PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, FIDEL CASTRO RUZ, EN LA CENA OFRECIDA A LOS PARTICIPANTES EN LA EXPOSICIÓN DE PRODUCTOS AGROALIMENTARIOS DE LOS ESTADOS UNIDOS. SALÓN DE PROTOCOLO DEL LAGUITO, CIUDAD DE LA HABANA, 28 DE SEPTIEMBRE DEL 2002.

Distinguidos y estimados participantes en esta magnífica exposición;

Familiares e invitados:

La Feria de Productos Agrícolas norteamericanos en Cuba ha sido fruto del tesón, el espíritu constructivo, el talento y la iniciativa de agricultores y empresas productoras de alimentos en Estados Unidos, con la cooperación modesta, pero sincera y amistosa, de las empresas importadoras, productoras y distribuidoras de alimentos en Cuba.

Se puede calificar de histórico un hecho que no ocurría hace más de 40 años, o tal vez ni siquiera ocurrió nunca.

A lo largo de más de un siglo, el comercio de azúcar, tabaco, ron, vegetales, frutas tropicales, níquel, cobalto, hierro, cobre y otros productos fueron objeto de intercambio con los alimentos y productos industriales de Estados Unidos. Playas, aire puro, naturaleza exuberante, sol cálido, bellos paisajes, música popular y otras expresiones culturales, siempre unidos a la tradicional hospitalidad de nuestro pueblo, fueron atributos que en cualquier circunstancia histórica disfrutaron siempre millones de norteamericanos en nuestro país. Ni siquiera grandes conflictos internacionales pudieron impedir los vínculos comerciales entre ambos pueblos.

A raíz de la Segunda Guerra Mundial, un número de vidas cubanas se perdieron llevando y trayendo mercancías entre Cuba y Estados Unidos que contribuyeron a satisfacer necesidades de suma importancia en tiempos de guerra. En materia de intercambio de productos, nada es nuevo en las relaciones entre ambos países. Lo nuevo es realmente lo que puede conmemorarse hoy como un hecho trascendente: una Feria de Productos Agrícolas norteamericanos en Cuba después de más de 40 años de ausencia total de comercio.

Este hecho ha estado precedido por el arribo de más de 50 barcos mercantes que en 11 meses han transportado 712 mil toneladas de productos agrícolas norteamericanos.

Es mi deber expresar nuestro reconocimiento más sincero por la seriedad, eficiencia y puntualidad de los suministradores y la calidad de los productos recibidos. Ni uno solo de los buques mercantes que arribaron a nuestro país se retrasó un minuto en el tiempo programado para la descarga, y todos sin excepción pagaron las correspondientes primas a los importadores por pronto despacho en nuestros puertos, que ascendieron a cientos de miles de dólares.

De una cifra inicial de importaciones calculada en 40 millones de dólares, incluido el costo del transporte, la misma, al comenzar esta feria, ascendía ya a 140 millones. Durante su desarrollo se han firmado nuevos contratos, y esperamos que al finalizar la misma esta cifra rebase los 200 millones de dólares.

Ni una sola vez se retrasó el pago por los servicios y productos recibidos, y todo se hizo al contado, frente a los augurios de quienes aseguraban que Cuba no estaba en condiciones de pagar los productos adquiridos. Y tales operaciones no afectaron en absoluto los intereses económicos o financieros de los suministradores tradicionales de alimentos a nuestro país en los más duros años del período especial. Sus intereses siempre han sido tenidos en cuenta. Los incrementos de importaciones de alimentos procedentes de Estados Unidos se han realizado sobre la base de cálculos precisos en torno a las ventajas comparativas de orden económico relacionadas con las pérdidas o ganancias en divisas convertibles de cada producción que se realiza en nuestro país, o en los incrementos imprescindibles y crecientes de nuestras importaciones. Ningún trabajador cubano ha sido ni será afectado, en virtud de circunstancias especiales que nos permiten mantener intactos sus ingresos y a la vez ofrecerles la oportunidad de realizar estudios de nivel medio o superior que elevarán extraordinariamente su autoestima y reconocimiento social. El país dispondrá de más ingresos para su desarrollo económico y social.

Esperamos que la esmerada seriedad alcanzada prevalezca siempre en nuestras relaciones comerciales, hoy en una sola dirección y mañana en ambas direcciones.

La capacidad de las personas aquí presentes, su valentía, confianza y buena fe, han sido factores decisivos en el éxito alcanzado. Siempre lo agradeceremos.

En el transcurso de los últimos meses he tenido el privilegio de conversar con cientos de agricultores y hombres de empresas agrícolas norteamericanas. Mucho aprendí de ellos en cuanto a las técnicas agrícolas aplicadas y a la productividad alcanzada por los productores de granos, por lo general núcleos familiares de tres a cuatro personas, que en grandes extensiones de tierra, con el uso de modernas y grandes máquinas, son capaces de cultivar cientos de hectáreas de granos.

La pregunta que invariablemente hago a casi todos es cuánto alimento son capaces de producir por encima de las actuales cifras. Me mueve a preguntarles esto la profunda convicción de que el reto mayor de la humanidad en un futuro no lejano es la producción de alimentos. La humanidad alcanza ya 6,278 millones de habitantes, cuatro veces más que los que existían hace 100 años. Esta cifra casi se duplicará en unas pocas decenas de años. Sólo la ciencia, la técnica y la productividad por hectárea podrán enfrentar el grandioso desafío que tiene por delante un planeta que se empobrece y cuya tierra agrícola y agua potable disminuyen año por año.

A medida que los pueblos adquieren más cultura y desarrollo, no sólo demandan más cantidad de granos, sino también más calidad en los alimentos. No les basta, por ejemplo, el cereal; lo desean también convertido en leche, carne, huevos, variedad y calidad de alimentos que demandan mucho más granos, frutas y vegetales, más fibras y vitaminas y menos grasas y aceites de alto peso molecular.

En un futuro bastante próximo no faltarán mercados sino alimentos. Allanemos el camino al intercambio, suprimamos obstáculos, incrementemos el comercio y el desarrollo para que miles de millones de personas subalimentadas en el planeta adquieran la capacidad de compra y el desarrollo técnico y económico que necesitan para sobrevivir. Cuando eso ocurra, ningún agricultor norteamericano tendría que preocuparse por la falta de mercados para los alimentos que sus manos laboriosas sean capaces de producir.

Con esta esperanza concluyo mis palabras.

Para mí y demás compañeros esta feria ha significado el privilegio de conocer e intercambiar fructíferas impresiones con muchos agricultores, hombres de la industria alimenticia y responsables de programas agrícolas, procedentes de casi todos los Estados de la Unión, personas excelentes y bien educadas en las cuales se pueden apreciar los elevados valores y cualidades humanas que siempre hemos reconocido en el pueblo norteamericano.

Les deseo a todos y a cada uno de ustedes y a sus familiares el éxito que tan merecidamente han ganado con su iniciativa y valentía.

¡Que siempre los acompañe el recuerdo del respeto sincero y la hospitalidad con que nuestro pueblo los ha recibido!

¡Muchas gracias!