos alcanzado una capacidad de producción de cemento de 4 millones de toneladas al año, y de materiales de construcción para 100 000 viviendas al año, cuando dolorosamente llega este período especial. No habíamos perdido el tiempo.
Debo decir con honestidad que ante la abundancia de recursos disponibles no se desarrolló mucho el hábito de ser ahorrativos; no puedo negar que había quienes iban a ver a la novia en el tractor, por ejemplo, cosa desde el punto de vista romántico maravillosa, pero desde el punto de vista económico catastrófica (Risas y aplausos). Consumíamos ya 13 millones de toneladas de combustible al año.
Todos esos niveles alcanzados se convierten en terrible desventaja cuando viene el colapso del campo socialista y de la URSS, sobre todo de la URSS que parecía inconmovible, puesto que supo resistir la primera intervención después de la Primera Guerra Mundial en que el país quedó reducido a un pedazo de tierra y totalmente destruido, y nuevamente destruido antes de que pasaran 20 años, totalmente destruido y con la pérdida de más de 20 millones de personas; un país que derrotó al nazismo.
Los que lean de vez en cuando algunos libros de las nuevas historias que se hagan, no se vayan a imaginar que fue gracias a algunos barquitos que llegaron por Murmansk, procedentes de Occidente, en unos convoyes, o algunas materias primas o equipos que llegaron por Irán; fueron los cientos y miles de fábricas que en plena guerra y aun antes de la guerra habían trasladado a la Siberia, muchas de las cuales empezaron a producir en el invierno cuando todavía no tenían ni techo. Era la voluntad de un pueblo que había vivido un régimen social, cualesquiera que hubiesen sido los enormes errores cometidos y, sobre todo, errores de carácter subjetivo --no hay que repetirlos, son bien conocidos--; pero un pueblo que por primera vez había sido dueño de todas las riquezas, campesinos que fueron dueños de la tierra y obreros que fueron dueños de las fábricas, porque hubo un cambio social y adquirió una gran capacidad de lucha, una gran abnegación.
Cuando todos los demás países de Europa se rindieron a los primeros tiros, la URSS, a pesar de garrafales errores de tipo político, cometidos antes de aquella guerra, y garrafales errores militares, como fue haber tenido desmovilizada totalmente la fuerza de defensa cuando tres millones de hombres y decenas de miles de tanques se acumulaban en la frontera, alcanzando lo increíble, un ataque sorpresivo que destruyó en tierra, el primer día, miles de aviones y que dio lugar al avance acelerado de las divisiones acorazadas, cuando no estaban ni siquiera movilizadas las tropas --esos fueron errores de los dirigentes, y muy graves errores, que costaron muy caro--, fue, sin embargo, el único país que resistió y resistió y resistió. Los demás, apenas unas cuantas divisiones rompían las líneas, empezaban a parlamentar en todas partes. Pero ese es otro tema.
Parecía, sin embargo, imposible que a aquel país, que a pesar de tanta destrucción alcanzó la paridad nuclear en un breve período, entre 20 ó 25 años, al que no pudo conquistar Hitler con sus millones de soldados, pudieran destruirlo sin disparar un tiro, conquistarlo sin disparar un tiro los occidentales. Nosotros pudimos percibir lo que iba a pasar, y desgraciadamente pasó.
Yo decía que lo peor fueron las recetas. El producto bruto de Rusia --no ya de la URSS, de Rusia-- ha ido reduciéndose por año, en virtud de esas recetas, al 45% de lo que producía en 1989, antes de la disolución de la URSS y el inicio de la construcción del capitalismo. La Federación Rusa producía entre 400 y 500 millones de toneladas de petróleo al año, todo el gas que quisiera para abastecer sus necesidades y exportar considerables volúmenes a Occidente, acero, materias primas, sin los cuales se quedó Cuba; se quedaron con las fábricas de piezas de repuesto de camiones, máquinas, tractores, equipos de todas clases, sin las cuales se quedó Cuba.
La producción nuestra cayó al 65% y aun careciendo de todo eso empezó a subir, hoy estamos alrededor del 76%, no es el 45%, y avanzamos, aunque tardaremos todavía en llegar, con un país bloqueado, doblemente bloqueado: el viejo bloqueo recrudecido y el nuevo bloqueo inesperado, que nos dejó con los equipos gastadores de combustible pero sin un barco de petróleo procedente de la Unión Soviética, ni los alimentos que venían, ni los precios de nuestra azúcar, ni siquiera los mercados para aquella azúcar; sin algo tan vital como el combustible, cuando ya estaba electrificado más del 90% del país. Si hubiera estado al 50% habría sido menos difícil. Todos los avances alcanzados en más de 30 años se convirtieron en un obstáculo adicional en aquella situación. Cuando la población se habitúa, como elementos esenciales, a determinados servicios, como es el servicio eléctrico, es algo que no tiene marcha atrás posible; se puede cuotificar, hacer cosas --ustedes las han padecido--, apagones y cosas por el estilo que se habían acabado en nuestro país hacía mucho tiempo.
El país había creado una flota mercante considerable, flotas pesqueras del alto, transporte; había mecanizado todo el trabajo físico prácticamente, ese trabajo físico duro que realizaban nuestros trabajadores dejó de existir.
En esas condiciones, ¿cómo salvar el país? Aquellos desde el Norte apretaron cuando vieron estas realidades objetivas: un edificio de dos columnas que pierde una columna; la otra columna, sin embargo, era el pueblo, la conciencia adquirida por el pueblo (Aplausos), su capacidad de lucha, de resistencia, su heroísmo, porque nuestra Revolución no fue un producto importado, fue un producto creado por nuestro pueblo. De las armas con que nosotros ganamos la guerra, el 90% habían sido armas ocupadas al enemigo (Aplausos); nadie nos suministró armamento, de vez en cuando llegó alguna gota (Del público le dicen: "¡Cuba, dignidad de América!") (Aplausos). Fue una Revolución genuina, auténtica, propia de nuestro pueblo, no nos la exportó nadie ni nos la hizo nadie. Nosotros no teníamos ni siquiera relación con la URSS, y no era por prejuicios, era realmente en consideración a la situación internacional en plena guerra fría.
Intentamos adquirir las primeras armas en un país europeo occidental, en Bélgica, armas para defendernos con empleo de nuestra experiencia guerrillera, ya que no podríamos resistir un ataque de Estados Unidos con métodos convencionales, y llegó el primer barco. El segundo barco, cuando lo estaban descargando allí cientos de trabajadores y soldados, estalla, explosión terrible, y, cuando regresan oleadas de hombres a rescatar las víctimas, estalla otra vez: más de 100 personas muertas, cientos de heridos.
Esas fueron las primeras armas que compramos en Occidente, para no darles pretexto a los caballeros del Norte. Algunos cañones fueron adquiridos en Italia, con su correspondiente parque; vinieron las presiones y llegaron los cañones, pero apenas llegó el parque, cuando solo había un poco de parque, suspendida la entrega de parque, y las amenazas de agresión encima desde el instante mismo que hicimos la ley agraria.
El plan de Girón y de invasión a Cuba no se concibe en Estados Unidos porque hubiésemos proclamado el carácter socialista de la Revolución, se concibe inmediatamente que aprobamos la Ley de Reforma Agraria en el mes de mayo de 1959. Como los grandes latifundios norteamericanos eran dueños de decenas de miles de hectáreas cada uno y algunos de ellos hasta de 200 000 hectáreas, una sola empresa transnacional, vino inmediatamente el decreto de guerra a muerte, había que destruir esa Revolución: ¿Qué es eso de andar permitiendo reformas agrarias que afecten intereses de transnacionales norteamericanas? ¿No han aprendido acaso estos la lección de Guatemala?
Qué había costado aquella lección lo sabemos hoy muy bien: más de 100 000 desaparecidos, alrededor de 150 000 muertos, producto, en su inmensa mayoría, de la represión, sobre todo los desaparecidos y muchos de los muertos. Ciento cincuenta mil vidas fue el fruto de aquella expedición contra Jacobo Arbenz; pero esa historia la conocíamos. Buscábamos armas para el pueblo y sabíamos la receta; pero ellos fueron los que no supieron apreciar la diferencia entre la situación de Guatemala y la de Cuba, que fue fruto de una revolución victoriosa contra fuerzas organizadas, suministradas y entrenadas por Estados Unidos, que alcanzaron el número de 80 000 hombres, derrotadas al final, realmente, con 3 000 armas de guerra, a los 25 meses del desembarco del Granma.
No se dieron cuenta de que estaba el pueblo en el poder. Y de lo que el pueblo puede ustedes han tenido experiencia a lo largo de la historia, porque si ha habido un país con historia azarosa y difícil en este hemisferio es este hermano país dominicano (Aplausos).
Ustedes han vivido hasta la experiencia de combatir en su propia tierra contra un desembarco de 40 000 soldados norteamericanos (Aplausos), y no los pudieron vencer; no pudieron vencer al pueblo y a los militares que estaban junto al pueblo, cuya figura cimera recordaremos siempre, y lo mencioné el día del acto de condecoración, la figura de Francisco Caamaño (Aplausos prolongados). Ustedes no pudieron ser aplastados, tuvieron que negociar, buscar salida, de una forma o de otra, mediante inevitables concesiones mutuas, desde luego. Si hasta varios países latinoamericanos se sumaron a la agresión, unos cuantos se sumaron a aquella invasión a República Dominicana; primero la invasión y después la santificación de la invasión por la famosísima OEA. No se podía olvidar aquello.
De modo que en Cuba se inician las agresiones por una ley de reforma agraria. Claro, a cada medida de Estados Unidos, respondía Cuba con otra medida: Suspensión de cuotas azucareras, nacionalización de determinadas empresas (Aplausos); suspensión total, nacionalización total (Aplausos). Muchos terratenientes y grandes ricos de origen nacional se marcharon creyendo que era cuestión de días también, porque siempre están las creencias, ¿no? (Risas), y entonces la creencia era que resultaba imposible aquello: ¿Una Revolución al lado de Estados Unidos? ¡Ah!, olvídense. Muchos se fueron de vacaciones prácticamente, esperando que los vecinos liquidaran. Se quedaron las grandes mansiones vacías, ¿qué hacer? ¡Cien mil jóvenes becados en las casas de los vacacionistas! (Risas y aplausos.) Nosotros no le quitamos una casa a nadie, ¡a nadie!, se fueron de vacaciones, y como las vacaciones se prolongaron indefinidamente... (Aplausos). Ahí están las casas conservadas y mantenidas al servicio de la nación.
Ahora la Ley Helms-Burton dice que los dueños de aquellas casas son norteamericanos y, por lo tanto, la ley se aplica también a aquellas y otras propiedades de los vacacionistas. Cosa increíble, por primera vez en la historia se les da categoría de ciudadanos y se les aplica la ley; hasta el mismo Clinton dijo un día que eso era una locura, y él debe saber de locuras (Risas y exclamaciones de: "¡Fidel, Fidel!"), sin ánimo, desde luego, de ofenderlo, porque no estoy con la extrema derecha fascista de ese país. Creo que me expreso claro en eso cuando digo cómo pienso, sin ánimo de lastimar; pero dijo eso.
Eso le costaría 100 000 millones de dólares a Cuba, lo que estaba reclamando la Ley Helms-Burton antes de quitar el bloqueo. Caballeros, únicamente con la maquinita de imprimir billetes verdes que tienen en la tesorería de Estados Unidos. Qué extremos absurdos, y ley con carácter extraterritorial para que no haya inversiones en Cuba. Entonces miramos asombrados a Estados Unidos y decimos: Caballeros, ¿quiénes son los principales defensores del socialismo hoy en Cuba? Estados Unidos (Aplausos), a tal extremo que no quieren que inviertan. Bueno, y nosotros cada vez que podemos, invertimos algo, un pedazo de socialismo.
¿A dónde lleva la falta de lógica o la inconsecuencia de prohibir o hacer todo lo posible para que no haya inversiones en nuestro país? ¿De dónde podría sacar nuestro país, en estas condiciones, los recursos? ¿De dónde, repito, podría sacar nuestro país en estas condiciones los recursos? Igual que la inmensa mayoría de los países del Tercer Mundo que no tienen un mar de petróleo en el subsuelo, necesitan tecnología, necesitan capital, nosotros no estamos excluidos de esa regla. Y aun antes del período especial, del derrumbe de la URSS, comprendimos que algunas ramas de la economía no podían desarrollarse simplemente con el apoyo del campo socialista, porque no poseían la tecnología para hacerlo. Ya habíamos llegado, incluso, a la conclusión de crear en determinadas ramas empresas mixtas como ocho o nueve años antes del derrumbe del campo socialista, meditando, profundizando, racionalizando, como un complemento del desarrollo socialista de nuestro país.
Ellos tratan de estrangularnos de todas formas, ante el fracaso de todo y de todos los planes. Pero querían aprovechar el momento especial, les habían fallado los otros cálculos, los otros planes, incluida, desde luego, la invasión mercenaria, que duró menos de 72 horas, porque sabíamos que no se podía permitir la consolidación de una cabeza de playa. Ya tenían el gobierno en un avión, el mecanismo fácil. Iban a aterrizar en una pista construida por la Revolución en un lugar inhóspito, pantanoso. Tres carreteras había construido la Revolución hacia aquella dirección, puede decirse que en los primeros meses, sobre terrenos pantanosos, donde había que echar toneladas y toneladas de piedra por metro lineal para establecer una base firme; hasta una zona turística estaba desarrollándose, una pista de aterrizaje. Ese fue el lugar que escogieron, fácil de defender, puesto que había que atravesar para reconquistarlo decenas de kilómetros por el fango, por esas carreteras que podían ser bloqueadas de una forma sencilla.
Gran sorpresa --nueva subestimación que recibe su castigo--: La escuadra norteamericana estaba allí a tres millas y media, con portaaviones y todo, pero no le dio tiempo, porque atacando incesantemente, nuestras fuerzas, no muy experimentadas en determinadas armas, pusieron fuera de combate la expedición mercenaria en aproximadamente 68 horas (Aplausos). El gobierno se quedó esperando allá en Miami, ¡está esperando todavía! (Aplausos.)
Guerra sucia como la que hicieron en Nicaragua: llegaron a organizar bandas en todas las provincias del país y principalmente en la zona montañosa del Escambray, que era la zona que estaban preparando para la invasión que proyectaban realizar. Pero les limpiamos el Escambray, lo redujimos al mínimo. Hubo un momento en que llegaron a tener allí alrededor de 1 000 contrarrevolucionarios, suministrados por aire, aunque muchas de las armas caían en manos nuestras, porque nosotros también habíamos organizado "nuestras bandas" o las habíamos infiltrado o "nuestras organizaciones contrarrevolucionarias"; al fin y al cabo, los revolucionarios infiltrados en ellas terminaban siendo jefes de las organizaciones (Risas y aplausos). Ese era el momento de decirles: "Caballeros, aguanten"; prestaban distintos servicios y todo, pero se destacaban.
Las fuerzas que defendían la Revolución adquirieron capacidad para combatir aquellas bandas; la adquirieron saben por qué, porque nunca usaron la violencia física --me complace decirlo aquí hoy--, nunca la usaron. Ni la usamos en la guerra ni la usamos en la paz; ni la usamos en los primeros años que fueron de los más difíciles ni la utilizamos nunca en la época de la Revolución, digan lo que digan, mientan lo que mientan y calumnien lo que calumnien. Cuba y nuestro pueblo saben bien cómo son las cosas allá y cuáles son nuestras reglas éticas. Ni utilizaremos jamás esos procedimientos, quienes torturan buscando informaciones no averiguan nunca nada.
Como tenían esa regla, nuestras fuerzas adquirieron habilidad sobre todo para penetrar. Hubo un momento en que la CIA llegó a organizar --entre la CIA y los entusiastas de la CIA-- 300 organizaciones contrarrevolucionarias, algunas, desde luego, mucho más connotadas, mucho más importantes. Así, fue una batalla larga.
Después, ataques piratas, planes de invasión directa a Cuba. Eso se sabe hoy por documentos, lo que nosotros denunciábamos antes, de los planes que el gobierno ordenó elaborar al Pentágono para el pretexto de una invasión directa a Cuba. Fue después de Girón.
Todo eso está en el origen del proceso que dio lugar al acuerdo entre la URSS y Cuba de la ubicación de proyectiles estratégicos en nuestro país, un tema largo sobre el cual recientemente hablé a una de las más importantes cadenas, la CNN, en un programa donde me hicieron muchas preguntas y yo hasta con documentos, las contesté todas: ¿Cuál fue el origen, qué pasó? Y, al fin y al cabo, se demostró que era cierto que estaban preparando una invasión directa. Ese fue el origen de la Crisis de Octubre, episodio en el que no quiero extenderme ahora, no es mi objetivo.
Después de la crisis, de nuevo ataques piratas, sabotajes a lo largo de estos años, planes de atentados, decenas, cientos, y ya no solo los organizados institucionalmente, sino por aquellos grupos que fueron entrenados, muy bien entrenados, y puestos en libertad para llevar a cabo atentados y actos personales, enmascarando la responsabilidad que correspondía a Estados Unidos.
Todos esos grupos son la misma gente de los que volaron el avión en Barbados, de los que participaron en la guerra sucia de Nicaragua suministrando armas desde El Salvador y Honduras, sobre todo; las armas que se obtuvieron mediante aquel escandaloso acuerdo llamado Irán-Gate y que fueron a parar a Centroamérica. Son los mismos grupos los que realizan todos esos atentados, aparentemente independientes, pero hay pruebas de que durante muchos años fueron tolerados.
Es incuestionable que los actos de terrorismo que hicieron en nuestra capital para sabotear el turismo y tratar de asfixiar más la economía de nuestro país, fueron tolerados y fueron conocidos, puesto que era absolutamente imposible realizarlos sin que los conocieran quienes estaban en el deber de evitarlos, ya que fueron organizados desde Estados Unidos, contratando mercenarios en Centroamérica. Habría sido imposible, eso nos consta hasta fecha muy reciente. Se creó un deliberado sistema de terrorismo contra Cuba en el que todos eran responsables y nadie era culpable. Se crearon, en fin, los más diabólicos mecanismos de dispersar la responsabilidad, en la misma política de hostigamiento y de liquidación de nuestra Revolución.
De eso sabemos mucho, y no quiero hablar del tema ahora, no era mi idea, sino referirme a algunas de las cosas de Cuba como me he estado refiriendo. Pero lo esencial es la resistencia de nuestro pueblo; lo esencial sería preguntarse cómo es posible que en tan difíciles condiciones, de las cuales les he ofrecido algunos elementos, nuestro pueblo haya podido resistir.
Es en esas condiciones que nosotros valoramos ese sentimiento de apoyo y de solidaridad que en forma tan generosa y extraordinaria han expresado ustedes en estos días. Y no podrán imaginarse lo que nos ayuda eso. Como nos ayudaron los caribeños allí en Jamaica cuando nos recibieron con actos de masas para hablar en español a masas de idioma inglés. ¡Pero qué conciencia, qué conocimientos! Y cómo demostraron comprender el significado de la política solidaria de Cuba con el Africa, con ese continente, y de nuestra lucha contra el apartheid y contra el ejército del apartheid, uno de los ejércitos más modernos y más tecnificados, que poseía siete armas nucleares cuando estábamos combatiendo contra ellos, junto a los angolanos, en Cuito Cuanavale y en las proximidades de la frontera de Namibia, donde no pudieron aceptar el reto y tuvieron que resignarse a negociar; negociaciones que pusieron fin al coloniaje en Namibia y aceleraron extraordinariamente la desaparición del apartheid.
Hoy muchos hablan en Occidente, todos los días, del apartheid: ¡qué bueno que desapareció!, de aquel apartheid del que muchos fueron cómplices, aquel apartheid al que jamás bloquearon, aquel apartheid que constituyó una de las páginas más vergonzosas, repugnantes y humillantes de la historia moderna. Hablan de eso, pero resulta muy difícil que se mencione el nombre de los combatientes cubanos que participaron en esa batalla, de los combatientes cubanos que murieron en esa batalla, y cómo un país, desde aquí desde el Caribe, pudo enviar hasta 55 000 combatientes voluntarios en los momentos decisivos y críticos (Aplausos).
Los pueblos africanos sí lo conocen, y no lo olvidan. El pueblo de Sudáfrica y sus líderes africanos sí lo conocen, y no olvidan. Los demás van ahora al Africa, a países que contribuimos con nuestra sangre a liberar del yugo colonial y a defender del apartheid, a invertir millones y miles de millones. Allí no ha ido Cuba ni irá Cuba a invertir un solo centavo (Aplausos) . Invertimos lo que nos correspondía y que vale mucho más que el dinero, mucho más que todas las transnacionales juntas: ¡nuestro sudor, nuestra sangre y nuestras vidas! (Aplausos y exclamaciones de : "Viva Cuba revolucionaria!") A ese país lo quieren destruir.
En esa batalla de la que les hablo, en la etapa final, ya que una parte de nuestras fuerzas estaba en otras direcciones, participaron 40 000 soldados cubanos y 30 000 soldados angolanos, con los medios, los recursos de tanques, los medios antiaéreos, 1 000 armas antiaéreas, frente a un país que podía haber hecho uso de cualquiera de las siete armas nucleares que poseía. Y me pregunto aquí, en esta universidad ilustre: ¿Sabían o no sabían los norteamericanos que Sudáfrica poseía siete armas nucleares? Ellos que lo saben todo, o casi todo, por lo menos en materia de espionaje. Ellos que invierten, solamente en la Agencia Central de Inteligencia, 27 000 millones de dólares al año, más el Sistema Nacional de Inteligencia que ni se sabe lo que invierte; puede ser entre 30 000 y 40 000 millones lo que inviertan en el sistema de inteligencia, que ahora sabía --según dicen-- que en una fábrica de medicamentos se producían armas químicas, y donde está, uno a uno, cada uno de los componentes de grupos a los que responsabilizaban con actos, desde luego, criminales y condenables, como fueron aquellos actos terroristas en las capitales de Tanzania y de Kenya. Dicen conocer todo eso.
Utilizo este argumento para preguntarme, si no conocían que Sudáfrica tenía siete armas nucleares. Si no lo conocían, ¿cómo pudo Sudáfrica adquirir esas armas? Pero es que allí, combatiendo, estaban los cubanos. ¡Cuán feliz, tal vez, se habrían sentido si los racistas llegan a descargar algunas de aquellas armas contra las tropas cubanas!
Claro que habíamos tomado todas las medidas en previsión de que eso ocurriera: en la táctica, en la organización de las fuerzas en grupos no mayores de 1 000 hombres poderosamente armados y en todas las medidas que acompañaban su avance para reducir al mínimo el riesgo de que cayera algún arma de ese tipo, si lograban romper nuestras barreras antiaéreas y si lograban adquirir el dominio del aire, que era ya nuestro, gracias a los pilotos que volaban en vuelos rasantes a casi 1 000 kilómetros por hora y a 40 ó 50 metros de altura.
Se las arreglaron nuestros combatientes para dominar el aire, disponían de las armas con que contrarrestar un posible ataque de esa índole. Pero aquellos que lo saben todo, lo ignoraban. Nosotros tenemos la más absoluta convicción de que no lo ignoraban; mas por ello no pudieron impedir la derrota del poderoso ejército del apartheid.
No solo los pueblos africanos, otros pueblos, los caribeños, ¿no lo demostraron? Ayer hablaba yo del aeropuerto de Granada, que ha resultado vital para el rápido desarrollo económico que está teniendo la isla. Tenían condiciones turísticas excelentes, pero no tenían un aeropuerto. Los proyectistas cubanos lo elaboraron; se construyó casi sobre el mar. Recientemente tuvimos oportunidad de visitarlo.
Estaba casi terminado cuando la famosa invasión, y allí, incluso, para humillarnos, con bombos y platillos aterrizó el señor que ordenó la invasión. No pasó mucho tiempo, algunos años sí; pero allí nos recibieron los granadinos en días recientes (Aplausos) y recibieron a nuestra delegación con un cariño extraordinario, y en aquel aeropuerto pusieron una placa, que inauguramos el día de la llegada, en memoria de los constructores que trabajaron en aquel aeropuerto, algunos de los cuales murieron cuando aquel injustificable y artero ataque se produjo contra Granada.
Hay que confiar en la historia, hay que confiar en los pueblos, y eso nos estimula en esta lucha, y nos enseña. No crean que son simples letreros que después se borran, o simples consignas o palabras que se lleva el viento. No, son como ciclones capaces de derribar grandes obstáculos; son como ciclones en la conciencia del pueblo norteamericano; son como ciclones en la conciencia universal; son como ciclones barredores de mentiras, porque los pueblos que así actúan y los pueblos que son capaces, en medio de un diluvio de mentiras y de calumnias, de apoyar a un país como Cuba, los impresionan, y se refleja en la propia publicidad de las agencias internacionales, y, cosa curiosa, en determinadas cadenas de televisión norteamericanas que han trasmitido el mensaje.
Ellos ven que están dando coces contra el aguijón, que pasa el tiempo y su campaña no se fortalece sino que se debilita; pasa el tiempo y los pueblos tienen cada vez más conciencia; pasa el tiempo y los pueblos se unen cada vez más; pasa el tiempo y los pueblos con los recursos modestos disponibles son capaces de organizarse, actuar, hablar y hacerse oír.
Lo que expreso aquí es el sentimiento de todos los cubanos, es incluso una prueba de nuestra conciencia del inmenso valor de la solidaridad de ustedes, como un eficaz medio de defensa, hasta de protección --como decían ustedes-- contra los planes locos. Yo no he querido hablar de los planes locos, ni decir una palabra --y tengo cantidad de información sobre todo eso--, porque no quería deslucir en lo más mínimo con denuncias de ese tipo el estado de ánimo o la brillantez, digamos, de las actividades, de las reuniones internacionales que iban a tener lugar en el país. Conocemos las ideas despectivas de los autores de tales planes sobre el pueblo dominicano, sobre las autoridades dominicanas, sobre las fuerzas de seguridad dominicanas.
Me veo obligado a expresar aquí, con la honradez y la franqueza que hablo siempre, que las autoridades y las fuerzas de seguridad han realizado un excelente trabajo en torno a las medidas que hicieran imposible los planes locos y descabellados de aquellos que aprendieron a matar y a poner bombas durante muchos años (Aplausos). Es mi deber expresarles el reconocimiento también en el día de hoy.
Pero todo eso se unió. La actitud de la población tiene un peso fuerte, es una presión fuerte, aunque a elementos inescrupulosos, que mucho abundan en las filas de esos grupos terroristas, no les llegue a importar eso.
Por ello, unidos todos los factores: opinión pública, la presión moral tremenda del pueblo, más las medidas concretas de organización adoptadas, han eliminado las esperanzas de aquellos que subestimaron al país, porque pienso que en sus declaraciones --y tengo algunas-- y en lo que decían, realmente estaban hiriendo el honor del país, el honor no solo del pueblo dominicano, el honor de las autoridades, el honor de los cuerpos encargados de garantizar la seguridad, porque únicamente sobre la base de la subestimación podían concebir la idea de que este era el momento y el lugar perfecto para hacerlo.
¿Por qué? ¿Por qué subestimar así a todos los dominicanos en el sentido del honor, de la dignidad y de la responsabilidad? Ya que esto se convirtió en una especie de batalla en que ellos estaban empeñados en demostrar que sí, que podían llevar a cabo sus planes, y el pueblo y las autoridades empeñados en demostrar que la República Dominicana merecía respeto y era capaz de impedir semejante ultraje a su soberanía y a su prestigio, porque cualquier acto vandálico de ese tipo habría ocasionado un daño grande al país, al turismo, incluso; al prestigio internacional de la nación, algo importante que había que defender como una trinchera intomable (Aplausos). Y todos, realmente todos han actuado al unísono en esa misión, y todos han obtenido la victoria (Aplausos).
(Del público le dicen algo.)
Habría preferido nacer en el siglo XXI (Risas y aplausos). Este es muy interesante; pero después les digo algunas cosas. (Del público le dicen: "¡Nos han ayudado mucho!") Nada, son ustedes los que nos han ayudado a nosotros (Aplausos). Ojalá hubiéramos podido ayudarlos de verdad. Es un pueblo que realmente quiero, que admiro, que agradezco, porque lo primero que leemos es la historia de Cuba y sabemos la participación de este pueblo hermano en nuestra lucha por la independencia. Sabemos del entrañable afecto de Martí por este país; sabemos que aquí se escribió el Manifiesto de Montecristi, y sabemos y no podemos olvidar que de aquí salieron Gómez y Maceo para aquella epopeya que fue la guerra del 95. Pero no es lo que hicieron, sino el ejemplo que nos dejaron, las ideas que nos legaron.
Yo trataba de demostrar ayer en el acto de Baní cuál era el pensamiento más íntimo de Martí, su idea universal, su idea latinoamericana, y lo fue diciendo poco a poco, sobre todo a medida que se acercaba el momento del comienzo de la guerra, y describiéndolo cada vez con mayor claridad.
Aunque decía que en silencio había tenido que ser, ya no podía aguantarse demasiado su silencio. Cualquiera puede seguir qué palabra dijo un día, y qué dijo otro, y cómo se refería a la poderosa potencia que emergía y no la nombraba, cuando expresaba su angustia, a la vez que su determinación de impedir que este hemisferio fuese devorado por esa potencia, hasta que al final, el día antes de su muerte, 24 horas antes de su muerte, lo escribe ya y pronuncia el nombre: En silencio ha tenido que ser. Todo lo que he hecho hasta hoy, y haré, será para impedir con la independencia de Cuba que Estados Unidos se extienda con esa fuerza más sobre nuestros pueblos de América (Aplausos).
Ya lo dijo clarísima y definitivamente el día antes de su muerte cuando expresó con toda su fuerza lo que llevaba dentro, y qué frase: "En silencio ha tenido que ser", porque era tan inteligente que comprendía que si revelaba aquella idea prematuramente habría sido imposible llevarla a cabo. Estaba organizando la expedición, adquiriendo armas; pero ya en aquel momento lo dice claramente.
El sabía que lo prioritario en ese momento era organizar la independencia, organizar la fuerza, coordinarlos a todos, suministrarlos de armas e iniciar la lucha para una guerra rápida, lo menos sangrienta posible, que es la que proclama en el Manifiesto de Montecristi, aunque ya cuando él escribe aquel manifiesto le han ocupado los barcos con casi todas las armas. Partió con el pecho, partió con sus ideas, partió con su confianza en el pueblo, partió con su confianza en aquellos guerreros heroicos, especialmente con la confianza en aquel extraordinario jefe que fue Máximo Gómez.
Yo quería ayer demostrar por qué ideas lucharon aquellos hombres, por qué ideas hicieron tantos sacrificios, qué horizonte tan amplio tenía su causa, y qué triste historia cuando nos impusieron aquella enmienda, ya después de licenciar al Ejército Libertador y liquidar el Partido creado por Martí, en medio de una Asamblea Constituyente. La enmienda, una enmienda, ni siquiera una ley, algo que habitúan hacer muchas veces: una percha, colocada en una ley, que les daba el derecho a intervenir en los asuntos internos de Cuba, derecho que hicieron imprimir en la Constitución de nuestra supuesta república soberana, más una base militar en una de las mejores bahías que tiene el país, y que está ahí todavía y no han dicho cuándo se la devuelven.
Como la locura no puede ser eterna, ni el imperialismo eterno, no hay que derramar una gota de sangre por esa base.
Siempre para nosotros estuvo claro que no se derrama la sangre por un pedazo de territorio que más tarde o más temprano regresa al seno de la patria o de la humanidad (Aplausos). En todo caso, si se derrama una gota de sangre, hay que derramarla por la humanidad y hay que derramarla por ese planeta del cual tiene que vivir y vivirá un día la familia humana, y bajo principios que no serán la explotación y el egoísmo despiadado, que no serán la desigualdad y la injusticia; serán realmente la fraternidad, la verdadera fraternidad, la hermandad y la justicia entre todos los seres humanos que habitamos este planeta, y por eso sí vale la pena cualquier sacrificio.
Como creemos en ese futuro, más tarde o más temprano, aunque podríamos repetir, como Allende, "más temprano que tarde", ese mundo vendrá (Aplausos).
Esa fue la intervención, esa fue la trampa que le hicieron a nuestro país. Después lo compraron todo, se apoderaron de todo; empezaron a crear una conciencia antinacional, a deformar nuestra historia. Todo se debía a la "generosidad" de Estados Unidos. Después de 30 años de lucha heroica de nuestro pueblo, con el sacrificio de la vida de cientos de miles de sus hijos, aparecen ellos; ya derrotada España, porque España no podía sostenerse --y puede demostrarse histórica y matemáticamente que no podía sostenerse en Cuba--, es que intervienen y ocupan nuestra isla, y junto con nuestra isla ocupan Filipinas, y junto con Filipinas, nuestra entrañable hermana, la isla de Puerto Rico (Aplausos).
Mucho nos alegra recordarlo aquí, porque acaban de dar una lección impresionante, y en los anales del neoliberalismo tendrán que escribir con letras de oro la página que acaba de escribir el pueblo de Puerto Rico, a los 100 años.
Hablamos de conmemoraciones, pero ese movimiento unánime, esa huelga puertorriqueña en español... (Aplausos y exclamaciones de: "¡Independencia para Puerto Rico!") Después de 100 años de inglés, vean cómo se yergue el pueblo puertorriqueño con su cultura que no ha podido ser destruida, con su idioma, con sus sentimientos patrióticos, porque hay algo detrás de esa actitud: un sentido de orgullo nacional. ¿Y luchando contra qué? Contra lo que está más de moda en el mundo: la privatización de una empresa telefónica.
Cuando por ahí lo andan vendiendo todo --hasta nosotros hemos tenido que vender una parte para que no se convirtiera en un objeto de museo nuestro sistema telefónico, y poder incrementar las comunicaciones y poder modernizarlas, para lo cual no tenemos capital; hemos tenido, aunque muy bien analizado, muy bien calculado, que vender, en parte, la empresa, por necesidades de tecnología y de capital, que están por ahora muy lejos del alcance de nuestras manos--, ellos han organizado una huelga nacional. Cuando tuve la primera noticia de la idea de la huelga general en una reunión de economistas, que me lo cuenta un economista puertorriqueño, me quedo asombrado, porque una huelga unánime no ha ocurrido en ningún país de América Latina.
Todos los días subastan una empresa, y ellos que están allí, bajo el dominio de la potencia neoliberal por excelencia, se han opuesto a la privatización de una empresa. Es un ejemplo, y yo diría que es el mejor homenaje, o el mejor recuerdo, o la mejor advertencia y mensaje que podría haber lanzado el pueblo puertorriqueño a los 100 años de ocupación de la isla por las tropas norteamericanas.
En nuestro país buscaron formas más sutiles, se apoderaron de toda la economía, de las principales tierras, las industrias; establecieron una Constitución, una enmienda. ¡Cuánto tienen que haber sufrido Máximo Gómez y otros más!
Ya Martí, Maceo, Agramonte, decenas y decenas de héroes habían muerto; no sufrieron aquella amargura, ni tenían que sufrirla, porque confiaban en su pueblo y en su capacidad de vencer todos los obstáculos, todos los reveses.
Los que cayeron antes sí sabían los tropiezos que podían ocurrir, y más de uno, como el propio Máximo Gómez, sufrió el terrible suceso del Pacto del Zanjón cuando las divisiones --como decía Martí-- dieron lugar a la desmoralización en virtud de la cual se rindieron las armas sin la plena independencia del país.
Cada vez que ocurre una de estas cosas, sentimos la satisfacción por el recuerdo de los que contribuyeron con su vida para alcanzar estos objetivos.
Es por eso que somos tan reacios, tan alérgicos a las individualizaciones de los méritos, porque siempre está presente en todos nosotros, y en mí en un grado muy alto por los años que he tenido el privilegio de participar en esta lucha, el recuerdo de muchos y muchos compañeros que desde los primeros días de la lucha revolucionaria cayeron, y el recuerdo también querido y sagrado de aquellos que desde el siglo pasado lucharon y cayeron para que hoy exista un país independiente que se llama Cuba (Aplausos).
Decía hace bastante tiempo --hoy mismo (Risas)-- que lo importante no era preguntarse qué iba a pasar en Cuba, sino qué iba a pasar en el mundo. No es que yo les vaya a dar una respuesta categórica y precisa, aunque sí puedo hacer algunas afirmaciones categóricas: el llamado nuevo orden --a cada rato viene un nuevo orden--, este orden neoliberal que están imponiendo al mundo, es insostenible; la globalización neoliberal --para ser exacto-- es insostenible (Aplausos).
Este es un punto de partida fundamental para nosotros y un elemento que nos estimula a todos en esta lucha, porque no se lucha en vano, no se lucha por un país.
Hoy, obligadamente, la lucha de cualquier país, de cualquier pueblo, especialmente los pueblos del Tercer Mundo, se convierte en una lucha por el mundo, en una lucha universal. Cualquier granito de arena que se ponga --unos pueden poner más, otros menos--, depende de factores y depende de circunstancias.
Yo decía, y lo he dicho en otros muchos lugares --lo decía allá en Ginebra--, algo que no se puede realmente contrastar: la globalización es inevitable; es un producto de la historia, del desarrollo de las fuerzas productivas, como dijo Marx en su tiempo --tiempos, desde luego, en que no se conocían ni podían conocerse muchos de los problemas de hoy. Tuvo una gran premonición, la visión de una ley, de un desarrollo de la sociedad humana a la que dedicó gran parte de su vida, y al estudio del capitalismo que conocía mejor que Friedman, los del Banco Mundial, los del Fondo Monetario y toda esa gente.
El hombre que más supo de capitalismo en el mundo fue Carlos Marx (Aplausos). Fíjense lo que voy a decir, Isa Conde y demás --y ustedes me lo van a perdonar--: Marx sabía más de capitalismo que de socialismo, porque Marx concebía el socialismo como una sociedad ulterior. El no intentó describir cómo iba a ser un sistema socialista, ni mucho menos decir cómo debía ser una Constitución socialista; él estaba consciente de que esa no era su tarea. Su tarea fue estudiar bien un sistema social, una ley histórica, y tenía la seguridad más completa de que inevitablemente esa sociedad tendría que ser sustituida por otra sociedad y no por capricho de nadie, ni por deseos de nadie, sino como una necesidad real y objetiva del desarrollo humano.
El criticó a los utopistas. Me siento entre los criticados, y con razón, ¿no?, porque antes de leer el primer documento marxista, estudiando la economía política que nos enseñaban en la universidad, bastante amplia --era un profesor bastante riguroso, que no era marxista, pero que iba explicando las distintas teorías y concepciones económicas, y nos hablaba de las crisis de superproducción, del desempleo y de todos aquellos problemas que despertaron mi interés por aquel tema y me hicieron meditar mucho sobre él--, llego por mi cuenta a la convicción de que aquel sistema era caótico, absolutamente caótico, y es por eso que me convierto en una especie de comunista utópico, en un individuo que se pone a imaginar una sociedad diferente y más justa. Desde luego, yo podía conocer de justicia y de injusticia, porque no adquirí uso de razón como proletario. En mi casa adquiero uso de razón como hijo de propietario terrateniente.
Bueno, afortunadamente no vivía en ningún barrio aristocrático, vivía allá en el campo, en pleno campo de verdad. Todos mis amigos, toda la gente que conocía eran los hijos de los trabajadores, con ellos jugaba, iba por todas partes, no tenía ni el más remoto chance de adquirir una especie de espíritu de clase burgués o rico. Desde luego, no entendía nada de política, pero esas cosas las veía, cómo era la vida del trabajador y del campesino pobre allí, en un lugar donde el dueño de aquellas tierras era realmente un hombre generoso; un inmigrante español al que incluso habían reclutado y habían llevado como soldado a luchar contra la independencia de Cuba, lo arrancaron de allá como arrancaban a los campesinos de los campos de España. No tiene nada de extraño si mi padre hubiese estado allí en la trocha de Júcaro a Morón-- que creo que fue uno de los lugares donde él estuvo--, en algunas de las ocasiones en que Máximo Gómez u otro jefe cubano pasó por allí. Tenía 16 ó 17 años cuando estuvo de soldado en la trocha de Júcaro a Morón.
Una vez estaban preguntando --lo cual es una mala costumbre-- procedencia de clase a todo el mundo, a todos los militantes del Partido, y me llega a mí también lo de procedencia de clase. Digo: Nieto de campesino pobre (Risas y aplausos). Los abuelos no tenían allá ni con qué alimentar a los hijos.
Cuando a mi padre lo repatrian a España, después de la guerra de que hablamos, él emigra a Cuba y empieza a trabajar en uno de esos grandes latifundios de la United Fruit Company, cuando aquella gente cortaba la caoba y la madera preciosa como leña para los centrales azucareros que estaban construyendo allí, y acabaron con bosques y todo. Esa es otra deuda que tienen al menos conmigo, que convirtieron a mi padre en un cortador de bosques de maderas preciosas para utilizarlas como combustible y desbrozar el terreno (Risas).
Así fue la historia, pero mis padres vivieron siempre en el campo, semianalfabetos. Mi padre y mi madre aprendieron a leer y escribir solos, de adultos. Fue una de las razones por las que mi madre, que sufría mucho por eso, se esforzó porque nosotros, los hijos, estudiáramos. Se esforzaba más que los propios hijos (Risas); pero algunos, por una causa o por otra, nos interesamos más.
No vivían en ningún barrio burgués. No vivían en Vista Alegre, en Santiago de Cuba, que era el barrio de los ricos, de manera que yo no pude adquirir aquella mentalidad; pero sí, desde que empecé a recordar las cosas, las que recordaba después, a medida que iba teniendo contacto con las ideas políticas, y sobre todo cuando empiezo a tener contacto con las ideas socialistas, es que voy sacando conclusiones. Cuando ya me encuentro con los primeros documentos, fue casi como gasolina cuando se le arrima un fósforo. Así es como yo entro en una ideología política.
Decía que Marx hablaba de los socialistas utópicos, pero estudió sobre todo aquellos elementos que mencionaba. Otros tenían que realizar la tarea, porque a él no le gustaba hacer el papel de profeta de la construcción del socialismo. Ahí se abre otro ángulo, digamos; otro campo.
Algo muy importante también: no concebía el socialismo en un solo país. Ninguno de los autores y teóricos del marxismo, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, concibieron la idea del socialismo en un solo país, porque lo veían como algo realmente imposible, y pensaban en el desarrollo de Inglaterra, de Alemania, de Estados Unidos. Incluso, cuando se produce la famosa Revolución de Octubre, no concebían el socialismo en aquel país atrasado de Europa, el más atrasado de Europa: un país con un 80% de campesinos, una reducida intelectualidad teórica, con grandes conocimientos, brillantes pensadores que conocían todas las ideas políticas de la época.
Se produce el socialismo después de una guerra que destruyó las pocas industrias que tenían, aunque algunas importantes, y con una naciente clase obrera muy combativa y un 80% de campesinos tratan de construir el socialismo. Lo otro era rendirse y prefirieron la opción de intentar construir el socialismo en aquel país. Cuando desaparecieron las esperanzas de revoluciones en Alemania y en otros países industrializados --esa es la verdad histórica--, iniciaron aquella tarea.
Recuerdo haber leído cómo en determinado momento Lenin concebía la construcción del capitalismo bajo la dirección de los trabajadores, de un gobierno de trabajadores. Decía: Hay que construir el capitalismo, hay que desarrollar las fuerzas productivas. Pero fue tal el acoso, las agresiones, el aislamiento y la situación crítica que no le quedó más remedio que aceptar aquel desafío; Marx se habría puesto las manos en la cabeza, realmente.
Y no les quito la razón. Digo sinceramente que si me hubiera visto en una situación como esa, hubiera hecho eso; porque al fin y al cabo eran todavía más irracionales las posibilidades de que nuestra Revolución se mantuviera después que se derrumba el campo socialista, surge el mundo unipolar y el enemigo encarnizado de nuestro país está ahí más poderoso y fuerte que nunca, cuando nosotros ni siquiera podíamos contar con ningún apoyo exterior. Y, sin embargo, dijimos: Vamos a proseguir. De eso han pasado ya ocho años; quizás un poquito más, porque los problemas se empezaron a presentar antes de 1990.
No es que nosotros estemos construyendo el socialismo; fundamentalmente en este momento estamos defendiendo la soberanía, la independencia del país y las conquistas del socialismo. Si podemos hacer un poquitico de socialismo, lo hacemos; pero principalmente queremos perfeccionar lo que hemos hecho, ir ganando en calidad. Si tenemos más de 60 000 médicos, que nuestros médicos sean cada vez mejores médicos.
Vean ustedes que, en pleno período especial, hemos logrado seguir reduciendo la mortalidad infantil y llevarla a niveles de 7,2; en pleno período especial 7,2 (Aplausos). Son mejores nuestros médicos.
Si tenemos de 250 000 a 300 000 maestros y profesores, nuestros maestros y profesores tienen cada día más conocimientos. Y seguimos graduando, porque hay algunos que se retiran. Y tenemos una reserva de maestros para que los otros puedan estudiar. Miles de maestros tienen la oportunidad de estudiar a tiempo completo con su salario, que es modesto en las actuales dificultades económicas, pero tienen su salario y pueden dedicarse a tiempo completo a la superación y al estudio. Vamos mejorando la calidad, vamos seleccionando mejor los que ingresan a las escuelas pedagógicas y los vamos preparando mejor. Y así con todos nuestros profesionales.
La Revolución ha graduado 600 000 profesionales universitarios, y a todos les buscamos algún empleo. Si quieren hacer otro trabajo, bueno, hacen una especie de recalificación.
Detenido el impulso del desarrollo, deprimida la economía, lógicamente no podíamos darle un empleo racional, óptimo, a cada uno de los graduados; pero no se cerraron las universidades, ingresa un número considerable todos los años, ya más seleccionados por el expediente, por la vocación, por las capacidades. Sin embargo, tenemos capacidades disponibles en las universidades. Hay más de 20 000 profesores. No se ha reducido el número de profesores universitarios, ahí están estudiando, superándose.
Hay capacidades que estamos utilizando con determinados países, no en el número que desearíamos. En cierto momento nuestro país --como dije ayer-- tuvo 22 000 becarios extranjeros; alcanzó esa cifra, que no la alcanzó ningún otro país, un per cápita tan alto de becarios por ciudadanos del país. Pero ahora, sí, por ejemplo, tenemos algunos planes para estudiantes de los países del CARICOM que tienen dificultades para estudiar, países muy pequeños y aislados geográficamente que no pueden tener facultades universitarias, y les hemos ofrecido todas las becas que quieran. Eso no nos arruina. Ahí están los mismos profesores, ni un gasto más en profesores; ahí están las instalaciones, ni un gasto más en instalaciones. Un gasto en el mantenimiento de los estudiantes. Y lo hacemos gratuitamente. Sí les recomendamos a los países que les envíen alguna ayuda adicional para ellos , para gastos personales, que compensen un poco las carencias que puedan tener nuestros propios estudiantes en este período que estamos viviendo.
Es decir que nosotros vamos mejorando en calidad. Nuestros investigadores, que son muy jóvenes, tienen cada día más experiencia y programas más audaces.
La administración la hemos racionalizado todo lo que puede ser racionalizada, y estamos buscando eficiencia por encima de todo, controles por encima de todo, porque al abrirse las puertas de nuestro país a la entrada y salida de cientos de miles y de millones de personas, los riesgos que se corren son de todo tipo: riesgos para la seguridad cuando los planes terroristas se organizan en el exterior para conspirar, hacer combinaciones, introducir elementos explosivos; todo eso se facilita. Pero no es eso, no son solo las cosas de seguridad, son costumbres, hábitos. En nuestro país no existía ni la propina, y a partir de los hábitos establecidos en el servicio turístico del mundo y la necesidad de un cierto estímulo a los que trabajan en el sector, independientemente de su buena voluntad, la hemos aceptado; y porque sería imposible, es un hábito, que no hay nadie --unos más y otros menos-- que no entregue una propina cada vez que recibe un servicio. Eso es inevitable.
Hemos tenido que aceptar la libre circulación de la divisa convertible. Venían por distintas vías del exterior, y no se podía estar persiguiendo al que tenía divisa convertible: libertad de poseer y utilizar divisas convertibles. Bien, ayuda dentro de una situación determinada. Eso no lo hicimos nunca antes de este período especial. Claro, los que reciben aportan, adquieren determinados productos, y una parte del valor viene a ser como un valor agregado para ayudar a satisfacer necesidades de alimentos, medicinas, etcétera, de aquellos que no tienen el privilegio de una remesa exterior.
Hemos tenido que hacer muchas cosas, pero tenemos riesgos que no teníamos antes. Debemos tener un mayor cuidado, y muchos perros amaestrados que tienen que aprender dos cosas --nuestros perros, en el caso especial de nuestro país, necesitan dos oficios--: tienen que ser expertos en detectar drogas y además explosivos (Aplausos). Los perros de ustedes no necesitan detectar explosivos, únicamente algún pequeño grupo para alguna situación como esta de una reunión internacional; pero no andan por ahí grupos, muy estimulados y muy entrenados, desesperados porque no se derrumba la Revolución, no satisfechos todavía con un bloqueo recrudecido, más otro bloqueo por añadidura, al desaparecer, como he dicho más de una vez, aquellos que eran los pilares de nuestro comercio. Desesperados por todo eso, arrecian sus planes. Ustedes no tienen ese problema, ningún otro país prácticamente lo tiene. Pero ellos quieren golpear el turismo, quieren golpear las inversiones extranjeras desalentándolas, para no dejarle al país ni una oportunidad.
Es por eso el esfuerzo, las medidas que hay que tomar de todo tipo, porque no es solo con perros que se descubren los planes. Y si a algo hemos aprendido nosotros es a descubrir planes. Los perros ayudan, desde luego.
El turismo trae esos peligros, y la inversión extranjera los trae, crea diferencias. Se promueve la corrupción, indiscutiblemente, porque está el hábito de una comisión de tanto y más cuanto para que le den preferencia a tal empresa sobre la otra, todo eso; pero ello nos obliga a nosotros a una organización más eficiente, a auditorías eficientes y auditores que auditoreen a los auditores, además (Risas y aplausos).
No se imaginan ustedes lo que es la lucha contra todo lo que trae aparejado el sistema social, histórico, que ha prevalecido en los últimos siglos. No puedo generalizar, hay muchos inversionistas rigurosamente honrados, rigurosamente honestos, que no andan con actividades de esa clase; pero los hay, hay de todo.
El país ha abierto, ya no es el país en una urna de cristal. Nosotros hemos planteado la tesis de que la virtud se cultiva en contacto con el vicio; de lo contrario, la virtud está en una urna pura, aséptica totalmente, sin un germen patógeno, con mil filtros que impiden que aires contaminados penetren.
Las palabras que yo decía eran: La virtud se cultiva en la lucha contra el vicio. Si se es puro, en la urna de cristal, después, cuando aparecen los gérmenes, pueden no existir anticuerpos suficientes.
Nuestro pueblo es un pueblo con muchos anticuerpos morales y de conciencia; pero siempre hay un número de personas susceptibles a enfermarse, a enfermarse ideológicamente. El enemigo lo estimula, presenta su sociedad de superconsumo --la norteamericana no es de consumo, es de superconsumo-- como modelo, como sueño, y lo divulgan por todos los medios; además, lo pregonan. Empiezan a comparar los ingresos de un país, el más rico del mundo, con los de países del Tercer Mundo, esos países que están por desarrollarse y a los que no quieren permitir que se desarrollen; a presentar sus patrones de consumo y de vida contra los que puede mantener un país como Cuba que lleva casi 40 años de bloqueo riguroso, al que no se le permite comprar ni una aspirina.
Ustedes ya han oído hablar de que unas medidas, mencionadas recientemente, supuestamente van a liberalizar un poco la venta de medicamentos. Pero para comprar un medicamento --todavía no lo tienen reglamentado ni tienen apuro--, los trámites y los papeles burocráticos hacen casi imposible comprar una aspirina apenas. Ellos, sin embargo, han hecho ver que sí, que van a liberalizar, pero la verdad es que hasta ahora no hay nada práctico en eso. Y al país bloqueado durante 40 años, entonces dicen: Miren el socialismo, las necesidades que tiene el pueblo, a eso lo ha conducido la Revolución; contrastándolo con lo que tienen los consumidores allí en el imperio.
Es como si ataran a alguien de pies y manos y lo lanzaran al agua, y dijeran: Mira a ese que no puede nadar. Pues nosotros hemos sido capaces de nadar, incluso, con los pies y las manos atados, y decir: Tenemos cosas que no tienen ustedes, porque no hay un solo anciano durmiendo debajo de un puente tapado con papeles (Aplausos prolongados); no tenemos un solo analfabeto (Aplausos). No tienen ellos muchos totalmente analfabetos, sobre todo tienen analfabetos funcionales; pero hay otra categoría de analfabetismo que es terrible: el analfabetismo político (Aplausos).
Realmente uno se asombra muchas veces, porque es un pueblo inteligente, sin duda, trabajador. Pero, ¿cómo un sistema puede mantener en la ignorancia de valores y cuestiones esenciales al ser humano?
Tenemos una mortalidad en toda Cuba inferior a la de la capital de Estados Unidos (Aplausos), y los niveles de supervivencia son iguales en el campo y en la ciudad (Aplausos), en los negros, los mestizos, los mulatos, los trigueños y los blancos (Aplausos). En Estados Unidos hay mortalidad infantil para ricos y mortalidad infantil para pobres; mortalidad infantil para blancos y mortalidad infantil para negros, depende del color, la riqueza y todo eso. En nuestro país la mortalidad infantil es igual para todos (Aplausos), y las mínimas muertes maternas son las mismas en el campo que en la ciudad; es igual para todos, independientemente de ingresos, riqueza y todo eso.
En nuestro país el 85% de la población es dueño ya de su vivienda; hay otro tanto por ciento en que muchas casas son de industrias básicas; el médico de la familia tiene una casa que no es propiedad de él, porque si lo trasladan tiene que dejarle la casa al médico de la familia que viene; o las casas en una fábrica apartada. Pero un altísimo porcentaje de la población es dueño de su vivienda, no paga renta, no paga ni siquiera impuestos.
En Estados Unidos hay que pagar mucho más de impuesto, incomparablemente más, por ser dueño de la casa, que lo que en Cuba se pagaba de renta en la época del capitalismo. Bueno, hay muchas, muchas cosas en nuestro país, pobre y bloqueado, que no tienen ellos, incluso desde el punto de vista material.
Nuestros atletas ganan muchas medallas de oro (Aplausos) y no tenemos que estar comprando atletas de otros países (Aplausos).
Ahora, vean en qué duras condiciones nuestros pueblos tienen que luchar si tienen un equipo amateur: Los atletas reciben en nuestro país un gran apoyo, la oportunidad de estudiar en las escuelas de educación deportiva, un título universitario, ingreso modesto, y de repente les ofrecen 5 millones, 10 millones de dólares a un atleta. Es realmente abusivo, inmoral que un país forme sus atletas, los quiera tener allí para que el pueblo los disfrute, los vea, y los compre desde el exterior un país rico. Como realmente el deporte se ha profesionalizado en los últimos años y los atletas se han convertido en mercancía, no se imaginan ustedes los sacrificios de un país para mantener la moral y espíritu patriótico de sus atletas y que sean incapaces de venderse por millones de dólares (Aplausos).
Tenemos el orgullo de contar con atletas a quienes les han ofrecido contratos hasta por 40 millones de dólares por jugar cinco años y los han rechazado, y esos atletas lo que tienen es un modesto apartamento y pueden llegar a tener un modesto carro como estímulo, como premio a su esfuerzo. Luego hay que asombrarse de que existan hombres capaces de rechazar, en este mundo enajenado por el dinero, 40 millones de dólares.
Ellos se llevan atletas de todos los países, pero cuando consiguen sobornar a un atleta cubano lo divulgan por todo el mundo como una humillación para Cuba.
A las últimas competencias fueron más de 800. Cuando fueron a Puerto Rico, en los últimos Juegos Centroamericanos, quisieron hacer un saqueo de atletas y ofrecieron mucho, incluso consiguieron la deserción de algunas decenas, no recuerdo el número exacto. Esta vez consiguieron tres y ninguno de los de más categoría, y allí estaban nuestros boxeadores que ganaron casi todas las medallas de oro y los quieren comprar, y a nuestros deportistas los quieren comprar. Es otra forma de hostigamiento y de saqueo.
Ellos están creando escuelas en América Latina para promover valores deportivos, especialmente para las Grandes Ligas de pelota, porque han sacado la cuenta de que les cuesta más caro formar un atleta en Estados Unidos que un atleta en América Latina. Bien, algunos van allá, y yo sé que ustedes no se pueden conformar con otra cosa, se alegran con razón cada vez que un pitcher bueno, un jonronero de primera, bota la pelota allá en las Grandes Ligas.
En nuestro caso el deporte es un espectáculo, dura casi todo el año, la gente quiere ver a sus atletas. Hay algunos eventos que son mucho más cortos; los voleibolistas, por ejemplo, van a estar breve tiempo participando como espectáculo propiamente. Pero es una lucha tremenda por llevárselos.
Por todos los medios ellos tratan de introducir el virus ideológico, dividir, desmoralizar, y nosotros tenemos que enfrentarnos a todos estos problemas con nuestra apertura; pero creo que estamos aprendiendo a enfrentarnos bien a todos y a ser también más eficientes en todo. El día en que volvamos a tener recursos relativamente abundantes, seremos posiblemente dos veces, tres veces más eficientes de lo que éramos en los tiempos de las vacas gordas, y podremos utilizar mejor los recursos. Estamos avanzando en calidad en esta lucha; poco a poco, y con todas las leyes perversas que nos aplican, vamos avanzando, puede ser un 5%, un 3%, un 2%, 1,5%, y si un día una supersequía, un ciclón o cualquier otro fenómeno nos hace caer un punto, ni nos desmayamos por eso, ni mucho menos, seguimos luchando. Ya les decía que tenemos alrededor del 76%, algún día llegaremos al ciento por ciento de lo que habíamos alcanzado ya.
Nuestra batalla es una batalla no solo de supervivencia, o de sobrevivir por sobrevivir, no; es una batalla para participar en la lucha por un mundo mejor (Aplausos), para participar en esa lucha junto al mundo.
Ellos darían un golpe fuerte si derrocaran a la Revolución Cubana, porque ahí están todas las tribunas de Naciones Unidas, y en las propias Naciones Unidas y en todas partes está presente un país que ha sido capaz de resistir, un país que ha sido capaz de demostrar que con muy muy pocos recursos se puede hacer mucho, y ahí siempre está su voz. ¡Qué dieran ellos por apagar la voz de Cuba en cualquier tribuna, en la OMC o en la OMS!, porque allí está Cuba siempre sacando los cálculos y las cuentas de cuánto despilfarran en esto y en lo otro y en lo otro; cuánto vale una medicina contra el SIDA, los 10 000 dólares que hay que pagar anualmente para ese coctel que puede preservar la vida de un enfermo de SIDA, y preguntándoles de dónde van a sacar los africanos los 300 000 millones de dólares que necesitarían cada año para darles ese mismo tratamiento médico a más de 30 millones de enfermos de SIDA en Africa.
Hay muchas preguntas que hacerles en todas partes y en todas las tribunas y muchas cosas que denunciar, para ayudar a formar la conciencia que necesitamos y que necesita el mundo, para soluciones que, repito, no van a venir por voluntad de nadie, sino por necesidad de una humanidad que necesita sobrevivir. Porque, realmente, lo que se discute es la supervivencia de la especie; ya no es la supervivencia de una revolución en una isla o en un pequeño país, se discute la supervivencia de la especie humana.
Para cualquier revolucionario, a mí me parece que la idea de ese mundo del futuro es tal vez la idea más importante y más noble que pueda albergar.
Los revolucionarios siempre lucharon para el futuro. Máximo Gómez y Martí lucharon para el futuro. Cuando Martí murió allí en Dos Ríos, sabía que estaba muriendo por un futuro; su preocupación no era ver el fruto de todo aquello. Habría sido extraordinariamente útil su presencia más tiempo. Muere en la flor de la juventud, puede decirse; cuando más estaba produciendo su talento. Ellos estaban luchando por un futuro.
Luchar por el futuro no significa dejar de hacer todos los días lo que deba hacerse por el presente, no hay que confundir jamás una idea con la otra.
A nuestro país, en su condición de Estado revolucionario, le resulta posible consagrar una gran parte de la batalla a esa lucha por el futuro, a esa lucha contra la globalización neoliberal que nos aplasta a todos y que amenaza con aplastarnos a todos. No es la lucha contra la globalización como fenómeno inexorable; es la lucha por una globalización humana y una globalización justa.
Si al Papa le preguntan, respondería: Por la globalización de la solidaridad. Si nos preguntan a nosotros, en lo más íntimo decimos aquello en lo que creemos, la única globalización que sería capaz de salvar la humanidad, de preservar la especie humana, y utilizaría las palabras globalización socialista (Aplausos y exclamaciones de: "¡Viva Cuba revolucionaria!").
¿Es por dogmatismo? ¿Es por fundamentalismo ideológico? ¡No!, ni mucho menos; es por una convicción profunda. El mundo no podría salvarse por el camino que lleva. No habría, a mi juicio, la menor posibilidad de supervivencia de la especie; tampoco habría posibilidad de supervivencia de esa globalización y de ese nuevo orden que están estableciendo, porque las masas estallan, porque los pueblos estallan, porque la humanidad estalla.
La humanidad no pondrá su cuello bajo el hacha del verdugo; su instinto de preservación, su condición de seres humanos pensantes lo hace imposible.
Pensamos, por ello, que en el campo de las ideas se libra una gran y difícil batalla, porque las soluciones, al globalizarse todo, también se globalizan. Y vuelvo a repetir: es sagrado el deber de hacer todo lo que pueda hacerse en el marco de la actividad de cada cual. Ahora, la gran tarea estratégica o las verdaderas soluciones son las soluciones globales.
No solo es insostenible por estas razones de supervivencia el sistema; no solo es insostenible, porque sería insoportable para las masas. Es que marcha irremisiblemente hacia inevitables crisis, y los grandes cambios en la historia --todos lo sabemos-- son siempre fruto de las grandes crisis. No quiere esto decir que hay que esperar la gran crisis para luchar, para hacer lo que se pueda en cada rincón de la Tierra; hay que crear, además, conciencia de estos problemas.
Nosotros vamos a tener una reunión importante; vamos a reunir a economistas eminentes de América Latina y del mundo, en el mes de enero, para discutir un tema que se llama globalización y neoliberalismo. Queremos esclarecer conceptos y que hablen allí los de la escuela de Friedman, los de la escuela del neoliberalismo y todas las escuelas. Un debate de verdad, que no ha tenido lugar en ninguna parte, para esclarecer y precisar conceptos.
Esa reunión la va a realizar una organización de economistas latinoamericanos en Cuba, y surge de una reunión que tuvimos allá para analizar temas económicos. Nosotros propusimos lo que es hoy, a nuestro juicio, el tema de los temas: la globalización neoliberal, o la globalización y el neoliberalismo, y que los resultados sean el fruto de la discusión, no de discursos tras discursos: ponencias de los eminentes, y a responder preguntas de cuantos quieran hacer preguntas. Un debate. Pensamos que habrá muchos eminentes; pero que haya, por lo menos, 40 ponencias sobre el tema, y me imagino que cientos y cientos de preguntas, y debate.
Cuando la deuda externa, discutíamos en el Palacio de las Convenciones o en un gran teatro miles y era una cadena interminable de discursos. En esta ocasión tendrán que ser ponencias, un número limitado, un tiempo para discutir y esclarecer en torno a todo esto, con un número no mayor de 600 participantes. Hay muchas escuelas y muchos criterios. Lo único que he podido apreciar en común de todos los economistas --y repito--, lo único que he podido apreciar en común de todos los economistas, incluso, de las eminencias del neoliberalismo y de la globalización neoliberal, es la incertidumbre; fíjense bien, la incertidumbre (Risas y aplausos). No se olviden de esa palabra. No hay uno solo sin incertidumbre.
Y les advierto que, sin necesidad de espionaje, simplemente conversando con muchas personas en el mundo que conversan con otras muchas; conversando con personalidades que tienen relaciones, leyendo y analizando cada una de las palabras que pronuncian; leyendo y analizando lo que escriben brillantes y eminentes analistas, de un lado y de otro, de los que arriman su brasa a la sardina de la globalización neoliberal y de los que están en contra, solo se refleja esa cosa terrible que se llama incertidumbre.
¿Cuál fue --alguno de ustedes ha de saberlo, yo no lo recuerdo en este minuto exacto-- la inscripción que puso Dante a la entrada del Infierno? ¡Cómo que nadie lo sabe aquí! Alguien lo debe saber. (Del público le dicen algo) ¡Ah!, sí: "¡Perded toda esperanza!" A la entrada de este orden mundial que nos están tratando de imponer, de esta globalización que han diseñado, se pueden inscribir las dos: "Incertidumbre total", "perded toda esperanza" (Aplausos).
Están asustados. Ellos saben que el sistema es hermano gemelo o inseparable de las crisis, y mire que han inventado cosas; pero es más fácil encontrar el remedio contra el cáncer y contra el SIDA. Estamos seguros de que contra esas enfermedades se encontrará; pero contra este sistema caótico, absurdo, salvaje, o, mejor dicho, contra las consecuencias del sistema, no encontrarán remedio.
Son increíbles las cosas que inventan. Las hemos visto en estos días en que se iniciaron las crisis, desde la mexicana hasta la rusa --que es la antepenúltima de la antepenúltima de la antepenúltima--, aquella que empezó por México y afectó a algunos Estados del sudeste asiático y después a otros, y que tiene a Japón en condiciones terribles, que ha puesto a Rusia en una situación catastrófica y que amenaza tremendamente, como una gran espada de Damocles prendida de un hilo que se está deshilachando, la economía brasileña, argentina y del resto de los países de América Latina y del Tercer Mundo, incluido allí por donde empezó, que es México.
Los grandes teóricos y diseñadores del sistema de este orden mundial tienen miedo de ese incendio que se extiende y se extiende.
Hablaba de que hay duda, incertidumbre; pero el Presidente del Fondo Monetario Internacional --les iba a decir hace unos minutos-- tiene grandes dudas. El Presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Greenspan... Creo que ustedes lo deben saber pronunciar mejor que yo, mi inglés cada vez es peor (Aplausos), aunque comprenda que no nos queda más remedio ya que confiscarlo como un instrumento de comunicación, dado que por ambición del hombre, según narra la Biblia, nos condenaron a amanecer un día hablando cada uno un idioma diferente. No nos va a quedar más remedio también ya, por razones históricas, que confiscar ese idioma sin renunciar jamás, por supuesto, al de cada uno de los nuestros. De eso se trata. Ellos quieren un idioma nada más, los demás les estorban; propiamente, obstaculizan el comercio, en dos palabras. Tienen que hacer traducciones, y cuando las hacen es del diablo.
Cuentan que durante la visita de Clinton a China, mientras ellos decían que les estaban hablando a 1 200 millones de chinos, nosotros sabíamos que había muchos chinos rabiosos, porque no entendían una palabra de la traducción que estaban haciendo los traductores norteamericanos. Fueron tan autosuficientes, que cuando Clinton en su debate y en su discurso en la universidad habló, usaron traductores made in USA (Risas), y resulta que ese es un país que si se habla en el idioma de Pekín no lo entienden en Shanghai, ni en Cantón, ni en otros lugares. El idioma escrito sí se entiende en todo el país, pero el hablado no, ¡imagínense, un traductor norteamericano traduciendo un discurso de Clinton en idioma pequinés y muy mal traducido! Luego, las traducciones son para ellos un dolor de cabeza; es mejor que todos los demás hablen inglés y no exista ningún otro idioma. Es un estorbo, para las películas, para los seriales de televisión, para todo; les cuesta más, ganan menos. Quizás hasta Bill Gates esté inventando una computadora que traduzca automáticamente del inglés a otros cientos de idiomas.
Ellos realmente están --como decía-- configurando un mundo del cual ellos mismos están muy asustados.
Les decía que traté de pronunciar un nombre, que es el del Presidente de la Reserva Federal. ¿Cómo se pronuncia, a ver? (Del público le dicen que Greenspan). El tipo es inteligente, no se le puede subestimar.
Greenspan tiene la misma incertidumbre, y el del Banco Mundial tiene la misma incertidumbre, y Clinton tiene la misma incertidumbre, Rubin, el secretario del Tesoro, igual, y todos los presidentes de bancos regionales tienen la misma incertidumbre, están llenos de incertidumbre; y muchos de los análisis --que nos trasmiten, los que están muy bien informados, hasta lo que discuten; porque discuten 8 ó 10, tienen amigos que informan a la prensa o a los amigos y hasta muchos de los interesados quieren que se informe --siempre terminan en una frase, que es: "Nadie sabe lo que va a pasar."
Claro, ellos saben que algo tiene que pasar. Eran felices hace un tiempo. Cuando se desata la primera crisis, la mexicana, ¡a correr por todas partes para evitar eso! Que si ponen o no a disposición de México hasta 50 000 millones. Es un vecino cercano, tiene casi 100 millones de habitantes. Están construyendo un muro cien veces más grande que el de Berlín, donde mueren cada año tratando de cruzar --por la sed, por los accidentes, por las aguas donde se ahogan-- más personas que las que murieron en todo el tiempo que duró el muro de Berlín. Este muro tiene 3 000 kilómetros... ¡Ah! para que los hombres no pasen, porque en la filosofía de globalización neoliberal esta: libre tránsito para capitales y mercancías; cero tránsito para trabajadores, cero tránsito para los seres humanos.
Sí, que se abran las puertas para los seres humanos. Y algún día habrá que abrir las puertas del mundo. Cuando desaparezca el feudalismo, cuando dejemos de ser siervos explotados de la moderna gleba, tendrán que abrirse los caminos del mundo.
Mas no quiero asustar a nadie con eso, simplemente lo digo: ¿Por qué quieren que solo crucen los capitales y las mercancías y no crucen los seres humanos? Lo digo para plantear un pequeño dilema moral. Si nuestros países estuvieran desarrollados y no hubieran sido colonia durante tanto tiempo y no hubiesen sido tan explotados, no haría falta tanto tránsito de un lugar a otro, porque al fin y al cabo es un desarraigo todo tránsito de ese tipo.
Pero hoy --bueno, hace tiempo-- el miedo a la emigración masiva mexicana, por una supercrisis, estimula a los del Norte buscar soluciones, y nos alegramos; nos alegramos de que los mexicanos no caigan en una supercrisis. Pero la vecindad y todos esos factores presionan en esa dirección.
Después empiezan a aparecer las crisis en el sudeste asiático. Hasta ese momento --¡la gran hipocresía!-- el modelo del mundo eran los tigres de Asia y estaba en todos los libros, en toda la literatura: los tigres de Asia, que crecen ininterrumpidamente, año tras año, 10 años, 15 años, 20 años; es el fin de las crisis económicas, se puede crecer indefinidamente sin problemas. Y un día los
tigres empiezan a perder garras, pelo, piel, todo, y de la noche a la mañana, cuando eran el modelo aconsejado en universidades, en conferencias económicas. No le dijeron a nadie lo que estaba pasando allí, y lo sabían, que es lo peor. Y cómo lo pretende justificar Camdessus, el presidente del Fondo Monetario: Sí, lo sabíamos y lo estábamos advirtiendo.
Ellos sabían que el dinero, los grandes créditos aquellos se repartían entre familias, que se repartían entre la clientela política, que se invertían en cualquier cosa, sin ninguna preocupación. Llovía el dinero en esos países, lo invertían en bienes inmobiliarios. Hong Kong se llenó de miles y miles de edificios que aumentaban de valor; Corea del Sur se llenó de conglomerados y de todo tipo de industrias en que invertía cualquiera con todo el dinero que quisiera. Y pasó lo mismo en Tailandia, y pasó en Filipinas, y pasó en Indonesia, y pasó en todos esos lugares.
El del Fondo Monetario decía: No, no decimos nada, porque si lo decimos precipitamos la crisis. Y guardan el silencio, hasta que un día se veían creadas ya las condiciones de un déficit presupuestario elevado, con elevados déficit en la cuenta corriente, con sobrevaloración de las monedas, condiciones ideales para los lobos de la especulación, que reúnen miles y miles de millones de dólares, y que como los lobos en los bosques árticos caen detrás del reno que se retrasa, así caen sobre cualquiera de los países en que se presentan las condiciones. Y así, la catástrofe.
Después, la crisis de Japón, el modelo de los modelos, que se desarrolló precisamente ahorrando más que nadie, porque Japón no recibió dinero de nadie. Los japoneses ahorran más del 35% de los ingresos; los norteamericanos hoy día ahorran menos del 10%. La especialidad de los norteamericanos y su privilegio es que ellos invierten el dinero de los demás; los japoneses invertían su dinero, no querían fábricas norteamericanas, ni bancos norteamericanos, ni casas de seguro norteamericanas. Los otros exigiéndoles que abrieran. Pero la crisis del sudeste asiático empieza a golpear a Japón, son productores de muchos artículos similares a los de otros países del área y a los del propio Estados Unidos, y empieza a devaluarse el yen. Los norteamericanos dijeron: Esta es la oportunidad, vamos a exigirles a los japoneses --de acuerdo con la filosofía del nuevo orden-- que abran las puertas a inversiones en bancos, en fábricas y en todo, que incrementen el consumo. Y los japoneses, mientras más confusa veían la cosa, menos incrementaban el consumo. Llegó un momento en que el yen se puso a 147 y el susto en Washington fue gordo, porque, más allá de eso, el peligro era muy serio.
Antes que eso, se había producido la recurva de la crisis en el sudeste asiático. Salta el gobierno de Indonesia, estalla, se produce una explosión social, se crea inestabilidad, y una situación que no es nada segura en este momento, comienza una etapa allí. Se agudiza la situación en los demás países del sudeste asiático --fue una recurva. Al mismo tiempo, 11 ensayos nucleares en India y Paquistán crean por primera vez en la historia de la era nuclear el riesgo de una guerra nuclear regional. Y ese mismo mes se produce una profundísima crisis en Rusia. Todo eso en un mes. La verdad es que Greenspan, Camdessus y Rubin no ganaban para estar dando carreras de un lado para otro apagando fuegos de tipo económico y de tipo político; pero sobre todo fuegos de tipo económico que amenazan con grandes cataclismos políticos. Todo eso ocurre en un mes.
Entonces, cuando el yen baja a 147 yenes por un dólar, ellos, que no querían hacer nada, discuten sesudamente, pero a la vez intensamente, en Washington, entre todos; porque allí en Washington es desde donde se les da órdenes, no solo a la tesorería de Estados Unidos sino al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. Son simplemente órdenes. Estados Unidos tiene poder de veto, más del 15% de las acciones, y sin menos del 85% no se puede tomar ningún acuerdo. Por tanto, ellos tenían que tomar decisiones.
El gobierno de Estados Unidos, asesorado por todas esas inteligencias --porque no hay duda de que tiene asesores de mucha experiencia que dirigieron grandes empresas de la bolsa de valores, bancos, finanzas, gente inteligente, no le niego ese carácter a los asesores del gobierno, aquellos que quieren hacer milagros--, decide gastarse unos miles de millones de dólares comprando yenes; salieron corriendo a comprar yenes para valorar un poco el yen, lo elevaron a 136 por dólar; ya sabían que más devaluado era la catástrofe, porque inevitablemente tendría que venir la devaluación del yuan chino, sumado a la catástrofe del sudeste asiático, a la devaluación mucho mayor del yen.
Ellos sabían que el primer golpe inmediato venía sobre Brasil y después sobre Argentina, México y América Latina, esperando cuándo les llegaba el golpe a sus propias bolsas de valores. Es una cuestión de suma importancia. Horrorizados ya con lo de Rusia, dijeron: No, no se puede más.
En este momento no han resuelto ningún problema, ninguno de esos problemas. En Rusia la crisis es cada vez más grave. Y les voy a expresar en esta universidad una idea, no he tenido oportunidad de decirla en otro lugar: La más grande catástrofe de la historia en materia de la construcción de un régimen económico y social es el intento de construir el capitalismo en Rusia; es la más grande catástrofe que ha ocurrido jamás en materia de experimentos económico-sociales.
Ellos critican al socialismo, hablan de fracaso del socialismo, queriendo construir un régimen económico y social de tipo nuevo, y si se analiza la historia de las dificultades que hayan tenido los países que lo han intentado, se encontrarán que, incluso, en la propia URSS, en aquel inmenso mundo, con un 80% de campesinos, terminaron siendo los primeros en volar al espacio, terminaron produciendo 630 millones de toneladas de petróleo al año, 700 000 millones de metros cúbicos de gas al año, con producciones de acero de alrededor de 140 millones, decenas de millones de toneladas de fertilizante, alrededor de 200 millones de toneladas de granos, a pesar de haber sido dos veces destruida por la guerra, y a pesar, como les decía, de todos los errores. China avanzó, y otros países avanzaron, y estaban bloqueados. Pero, aun admitiendo los errores en la construcción económica --no ya de tipo político-- del socialismo, tuvo un resultado cien veces mayor que lo que han obtenido en el intento de construir el capitalismo en Rusia.
Con el 45% del Producto Interno Bruto que tenía hace nueve años, y con todos los recursos, qué resultados tan desastrosos, qué situación tan insostenible. Con la inmensa ayuda y todos los créditos que le han concedido. Yo me pregunto: ¿Qué no podría hacer Cuba si tuviera nada más que un poco del petróleo que tiene Rusia? ¿Qué no podría hacer Cuba si tuviera un poco del gas que tiene Rusia, de las capacidades de producción de acero, de los inmensos bosques de madera de la Siberia, de las fábricas que pueden producir las piezas de los tractores, camiones y equipos nuestros que no tienen piezas ahora?
Jamás en la historia se ha dado algo semejante como fracaso. Les llevaron las recetas del capitalismo, ¿y qué ocurre hoy? La población rusa va disminuyendo, disminuye alrededor de un millón de personas por año; la mortalidad infantil en Rusia debe ser unas cuatro o cinco veces la mortalidad infantil en Cuba. Las perspectivas de vida disminuyen asombrosamente. Un 50% del Producto Interno Bruto está en manos de mafias; de 200 000 a 500 000 millones de dólares se han escapado de Rusia, están invertidos muchos en residencias, en viviendas, 60 000 casas en España y un número incontable en el sur de Francia, en Austria, en Italia, en Chipre, en todas partes; entre 200 000 y 500 000 millones. Se recauda el 50% de los impuestos; el presupuesto de lo que fue una gran potencia es hoy menos que el presupuesto de España, por ejemplo.
Hay millones de personas que hace meses que no cobran; pero el colmo de los colmos: los que manejan los cohetes estratégicos en la zona central de Siberia, según se publicó, hace cinco meses que no cobran. De tal modo es grave que un gobernador recién electo de la región le escribió al Primer Ministro proponiendo que le pasaran la jurisdicción de aquellas bases de proyectiles nucleares, porque ellos podían darles ropa, alimentación y satisfacer las necesidades de aquellos operadores de los cohetes estratégicos.
¿En la historia alguna vez ocurrió algo semejante? ¿En la historia ocurrió alguna vez algo tan potencialmente peligroso, que los que operan los proyectiles estratégicos nucleares no cobren? De ahí para atrás imagínense lo demás. Eso es un riesgo tremendo, un indicio de peligro de desintegración realmente.
¿Se imaginan ustedes lo que pueda significar la yugoslavización de un país que posee más de 20 000 armas nucleares? Son peligros reales. ¿Y qué han estado haciendo? Aplicando las recetas del Fondo Monetario Internacional y de las políticas neoliberales a ese país.
No hace mucho me encontré con un representante de un país rico y poderoso de Occidente, y le digo: ¿Qué van a hacer con eso? ¿Ustedes están locos, están tan locos que no van a hacer nada para evitar una catástrofe en ese país? Pero vean qué peligro real, resultado de una crisis, y la crisis resultado de la aplicación de las recetas neoliberales, en un intento de construir el capitalismo en Rusia.
Ese problema es motivo de inquietud para todos, porque todos deseamos que de alguna forma o de otra no ocurra eso; sería una catástrofe mundial de imprevisibles consecuencias la desintegración de ese país.
Primero fue un gran Estado multinacional, lo desintegraron con esas mismas recetas, y a invertir sobre todo en el petróleo del Caspio --allá van los capitales norteamericanos--, y en el gas de Rusia, donde sea; pero han creado una situación seria, muy seria que forma parte de los ingredientes de todos estos problemas.
Hay que decir que la crisis del sudeste asiático por sí sola y los casi 100 000 millones de dólares que tuvieron que gastar en Corea, o prometer, por distintas vías, más los compromisos en Indonesia, Tailandia, Filipinas, Malasia, dejaron al Fondo Monetario Internacional sin fondos, pidiendo desesperadamente al Congreso de Estados Unidos que haga un aporte de 18 000 millones de dólares, que el Congreso no quiere aprobar.
Ahora los rusos están pidiendo desesperadamente fondos, ¿y qué son 10 000, 15 000 millones para un barril sin fondo de necesidades? ¿Cómo exigirles que rebajen los presupuestos? Entonces, ¿qué tiempo estarán sin cobrar los millones de trabajadores y los que operan los proyectiles nucleares estratégicos? ¿Qué quedará para pagar la salud pública, la educación, los servicios mínimos, el orden interno? Es un presupuesto al que no se le puede reducir ya un centavo, y reducirlo es provocar el estallido. Y 15 000 millones no es nada, es una gota de agua en el desierto; harían falta 100 000 millones. Tal vez mucho más. Si Corea necesitó unos 100 000 millones, según cálculos, cuánto necesitaría Rusia, que aunque su población disminuya es todavía por lo menos tres veces y media la población de Corea.
La economía japonesa no levanta y todas las medidas que se toman no pueden levantarla. El yuan chino se mantiene a pulmón, como expresión del deseo de China de cooperar de cierta forma a evitar la catástrofe internacional; pero ya la no devaluación del yuan le cuesta a China decenas de millones de dólares. ¿Hasta cuándo podrá resistir la economía china eso?, más si se unen fenómenos como inundaciones inusuales consecuencia de los cambios de clima y de los fenómenos de erosión y deforestación que han acompañado las necesidades de producir alimentos. Y si los chinos se ven obligados a rebajar el yuan, se agravaría aún más, de nuevo, en la tercera o la cuarta recurva, la economía del sudeste asiático, bajaría el yen inevitablemente, y entonces la ola se extendería por el resto del Tercer Mundo.
Nadie tiene su dinero seguro en ninguno de esos países, no lo crean. Si los depositantes poseen su dinero en la moneda del país y olfatean, comprenden que se va a producir una devaluación, pasa lo que ahora en Moscú: interminables colas en los bancos cambiando los rublos por dólares; pero allí no hay muchos dólares y tienen que parar y anunciar el incumplimiento de los pagos, lo que se considera un desastre dentro de ese esquema.
Los demás países que aplican el libre cambio, el diseño que tienen establecido, el que se ha impuesto al mundo, no tienen forma alguna de proteger sus reservas. Está prohibido terminantemente por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial establecer controles de cambio, ese es el más grave pecado que se pueda cometer dentro de la teología del neoliberalismo. Ante el menor riesgo acuden todos a los bancos a buscar las pocas divisas que le quedan al país.
¿Y qué ocurre con las divisas que se llevan cuando hay crisis? Las invierten en bonos de la tesorería de Estados Unidos, o en bonos de Europa. Así que decenas de miles, cientos de miles de millones que han escapado han ido a parar a esos lugares porque el dinero busca seguridad.
Entonces, también, por factores de tipo histórico, les van quedando los bonos del Tesoro de Estados Unidos como único refugio; digo que por razones históricas porque Estados Unidos, después de la Guerra de Secesión, que terminó alrededor de 1864 --si mal no recuerdo--, por los días que ustedes estaban aquí implantando de nuevo la independencia, participa décadas después en la Primera Guerra Mundial, poseía enormes recursos naturales, mineros, petrolíferos, agrícolas; interviene en aquella guerra al final de la misma, no pierde una fábrica, recogió mucho dinero y terminó con una economía poderosa.
Viene después la Segunda Guerra Mundial, interviene en un momento dado cuando frente a una política aislacionista va ganando terreno la política de Roosevelt, que era un estadista, sin duda de ninguna clase, un gran estadista del capitalismo; en un momento de recesión grave empieza empieza a levantar la economía, combate la corriente aislacionista y se encamina hacia la lucha contra el fascismo. Es un mérito histórico. Pero en aquella guerra la ya poderosa industria de Estados Unidos tampoco pierde ni siquiera un tornillo. Recogieron todo el oro del mundo: el de Europa, el de Inglaterra, el de casi todo el planeta. Se acaba la guerra, su industria intacta pasa rápidamente a la producción civil sin competencia; el resto del mundo, arruinado. Es entonces cuando surge Naciones Unidas, Consejo de Seguridad con derecho al veto por parte de cinco países, Tratado de Bretton Woods. Dicho tratado otorga un privilegio excepcional a Estados Unidos.
Ayer, cuando hablaba en Baní, expliqué que íbamos a hacer la donación de un premio que nos habían otorgado, para una escuela. Decía: Pero hay que evitar que se nos devalúe. Y decía alguien del público: "Cambiarlo por oro"; me acordé enseguida de Bretton Woods. Le dije: El oro está devaluado también ahora. Está como el cobre, el aluminio, el níquel, porque ya todas esas crisis están influyendo en los precios de los productos básicos: cobre, níquel, aluminio, todos esos productos tienen los precios deprimidos --y algunos muy deprimidos-- ya, y no hay una crisis global todavía.
Es que en Bretton Woods ellos tenían todo el oro acumulado y se estableció el patrón oro. Aquella institución funcionaba sobre la base del patrón oro: por cada dólar norteamericano que se imprimía, tenía que haber una cantidad de oro en las reservas de la tesorería. Si usted tenía un dólar, tenía derecho a ir a reclamar 1 onza de oro, que entonces la mantenían a 35 dólares --la onza troy, como dicen los banqueros--; el dinero tenía un respaldo en oro y su precio era estable. Si aumentaba la oferta, los norteamericanos compraban lo suficiente para mantenerlo, ¿comprenden? Bueno, eso era para evitar que se redujera el valor del oro por debajo de 35 dólares. Cuando amenazaba un aumento de precio, empezaban a vender oro de su reserva para mantenerlo a 35, y desde que se creó aquella institución, después de la guerra, hasta 1971, el billete americano era convertible en oro.
Pero en ese período vinieron muchas cosas: la guerra de Viet Nam que costó 500 000 millones de dólares sin impuesto. Las guerras son antipáticas, más todavía si se reúnen guerra e impuestos. No es lo mismo cuando Pearl Harbor, un gran ataque que llena de indignación a toda la población, que una guerra allá, a 10 000 millas de distancia, al otro lado del mundo, iniciada y desarrollada de forma irresponsable. Costó 500 000 millones. Empezó a reducirse la reserva de oro de Estados Unidos y cuando le quedaban 10 000 millones aproximadamente, llevan a cabo la gran estafa, unilateralmente y sin consultar con nadie, suspendieron la convertibilidad en oro. A partir de eso el billete americano no era más que un papel, cuyo único sustento era una cuestión de fe, y porque no había otra moneda. De Gaulle siempre se opuso a eso, porque sabía los privilegios que le daba a Estados Unidos: el derecho a imprimir moneda sin ningún respaldo en oro.
Después viene Reagan y lleva a cabo el rearme de Estados Unidos, incluido el programa de la Guerra de las Galaxias que se iniciaba. Deuda pública de Estados Unidos cuando entra Reagan, 700 000 millones; deuda pública de Estados Unidos cuando termina Reagan, después de ocho años, más de 2 millones de millones de dólares.
¿Cómo resolvían los déficit presupuestarios?, a veces eran de150 000, de 200 000 millones de dólares. Vendían bonos del tesoro con un interés determinado; los que compraban aquellos bonos los guardaban en la reserva o en bancos seguros, y siendo el dólar la única moneda que, aunque en un momento dado tenía cierta competencia por parte del marco alemán, del yen japonés y de algunas otras pocas, cuando estas tuvieron problemas --repito--, quedó prácticamente como la única moneda de reserva y los bonos del tesoro como los valores más seguros.
Los países exportaban mercancías y recogían dólares; pero los dólares no los gastaban en mercancías o servicios norteamericanos, los depositaban en las reservas, porque todos los países necesitan reservas y todos los bancos centrales necesitan reservas.
La mayor parte de las reservas mundiales de todos los bancos centrales y de muchos bancos comerciales son billetes norteamericanos, valores que no costaron otra cosa que el gasto en papel y en tinta para imprimirlos. Resultado: Estados Unidos es el dueño de la moneda en el mundo. Por eso, si hay que comprar yen, compra yen. Imprime, una parte importante de ese dinero no se gasta, se guarda. Si a cualquiera de ustedes le dan a cambio de productos un millón de dólares, con el cual tendría derecho a comprarle al que se lo dio todo lo que le pueda vender, recibe el millón de dólares, lo guarda en su casa y no lo gasta, entonces no le cuesta ni un centavo siquiera al que lo entregó.
Luego Estados Unidos tiene hoy una posición privilegiada, sumamente privilegiada, con la que no cuenta ningún otro país en el mundo. Cuando viene el pánico, lo primero que hace todo el que tiene dinero, esté en México, esté en Brasil, esté donde esté, en la moneda de cualquiera de esos países, ante cualquier temor a una devaluación, lo cambia en dólares y lo deposita en bancos fundamentalmente norteamericanos, digamos. Es una de las cosas que hace, según el interés bancario, si el interés está más bajo pueden invertirlo en bonos o en otros valores rentables.
Ahora, está el otro problema: Cuando se deprime o se piensa que se va a deprimir el valor de las acciones en las bolsas --que es donde está el peligro más grande--, todo el que tiene dinero en determinadas bolsas, si se asusta, sale corriendo, vende las acciones aquellas y el dinero no lo invierte necesariamente en acciones de otras bolsas que considere con menos riesgos, sino lo invierte por lo general en bonos de la tesorería de Estados Unidos; es decir, su dinero, un tiempo, lo guarda en bonos para tratar de garantizar su valor.
Así que hacen dos cosas en determinadas circunstancias: pueden tener acciones o pueden tener moneda nacional. La moneda nacional la cambian rápido por dólares porque saben que se va a devaluar, los bancos centrales gastan hasta el último centavo en divisas y se traslada el dinero para los bancos norteamericanos o pueden comprar acciones en la bolsa de ese u otro país si no hay miedo.
Cuando empiezan a bajar las acciones, entonces hacen lo mismo exactamente: las venden, recogen y como las acciones están inseguras van al más seguro de todos los valores, hasta ahora, históricamente, los bonos de la tesorería. Es el recurso con el que se están defendiendo en este momento, y todas las maniobras para evitar una depresión.
El problema será cuando se produzca lo que inevitablemente se tiene que producir: una crisis que tiene que ser global, tan global como las cosas globales que están haciendo ellos, porque ya no hay fenómeno aislado en la economía de un país, sin que repercuta en los demás.
Sí, en los propios Estados Unidos, la crisis asiática ahora disminuye las exportaciones de Estados Unidos, porque todo el mundo se va a comprar las mercancías en el sudeste asiático o en Japón, donde puedan comprar más barato. Ese es un resultado inmediato, y ellos tienen temor de que eso pueda afectar su excelente situación de empleo en este momento. Es decir, hasta ellos sufren las consecuencias.
El temor está en lo que pueda ocurrir con una crisis financiera global que abarque a todos estos países y una situación de pánico, porque todo ese andamiaje que he tratado de describir se sustenta en una columna que se llama confianza, algo más inestable que el amor (Risas), porque el amor puede durar mucho tiempo, incluso toda la vida; la confianza no, es efímera y depende de muchos factores. Tiene un antídoto eso que se llama confianza, y es otra cosa que se llama pánico. Bastaría el pánico y se derrumbaría todo el andamiaje. Por eso el esfuerzo de los grandes jefes de la economía mundial en evitar el pánico.
Cuando llega la noticia de que las bolsas tales bajaron tanto y más cuanto en Hong Kong, o aquí o allá, inmediatamente sale el del Fondo Monetario Internacional: "No, no, no, todo está bien, magnífico, excelente." Inmediatamente Clinton, al lado de un teléfono: "Todo bien, excelente, tenemos un nivel de desempleo más bajo del que hemos tenido en tanto tiempo; está creciendo la economía en tanto y más cuanto, es mínima la inflación, no hay temor, hay seguridad, todo marcha excelentemente." Eso se llama tranquilidad --meprobamato creo que se llama ese calmante que le dan a la gente cuando se pone nerviosa, hay muchas de esas marcas--, aquietar los nervios para contrarrestar el pánico. Sale Rubin, el de la tesorería, y dice: "Todo marcha excelentemente bien, en tantos años no habíamos tenido tanto nivel de empleo, ni había crecido la economía como va creciendo, ni son tan espléndidas las posibilidades." Sale el del Banco Mundial y repite lo mismo, es un disco rayado ya de las veces que lo han repetido en estos días. Sale también el de la Reserva Federal y dice lo mismo para tranquilizar a todo el mundo, porque basta el pánico y ya podría ser lo de 1929: salen todos corriendo a vender las acciones, y no hay quien los pare. Ese es el momento de la hecatombe.
Todo lo que han hecho los teóricos y los especialistas del capitalismo desarrollado, los partidarios de este modelo y de este orden económico, es qué inventar para que no se produzca una depresión como la de 1929, que en este caso sería mucho más grave y sería global, verdaderamente global, tan global --repito-- como el mundo que están diseñando y se basa solo en algo tan vulnerable y frágil: confianza.
Esto es sin mencionar otros factores que influyen y van a influir en la economía, miles de millones, cientos de miles de millones se han invertido en muchos países del sudeste asiático y en otros lugares para producir las mismas cosas: refrigeradores, televisores, automóviles, radios, chips para la computación. Todos produciendo lo mismo, están creando una capacidad de producción enorme.
En China se realizan grandes inversiones, y los chinos son 1 200 millones. Ese país produciendo mercancías puede ser insuperable, y ya las está produciendo y de buena calidad.
Yo voy a ver qué va a pasar cuando las teorías neoliberales arrasen, con el apoyo y el entusiasta esfuerzo de la OMC, con todas las barreras aduanales, porque no va a quedar ni siquiera la posibilidad de fabricar pitusas para vender en Estados Unidos, en Canadá y en otros lugares, puesto que los africanos, que muy bien pudieran necesitar pitusas, no tienen un centavo con qué comprar el pitusa; ni los indios, que son 900 millones la tienen; ni los de Bangladesh, que son muchos millones; ni los cientos de millones de pobres en América Latina. Es un truquito eso, un consuelo: Produzcan un poco de confecciones, digamos. Y los países están en tan difícil situación que no les queda otro remedio que buscar una vía de esperanza produciendo aunque sea esos productos: zapatos, pitusas.
Una vez, conversando con el Primer Ministro de Canadá, que me estaba hablando de los 1 000 millones de intercambio diario con Estados Unidos, y de sus relaciones con América Latina y otros países --México, entre ellos--, interesado, realmente, en desarrollar las relaciones con América Latina, le digo: "¿Ustedes exportan pitusas, zapatos y todas esas cosas que se producen, sobre la base de mucha mano de obra barata, a Estados Unidos?" Responde: "No, nosotros exportamos artículos que son productos de alta tecnología que se producen con inversiones intensivas de capital."
Bueno, y también hasta agua le venden, electricidad, gas, petróleo, algunos de esos productos. Le digo: "¿Y los mexicanos exportan eso mismo a Estados Unidos, exportan eso a Canadá?" Los mexicanos con sus maquiladoras exportan artículos que se producen a bajo costo y en base a salarios que son la décima parte del salario de un trabajador norteamericano. Hasta los propios trabajadores norteamericanos se oponen, en cierta forma, a estos tipos de acuerdos por temor a que las fábricas se las lleven de allá para instalarlas fuera de la frontera.
Pregunto: ¿Y el destino nuestro va a ser exportar pitusas, zapatos y artículos que requieren mano de obra barata? Cuando me pongo a sumar todos los chinos que pueden producir eso y otras cosas, y todos los indios, y todos los de Bangladesh, y todos los de Indonesia, y todos los de América Latina, y todos los de Haití y los de todas partes, no encuentro los clientes por ninguna parte. Son engaños.
Dicen: "Mientras tanto, supriman las barreras arancelarias y que venga el capital extranjero." Muy bien, pero el capital extranjero sabe que lo necesitamos, como sedientos en el desierto, y cada vez exige condiciones más leoninas para invertir, incluso ya no solo en una zona franca, que establecen la industria, dan empleo.
Claro, en un país con problemas de desempleo y necesidades de todas clases, es mejor tener a un hombre trabajando allí, aunque solo sea por un modesto salario. Los países no tienen otra alternativa. Más justo sería una transferencia de tecnología y una transferencia de capitales, en condiciones blandas, concesionarias, para que lo reintegren en 20, en 25 ó en 30 años, y para que sea una industria nacional, de propiedad estatal o privada, no entro en ese tema.
Recientemente estaba reunido en el Caribe con un grupo de empresarios de distintas producciones, de pequeñas plantas que quieren, lógicamente, buscar mercados y plantean algunos intereses comerciales, y les digo: "Cuando determinadas producciones de esas que ustedes llevan a cabo se realicen masivamente en determinados países, ¿qué posibilidades tienen ustedes de competir?" Y realmente ellos tenían que admitir que no les quedaba ninguna posibilidad.
Es que este orden mundial de que hablo afecta a todos los países, sobre todo a los países del Tercer Mundo, no a Europa que se une aceleradamente para tener una moneda que pueda competir con el dólar y un mercado de 400 millones de clientes, y que en definitiva no nos perjudica. Desde nuestro punto de vista, para que no haya una potencia económica unipolar, que haya dos y tres sería mejor.
Hoy todo depende de una moneda, que es la de Estados Unidos. El privilegio repartido entre tres o cuatro es mejor que el privilegio en manos de uno solo, porque este adquiere entonces un poder incontrastable. Que se reparta ese poder, aunque sea en lo económico --en lo militar ni pensarlo--, entre distintos polos que se reparta.
Los europeos precipitadamente se unen, borran las fronteras. Allí sí hay tránsito del personal humano. En la Europa unida transitan los capitales, transitan las mercancías y transitan las personas, no tienen muro. Para defenderse del coloso, para defenderse de las consecuencias, para poder tener un lugar en esta globalización, se tienen que unir a pesar de que se pasaron cientos de años guerreando entre sí y que hablan los más diversos idiomas.
Nuestros países son los que no tienen ninguna seguridad en absoluto, no se les reserva nada. Eso lo planteamos en la Organización Mundial del Comercio, porque vemos la camisa de fuerza que se nos quiere imponer. Patentes, sí, derecho de patentes por 50 años, muy bien. Estados Unidos se llevó los mejores cerebros de todo el mundo, dispuso de los mejores centros de investigación, todos los recursos. Ahora, a cobrarle patente, como una gabela en plena edad media, a todo el mundo por cualquier producto, por vital que sea, salido de sus centros de investigación.
Sí, tiene que llegar el día en que la inteligencia se premie; tiene que llegar el día en que las patentes como La Ilíada, La Odisea, Don Quijote de la Mancha, Shakespeare y todos los demás sean propiedad universal. Tiene que llegar ese día en que existan otras formas de compensar al talento, de estimularlo, de promoverlo.
Ahora, si hay dos transnacionales centroamericanas que están celosas con el banano que exportan las islitas del Caribe, sometidas a sequías, a ciclones, fenómenos que son enemigos del banano, y en Europa les pagan un precio preferencial y a pesar de que participan esas islas solo en el 1% del comercio, los intereses de dos empresas norteamericanas prevalecen sobre los intereses de las islas, algunas de las cuales viven casi exclusivamente del banano, porque la OMC le da la razón a Estados Unidos.
Ahora están cocinando el acuerdo multilateral de inversiones allí en la OCDE, club de ricos, para que los demás se inscriban e imponerles a todos los países lo que allí se acuerde. Es decir, tenemos ya el Fondo Monetario, pero la OMC se nos va convirtiendo en otro riesgoso instrumento del aplastante nuevo orden porque no hay suficiente conciencia entre nuestros propios países en supuesto desarrollo que somos allí la inmensa mayoría.
Hay que hacerles ver a los dirigentes políticos las consecuencias que tiene todo eso. Barrer las tarifas aduanales, bien. ¿Y qué es lo que vamos a exportar? ¿Con quiénes vamos a competir? Si no hay ingresos aduanales y, además, no hay impuestos, y no hay impuestos porque están en una zona franca o porque le exigen al país que va a recibir la inversión, aunque no se trate de una zona franca, cada vez más años de exención de impuestos.
Les pregunté a los granadinos cuántos años están libres de impuestos los que construyen los hoteles --allí también los hoteles les dejan empleos, originan cierta actividad, da vida a la isla; es preferible a no tener nada, pero no existe para ellos otra alternativa-- tienen 10 años de exención de impuestos.
Nosotros mismos tenemos que conceder exención de impuestos, aunque no tanto. A veces, mientras se recupera la inversión, como principio, son cinco años, seis y hasta siete; lo tenemos que hacer, porque necesitamos ese capital, a pesar de que nosotros parte de los recursos del país los destinamos a construir hoteles que son de la nación. Muchas veces los entregamos en administración, tienen experiencia y aportan mercados. Les decimos: "Adminístrenlos a un tanto por ciento."
Se nos habla de Suecia y de las condiciones sociales de los suecos --que ahora van hacia abajo también, como va hacia abajo la ayuda al desarrollo--, pero, si mal no recuerdo, las empresas aportan hasta el 60% de las ganancias netas para hacer posible programas sociales, bienestar social, desarrollo social de los países, y a nosotros nos amenazan con dejarnos sin impuestos y dejarnos sin ingresos aduanales. ¿Y con qué vamos a atender la educación, la salud, programas de viviendas, agua potable, desarrollo social, desarrollo, empleo? No deja nada, ese nuevo orden lo que quiere es imponernos simplemente la condición de asalariados universales, y ni siquiera eso lo pueden garantizar.
Si hubiesen sido capaces de concebir --y es imposible concebirlo bajo su concepción filosófica-- un modelo que diera empleo a los 6 000 millones de habitantes del planeta, quiero decir empleo a la fuerza de trabajo activa de una comunidad que alcanza ya 6 000 millones, usted puede decir: Bueno, están prometiendo algo. Ni lo han concebido ni lo pueden concebir, porque su sistema irracional lo hace imposible.
No pueden muchas veces disminuir las horas de trabajo, como quieren hacer los franceses, porque entonces entran en competencia con los demás países que no han rebajado las horas de trabajo. Y eso es absurdo en una humanidad que ha creado máquinas capaces de reducir el trabajo físico de 60 horas que tuvo en el siglo pasado a 20 horas --estoy hablando de horas por semana; a veces eran más, eran incluso 70 y 80 horas--; hoy pudiera decirse, con la tecnología aplicada, que las producciones de todas esas cosas que van a sobrar y que no van a tener mercado, pudieran servir para satisfacer la demanda real, las necesidades reales de la población del mundo trabajando 20 horas a la semana y para convertir el excedente tiempo en cultura, en recreación, en estudio, en las mil formas que puede tener el ser humano de emplear el tiempo. No tendría que haber desempleados.
Cito el ejemplo de Cuba: más de 60 000 médicos y ninguno está desempleado, porque no solo en hospitales y policlínicos, hay un médico en cada barco, en cada centro de trabajo, en cada círculo infantil, en cada escuela, en cada comunidad; hay casi 30 000 médicos de la familia en la ciudad y en las montañas. Sí, no podemos pagarles un salario muy elevado, porque, ¿de dónde lo vamos a sacar ahora?, pero ese hombre está haciendo un trabajo útil a la sociedad; no es un analfabeto inútil y desempleado, es un profesional que cada día adquiere más conocimientos, que salva vidas y promueve salud. Y si sobran pueden enviarse a las universidades a recibir cursos como los maestros, a superarse con su año sabático, estudiando, y que los sustituyan otros médicos.
Tenemos 63 000 médicos y todavía ingresan a la universidad alrededor de 2 000 estudiantes de medicina por año --el médico, además, es un profesional que no quiere retirarse nunca; mientras más años más piensa que tiene mayor experiencia--, tenemos 21 facultades de medicina y estamos cooperando con algunos países en la formación de médicos.
¿Y ahora quiénes están estudiando en la universidad? Las enfermeras; tienen que graduarse con nivel universitario, los técnicos de la salud tienen que graduarse con nivel universitario. Es decir que esas capacidades las utilizamos para elevar la calidad. ¿Por qué tiene que sobrar la gente si se le educa y se le emplea de una manera racional?
Que no nos digan que el mercado, esa bestia salvaje y loca, porque no tiene otro nombre, va a organizar a la sociedad humana, ni que la ley de la oferta y la demanda pueda estar por encima de la capacidad de organización y pueda estar por encima de los millones y trillones de neuronas que tiene el cerebro humano. El mercado es una bestia salvaje, caótica e incontrolable (Aplausos).
Les advierto que estoy diciendo esto en un momento en que está de moda el mercado en todas partes. Se habla incluso de economía socialista de mercado. Bueno, habrá que describir bien qué quiere decir economía socialista de mercado. Si se dice: Bueno, es una forma de distribución necesaria, un mecanismo para eso; pero no puede ser el mercado planificando y determinando el futuro de la humanidad, el mercado preservando el medio ambiente, el mercado preservando la naturaleza y la vida.
¿A quién le pueden hacer creer esa historia del mercado cuidando la pureza de los aires, la potabilidad de las aguas, mares fecundos donde puedan crecer los peces que necesitamos los crecientes habitantes del planeta, para que no ocurra lo que ahora nos trajo el mercado al inundarlos de flotas pesqueras y de arrastreros que han disminuido su capacidad de producción de alimentos, aparte de la contaminación de esos mismos alimentos con mercurio y otros muchos productos químicos incompatibles con la salud humana que han lanzado al mar?; porque solo en el Mediterráneo se vierten los desechos de 140 000 industrias europeas.
Llegará el momento en que no se pueda comer ni una sardina sin tener un garrafón de antihistamínicos y de antitoxinas al lado, porque nos están realmente intoxicando cada vez más.
¿Qué es eso? Eso es el mercado. ¿Quién ha destruido la naturaleza? Ese sistema. ¿Quién ha dado lugar al calentamiento de la atmósfera, a que se puedan derretir los casquetes polares, a que se multipliquen las inundaciones por un lado y los ciclones por el otro, aunque decenas de islas y partes de las tierras costeras queden debajo del mar cuando suban las aguas? ¿Para qué nos van a servir todos los muelles, puertos y todas las instalaciones marítimas actuales, incluyendo los centros de recreación? Esos son peligros reales, no son fantasías.
Ellos han adquirido un nuevo hábito para calificar a los que hacen críticas, llamándolos catastrofistas. Como yo me llamo Castro, no importa que me llamen catastrofista o lo que les dé la gana (Aplausos); estoy consciente de que parto de razonamientos y de cálculos matemáticos, físicos, exactos. Pero, además, los verdaderos catastrofistas son ellos, porque son los que están creando la catástrofe. En todo caso, les estamos advirtiendo que no la creen y que tenemos esperanza de que pueda el mundo sobrevivir; que la especie humana ha avanzado tanto en desarrollos tecnológicos, científicos, intelectuales, medios que apoyan la inteligencia y que apoyan los brazos, para encontrar soluciones que no podían antes ni soñarse, para producir alimentos y bienes para toda la población humana, para preservar la naturaleza, que es cuestión decisiva, y preservarla pronto.
Millones de toneladas de clorofluorocarbono están avanzando hacia la capa de ozono, millones crecientes de dióxido de carbono, millones, cientos de millones, miles de millones de toneladas van hacia la atmósfera cada año.
Si se reúnen a discutir, Estados Unidos es el último que quiere aceptar la menor reducción o el menor compromiso. Han creado el mercado de las cuotas de envenenamiento de la atmósfera, no lo puedo llamar de otra manera. Si un país tiene una cuota de veneno para lanzar a la atmósfera y la ahorra, se la puede vender a otro para que la lance. Ese es el mercado tan humano, tan racional, tan comprensivo, verdaderamente increíble. Es indigno de una sociedad civilizada, de una humanidad desarrollada.
Es en estas cosas --y yo sé que he abusado demasiado de ustedes (Aplausos)-- en las que realmente los invito a pensar.
Un problema terrible --quizás sea el último que mencione-- que estamos padeciendo es el de la agresión a nuestras identidades nacionales, la agresión despiadada a nuestras culturas, como jamás ha ocurrido en la historia, la tendencia hacia una monocultura universal. ¿Se puede concebir un mundo semejante? No se trata de un mundo que combine la riqueza y la cultura de muchos países, sino de un orden mundial que, por definición, destruye la cultura, una globalización que destruye inexorablemente la cultura.
¿Qué es patria, sino una cultura propia? ¿Qué es identidad nacional, sino una cultura propia? ¿Puede haber riqueza espiritual mayor que esa cultura propia creada durante milenios por el hombre, y que sean sencillamente barridas nuestras costumbres, implacablemente barridas? Hay que estar conscientes de eso, porque la batalla de ideas y de conceptos será grande.
Si vamos a hablar de ideología, hablemos de la ideología de salvar el mundo primero y perfeccionar el mundo; no después, sino cuanto antes mejor, y tratar de salvarlo y perfeccionarlo desde ahora. Cuando lo hayamos salvado, lo podremos seguir perfeccionando mucho más.
Yo decía que esta batalla por la supervivencia no es de clases, aunque las clases estén mezcladas en el conflicto; esta batalla de supervivencia por los países del Tercer Mundo abarca a todos: a los que tienen grandes recursos y a los que tienen muy pocos.
Creo que tanto el rico como el pobre, si van en un barco, no quisieran que el barco se hundiera, podría surgir un mínimo de colaboración para salvar el barco, y realmente estamos navegando en un Titanic con mucho mar por debajo y muchos icebergs en el camino. Aquella dramática historia ha quedado hoy para invertir 300 millones de dólares en una película con más de 1 000 millones en ganancias. Las grandes películas ya no son simplemente películas, sino una combinación de películas con operaciones comerciales, y cuando han extraído cientos de millones a las cintas, han sacado mil y tantos millones de los productos que se venden asociados a las películas de reyes leones, muñecos, juguetes y multitud de objetos que succionan el dinero de las familias. Es una combinación todo, fusiones de empresas comerciales y de recreación con objetivos que no tienen nada que ver con la cultura.
Una pregunta: ¿Quiénes son los que tienen 300 millones de dólares para una película en este mundo? En todo eso hay una realidad: el monopolio incontrastable y creciente de los medios de comunicación y de divulgación masiva en poder de las transnacionales norteamericanas.
Baste citar algunos ejemplos --si me permiten hacer un poquitico de memoria--: el 50% de las películas que se elaboran y se exhiben en el mundo son de empresas norteamericanas, del 75% al 80% de los seriales de televisión, el 70% de los videos, el 50% de los satélites por los que se puede llegar a todas partes, el 60% de las redes mundiales y el 75% de Internet. Todo eso está en manos de ellos, y todo eso está al servicio de las concepciones de la globalización neoliberal y de las ideas estas que están planteando. Son fuentes de ideología poderosísimas, de información, creencias, costumbres, capaces de transformar muchas cosas.
En Iberoamérica se estrenan anualmente 245 películas por país como promedio, de las cuales el 70% son norteamericanas, 10% corresponden al cine doméstico, 14% son europeas y solo 3% son iberoamericanas. Los programas de televisión importados por Iberoamérica proceden en un 79% de Estados Unidos.
Realmente, cuando leí no hace mucho que las hamburguesas estaban ya en la India me llamó bastante la atención. Los indios que tienen una cultura muy especial, que incluso no consumen carne de res, tienen ya la cadena Mc Donald con carne de búfala. Bueno, ustedes hace rato que la tienen (Risas), están aquí, están en todas partes; pero estoy hablando de la India. Ya me imagino a aquellos que son capaces de mezclar hasta un buey muerto por accidente en una carretera. Pues los indios con Mc Donald y cadenas de tiendas Mc Donald, esa es la cultura de la globalización que se nos impone. Los indios tienen otros hábitos de consumo y no el de las hamburguesas, y tienen platos mucho mejores y más refinados que las hamburguesas.
Los chinos consumiendo Mc Donald; los africanos consumiendo Mc Donald, dondequiera que haya alguna posibilidad de comprar ese producto. Los chinos consumiendo Coca-Cola y Pepsi-Cola. Los latinoamericanos ya tienen el hábito hace rato, pero los chinos no lo tenían, tomaban té y otras cosas. Los chinos y los indios consumiendo Coca-Cola y Pepsi-Cola; los europeos comiendo también perros calientes y hamburguesas a toda velocidad, van adquiriendo las costumbres y los hábitos de Occidente, y fumando los cigarros que ellos combaten en Estados Unidos para reducir la muerte por cáncer y en cambio divulgan y exportan al mundo.
La cultura de leer, que fue privilegio de nuestros antepasados, que tanto nos asombran todavía cuando incluso el 80% o más de la población era analfabeta, pierde considerable terreno. ¿Hábito de leer? No. ¿Seriales? Seriales unos tras otros, imparable, muchas superficialidades de todas clases, evasión.
¿Cuál es el tiempo de los niños para estudiar? El promedio para los niños, en las familias que tienen electricidad en el mundo, es de tres horas de televisión en su tiempo extraescolar. El hábito de leer va desapareciendo.
¿Los libros, cuáles son los libros de que dispone el Tercer Mundo? En Finlandia, por ejemplo --tiene mucho papel, desde luego, grandes bosques, que ahora prefieren cortar lo menos posible, compran árboles a los rusos, preservan los suyos y van a buscar a Siberia la madera-- el número de libros publicados entre 1991 y 1994 fue de 246 por cada 100 000 habitantes; en la India y Madagascar apenas un libro. El promedio de libros publicados de los países desarrollados es de 54 por cada 100 000 habitantes, mientras el de los países por desarrollar es de 7 libros, las posibilidades de leer, de conocer un poco aunque sea la historia del país.
Es muy triste cuando uno escucha, y es verdad, que si se hace una encuesta entre los niños latinoamericanos, si se les pregunta a muchos niños mexicanos quienes eran Hidalgo y Morelos, o si se les pregunta a los centroamericanos quién era Morazán, o en América Latina quién era Bolívar, y no saben quién era Bolívar, y, en cambio, una inmensa mayoría de esos niños saben quién es Mickey Mouse. Esa es la herencia cultural que nos están dejando, destruyendo los valores más apreciados de nuestras vidas, de nuestros pueblos, de nuestras naciones, de nuestras comunidades.
Tres empresas de noticias transnacionales divulgan el 80% de las noticias que se divulgan por el mundo en cables. Eso no es nada comparado con la televisión digital, los números crecientes de canales, la fibra óptica y las posibilidades que van surgiendo.
Algo tan sagrado como la cultura está amenazando con ser barrida, porque esos medios se usan fundamentalmente para fines comerciales, no se usan para fines educativos. Muy pocos africanos tienen un canal de televisión, tienen un canal de radio, y cuando tienen el canal de televisión entonces todo lo que se exhibe viene de fuera, viene de las sociedades desarrolladas, de consumo, viene especialmente de Estados Unidos.
¿Qué libertades? No nos van a dejar ni la libertad de escoger los alimentos, ni de cocinarlos como nuestros antepasados históricamente los cocinaban. Y todo eso al servicio de ese orden insostenible.
Les dije aquella idea clara: Qué va a pasar cuando se produzca la inevitable depresión que tiene que producirse y que será global. No se ha inventado nada, ni podrá inventarse nada que lo pueda evitar en un mundo regido cada vez más y más y más por las leyes del mercado, pero con una diferencia, ¡con una diferencia!: No será como en 1929; las acciones están más infladas, mucho más infladas que en 1929, cinco veces, seis veces las acciones de Estados Unidos. Algo que no tiene nada que ver con la creación de nuevas riquezas, sino con aquello que llamábamos confianza, esperanza de que van a seguir subiendo de valor: ganar dinero apostando, comprando acciones, comprando monedas, cualquier cosa; con esa esperanza, la gente invirtiendo en eso dinero.
Ya expliqué en la reunión del CARICOM que en este momento, todos los días, todos los días, cada 24 horas se realizan operaciones especulativas por un millón y medio de millones dólares. Esta cifra equivale a dieciocho veces --yo utilicé en la reunión caribeña una cifra más modesta, siempre me gusta quedarme por debajo, dije: alrededor de quince veces-- el producto bruto de todo el mundo en 15 días. En los cálculos que hice me daba alrededor de 17, 18 días. Todo eso se apuesta cada día en el mundo, nunca existió un fenómeno semejante.
Como explicaba, era el dinero buscando dinero; no el dinero invirtiéndose en una fábrica, en una empresa, en una industria, un servicio, sino el dinero invirtiéndose en bonos, en monedas, en acciones, en cualquier cosa; hasta en café, pero no en un café real, sino un café que se cotiza en bolsa: que está a dos dólares la libra y cree un comprador que va a subir a 2,30, lo compra para después venderlo cuando esté a 2,30. No ha producido un grano de café, no lo ha cultivado; pero él inventó un juego, una lotería con el café, con el azúcar y con cualquier producto, y, sobre todo, acciones en la bolsa.
Ahora, antes eran solo los más ricos, los millonarios, los Rockefeller los que tenían acciones en la bolsa; hoy, en Estados Unidos, decenas y decenas de millones de personas tienen sus ahorros en las acciones de las bolsas, y los fondos mutualistas de seguros están invertidos en acciones de las bolsas.
Una crisis como la de 1929 sería una catástrofe de una magnitud impensable. Preguntémosle a Greenspan, a Rubin, a Camdessus y al Director del Banco Mundial si ellos creen que ese globo inflado al infinito y de tipo especulativo exclusivamente se puede mantener. Exactamente pasó cuando 1929. Hay que decirles: Señores, ustedes han creado un banco mundial que corre de un lado para otro, un fondo monetario que ya no tiene fondos, que no alcanzan, que las crisis se multiplican. ¿Ustedes están seguros de que ese globo no se va a desinflar?
En la OMC, al final de sus distintas agendas, nosotros les propusimos una; con sentido del humor propuse incluir un punto: Crisis económica globalizada, ¿qué hacer? Eso es lo que les quiero preguntar a esos señores, ¿qué hacer? ¿Inventaron la piedra filosofal? ¿Qué inventaron para que tales fenómenos no produzcan la temida depresión?
Yo, por mi parte, no tengo la más remota duda, y no parece que haya que esperar para las calendas griegas, tomando en cuenta algunas de las cosas que hemos enumerado aquí y muchas más que podrían enumerarse; los acontecimientos se precipitan, estamos en una época en que los acontecimientos suceden unos tras otros.
Este problema es muy nuevo, los conceptos de globalización en este sentido son muy nuevos, se han ido desarrollando con tremenda fuerza en los últimos 15 ó 20 años, pero, sobre todo, en los últimos 10 años. Igual que la conciencia del medio ambiente es nueva. Hace 30, 35 años unos pocos hablaban del medio ambiente; hoy habla todo el mundo y hay una conciencia del medio ambiente. Los acontecimientos se precipitan.
Me hago una pregunta: Si esta crisis será la última o la penúltima. Nos interesamos muchísimo y procuramos informarnos al máximo sobre cómo van a evolucionar los acontecimientos este año y el próximo; qué va a pasar en Rusia, y con Japón y el sudeste asiático, si llega o no la crisis a los demás lugares, cómo resuelven. Más los problemas políticos aparejados, que son serios, que son graves. Un problema político serio: una explosión en Rusia no es una explosión en Yugoslavia o en la provincia de Kosovo, es una catástrofe política.
Todo significa dolorosamente que estamos ante riesgos de problemas que van a afectar a todo el mundo, porque ya lo que hay de crisis está afectando a muchos países. Los productores de azúcar ven el azúcar a ocho centavos, los de cobre el precio reducido a la mitad, los del níquel reducido a la mitad, los del aluminio, los productores de caucho, todo el mundo ahora mismo está viendo sus productos básicos reducidos casi a la mitad.
Las economías de cualquier país están expuestas a las jugadas bursátiles y la especulación y a perder en un momento de pánico todas las reservas monetarias que tengan los bancos centrales del país, todos los países. Nos excluimos, porque como nos expulsaron de todos esos organismos no tenemos que cumplir ninguna receta del Fondo Monetario ni de nadie (Risas y aplausos). Los demás tienen que cumplirlas, y se exponen a amanecer un día sin un centavo en la reserva.
Son cosas duras. Los problemas, todos los cambios de clima. La influencia que todo eso puede tener en los precios de los alimentos, o con el poder adquisitivo de la población es grande, es grande. Pero no por ello debemos ponernos ahora como el del Fondo Monetario, el del Banco Mundial, el de la Reserva Federal y el Tesorero de Estados Unidos diciendo: "Tranquilo, tranquilo, todo marcha maravillosamente bien. Esto es un fenómeno."
Todos ustedes tienen sobrinos o hijos jóvenes, algunos nietos, con cinco, seis o siete años. Cuando pasen 50 años serán mucho más jóvenes que yo, mucho más jóvenes. Y cuando pasen esos 50 años, que pasan rápidamente --y díganmelo a mí, que todavía a veces me creo que estoy en la escuela, o me parece que fue ayer, para mí qué rápido pasan 50 años; díganselo a los cubanos que llevamos casi 40 años de Revolución y de bloqueo, los vamos a cumplir. ¡Qué fácil pasan cuarenta años!, a veces parecen un segundo--, cuando pasen esos 50 años, el número de habitantes de este planeta será de 10 000 millones. Eso significará más arroz, más hamburguesas, más trigo, más maíz, más leche, más ropa y zapatos, más medicinas, más techo, más transportes, más agua potable, más recreación, más cultura, más bienes espirituales que podemos producir en cantidades infinitas, o que podría producirlos una humanidad racional y no unas miles de transnacionales guiadas por las leyes del mercado.
¡Cuánta riqueza espiritual no podría crear el hombre! Y no solo de pan vive el hombre, como dice la Biblia. Se les echa mucho más de menos a los bienes o las riquezas espirituales, a los valores espirituales, cuando las necesidades materiales están satisfechas, y para esos 4 000 millones de habitantes adicionales habrá que formar médicos, maestros, construir hospitales, desarrollar nuevos medicamentos, los cuales, además, prolongan la vida, y derrotar el cáncer, el SIDA y otras enfermedades viejas y nuevas.
Los que tendrán que ser alimentados y ayudados por un porcentaje menor de personas crecerán cada año, por eso andan preocupados ya en Estados Unidos, Inglaterra y en otros lugares que quieren elevar a 65 años o más la edad del retiro. El hombre prolongará su vida, puede prolongarla. Los medicamentos y los programas de la Organización Mundial de la Salud han reducido casi a la mitad los niños que morían cada año, hace 30 ó 40 años. La productividad tiene que crecer. Hay que alimentar a una humanidad.
¿Existe o no existe esa humanidad? ¿Hay o no que alimentarla, educarla y aportarle el máximo de bienestar que no solo está en los bienes materiales? Llega un momento en que los bienes materiales sobran. Incluso hay aquellos que cuando tienen un automóvil les sobran sin duda tres o cuatro más que poseen. Incluso habría que ver los patrones de consumo. Todas esas cadenas de que les hablé, todo ese monopolio de los medios masivos están dedicados por entero a divulgar los hábitos de consumo de las sociedades capitalistas desarrolladas. Es terrible.
¡Cómo podríamos imaginarnos a cada chino y a cada indio de la India con un automóvil en la puerta de su casa! ¿Qué quedarían de los 100 millones de hectáreas que tienen los chinos hoy para producir granos, arroz, alimentos para 1 500 millones de habitantes que tendrán en pocas décadas y construir a la vez carreteras, autopistas, garajes, viviendas?
¿Se puede seguir divulgando e imponiendo al mundo el ansia de esos patrones de consumo? ¿No podríamos inculcar un poco más de ansias de cultura y de riqueza espiritual? Cuando el hombre la descubre, muchas veces prefiere eso a cualquier otra cosa (Aplausos). Cosas que edifiquen y no que enajenen, y todas las televisiones, además de recrear, para educar, enseñar, enriquecer el espíritu del hombre, hacerlo mejor, más generoso, y no convertirlo en una fiera, en un asesino.
Otros datos estadísticos que andan por ahí señalan que en muchos países se cuentan como promedio de 5 a 10 actos agresivos por hora de televisión, y que en 1996-97 la proporción de programas con violencia, en Estados Unidos, era de un 61% del total. Violencia y más violencia, sexo y más sexo, con una diferencia, que el hombre no es por naturaleza violento, aunque la Biblia nos diga que Caín mató a Abel, a pesar de que no existía entonces el televisor (Risas). Al sexo en el hombre más bien hay que educarlo, porque nace de una forma instintiva, natural --no hay que estarlo pregonando mucho, ¿verdad, jóvenes universitarios? (Risas.) Con fines publicitarios y groseramente comerciales se explota y se le lleva a la exacerbación. Eso da lugar también a muchos fenómenos presentes en nuestra sociedad, vinculados a nuestro mundo de hoy: irresponsabilidad, inestabilidades emocionales, decepciones, desuniones, divorcios.
Créanme que no les está hablando un párroco desde la iglesia (Risas), no estoy ni puedo estar contra el derecho al divorcio; pero nosotros, en nuestra responsabilidad de dirigentes del país, deseamos que haya más estabilidad en la familia y cuantos menos divorcios mejor.
Es que realmente la estabilidad ayuda a los hijos que son los que más sufren las desuniones y ayuda al hombre. Al hombre lo ayuda, digamos, a dominar sus instintos. No se gana nada con exacerbarlos.
La violencia y el sexo son dos recursos muy concurridos de todos estos medios masivos de divulgación con sentido comercial. Es que todo resulta comercial; no hay nada humano, no hay nada que busque la superación del hombre, sino todo aquello que pueda producir una ganancia aunque deforme al hombre, aunque destruya al hombre, aunque complique más su vida social.
Hay que cultivar valores, no queda otra alternativa, dentro del máximo de libertad, porque los valores auténticos son aquellos que se practican en medio de la mayor libertad del mundo (Aplausos).
No es un sueño ni es un imposible que un día todos esos recursos fabulosos que servirían para educar, para enseñar y para mejorar al hombre, puedan ser dedicados a esos fines de carácter humano.
Digo que el tiempo pasa rápido, no solo el que yo uso en esta tribuna (Risas), sino el otro --y lo menciono porque no sé si se me va el avión (Risas)--, el tiempo pasa rápido. Les mencioné 50 años, ya ustedes tienen una idea de que, seamos los que seamos, habrá un espacio menor. Preguntémonos cuáles deberán ser nuestros patrones de vida, nuestros patrones de consumo, cuáles nos corresponden como una inmensa y creciente humanidad.
Creo que son problemas que hoy preocupan a muchas personas, de una forma o de otra, de una clase social o de otra, de una religión o de otra. El gran desafío es cómo reunimos todas las inteligencias, todos los valores y todas las éticas para alcanzar esos objetivos.
Yo les he robado unas cuantas horas, pero no quise venir aquí y decirles simplemente: "Buenas tardes. ¿Cómo están ustedes? ¡Qué feliz nos sentimos por el recibimiento!" (Aplausos.) Claro que es cierto, pero no tengo que decir lo que ustedes saben.
Quería expresarles un poco de nuestras ideas, de nuestro pensamiento. Casi casi no les iba a hablar nada de Cuba, me extendí un poco en eso para explicar algunas experiencias. Más bien quería abordar estos temas aquí, de hermano a hermano, de corazón a corazón, con una franqueza igual a la hospitalidad, a la generosidad y al cariño con que han recibido ustedes a nuestra delegación. Ustedes que tanto han contribuido al éxito de la visita en todos los sentidos, ustedes que han sido tan hermanos, ustedes que han cargado nuestras almas con tanto ánimo, tanto entusiasmo y tanto aliento, porque esa confianza no se ha forjado en cielo despejado, se ha forjado bajo un diluvio de mentiras, desinformaciones y calumnias; se ha formado bajo una tempestad de rayos en estos años en que no hemos tenido siquiera la oportunidad de vernos así, encontrarnos de pueblo a pueblo, en representación, junto con otros compañeros, del pueblo cubano.
Alegrémonos por este gran avance, alegrémonos porque los pueblos puedan acercarse, intercambiar, hablar; pero el ánimo es muy grande --les decía--, porque esa confianza de ustedes se ha desarrollado en condiciones casi imposibles. ¿Y qué nos enseña eso? Que hay que tener confianza en el hombre, hay que tener fe en los pueblos, en su talento, en su inteligencia.
Si en muchos lugares del mundo los representantes de esa Cuba bloqueada y calumniada con los más sofisticados medios que se han creado tienen amigos y encuentran tantos hombres y mujeres del pueblo que comprenden su lucha, que comprenden su causa, que son solidarios con ella, ¿no es eso, acaso, mucho más difícil que soñar con un futuro mejor, con un mundo más justo y con una sociedad global, universal, verdaderamente humana? (Aplausos.)
Esto que les expreso, nacido de la experiencia de nuestro pueblo luchador y combativo, de la experiencia que hemos vivido en muchas cuestiones de este tipo, de la pupila insomne tratando de ver y adivinar la evolución de los acontecimientos, son mis convicciones y las convicciones de nuestros compañeros que queremos dejar aquí, a ustedes, nuestros hermanos dominicanos, como depositarios de estas ideas que no pido que se compartan, aunque sí que las mediten. Nosotros mismos tenemos que profundizar mucho más y aprender mucho más.
Ustedes han sabido escuchar con paciencia y con respeto. Les doy las gracias, y vuelvo a expresar mi admiración, porque en este encuentro con ustedes, y sé muy bien con quiénes estoy reunido, puedo apreciar de nuevo cuántos hombres y mujeres de pensamiento, y cuántos hombres y mujeres nobles hemos tenido el privilegio de ver y conocer en este viaje.
Me voy --ahora sí lo digo-- muy feliz; y trataremos todos nosotros, y trataremos todos los cubanos, de ser dignos de esa solidaridad, de esa confianza y de ese amor extraordinario que ustedes nos han mostrado.
Muchas gracias (Aplausos y exclamaciones de: "¡Fidel, Fidel, Fidel!")
(Ovación).