INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, FIDEL CASTRO RUZ, EN EL ACTO DE ENTREGA DE 254 ESCUELAS DE LA CAPITAL RECONSTRUIDAS O CONSTRUIDAS, EFECTUADO EN EL TEATRO ASTRAL EL 13 DE AGOSTO DEL 2002.

Compatriotas de la capital y de toda Cuba:

Hace alrededor de 20 meses, en diciembre del 2001, comenzó el lento y fatigoso esfuerzo. Había que restaurar totalmente y amueblar más de 734 escuelas primarias y secundarias de la capital de la República, reconstruir 12 que estaban abandonadas y construir 33 nuevas, con lo cual se mejorarían considerablemente las condiciones de todas las instalaciones de ese tipo, y se incrementarían además en 2.616 el número de aulas necesarias, fundamentalmente para un nuevo programa de la enseñanza primaria, escasa de locales y saturados éstos de alumnos. De las 536 escuelas primarias, 513 poseían comedores que recibían alimentos elaborados en ellas o provenientes del exterior, en condiciones muy desfavorables. El estado de las cocinas existentes era precario; los equipos de conservación y elaboración de los alimentos estaban obsoletos y ninguno funcionaba; todo había que reponerlo en beneficio de casi 130 mil escolares de primaria que requerían de esos servicios, ya que los padres u otros familiares, por razones de trabajo u otras causas, no podían atenderlos a esa hora del día, a los que se añaden 10.673 de la Enseñanza Especial que reciben sus alimentos en las escuelas.

Es de imaginar la lista de problemas adicionales, como falta total o interrupciones en el suministro de agua corriente, la ausencia de bebederos de agua fría en todas, de algunas puertas y ventanas, filtraciones de techos y verdaderas carencias y dificultades en los servicios sanitarios, que afectaban a muchas escuelas.

El número promedio de alumnos por aula era de 37, aunque en varios cientos de ellas la cifra se movía entre 40 y 50 por aula.

En nuestra capital, las condiciones materiales de estudio y la escasez de maestros primarios eran las más difíciles de todo el país. El largo bloqueo, y de forma muy particular el período especial con su enorme carencia de recursos, y las supuestas pérdidas de vocación docente en nuestra juventud, habían dejado profundas y al parecer insuperables huellas en tan extraordinaria y decisiva tarea revolucionaria y social como es la educación.

Estudios realizados demostraban que los niños de las escuelas primarias de la capital tenían aproximadamente la mitad de los conocimientos de los niños de primaria de Santiago de Cuba. Con relación al resto del país, la Ciudad de la Habana estaba en la misma situación que los niños de primaria de América Latina con relación a Cuba. Como es conocido por investigaciones de organismos internacionales, nuestros niños de primaria, en su conjunto, duplican el conocimiento promedio de los alumnos de primaria de aquellos países.

Había que transformar esta situación en las escuelas de la capital fuesen cuales fuesen las escaseces de recursos materiales y los sacrificios a realizar.

En septiembre del año 2000, al iniciarse el curso escolar, nos propusimos el ambicioso objetivo de resolver el problema de la enseñanza primaria de la ciudad en un período no mayor de dos años, y a la vez aplicar medidas y conceptos en todo el país que optimizarían y multiplicarían los conocimientos de nuestros niños en este nivel escolar, con lo que se situaría a nuestro país muy por encima de cualquier otro en el mundo.

En grupos de cien o más escuelas, a lo largo de este período, se han ido inaugurando las restauraciones concluidas.

En acto celebrado el día 27 de abril del 2001, en el municipio de Plaza de la Revolución, se inauguraron las primeras 144 escuelas restauradas. Y el pasado 29 de junio, en el municipio de La Lisa, con la escuela número 402, el tercer grupo de instalaciones restauradas. Ese día faltaban 344 por restaurar, más las 33 nuevas cuya construcción estaba por concluir, e incluso, en varias de ellas, por iniciar.

Se contaba sólo con algo más de dos meses para cumplir la tarea en el plazo previsto. Septiembre era el mes límite para concluir el noble y colosal empeño que beneficiaría a más de un cuarto de millón de niños y adolescentes de nuestra capital, en menos de dos años.

En ese breve período de tiempo nos dimos igualmente a la tarea de preparar como maestros primarios, en cursos emergentes, a más de 4 mil alumnos voluntarios seleccionados entre los que cursaban el último año de los Preuniversitarios Pedagógicos de Ciudad de la Habana que estudiaban en las escuelas en el campo ubicadas en la vecina provincia de la Habana.

Los primeros 500 comenzaron en una escuela del municipio de Melena del Sur, especialmente preparada y dotada del material correspondiente y de las condiciones adecuadas para el estudio intensivo, con un excelente y seleccionado claustro de pedagogos.

A pesar de que eran alumnos internos que salían cada dos semanas —401 de Ciudad de la Habana y 100 de Matanzas, para decirlo con exactitud—, ninguno de ellos desertó del programa. Exactamente lo mismo ocurrió en los dos cursos subsiguientes. ¡Una verdadera proeza de la dirección y los docentes de esa prestigiosa y ya famosa escuela!

Los excelentes resultados de esos primeros graduados, su aplicación, su entusiasmo, su eficiente trabajo como maestros, cada uno de ellos bajo la tutoría de un Licenciado en Enseñanza Primaria, han echado por tierra definitivamente la falsa teoría de la ausencia de vocación de nuestra juventud para estudiar y realizar las tareas que sean necesarias, conciliadas a la vez con intereses profesionales de su preferencia y con amplias y variadas perspectivas de continuar sus estudios en las universidades.

Muy jóvenes, con apenas 19 años, estarían ya realizando un trabajo remunerado, altamente decoroso y de extraordinaria importancia y prestigio social.

Al iniciar este programa, sólo se contaba prácticamente con el heroísmo de los maestros de la ciudad, el espíritu revolucionario de nuestro pueblo, las numerosas instalaciones escolares y el grandioso capital humano creado por la Revolución. Los mínimos recursos disponibles para tal programa había que optimizarlos y casi multiplicarlos.

Ya próximos a cumplir la meta, baste señalar que el costo del importante y vital programa constructivo en las escuelas de la capital es menos que el 10 por ciento de los daños sufridos y los gastos ocasionados para la reconstrucción y reparación total de la destrucción que produjo el huracán Michelle.

Nada es imposible para el pueblo tenaz, inteligente, combativo y patriótico de esta ciudad. La batalla de las escuelas no podía perderse ni se perderá. Ello habría de lograrse con el máximo orden, sin interrumpir ni afectar ninguna otra obra relacionada con instalaciones de producción y servicios de importancia esencial.

Era período de vacaciones, no había clases ni actividades docentes; podía trabajarse día y noche, y convertir cada día en dos, tres o cuatro. Y eso precisamente hicieron y continúan haciendo nuestros bravos forjadores de escuelas en la casi totalidad de las obras. Fuerzas selectas de otras provincias apoyaron solidariamente las obras escolares de la capital.

Alrededor de 22 mil constructores profesionales, constituidos en su mayoría por obreros de los más prestigiosos contingentes de la capital y del experimentado movimiento de microbrigadistas, apoyados cada hora y cada minuto por miles de voluntarios —que incluían hombres y mujeres de todos los oficios, maestros, estudiantes, niños, adolescentes, jóvenes y hasta hombres y mujeres de la tercera edad—, con orden y disciplina, aseguramiento de materiales, buena organización y dirección política y técnica, son los autores de la proeza de haber concluido, entre el 29 de junio y el 13 de agosto, la restauración o construcción en sólo 45 días de 254 escuelas. Faltan todavía por terminar de restaurar o construir 123 instituciones educacionales para finalizar el programa.

Si fuera a buscar un nombre para esta hazaña, la llamaría como aquella novela de la literatura heroica rusa cuando el Ejército Rojo defendía Moscú de las hordas nazis: Días y Noches, escrita por Konstantín Simónov.

Hubo por cierto errores, ineficiencias, indisciplinas, faltas de coordinación y otros fallos de carácter humano en tan complicado e inmenso programa constructivo, pero se luchó incesantemente y sin tregua contra los mismos. Por ello, resaltan abrumadoramente el entusiasmo, la disciplina, la eficiencia y el espíritu de trabajo y sacrificio que prevaleció. Nada pudo empañar la proeza.

En esta etapa final se avanza contando ya con una gran experiencia acumulada, acudiendo al refuerzo, en cada una de las obras pendientes de concluir, del personal más calificado de las que se van concluyendo, una productividad mucho mayor y un entusiasmo renovado.

El comportamiento del tiempo fue y aún continúa siendo la preocupación fundamental. La temporada no ha sido, afortunadamente, muy lluviosa.

Se aplicó preventivamente la táctica de favorecer con prioridad todo lo que fuese fundición de cimientos y construcción de techos para garantizar la no interrupción por lluvia en las fases finales de cada obra.

Han brillado la ingeniosidad de nuestros técnicos y el interés que sin excepción prestaron los jefes de organismos y empresas, cuyos constructores y voluntarios apoyaron las restauraciones y construcciones.

Un principio ha sido aplicado con el máximo de rigor: la calidad de cada objeto de obra estaba por encima de todo. La vigilancia y control sistemáticos han sido constantes. Al convertirse las escuelas de sus niños en el orgullo y el interés máximo de todos los vecinos, millones de ojos custodiaban de forma especial la calidad y la belleza de lo que se hacía.

Debe recordarse en adición a todo lo señalado que cada escuela concluida cuenta con un moderno laboratorio de computación, jóvenes profesores especialmente preparados para impartir esa enseñanza, medios audiovisuales en todas las aulas y un Canal Educativo a su disposición.

El espectáculo de nuestra capital ha sido alentador en este caluroso verano. Las noticias de las escuelas que se restauran en las demás provincias son también excelentes.

Conscientes de la inmensa obra que nos espera en todo el país para alcanzar un salto de calidad en nuestros servicios educacionales y una verdadera revolución en ese campo con un mínimo de gastos y apelando fundamentalmente a nuestro capital humano, nuestra confianza y seguridad se fortalecen.

Y como expresé hace tres días en la graduación de 741 alumnos de la Escuela Emergente de Enfermería del Cotorro, no está siendo olvidada ni lo será otra esfera de importancia magna: los servicios de salud, golpeados también por el período especial, en adición al brutal y cruento bloqueo imperialista, sin que los factores subjetivos y la incapacidad de algunos cuadros dejen de ocupar un importante papel junto a dificultades objetivas.

Esta esfera será objeto de sólida y profunda atención para garantizar los grandes avances alcanzados y pasar a niveles superiores con el empleo pleno del enorme capital humano disponible que, con su ciencia y su espíritu de solidaridad y humanismo, hoy asombran al mundo con los servicios que actualmente prestan a otros numerosos países.

Esta noche precisamente se graduarán miles de profesionales y técnicos de la salud. Las fuerzas de nuestro glorioso ejército de lucha por la vida, vencedor del dolor y la muerte, crecen y se multiplican. Su espíritu de combate será cada vez más fuerte; sus conocimientos, más profundos. En estrecha unión con nuestros investigadores y científicos, serán ejemplos y paladines de una nueva concepción de la noble función de los servicios de salud, que ha de ser ajena por completo al vil espíritu mercantilista sembrado por el sistema imperialista, capitalista y neoliberal que hoy impera en el mundo.

No debe olvidarse que este mismo año 2002 la ciudad libró victoriosamente, durante 70 días consecutivos de incesante lucha, sin uno solo de receso, la batalla contra el dengue, totalmente erradicado aquí y en el resto del país, y también que nuestro pueblo durante diez meses ha estado llevando a cabo la reparación de los daños ocasionados por el huracán más dañino y devastador de los últimos 100 años, que será concluida en menos de doce meses.

Estas y otras esferas vitales para la justicia, el bienestar, la libertad y la dignidad de los seres humanos avanzarán con fuerza en medio de nuestra ya histórica e impresionante batalla de ideas en el mundo convulso y desesperado que nos rodea.

El próximo mes de septiembre será inolvidable por su trascendencia para la educación en Cuba:

El día 2 graduaremos más de 5 mil jóvenes como Maestros Emergentes de Enseñanza Primaria, procedentes de Ciudad de la Habana, Matanzas, Cienfuegos y Ciego de Ávila, a los que se unirán también en el mismo acto los primeros mil graduados en pleno ejercicio ya de su hermosa profesión.

El día 9 será inaugurada, en las instalaciones de la "Salvador Allende", la Escuela de Profesores Emergentes para Secundara Básica, con 4.500 alumnos de todo el país, lo cual inicia la etapa igualmente trascendente en que será revolucionada radicalmente la enseñanza de ese nivel, hoy sumergida en una profunda crisis de carácter mundial, aparentemente insoluble.

Y el 16 de ese mismo mes tendrá lugar la inauguración oficial del curso escolar 2002-2003.

Los niños de la capital y de todo el territorio nacional, por su parte, iniciarán sus clases el 3 de septiembre.

¡Felicidades, compatriotas de la capital y de todo el país!

Batalla tras batalla, iremos enfrentando peligros y venciendo obstáculos.

No deseo extenderme más. Los hechos son siempre más elocuentes que las palabras.

¡Gracias por todo lo que han hecho!

¡Gracias por la profunda Revolución educacional y cultural que están llevando a cabo, la que no sólo beneficiará a nuestro pueblo sino también a muchos otros!

¡Gracias por el ejemplo que con lucha tenaz, heroica y creadora hoy ofrecen al mundo!

¡Viva el Socialismo!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!