El saludo a Clinton
Terminado el almuerzo que ofreció el Secretario General de Naciones Unidas, una vez que concluyó la sesión inaugural de la Cumbre del Milenio, se nos indicó a todos marchar hacia un local para la foto oficial. Marchábamos hacia dicho punto, casi de uno en uno, por un estrecho espacio que se abrió entre numerosas mesas. Apenas cuatro metros delante percibo a Clinton saludando a varios Jefes de Estado que por allí cruzaban. Por cortesía el Presidente iba dándole la mano a cada uno de ellos. No podía yo salir corriendo para evitar pasar por aquel punto; él tampoco podía hacerlo. Habría sido vergonzosa cobardía de ambos. Proseguí detrás de los demás. En cuestión de dos minutos llegué al punto por donde debía pasar delante de él. Igual que los demás me detuve unos segundos, y con toda dignidad y cortesía lo saludé; él hizo exactamente lo mismo, y seguí adelante. Habría sido extravagante y grosero hacer otra cosa. Todo duró menos de 20 segundos.
El sencillo detalle se conoció pronto. Muchos órganos de prensa dieron cuenta del hecho en tono amable. Decenas de rumores corrieron de inmediato. Voceros oficiales de prensa no bien informados dieron versiones variadas.
La mafia de Miami se puso histérica. Según ellos, el Presidente había cometido un gran crimen. A tales extremos llega su fundamentalismo.
Por mi parte, me siento satisfecho de mi comportamiento respetuoso y civilizado con el Presidente del país que ha sido anfitrión de la Cumbre.
Fidel Castro