Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en la Tribuna Abierta de la Revolución, efectuada en Buey Arriba, provincia Granma. Contiene algunos datos añadidos por el autor, relacionados principalmente con los combates contra la última ofensiva de las fuerzas de la tiranía y la ofensiva final del Ejército Rebelde. 30 de marzo de 2002.
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Queridos compatriotas de Buey Arriba, de Granma y de Cuba:
Quiso el azar que en estos últimos días se convirtiesen en realidad, simultáneamente, cuatro importantes programas de la Revolución, fruto de la gran batalla de ideas que estamos librando.
Este acto tiene, realmente, para todos nosotros, para todos los orientales y para todo el país un extraordinario simbolismo.
Los programas de que hablaba eran, en el orden en que fueron realizándose las inauguraciones en Granma: primero, la terminación y la puesta en marcha de la Escuela de Artes Plásticas de Manzanillo, que lleva el nombre de un ilustre pintor e intelectual, Carlos Enríquez, y no era fácil escoger un nombre, porque son muchos, y cada vez más los pintores ilustres; segundo, el programa de formación integral de jóvenes (Exclamaciones), que alcanza ya la cifra de casi 80 000 jóvenes cubanos; tercero, el programa de la instalación y de la creación, podemos decir, de salas de video en aquellos poblados rurales que no poseen ningún tipo de electricidad; cuarto, el colosal programa de la instalación de laboratorios o, en los casos de escuelas pequeñas, máquinas computadoras para la enseñanza de la computación en el nivel medio superior, en las secundarias básicas y en todas las primarias, incluidos los alumnos de prescolar.
No sé si habrá algún otro país en el mundo que haya logrado un programa de esa extensión y de esa magnitud en la enseñanza de la computación, y seguramente los niños de prescolar, primaria y secundaria básica de este municipio de montaña —no sé si tendrán aquí algún centro de enseñanza media superior— están recibiendo esas clases; y si en el mundo existiera algún país que haya podido aplicar un programa tan amplio, tan ambicioso, tan preciso, tan exacto, lo que puede afirmarse, con toda seguridad, es que nadie lo hizo nunca, y tal vez nunca nadie lo hará, en ocho meses (Exclamaciones de: "¡Viva Fidel!"), con la preparación del personal docente y la creación de más de 12 000 empleos decorosos, que alcanzarán un gran reconocimiento social en los años futuros, a medida que ese programa ofrezca sus frutos y a medida que esos miles de jóvenes que hoy están enseñando adquieran más y más conocimientos (Aplausos).
Quiso también el azar, además, que unas horas antes de viajar nosotros hacia Manzanillo, en La Habana se proclamara otro hecho extraordinario: la erradicación del virus del dengue (Exclamaciones) y la reducción casi a cero del peligroso vector Aedes aegypti.
Muchas cosas podrían decirse de lo que significan estos cuatro programas. Cuando hablo de la escuela de artes plásticas inaugurada en Manzanillo, es una de las siete que la Revolución está creando en el curso del 2001 al 2002; de las siete, hay dos terminadas, otras cuatro se terminarán antes del próximo septiembre, aunque están funcionando ya en determinados locales provisionales, pero tendrán las edificaciones pertinentes para esa fecha, y tal vez antes de fin de este mismo año estará la séptima. A ello se añade la reconstrucción y ampliación de otras escuelas de este tipo, que en su conjunto duplicarán el número de estudiantes de artes plásticas que hoy se forman en las actuales escuelas.
Hablo de las artes plásticas, porque es la representación, en este caso, de otro colosal movimiento, la explosión cultural que se está produciendo en nuestro país y que se manifiesta en otras ramas artísticas e intelectuales. Lo vemos en todas las tribunas abiertas, en niños, en adolescentes, en jóvenes, en toda la población, como lo demostró la reciente Feria Internacional del Libro, fiesta que se extendió a toda Cuba en 17 de las principales ciudades, un fenómeno que tampoco se puede presenciar en cualquier otro país. Es la expresión del movimiento en la danza, la música, el teatro y otras ramas del arte y la intelectualidad en nuestra patria.
Nuestro Ministro de Cultura lo explicaba en la inauguración de la escuela de Manzanillo cuando expresó que prácticamente se han duplicado todos los asistentes a teatros, museos, actividades musicales y otras; lo vemos aquí en este municipio de Granma. Lo vemos no solo en sus niños oradores, lo cual es una expresión de intelectualidad y arte, pudiéramos decir, por la facilidad de palabra, por los discursos que nadie les escribe, que escriben ellos. ¿En cuántos lugares del mundo podrán verse esos extraordinarios comunicadores que son nuestros niños? Lo vemos en los que vienen aquí a recitar, en los que vienen a danzar, o los que vienen a cantar, o el dúo de músicos, la pareja que aquí también nos ofreció su magnífica actuación. Es algo que florece por todas partes, y apenas estamos comenzando.
Uno no tiene que preguntar de dónde es ese niño, de dónde es esa niña, de dónde es este grupo, quién cantó aquí. No, no vienen del exterior, no vienen de la capital; vienen de la provincia Granma (Aplausos), una de las menos desarrolladas económicamente, o vienen del propio municipio donde se efectúa una tribuna como esta bella tribuna, digamos; y no me refiero a la tribuna donde estoy parado, sino a la gran tribuna esa que desde aquí observo en este terreno y donde está el pueblo (Exclamaciones), que ha colmado el espacio con más de 25 000 asistentes, cuando se estaba calculando alrededor de 15 000. Dichosos los que desde la televisión pueden ver lo mismo que estoy observando desde aquí, porque ustedes no pueden observarse a sí mismos, no pueden observar esta imagen de pueblo, de banderas, de entusiasmo, de espíritu revolucionario; no pueden observar, apenas, aquellas banderas, los árboles, las colinas y las montañas que tenemos al fondo, a la derecha y a la izquierda (Aplausos y exclamaciones).
De los cuatro programas que les mencionaba muy poco hay que añadir, muchas cosas están dichas; si algo añado es que nos honró mucho la presencia de 81 pintores y escultores, artistas plásticos de los más destacados del país y de las provincias orientales, incluyendo Camagüey (Aplausos), y no son más que una muestra de lo que hay en toda Cuba. Se ve un espíritu nuevo, un aire de alegría en nuestros artistas, en nuestros intelectuales. En la nueva escuela pintaron murales y dejaron recuerdos, allí se veía una institución escolar con todos los recursos más modernos donde, sin duda, aquellos hijos de trabajadores, de campesinos y del pueblo humilde, los que producen los bienes materiales, intelectuales y los servicios vitales para el país, recibirán una extraordinaria educación (Aplausos). Ello constituye un hondo motivo de satisfacción, y las dos principales ciudades de esta provincia, hermanas en la lucha, hermanas en la historia y hermanas en la gloria, Bayamo y Manzanillo, tendrán cada una una escuela como esa —la de Bayamo se concluirá pronto—, con alumnos de todos los municipios; eso es lo bueno que tiene, y cada vez con más participación de jóvenes procedentes de los municipios, en la medida en que tengan tiempo para seleccionar a los alumnos que entrarán cada año en esas escuelas.
Allí en la escuela inaugurada vimos también un teatro ambulante, iniciativa de un joven creador que lleva el teatro, los libros y la música a cualquier lugar. ¡Cuántas cosas y cuántas iniciativas se ven por todas partes!
Del acto de la inauguración del programa de formación integral para jóvenes debo decir que es una de las cosas más impresionantes que he visto en mi vida (Exclamaciones), porque observé aquella multitud de jóvenes que de la vida han conocido lo más duro, que de la vida han conocido sacrificios y dificultades, se les veía allí plenamente conscientes de que se abrieron para ellos las puertas de un futuro luminoso en el campo de los conocimientos, de la cultura, de las letras, de la ciencia (Aplausos); una escuela en cuya entrada hay, puede decirse, un lema que les dice: "Entra y haz de tu vida lo que quieras hacer de ella" (Aplausos). Los que habían tenido, por una razón u otra, muy pocas oportunidades en la vida o la habían perdido, demostraron la pasión, el sentimiento, la dignidad y el orgullo de la sabia y noble decisión de inscribirse en esas escuelas y crear de nuevo las posibilidades de alcanzar profundos conocimientos y llegar a cualquier meta que se propongan (Aplausos).
Del tercer acto puedo decir que allí podía apreciarse algo también totalmente nuevo: aquellas llamadas salas de video son mucho más que eso, y lo descubrimos ayer, lo palpamos, porque una idea que surge para ofrecer oportunidad de recibir información, conocimientos, recreación cultural o deportiva, se había convertido ya en una especie de microuniversidad, donde médicos de la familia, maestros, organizaciones de masa, representantes de los poderes populares, todos los que llevan adelante ambiciosos programas de salud para nuestra población yenseñan cómo se debe vivir de acuerdo con cualquier padecimiento que se tenga —el que más y el que menos puede tener alguno, sobre todo a medida que avanzan los años, un número de enfermedades—, los instruyen allí cómo deben ser sus vidas, qué pueden hacer o qué no pueden hacer, o, si se quiere, qué deben hacer y qué no deben hacer. Eso se transforma en bienestar, en salud, en felicidad para el ser humano y para todos sus familiares, en felicidad para todo el pueblo (Aplausos).
Pero allí les enseñan otras disciplinas de carácter social que permitirán enfrentar problemas de un tipo o de otro, que reducirán considerablemente hábitos nocivos, como ya se viene reduciendo y se reducirá cada vez más, por ejemplo, el hábito de fumar o, al menos, quien lo haga debe fumar en su casa o en cualquier lugar conveniente donde esté solo y no allí donde están reunidos 30, 40 ó 50 personas. Y contribuirán también a reducir el hábito de las fiestas y encuentros sociales con exceso de bebidas alcohólicas, porque en esas salas no se consume ninguna; se visten con sus mejores galas los campesinos, las familias; van a esos lugares y no hay reyertas, no ocurren incidentes desagradables que son hijos en parte todavía, de siglos de incultura e indignas de un pueblo que está revolucionándose en todos los campos y especialmente en el campo del conocimiento y de la cultura (Aplausos).
Los años de vida de los hijos de nuestro pueblo se prolongarán, a pesar del clima adverso, del calor y de las circunstancias desfavorables en muchas ocasiones, porque es húmedo, además, al revés de lo que ocurre en las zonas templadas de los países desarrollados.
Un buen ejemplo es el dato de que en Cuba, esta Cuba tanto tiempo pisoteada por el colonialismo, pisoteada por el neocolonialismo y por el imperialismo, al triunfo de la Revolución tenía una mortalidad infantil de no menos de 60 por cada 1 000 nacidos vivos en el primer año de vida, si es que las estadísticas fuesen confiables, porque creo que no había ni estadísticas serias, y quién sabe cuántos morían y no se registraban, como aquellos que del otro lado de la Sierra y junto a la costa llenaron de cruces de campesinos y familiares suyos que morían a la orilla del mar en espera de que una goleta, como le decían, pasara por allí. Hace rato que se acabaron las tumbas y hace rato que el ciento por ciento de los niños antes de nacer, y sus madres, reciben los beneficios de 12, 13 ó 14 consultas médicas, y todas las investigaciones pertinentes y los hogares maternos ayudan a curar enfermedades que pueden amenazar a las madres y protegen tanto a la futura madre, como al futuro hijo. De ahí también el hecho de que sea tan baja la mortalidad materna en nuestro país y la de los niños de 0 a 1 y de 0 a 5 años, los más riesgosos (Aplausos).
Este país hoy posee 67 000 médicos, el más alto per cápita del mundo, ya que poseemos casi el doble de médicos per cápita de los que tenga el país más desarrollado, y con ello no solo atendemos a nuestro pueblo, sino que disponemos también de recursos humanos para ayudar a otros pueblos, y 3 000 nuevos estudiantes cubanos de medicina ingresan en las universidades cada año.
A tales esfuerzos se debe el inmenso, el fabuloso capital humano con que cuenta nuestro país en médicos, maestros, técnicos (Aplausos), y vuelvo a decir, con lo que no cuenta en proporción a su población y sus recursos ningún otro país del mundo. De ahí que la cifra de niños que mueren antes de cumplir el primer año de vida en Estados Unidos es de 7, mientras la cifra de niños que mueren en Cuba, el país martirizado del que hablara antes, es solo de 6 por cada 1 000 nacidos vivos, en las condiciones de este clima —vuelvo a repetirlo—, y debemos seguir luchando para bajarlo. Hay provincias que tienen 5, provincias que tienen menos de 5 y municipios enteros que no tienen ninguno en un año, lo cual demuestra las posibilidades actuales de nuestro país (Aplausos y exclamaciones).
(Mirando al reloj) Los minutos se van acortando y tengo todavía que expresar algunas ideas.
Fue una gran satisfacción que esos cuatro programas se pudiesen inaugurar aquí en la provincia de Granma, tan llena de historia, tan llena de méritos (Exclamaciones).
No es posible olvidar que por aquí por esta provincia, en La Demajagua, comenzó nuestra primera guerra por la independencia en 1868.
No es posible olvidar que aquí se produjo en primer lugar la liberación de los esclavos, gesto revolucionario de aquel gran patriota que fue Carlos Manuel de Céspedes, que había tenido oportunidad de estudiar y por ello podía concebir y dirigir una revolución. Su conciencia lo llevó desde el primer instante a ese acto de elemental justicia. Marchó hacia Bayamo, tomaron la ciudad, y en Bayamo se escribieron páginas gloriosas, de las más gloriosas de la historia de nuestra patria. Allí se entonó ese himno que tanto nos enorgullece y nos emociona al escucharlo. Allí Máximo Gómez llevó a cabo la primera carga al machete contra las fuerzas coloniales que, procedentes de Santiago de Cuba, salían de Baire en dirección a Bayamo. Allí descubrieron los cubanos su arma número uno, el machete, aquel machete con que trabajaban en los campos, y después la caballería; machete y caballo fueron sus armas fundamentales, con las que comenzaron a escribir la historia gloriosa de nuestra patria (Aplausos). Allí entregó su sangre, en Dos Ríos, José Martí, Apóstol de la independencia, genio de las ideas y de las ideas más nobles que puedan concebirse, Héroe Nacional de nuestra patria, cuyas ideas inspiraron a la Generación del Centenario, y hoy inspiran e inspirarán cada vez más a todo nuestro pueblo.
Cuando la lucha iniciada en Granma se extendió a Santiago de Cuba, al resto de la antigua provincia oriental y a Camagüey, se había gestado el movimiento independentista de un pueblo que estaba prácticamente desarmado. Ese heroico movimiento en medio de una sociedad esclavista, que era la característica esencial de aquella colonia, donde muchos de los llamados criollos no podían ser patriotas, porque eran dueños de las grandes plantaciones y dotaciones de esclavos y, en vez de independencia, lo que deseaban desde principios del siglo XIX era la anexión a Estados Unidos, con el puñado de hombres que se alzó aquí en armas llevó la guerra hasta el centro del país, y casi la lleva hasta occidente, donde se generaban las riquezas fundamentales con que sobre la base de mano de obra esclava contaban los colonialistas para aplastar el movimiento revolucionario. Diez años lucharon sin tregua los patriotas, y tras breve tregua, no aceptada por todos, impuesta por la división, no descansaron en el intento hasta volver a reanudar la lucha en 1895, bajo la dirección de Martí, que fue capaz de hacer triunfar sus ideas en el seno de los patriotas cubanos.
Vean ustedes cómo es la historia, cuando La Demajagua se extendió a Santiago de Cuba, surgieron allí los Maceo y surgió el Titán de Bronce, uno de los más gloriosos combatientes en la historia de las luchas, no solo de Cuba, sino de América Latina o del mundo: 800 acciones de guerra, 27 heridas en combate. ¡Qué extirpe de hombre!
En aquella guerra la hermana provincia santiaguera se convirtió en baluarte de la lucha por la independencia, como lo fue también después Guantánamo, cuando las fuerzas de Máximo Gómez con Maceo a la vanguardia liberaron aquella región, donde sí había muchos esclavos en las plantaciones de café, reminiscencia del arribo de numerosos colonos franceses emigrantes de Haití, donde se habían sublevado los esclavos, acabaron con la esclavitud y derrotaron, incluso, a uno de los mejores generales del mejor general de aquella época y de muchas épocas, que fue Napoleón Bonaparte.
De Mangos de Baraguá partió la invasión hacia occidente en la segunda gran guerra por la independencia, eso es parte esencial de nuestra historia. Y un hecho relevante es que los orientales llegaran hasta el extremo occidental de Pinar del Río —es por eso el espíritu invasor que siempre hemos apreciado en los orientales.
¿Y después qué ocurre? Nosotros comenzamos nuestra lucha revolucionaria en Santiago de Cuba, al atacar el cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953, y volvimos a reanudar aquella lucha apenas tres años después. Cuando regresamos en el Granma y desembarcamos en las Coloradas (Aplausos), continuó en las tierras de La Demajagua el largo batallar. Sufrimos nuestros más duros reveses, sin desalentarnos, y de un puñado de hombres volvimos a reconstruir el Ejército Rebelde que, con su experiencia aprendida y a paso acelerado, logró derrocar la tiranía, que contaba con 80 000 hombres sobre las armas, en menos de dos años, si contamos el revés de Alegría de Pío a los tres días del desembarco, la dispersión de nuestras fuerzas, el asesinato de muchos compañeros que por azar chocaron con el enemigo, o cayeron prisioneros y dieron su vida por esta causa, antes de volver a crear con un puñado de sobrevivientes y campesinos incorporados un pequeño destacamento del Ejército Rebelde.
Yo no asisto a todas las tribunas abiertas, sino por excepción, dado la enorme cantidad de trabajo que nos obliga a repartirnos (Aplausos), pero las suelo seguir por televisión, y qué hermoso es ver que en ellas, presidiendo las tribunas, está casi siempre el compañero Raúl y, con él, los comandantes de la Revolución Juan Almeida, Ramiro Valdés y Guillermo García Frías (Aplausos); los suelo observar, los veo saludables y pienso que podrán continuar un período de tiempo dando el aporte de su experiencia y de su ejemplo a las nuevas generaciones que surgen con un vigor extraordinario, extraordinarios conocimientos y extraordinarios méritos revolucionarios (Aplausos), que dan fe y constituyen una garantía del bosque gigantesco y extenso que será este pueblo de héroes, a partir de las semillitas sembradas en aquellos años a los que me estoy refiriendo.
Con Ramiro y Guillermo conversaba al llegar a este lugar que me trae tantos recuerdos (Aplausos), o que nos trae el recuerdo de esas montañas no lejanas, donde se reconstruyó el Ejército Rebelde y obtuvo sus primeras victorias; que logró reponerse de aquella persecución incesante, agravada por casos de traición que estuvieron a punto de llevarnos al exterminio total de nuestras modestas fuerzas.
Aquí muy cerca está el teatro de operaciones de la Columna 4, dirigida por el Che Guevara que tanto queremos y que tanto recordamos (Aplausos). Por estos caminos pasó él cuando fue a tomar el cuartel de Bueycitos; recuerdo que era alrededor del 31 de julio, al día siguiente de la muerte de Frank País, y tomó aquel cuartel —me contaba Ramirito que la defensa bien atrincherada estaba constituida por unos veintitantos hombres—; allí ocuparon alrededor de 20 armas y constituyó una compensación ante el inmenso dolor que todos sentíamos por la muerte de Frank País.
Aquí libró muchos combates, porque aquí se había instalado una de las fuerzas más agresivas y más sangrientas de la tiranía, educada en el odio y estimulada por el consumo de la droga, ya que era habitual en ellos tratar de incrementar su valor fumando marihuana. Y era, efectivamente, de las más combativas, su jefe llegó a la Sierra de teniente y se fue de coronel, sí, coronel herido de un balazo en la cabeza al final de la última ofensiva enemiga.
Muy cerca de aquí combatió Guillermo con una tropa, y Ramiro quedó al frente de esas posiciones al lado de acá del Turquino, en el flanco derecho al este de La Plata, donde estaba ubicado el mando central del Ejército Rebelde; allí también estaba un hospital rústico de madera y guano que era muy importante, y estaba Radio Rebelde en el pico de una montaña, con un kilowatt de potencia, que llegó a escucharse en todo el país y se escuchaba más que cualquier otra emisora (Aplausos).
Es inolvidable que muy cerca de aquí se produjo, cuando ya estábamos abriendo nuevos frentes, algo que ocurrió con anterioridad y no había mencionado, el ascenso a Comandante, a finales de febrero de 1958, de Raúl y Almeida (Aplausos) y la creación de dos columnas, la "Frank País", al mando de Raúl, y la "Mario Muñoz" —un médico heroico que murió en el Moncada— al mando de Almeida. Ambos tenían la misión de avanzar hacia el este: Raúl, la de apartarse de la Sierra Maestra y después atravesar el llano por las proximidades de Palma Soriano hasta las montañas de lo que después fue el Segundo Frente Oriental, y Almeida para crear el frente guerrillero en las proximidades de Santiago de Cuba. Fue necesario mandar a buscar la fuerza de Almeida, dos meses y medio después, en un momento muy crítico, porque después del fracaso de la huelga de abril, la tiranía, envalentonada, lanzó 10 000 soldados de sus mejores tropas, apoyados por la aviación, tanques, artillería, etcétera, contra el frente número uno de la Sierra Maestra, realmente contra la Comandancia General, allí donde estaba Radio Rebelde, el hospital y el mando.
De este sitio partió el batallón de Sánchez Mosquera y contra ese batallón, durante 10 días, Ramiro, al mando entonces de la Columna 4, y Guillermo con parte de las fuerzas de Santiago enviadas como refuerzo, retuvieron su avance, luchando encarnizadamente, con la experiencia que ya ambos poseían. Aquel batallón armado hasta los dientes y con fama de ser el mejor de los batallones, se encontró con la resistencia, podíamos decir, de varias escuadras; no voy a decir una compañía. Eramos demasiado pocos. Hace unos minutos le preguntaba a Guillermo, debe haber tenido unos 30 ó 40 hombres en esa zona y trataba de impedir que el batallón enemigo llegara al firme de la Sierra desde esta dirección. Aquella ofensiva, la última, la iniciaron el 25 de mayo, cuando habían concentrado todas sus fuerzas de tierra y aire. También actuaban por el sur las fragatas de la marina para aislarnos y hostigarnos.
En ese momento, 25 de mayo, cuando iniciaron la ofensiva por Las Mercedes, en el flanco izquierdo de nuestro frente, éramos bastante menos de 300 hombres, no llegaba siquiera a 200 la fuerza con que contábamos para resistir; pero ya habíamos solicitado a Almeida que regresara con no menos de 50 hombres experimentados de las fuerzas próximas a Santiago de Cuba, que habían llegado ya a la zona, de la Columna 4, para esa fecha. A Camilo, que estaba en el llano, le pedimos también que regresara y fueron llegando en un momento oportuno.
Aproximadamente tres semanas después de iniciada la ofensiva, como la lucha se hacía más intensa, el cerco en torno a La Plata, atacada por varios batallones desde distintos puntos, se estrechaba, las fuerzas para defenderla eran insuficientes, y una vez finalizados los combates en Buey Arriba, el batallón de Mosquera, que no pudo llegar al firme de la Sierra para avanzar desde allí hacia la Comandancia, recibió órdenes de marchar hacia el oeste para penetrar en Santo Domingo, en las inmediaciones de La Plata, a fin de atacar desde esa dirección nuestro puesto de mando, donde llegó el 19 de junio, tras vencer la resistencia de dos escuadras rebeldes emboscadas, movimiento que fue bastante sorpresivo. Esto trajo la necesidad de mover las fuerzas que estaban defendiendo el firme más allá del Turquino, a fin de crear una defensa más estrecha y sólida. El 28 y 29 de junio, horas antes de que llegaran los refuerzos de Almeida y de Camilo, fuerzas de la Columna 1 asestaron un golpe fuerte a dos batallones que al mando de Sánchez Mosquera intentaban tomar La Plata, ocasionándoles grandes bajas y pérdida de vidas y armamentos que pasaron a nuestro poder. Al día siguiente, 30 de junio, en horas de la noche y ya con el apoyo de las fuerzas de Almeida, de Ramiro y de Camilo, aprovechando la desmoralización del enemigo, contraatacamos desde varias direcciones, poniendo en duro aprieto a los dos batallones, aunque no logramos dispersarlos ni rendirlos. Con la llegada de aquellos refuerzos fue que sumamos aproximadamente 300 hombres, y contra ellos se estrellaron los 10 000 soldados de las mejores tropas de la tiranía, en una lucha sin tregua que duró alrededor de 70 días.
Avanzaron ellos más o menos durante 35 días, hasta que, habiendo recibido severos y crecientes golpes, comenzaron a retroceder bajo tenaz persecución de nuestras fuerzas, que crecía en número en la medida que ocupábamos armas al enemigo. Durante un período de tiempo similar atacamos nosotros, y estuvo a punto de acabarse la guerra en aquel momento; por suerte para ellos, y tal vez por agotamiento de nuestros hombres que andaban ya descalzos, pudieron escapar sus últimas unidades. Mosquera, que estaba cercado con su batallón, fue herido durante una difícil y compleja retirada. Al cabo de 70 días disponíamos de más de 900 hombres armados; puede decirse que la única fuerza con la que no pudimos contar, ni era correcto trasladar, era la fuerza del Segundo Frente, dada la distancia imposible de vencer en breves días, y porque considerábamos que con aquellas que estábamos reuniendo podía derrotarse la ofensiva.
Con 900 hombres se invadió el resto de la provincia y la mitad de la isla. Almeida y Guillermo regresaron a sus posiciones, enviamos nuevas fuerzas hacia el este, enviamos fuerzas hacia el norte de la provincia, enviamos fuerzas, incluso una columna, a Camagüey, y enviamos dos columnas insignes, la del Che y la de Camilo, con 140 hombres una y 90 hombres la otra, según recuerdo, que realizaron la proeza de marchar a lo largo de 500 kilómetros para llegar al centro del país. Días de angustia e inquietud fueron aquellos, mientras marchaban hacia Las Villas. De esa forma las columnas en distintas direcciones fueron ocupando terreno, frente a un enemigo desmoralizado y cada vez más desmoralizado.
Fue aquí, desde esta zona de la Sierra Maestra, que partieron todas las columnas rebeldes, y desde unos kilómetros de aquí salió nuestra columna en el mes de noviembre para avanzar hacia Santiago de Cuba; mas no crean ustedes que era una gran columna, muy armada, salimos con un pelotón y 1 000 reclutas desarmados. Veníamos avanzando, recogíamos algunas escuadras, algunas pequeñas unidades, cuando llegamos aquí teníamos menos de 100 hombres armados. Próximos a llegar teníamos ya casi acorralada una compañía del ejército, única tropa de Batista próxima a la Sierra. Avanzábamos rápidamente. Pensábamos cercarla y rendirla, ya esa era una especialidad bien conocida por nuestros soldados y oficiales. Con una pequeña tropa, un oficial nuestro, muy nuevo, ocupaba el camino de retirada de aquella unidad, mientras nosotros apresurábamos el paso para impedir que escapara
Desgraciadamente, nuestro joven oficial no tenía mucha experiencia, nosotros usábamos arma psicológica, ya estábamos neutralizando desde días antes al jefe de la compañía —eso se podía lograr—, si lográbamos cercarla no habrían resistido ni 24 horas. Lo cuento aquí, aun a riesgo de extenderme unos minutos. Nuestro oficial debía entregar un mensaje mío escrito, en sobre cerrado al jefe de aquella tropa; lo envía acompañado de una insultante nota suya, nada menos adecuado para alcanzar el objetivo, y lo que hizo el jefe aquel y su compañía fue escapar a toda velocidad. Necesitábamos las armas de esa compañía.
Continuando la marcha, casi de inmediato, sostuve un encuentro amistoso con dos pelotones del ejército, a los que el hoy general Quevedo —que combatió contra nosotros en El Jigüe, pero un verdadero caballero—, había persuadido, no de unirse como soldados a nosotros, sino de cesar la guerra y entregarnos las armas; con ello llegamos aproximadamente a 180 hombres armados. Había visitado este lugar el 17 de noviembre de 1958, y tres días después se inició en Guisa lo que hemos calificado como batalla, por la magnitud de las fuerzas enemigas que intervinieron. Comenzó la batalla contra las tropas de Bayamo, sede del mando de las fuerzas enemigas de operaciones, alrededor de 5 000 soldados, desde donde podían trasladarse por carretera asfaltada los camiones, los tanques y todo lo demás hasta Guisa. Diez días estuvimos luchando allí. Nuestra fuerza crecía a medida que ocupábamos armas y municiones hasta la derrota de aquellas tropas y la toma de la ciudad.
Continuamos la marcha hacia Santiago liberando ciudades ocupadas por las fuerzas enemigas. Primero Baire, después Jiguaní, Palma Soriano y Maffo, en cooperación con las fuerzas de Almeida y otras columnas haciendo centenares de prisioneros y tomando sus armas y municiones. Ya se habían unido todas las columnas, todos los frentes, las aguerridas fuerzas del Segundo Frente Oriental, las fuerzas de Almeida, prácticamente todas las tropas del este de la provincia, e íbamos a atacar a Santiago de Cuba con 1 200 hombres. Había allí dos fragatas y también 5 000 soldados. Allí estaba el Moncada que íbamos a tomar, y esta vez sí que no escapaban de ninguna forma: mil doscientos experimentados combatientes era una cifra de lujo, porque 1 200 hombres contra 5 000 era la mejor correlación de fuerzas que tuvimos nunca; es cuando viene el jefe de las tropas enemigas, pide una entrevista, llega en un helicóptero y afirma que han perdido la guerra, pregunta de qué forma, a nuestro juicio, debía concluir. Nosotros le sugerimos que levantara la guarnición de Santiago de Cuba, y acordó eso. Mas quería viajar a la capital alegando diversas razones. Yo le insistía: "No vaya a la capital", para no correr riesgos. Indiscutiblemente tenía influencia, era el jefe de operaciones de las fuerzas enemigas. No fue un asesino, hay que decirlo con toda franqueza, no era un esbirro; era, realmente, una persona, podríamos decir, civilizada, y no le faltaba prestigio en el seno de su ejército.
Tres cosas le pedimos: primero, "no queremos golpe de Estado en la capital", se lo advertimos bien; segundo, "no queremos que dejen escapar a Batista"; tercero, "no queremos que hable con la Embajada de Estados Unidos".
Llegó a La Habana y nosotros esperando, el día 30 era que debía producirse el levantamiento; no, solo una cartica, unos recados, entonces le respondimos a través del Jefe de la guarnición de Santiago, que transcurrido el plazo atacaríamos y liberaríamos la ciudad. Es largo de contar eso, imposible en un día como este. Solo diré que hizo las tres cosas al revés (Risas): dio un golpe de Estado en la capital, despidieron a Batista en el aeropuerto e hicieron contacto con la embajada norteamericana. Se explica todo.
Ahí fue cuando ocurre el Primero de Enero, lanzamos la consigna de no hacer alto al fuego, avanzar con todas las fuerzas y el llamado a los trabajadores del país a una huelga general revolucionaria, que fue la acatada por todos sin excepción, a pesar de que la dirección del movimiento obrero estaba en manos mercenarias, dirigentes sindicales amarillos.
En esa ocasión se produjo el derrumbe total. Esa misma noche entramos en Santiago de Cuba. No había sido como en 1898 cuando las fuerzas expedicionarias norteamericanas que intervinieron en aquella guerra, cuando España estaba ya derrotada, no permitieron que los mambises entraran en Santiago de Cuba. Esta vez los mambises entraron en Santiago, entraron en La Habana, entraron en Guanahacabibes y en el cabo de San Antonio, el país completo, todas las armas en manos del pueblo (Aplausos), todo el pueblo unido; ese pueblo que está hoy aún más unido, pero donde no existe un 30% de analfabetos, ni un 60% de analfabetos funcionales o semianalfabetos. Y es mucho decir que había un 10% de personas que no eran ni analfabetos totales, ni funcionales, porque solo alrededor de 400 000 cubanos se habían graduado de sexto grado. Hoy contamos con dos profesionales universitarios por cada ciudadano de sexto grado que había entonces en el país (Aplausos), ¡y los que se graduarán en el futuro! Los miro a ustedes, veo a los estudiantes, veo a los alumnos de los cursos de superación integral, porque ellos tendrán oportunidades, ya dije, las que quieran (Aplausos).
Observen cuánta historia está unida a este lugar, a esas montañas, ¡cuánta historia! (Aplausos), más que por el mérito de nuestros combatientes rebeldes, por los méritos del pueblo; sin el apoyo del pueblo no habría podido ni concebirse una revolución que revivió después del desembarco con solo siete armas, y obtuvimos la victoria en menos de 24 meses, porque hay que descontar todo aquel período que siguió al golpe sufrido por nosotros, atacados por sorpresa, debido a nuestra inexperiencia. Es mucho lo que tuvimos que aprender, para de nuevo comenzar y aprender otra vez cuando triunfó la Revolución. Lo dije allí en Santiago la noche del Primero de Enero y lo dije en la actual Ciudad Libertad el día 8 de ese mismo mes, al llegar a la capital, que lo que venía entonces era mucho más difícil. ¿Y qué vino?: la hazaña, la proeza, la historia imborrable que han escrito ustedes, sería casi mejor decir los padres de ustedes y ustedes, durante 43 años, frente al poderoso imperio que nos bloqueó, que nos agredió, que nos quiso y nos quiere matar de hambre y de enfermedades (Aplausos). No lo ha logrado.
A punto estuvo de producirse una guerra mundial nuclear por el empecinamiento del imperio, empecinamiento que todavía no ha abandonado. No acaba de comprender que destruir esta Revolución defendida por este pueblo es un imposible (Aplausos), y no solo por la fuerza física de nuestros combatientes, sino por su fuerza moral, por su voluntad de vencer o morir, por la voluntad de defender un proceso histórico y revolucionario que nos ha dado todo lo que hoy tenemos; y no es nada, no es nada porque las fuerzas que se van acumulando en el campo de los conocimientos, en el campo de los valores morales, en el campo de la conciencia, en el campo de la organización y la administración nos permite hacer los programas de que hablaba, aun cuando el precio del azúcar está entre cinco y seis centavos, que equivale a medio centavo en la época aquella del machadato que tanta hambre produjo en nuestro país.
Claro, el país no era dueño de nada, todo era propiedad de las empresas extranjeras o de la minoría rica de este país, la niña lo decía en este acto. Cuando ella expresaba la necesidad de defender lo que tiene hoy nuestro pueblo, yo estaba acordándome de los campesinos asesinados, acordándome de los cientos de campesinos que conocimos viviendo bajo el terror, no de la guerra, el primer terror era el que les producía el constante desalojo de sus tierras; el terror a los soldados que quemaban sus casas, a veces con los que vivían en ella, y el asesinato de tanta, tanta gente.
Me acordaba de aquellos campesinos pobres, analfabetos, cuyos hijos no tenían un médico; lo veíamos cuando todos iban a nuestro campamento, porque sabían que había un médico allí, estaba el Che u otros médicos que llegaban. No había en todas esas montañas un médico, y no sé los que habrá ahora, decenas, y de aquí a Santiago de Cuba debe haber cientos, porque el país tiene 30 000 médicos de la familia, no 3, ni 30, ni 300, ni 3 000, ¡treinta mil! (Aplausos) —hay que decirlo bien alto—, y 250 000 profesores y maestros, más los nuevos que se van graduando para enseñar computación o para reducir a no más de 20 —otro de los grandes anhelos— el número de los alumnos por aula. Se están multiplicando a través de los programas de formación emergente de maestros primarios. Y tendremos decenas de miles de trabajadores sociales; tendremos lo que nuestro pueblo merece tener. O como decía Guillén, ¡lo que teníamos que tener! (Aplausos.)
Ahora tendremos más, porque están en desarrollo ideas y posibilidades con las cuales ni siquiera soñábamos en aquellos tiempos en que iniciamos la lucha revolucionaria.
Me he visto en la necesidad de prolongar estas palabras, porque un día como hoy quisiera estar uno, no se sabe cuánto tiempo, contándoles ideas, contándoles secretos, recordándoles la historia (Aplausos y exclamaciones de: "¡Viva Fidel!"), puesto que ya me he pasado unos minutos.
Sé de cosas que ustedes querían saber, que les contara de Monterrey y de veinte cosas más. Les digo nada más que cada cosa en su minuto, cada cosa en su tiempo y cada cosa en su lugar (Aplausos y exclamaciones). Sé que ustedes querían saber un montón de cosas. Se puede hablar de los problemas del mundo, pero no es esta la hora; hablemos de nuestros problemas, de nuestro trabajo, de nuestros triunfos, de nuestro brillante futuro. Miremos hacia el porvenir que se ha ganado nuestro pueblo con sus luchas, junto al reconocimiento, la admiración y el apoyo de la gente más pobre y más sufrida de este mundo, allí donde van nuestros médicos a selvas y montañas, a los lugares más inhóspitos; allí donde han ido nuestros maestros; allí donde los pueblos mirando hacia Cuba comprenden que un pueblo, por pequeño que sea, puede enfrentarse al imperio, como se ha enfrentado Cuba durante 40 años, y más aún ahora que existe el imperio hegemónico, la única superpotencia, el amo del mundo, excepto amo de esta isla, en donde quisieran convertir en cenizas nuestras conquistas revolucionarias, para traer a una mafia de bandidos, de ladrones, de criminales, de saqueadores, de terroristas.
Les preguntaría a ustedes, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, niños y adultos, ¿cuál de ustedes se resignaría a semejante tragedia? Aquella etapa no volverá jamás, porque no quedaría uno solo que deseara ser testigo de tanta ignominia.
El ejemplo que ustedes brindan es un aliento para el mundo. Una prueba de ello es el apoyo, la solidaridad, la simpatía que hemos visto allá en Ginebra, donde por encima del miedo, tanto apoyo recibieron las palabras de nuestro Canciller, aquí presente (Aplausos), presente junto a otros ministros, presente junto a un grupo de familias, las madres y las esposas de estos cinco héroes que nos han acompañado en esta batalla y que nos llenan de orgullo con su presencia y su entusiasmo extraordinario. Aquí, están compañeros valiosos, veo a Jaime, veo al jefe de nuestro poderoso Ejército Oriental, el general Espinosa, a quien conozco de los días más difíciles de Angola, cuando allá en Cabinda, cuyos recursos energéticos eran la vida de aquel país, sometido a invasiones sudafricanas y guerra, detuvo el ataque de poderosas fuerzas blindadas al servicio del imperialismo, radicadas en uno de los países más grandes y más ricos entonces del Africa, la República del Congo, donde regía un señor saqueador que ni lo menciono, porque no vale la pena, un día como hoy.
¡Gracias ciudadanos, compatriotas de Buey Arriba!, que cuando vine aquí en aquel mes de noviembre, se llamaba Minas de Bueycitos. Me alegro de verlo próspero, bello, pintado, lleno de escuelas e instalaciones sociales, que no existían entonces y hoy existen; pero vuelvo a repetir: ¡Estamos comenzando!, y es por ello que con más ardor y más profundo sentimiento revolucionario y patriótico que nunca, y a partir de los años que hemos luchado juntos, a partir de las victorias alcanzadas, la heroica resistencia, no solo frente al imperio, sino al derrumbe del campo socialista, aquellos que con sus errores y debilidades nos dejaron solos frente a la otra superpotencia, creo que la parte más gloriosa no es solo aquella de los primeros años en que derrotamos al invasor de Girón y aceptamos, sin vacilar, el desafío y los riesgos de la Crisis de Octubre; horas de mucha, mucha, mucha gloria fue la resistencia a estos terribles 10 u 11 años de período especial.
¡Cuánto sufrimiento! ¡Qué satisfacción!, a pesar de aquello que les decía de crisis económica, de precios del azúcar, que son miserables, y precios del níquel que están también a niveles apenas de los costos, o el golpe sufrido por el turismo con el acto terrorista llevado a cabo en Nueva York contra el pueblo norteamericano, más las consecuencias políticas que todo ello trajo, conduciendo al mundo hacia un nivel de gran tensión y de grandes problemas, a los cuales hace mucho rato ustedes y nosotros estamos acostumbrados.
Por ello, con más fervor y pasión que nunca digo: ¡Viva la Revolución socialista de Cuba! (Exclamaciones de: ¡"Viva!"), porque sin ella no seríamos hoy lo que somos, ni ocuparíamos los primeros lugares en materia de libertad, independencia y justicia social, conocimiento y cultura que hoy ocupamos.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación)