Intervención del Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz, en la Mesa Redonda No.2 de la Cumbre del Milenio, Naciones Unidas, Nueva York, 7 de septiembre del 2000.
Yo he meditado mucho sobre la seriedad de estos temas y una serie de datos, pero pienso que este es un tema que se viene discutiendo hace más de 40 años, y en realidad no avanzamos, sino retrocedemos.
Una prueba de lo que digo es que, en la actualidad, en más de 100 países el ingreso por habitante es inferior al de hace 15 años.
Cada cual expuso aquí los puntos que más quisieron transmitir, dentro de la brevedad del tiempo disponible, y quiero expresar que a mí me traumatizan los temas relacionados con el desastroso estado de salud que hoy está padeciendo el mundo, especialmente los países del Tercer Mundo. No me gusta usar mucho los datos, pero voy a usar algunos de ellos.
La esperanza de vida en el África subsahariana alcanza apenas los 48 años. Esto es 30 años menos que los países desarrollados.
El 99,5% de todas las muertes maternas ocurren en el Tercer Mundo.
El riesgo de muerte materna en Europa es de 1 muerte por cada 1.400 partos; es en África de 1 por cada 16. El número de los que mueren está en proporción similar.
Más de 11 millones de niños menores de 5 años mueren cada año en el Tercer Mundo a causa de enfermedades previsibles en la inmensa mayoría de los casos: más de 30.000 cada día, 21 cada minuto. Mientras hablamos aquí nosotros, mueren 100.
Dos de cada cinco niños en los países del Tercer Mundo padecen de retraso en el crecimiento, y uno de cada tres, de bajo peso para su edad.
Dos millones de niñas son forzadas a ejercer la prostitución.
En los países subdesarrollados alrededor de 250 millones de niños menores de 15 años se ven obligados a trabajar para sobrevivir.
Aquí se ha planteado por numerosas personas de las que han hablado la cuestión del SIDA. A mí me dio la impresión hace algunos meses, a raíz de la reunión de Durban, como que la tragedia del SIDA en el África hubiese sido descubierta por Occidente, y allí ocurrió, en esa conferencia que los cables transmitieron ampliamente, que se habló de cómo reducir el costo de la atención para una persona infectada de SIDA a fin de que sobreviva. Todos sabemos que el costo es de 10.000 dólares por persona infectada. Allí se afirmó por representantes de países occidentales, países europeos en general, que había que buscar fórmulas para reducir los costos. Cualquiera conoce que producir esos medicamentos cuesta alrededor de 1.000 dólares por enfermo, y eso, a partir de una fórmula perfecta y un coctel perfecto, se puede resolver con mucho menos dinero. Y unos cuantos representantes africanos expresaron una realidad: que aunque les regalasen los medicamentos, no tenían infraestructura para distribuirlos y aplicarlos.
He escuchado también, por otro lado, a representantes de países industrializados como Francia, Suecia, Alemania y otros aquí presentes, la disposición de ayudar a estos países del Tercer Mundo.
Esta es una cuestión de vida o muerte. Yo pensaba, ¿qué podríamos hacer? Recordarles que Cuba es un país pequeño, pobre. Algo más: hostigado y bloqueado. Pero no es eso de lo que quiero hablarles. Gracias a los profundos programas de educación que se han llevado a cabo durante muchos años, Cuba dispone hoy de un importante capital humano, y el capital humano es decisivo; yo diría que es más importante aún que el capital financiero. Y nuestro país dispone de suficiente personal médico, si las Naciones Unidas lo decide, para cooperar con la Organización Mundial de la Salud y con los pueblos del África subsahariana, que son los que están padeciendo en mayor grado este flagelo destructor, para organizar, de manera emergente, la infraestructura necesaria para poder aplicar esos medicamentos en África. No estoy exagerando. Esto puede significar 1.000 médicos, 2.000, 3.000 trabajadores de la salud, entre los que están paramédicos, los necesarios para llevar a cabo ese programa en conjunto.
No habría que esperar a que murieran millones de niños; se podría lograr que sobreviviera una buena parte de los 25 millones de personas infectadas, evitar que siguiera creciendo el número de huérfanos, que ya son 12 millones, y que dentro de algunos años serán alrededor de 40, ¡una tragedia dantesca!
No hay país que pueda desarrollarse, cualesquiera que sean los recursos, si tiene un 25%, un 30% de personas infectadas, millones y millones de huérfanos. A mi juicio, eso significaría, realmente, el exterminio de naciones enteras de África, y es posible que de una gran parte del continente africano. Esa es la realidad.
Por eso yo, que tal vez no iba a hablar, llegué después de iniciada la reunión porque estaba en el plenario, al escucharlos a ustedes decidí plantear esto, así, en concreto: Cuba ofrece a las Naciones Unidas, a la Organización Mundial de Salud y a los países africanos, el personal necesario para hacer programas no solo de SIDA, sino incluso para otros problemas de salud, y también para formar personal allí sobre la marcha: técnicos, enfermeras.
En los lugares adonde vamos lo primero que hacemos es crear una facultad de medicina. África necesita cientos de miles de médicos para disponer de un médico cada 5.000 habitantes; nuestro país dispone hoy de 1 cada 168 habitantes. Tenemos experiencia en salud, actualmente alrededor de 2.000 están trabajando y prestando excelentes servicios en el exterior. Es lo que quiero plantear aquí en concreto, con espíritu de cooperación. Y ojalá que los países europeos, países industrializados que están aquí presentes, tomen en cuenta esto que estoy planteando, y se pueda hacer un esfuerzo por contribuir a buscar los medicamentos, por abaratar esos medicamentos.
Eso es peor que las guerras que están teniendo lugar en el mundo. En África mueren –en este momento se están muriendo- un millón de personas cada año por la malaria, se infectan de 300 a 500 millones; además, están muriendo 2 millones de personas de SIDA, y por cada dos que mueren, de cuatro a cinco se infectan --conocemos que no se ha avanzado lo suficiente por una vacuna, y no se sabe cuándo va a aparecer--, y mueren 3 millones de tuberculosis.
Estamos proponiendo, en concreto, un programa para África. No estoy exagerando en lo más mínimo, y no estamos buscando nada. Nuestros médicos adonde van no hablan ni de religión, ni de política, ni de filosofía, llevan años cumpliendo misiones y han adquirido un gran respeto y un gran reconocimiento por parte de la población.
Dejo esta proposición en manos de esta mesa redonda de las Naciones Unidas, y más nada.
Muchas gracias, señor Presidente.