Discurso pronunciado por el Presidente de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz, en el acto conmemorativo del aniversario 40 del Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón, el 17 de octubre de 2002.
Profesores, investigadores y estudiantes:
Distinguidos invitados:
Aquel acto tuvo lugar un día como hoy, 17 de octubre, hace 40 años, cinco días antes de que estallara la crisis de 1962, de la que mucho se ha meditado y analizado en estos días. Un holocausto nuclear estuvo a punto de producirse.
Había transcurrido exactamente un año y medio desde la invasión mercenaria por Girón y 10 meses desde que finalizara la proeza de la Campaña de Alfabetización. Más de 2 000 médicos y la mayoría de los profesores de Medicina habían abandonado el país. Era necesario compensar aquellas pérdidas y formar con urgencia los que necesitaba el ambicioso programa revolucionario de salud pública. Parte de aquel esfuerzo era la fundación de un importante instituto de ciencias básicas, para acelerar el proceso de preparar y graduar médicos con la calidad revolucionaria y los conocimientos requeridos. En cuestión de semanas se creó este instituto en una gran instalación, que fuera sede de una de las más importantes instituciones de la alta burguesía, gran parte de ella residente ya en Estados Unidos con sus familiares.
En honor de la heroica victoria de nuestros combatientes en Girón, este fue el nombre que se le otorgó.
Por las especiales circunstancias de aquel momento y la transcendencia del Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón en la evolución ulterior de la medicina cubana, me pareció conveniente recordar algunas de las ideas que expuse ese día con las mismas palabras que fueron utilizadas. En ello, por su vigencia, utilizaré una parte importante de mi intervención.
De modo casual comencé hablando del sector de enfermería:
"Nosotros creíamos" —dije— "que en esta reunión de la familia médica iban a estar presentes los estudiantes de medicina. Hemos visto que están también presentes las muchachas de las Escuelas de Enfermeras. Y nos alegramos mucho, porque no sé qué pasaba que cuando se hablaba de todos los problemas de la medicina y de los médicos, olvidaban a las enfermeras. Cuando se hablaba de las asociaciones estudiantiles, olvidaban las Escuelas de Enfermeras. Las enfermeras constituyen una parte importante, fundamental, de todo el trabajo médico y a la Revolución le interesa mucho formar enfermeras revolucionarias. ¡Miren qué entusiasmo tienen!
"La cuestión de la salud es uno de los problemas más sensibles con el que nuestros enemigos trataron de herir a nuestro pueblo. Es muy lógico que los cubanos tengamos la aspiración de que la mortalidad infantil se reduzca; que el promedio de vida de cada ciudadano se prolongue; combatir contra las enfermedades, combatir contra la muerte. No puede haber aspiración más legítima que esa, y pudiera decirse que más sagrada.
"Gentes sin escrúpulos trataron de herir a nuestro pueblo en eso. Trataron de privar a nuestro país de los recursos para luchar por la vida, para luchar contra la enfermedad, para salvar miles, decenas de miles, cientos de miles de vidas, sobre todo de vidas de niños. ¿Cómo? Llevándonos los médicos.
"Cuando nos atacaron por Playa Girón la intención era apoderarse de un pedazo del territorio, y desde allí empezar a bombardear todos los días y todas las noches, someter a nuestro país a una guerra de desgaste que habría costado cientos de miles de vidas. Pero con todo y eso, una de las acciones más canallescas que el imperialismo ha realizado contra nuestro país, fue la política de sobornar médicos y tratar de lograr el éxodo de médicos hacia Estados Unidos; privar a nuestro país del personal técnico calificado para atender a nuestros enfermos. Y, efectivamente, logró llevarse un determinado número de médicos.
"Ellos sabían que hacían daño, no a nosotros, sino al pueblo. Nos dolía el daño cruel que al pueblo hacían con esa política. Nosotros sabemos el ansia, la obsesión que tienen los sectores pobres por el médico; lo que agradecen los campesinos el servicio médico rural, las medicinas que se les envía, los hospitales que se les han construido.
"Una de las cosas en que se ha hecho sentir el peso de la Revolución, es en el campo de la salud. En nuestro país había solo 9.000 camas en hospitales del Estado.
"Todo el mundo sabe cómo antes atendían en los hospitales a los enfermos, que tenían que dormir muchas veces en el suelo; el estado de pobreza, de espanto que había en muchos hospitales.
"Todo el mundo sabe que a nuestros campos nunca iba un médico; que la población rural estaba virtualmente abandonada, que un campesino para ver a un médico tenía que empezar por vender un cochinito, media docena de gallinas, cualquier cosa.
"Cuando nuestro pueblo no tenía asistencia médica, ellos no se preocupaban de llevarse para Estados Unidos a los médicos, les era indiferente. Cuando en nuestro país comenzó un extraordinario programa de asistencia médica, que elevó de 21 millones de pesos a 103 millones los fondos destinados a la salud pública, entonces sí se preocuparon por tratar de privar a nuestro pueblo de médicos.
"Desde luego que los médicos que se llevaron no eran unos corderitos ni unos santos, por supuesto.
"Los estudiantes tenían que pasar —sobre todo los estudiantes del resto del país— un trabajo enorme para poder graduarse, y después no tenían empleo en ninguna parte. Los médicos se acumulaban en la capital. Se podía considerar muy afortunado el médico recién graduado al que le dieran un puestecito en el Ayuntamiento, en un hospital, y le pagaban 100 pesos, o 120, cualquier cosa.
"Cuando un médico en la sociedad de clases que teníamos, en la sociedad explotadora en que vivíamos, se convertía en un experimentado profesional y se hacía famoso, ya el pueblo no podía contar más con ese médico, solo por excepción; porque siempre, naturalmente, hay sus excepciones. Ya era el médico de los más ricos. Le resultaba muy difícil, a un hombre humilde del pueblo, recibir sus servicios.
"Muchos de aquellos médicos eran los médicos de los dueños de los centrales azucareros, de los millonarios, y cuando se fueron los millonarios, los echaron de menos y se marcharon.
"Independientemente de que a muchos médicos de los que sedujeron para ir a Estados Unidos los pusieron a fregar platos, a manejar elevadores y tareas similares; independientemente de eso, no cabe duda de que la actitud de los médicos que se fueron fue una actitud muy inmoral. Ese es un crimen contra el pueblo, contra el enfermo, contra el infeliz, contra el que sufre.
"¿Con quiénes debemos resolver los problemas? En primer lugar, debemos resolver los problemas con los médicos buenos. Porque es justo señalar que si ha habido médicos corrompidos, envilecidos y mercantilizados, ha habido también muchos, realmente muchos, médicos buenos, de conciencia, humanos, que entienden su profesión como deben entenderla.
"Unos hicieron el juramento de Hipócrates y otros hicieron el juramento de hipócritas. Los que hicieron el juramento verdadero y entendieron su misión como una misión sagrada, esos ni se marcharon ni se marcharán nunca. Con esos tenemos que resolver el problema.
"Los hombres que en medio de una sociedad de corrupción y de egoísmo permanecieron puros, pueden servir de semilla y de maestros.
"¿Qué significa los que se han ido? Hablando en términos médicos, lo mismo que cuando se aprieta un tumor.
"Los imperialistas tratan de hacer propaganda con los que se han ido. Eso equivale a hacer propaganda con el pus, porque lo que se ha ido es el pus de la sociedad cubana, cuando la Revolución apretó esa sociedad.
"El espíritu pequeñoburgués, blandengue, vacilante de los primeros tiempos, no se ve por ninguna parte.
"¿Qué debemos hacer? Seguir adelante, y resolver los problemas para siempre.
"¿Qué es lo que compensa ante nuestro pueblo, qué es lo que compensa ante nuestros sentimientos de revolucionarios, la repugnancia y el asco por los traidores y los desertores? Esto: esta masa nueva, este contingente que empieza a estudiar, y la masa actual bastante depurada de los actuales estudiantes universitarios.
"Yo puedo decir y puedo asegurar que nuestro país cuenta hoy en la Escuela de Medicina con una formidable masa de buenos estudiantes y de estudiantes revolucionarios.
"¿Con qué se puede contar ya, desde ahora? Con varios cientos de magníficos compañeros que se irán graduando todos los años, y que irán reforzando el contingente de médicos revolucionarios e irán dándole al país el aporte de una mentalidad nueva, de una concepción nueva de la función del médico; función que, al igual que la del maestro, el pueblo debe tener en la más alta estima. Claro, los malos médicos conspiran contra el buen concepto que el pueblo debe tener del médico.
"Esa masa ya significará un aporte año por año y una conciencia firme, limpia, de médicos que trabajen.
"Ese contingente irá creando un espíritu que se opondrá al espíritu egoísta, o a los restos del espíritu egoísta, acomodaticio; ese espíritu que tiende a corromper al estudiante, ¡incluso al estudiante!
"Ya nuestro pueblo puede tener la seguridad de que todos los jóvenes que están estudiando en la Facultad de Medicina están haciéndolo a tiempo completo, y que vamos a crear, a formar médicos, en cantidades masivas, mucho mejores. Y entendemos que ese es un deber que tiene la Revolución con el pueblo.
"Ahora bien: ¿la solución definitiva del problema estaba en eso? ¡No! Hay, por ejemplo, una circunstancia, cual es la siguiente: los médicos se amontonaban en La Habana. La sociedad aquella amontonó médicos en La Habana; y después no querían irse. Para Miami sí; ¡para la Sierra Maestra, no! Y muchos de esos cogían mejor el caminito de fuera que el caminito de ir a servir a su pueblo.
"Los problemas no se resolvían siquiera con esas medidas que se apuntaban. ¿Dónde está la verdadera y definitiva solución del problema, dónde? Con vistas al futuro, la única, la verdadera, la definitiva solución, es la formación masiva de médicos. La Revolución tiene hoy fuerzas y tiene recursos y tiene organización y tiene hombres —¡hombres!, que es lo más importante— para comenzar un plan de formación de médicos en las cantidades que sean necesarias. Y no solo muchos, sino sobre todo buenos; y no solo buenos como médicos, ¡sino buenos como hombres y como mujeres, como patriotas y como revolucionarios!
"¿Y quién dice que la Revolución no puede hacer eso? ¡Estamos ya pudiendo! Y la mejor prueba es este acto de esta noche.
"Claro está que para ingresar en la universidad se necesita, por lo menos, ser bachiller. ¿Qué se hizo? Se decidió aceptar como estudiantes de medicina tanto a bachilleres en ciencias como en letras, tras un cursillo que comienza mañana.
"En virtud de eso" —continué expresándoles a los jóvenes aquella noche hace 40 años—, "ya ingresan en este Instituto de Ciencias Básicas unos 800 estudiantes; y en la Universidad de Oriente, (recién creada) 240, que hacen un total de más de 1 000, ¡más de mil que comienzan a estudiar! Eso, este año.
"Pero simultáneamente en este instituto, comienzan un cursillo de 15 meses 1 300 estudiantes de bachillerato que, unidos a los que se gradúan de bachillerato, permitirán que el año próximo, contando las bajas académicas, entren aquí, o comiencen en la universidad, es decir, aquí mismo, 1 250.
"A la vez, este año, por lo menos 2 500 jóvenes de secundaria básica comienzan a hacer un preuniversitario especial de dos años, para ingresar, inmediatamente después, en la Escuela de Medicina.
"¿Y después? Después ya será un río de estudiantes de medicina: 1 000 este año, que comenzarán a estudiar en 1963; 1 250 que comenzarán en 1964; 2 500 que comenzarán en 1965 y, desde luego, como la Revolución no ha trabajado en balde, la Revolución puede hacer eso porque cuenta con enormes contingentes de becarios, donde puede seleccionar a los estudiantes por su vocación y por su capacidad, porque la Revolución viene haciendo una obra educacional desde el principio. Téngase en cuenta que había estudiando secundaria unos 120 000 cuando la Revolución llegó al poder, y que ahora hay cerca de 250 000. Son cifras, son hechos y son el fruto de la propia obra de la Revolución. Y ahora tenemos que hacer cursos especiales, pero a partir de 1965 no cabrán ni aquí ni en otro edificio como este los que podrán estudiar medicina. ¡Y esa es la solución, la única y la definitiva solución!
"No solo eso, sino que aún podemos hacer algo —aunque tenga sobre todo carácter simbólico más que otra cosa— para ayudar a otros países.
"Por ejemplo tenemos el caso de Argelia. En Argelia la mayor parte de los médicos eran franceses, y muchos se marcharon. Con 4 millones más de habitantes que nosotros, gran número de enfermedades que dejó allí el coloniaje, disponen de menos de la tercera parte de los médicos que nosotros tenemos. Tienen una situación verdaderamente trágica en el campo de la salud. Y por eso nosotros, conversando hoy con los estudiantes, les planteábamos que hacen falta 50 médicos voluntarios. Y estamos seguros de que esos voluntarios no faltarán. Cincuenta nada más. Estamos seguros de que se van a ofrecer más, como expresión del espíritu de solidaridad de nuestro pueblo con un pueblo amigo que está peor que nosotros.
"Hoy podemos mandar 50; dentro de 8 ó 10 años no se sabe cuántos, y a nuestros pueblos hermanos podremos darles ayuda. Porque cada año que pase tendremos más médicos, y cada año que pase más estudiantes ingresarán en la Escuela de Medicina; porque la Revolución tiene derecho a recoger lo que siembra, y tiene derecho a recoger los frutos que ha sembrado.
"Y nuestro país muy pronto —podemos proclamarlo con orgullo— tendrá mayor número de médicos por habitantes que ningún país de América Latina; y nuestras universidades irán creciendo, y los estudiantes en nuestras universidades se contarán por decenas y decenas de miles, y nuestros cuerpos de profesores serán cada vez más experimentados. Los años pasan, y pasan rápido, y el esfuerzo de la Revolución se ve.
"Decimos años, pero años que pasarán y que nos permitirán ver ese cuadro de 40 000 ó 50 000 estudiantes universitarios y de jóvenes graduándose por millares y decenas de millares, porque para eso la Revolución puede, porque es la Revolución y solo la Revolución la que puede realizar esas proezas; y es un pueblo revolucionario y solo un pueblo revolucionario quien puede llevar adelante semejantes tareas.
"Hoy es un día de íntimo regocijo, porque la Revolución no se concreta a exponer ideas, sino a realizar ideas; la Revolución no es teoría, es sobre todo hechos. Y cuanto la Revolución se ha propuesto, lo ha logrado; cuanto la Revolución ha iniciado, lo ha llevado adelante. Y esto es producto de idea convertida en realidad, de obra emprendida que se lleva adelante, razón para ser optimistas; razón para creer cada vez más en el dinamismo de una Revolución y en la capacidad creadora de nuestro pueblo.
"Sabemos lo que esto significa, sabemos que con esto nos defendemos de los golpes más bajos del enemigo en el aspecto más sensible de nuestro pueblo, sabemos que esto significa centenares de miles de niños que se salvarán para la patria, significa salud para nuestro pueblo, significa elevar el promedio de vida de cada ciudadano de nuestra patria, la creación de las condiciones no solo para combatir las enfermedades, sino para prevenirlas. Porque en el futuro tendremos cada día más médicos, y cada día menos enfermos.
"Ahí están los hechos: hace seis meses no ha habido un solo caso de poliomielitis en nuestro país; hace seis meses ninguna madre, ninguna familia ha tenido que pasar por el dolor inenarrable de ver a su hijo inválido. Ya cientos de niños se han salvado, cientos de vidas felices se han salvado; la felicidad y la alegría de cientos de familias se han salvado.
"De nuevo arremete la Revolución contra las enfermedades y se dispone a salvar miles de vidas del tétanos, de la difteria y de la tos ferina, que son otras tantas enfermedades que sacrifican a miles de niños todos los años, y que puede contraer cualquier niño de cualquier familia. ¿Cómo? Previniendo a través de la vacunación esos tipos de enfermedades. Y así iremos combatiendo enfermedad por enfermedad, así iremos disminuyendo el número de epidemias, el número de muertes, el número de víctimas. Así se irá cumpliendo ese gran propósito: ir pasando de la medicina terapéutica a la preventiva.
"Y ha de ser brillante el porvenir de nuestro pueblo, brillante la salud de nuestro pueblo, cuando, por un lado, combatimos las enfermedades, disminuimos sus víctimas, luchamos contra ellas hasta hacerlas desaparecer; y, por otro lado, contingentes de jóvenes entusiastas, que son esperanzas de la patria, forjadores de la salud de nuestro pueblo, salvadores de vidas, entran en una institución como esta."
Hasta aquí los puntos esenciales y el programa que abordé aquella noche.
Al cabo de 40 años casi no hay nada que añadir a estas ideas, elaboradas hace cuatro décadas, cabalmente cumplidas y muchas ampliamente superadas.
Algunos ejemplos:
En 1981 una brutal e inesperada epidemia de dengue hemorrágico, ocasionada por el virus 2 no conocido con anterioridad, se extendió por todo el país, afectó a 344 203 ciudadanos y les arrebató la vida a 158 personas, de ellos 101 niños con cuatro años de edad promedio, lo que constituyó una dura y severa prueba para el sistema sanitario cubano. En esa fecha el número de médicos ascendía a la cifra de 16 210, cuatro veces menos que hoy, pero era ya más de cuatro veces superior a la cantidad de médicos que disponíamos en 1962.
Con gastos considerables y un sobrehumano esfuerzo la epidemia fue derrotada, el número de vectores reducido a cifras insignificantes y el virus erradicado del territorio nacional. El hecho, como un desafío más, multiplicó el esfuerzo de la Revolución en el campo de la salud. Fue cuando se tomó la decisión de crear más de 15 nuevas Facultades de Medicina además de las existentes, para disponer como mínimo de una por provincia, que según la nueva división político-administrativa se habían elevado a 14. En la capital y en Santiago de Cuba la cifra de facultades, en conjunto, ascendió a más de seis. Nuevas técnicas avanzadas fueron introducidas, nuevos servicios creados, nuevos hospitales construidos y muchos de los existentes, ampliados. Los centros de investigación científica, varios de ellos relacionados con la salud, cobraron especial impulso.
Fue así como el país iba convirtiéndose en una verdadera potencia médica. Decenas de medidas se fueron aplicando; ideas realmente revolucionarias surgieron, entre ellas la introducción del médico de familia en ciudades, campos y montañas de todo el país, que dieron lugar a un sistema de salud sin precedentes y único en el mundo.
Se produce el derrumbe de la Unión Soviética y de los países socialistas de Europa. Entramos de lleno, súbitamente, en el período especial. El pueblo fue capaz de realizar la asombrosa proeza de sobrevivir, pero tales circunstancias causaron considerable daño al avance de los programas de salud en pleno desarrollo. Prueba de su ímpetu es que durante el período especial se han graduado más de 30 000 médicos, casi tantos como los que ya había al inicio de dicho período.
Factores objetivos y subjetivos contribuyeron a crear y a agravar dificultades en los servicios de salud. Frente al heroico esfuerzo de gran número de nuestros científicos, médicos, técnicos y trabajadores del sector, decisiones erráticas, normas burocráticas y absurdos esquemas de trabajo causaron considerable daño, que aparentemente se debía solo a la crítica escasez de recursos materiales y las dificultades que nos trajo la nueva situación, unidas al recrudecimiento deliberado y oportunista del bloqueo y la guerra económica por parte de los gobiernos de Estados Unidos.
De los programas, uno de los que más soportó el peso de las estupideces fue el del médico de la familia, sin duda el más prometedor de todos. Viejos prejuicios e incomprensiones de un número de especialistas y autoridades del sector, unidos a medidas que reflejaban autosuficiencia, mediocridad y métodos incorrectos de dirección, podían dar al traste con muchas de las mejores cosas que han llenado de gloria a la medicina cubana.
La atención y las medidas adoptadas por la dirección de nuestro Partido, frente a las dificultades y problemas que en medio de la confusión creada por las escaseces materiales iban surgiendo, hicieron imposible un daño mayor.
En medio de la batalla de ideas que venimos librando, se fue haciendo evidente la necesidad de superar situaciones que engendraban métodos, hábitos de dirección incorrectos e incluso, en determinados casos, vicios mercantilistas inadmisibles en los servicios de salud creados por la Revolución.
Tales realidades exigieron cambios en el mando del sector, nuevas concepciones e ideas, ajustadas a los grandiosos avances logrados y a la experiencia acumulada desde aquellos días gloriosos y difíciles cuando hace cuarenta años fue inaugurado este histórico Instituto.
En la nueva etapa que se inicia, el enorme caudal de recursos humanos surgido y el tradicional espíritu de sacrificio y heroísmo demostrado por nuestros profesionales, técnicos y trabajadores del sector de la salud; los extraordinarios servicios que prestan dentro y fuera de Cuba; los nuevos recursos y los pasos dados en la producción y distribución de los medicamentos; la fulminante ofensiva que puso fin en 70 días, en los primeros meses de este mismo año, a la porfiada presencia del último brote de dengue; la sólida defensa frente al peligro del creciente contacto con viajeros procedentes de lugares donde la enfermedad es endémica, y las amenazas de nuevas y viejas enfermedades que están latentes, ponen y pondrán de manifiesto el inmenso poder alcanzado por nuestro pueblo, sus trabajadores de la salud y nuestra ciencia médica.
El esfuerzo por lograr la excelencia en nuestros servicios de salud será tenaz y profundo. El alcance de las nuevas ideas y proyectos de salud para la seguridad y el bienestar de nuestro pueblo no ha sido siquiera soñado dentro o fuera de nuestro país. Los programas de salud ya iniciados, aunque son más complejos y exigen más tiempo y recursos que los servicios de educación hoy en marcha hacia las más altas cumbres, no se detendrán un instante. Trabajando calladamente y sin admitir tendencias hacia estridentes promesas y excesos publicitarios, nada podrá impedir la victoria, como nada lo ha podido impedir hasta hoy.
¡Viva el Socialismo!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!