Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en la ceremonia de condecoración con la Orden "José Martí", a Hu Jintao, Secretario General del Partido Comunista de China y Presidente de la República Popular China, en el Palacio de la Revolución, el 23 de noviembre de 2004.
Querido compañero Hu Jintao, Secretario General del Partido Comunista de China y Presidente de la hermana República Popular China;
Distinguidos miembros de la delegación china;
Estimados Invitados:
No repetiré en tan breves minutos una palabra de lo que es conocido y muchas veces mencionado sobre la grandiosa historia del gran pueblo que usted representa.
Lo significativo, lo extraordinario para mí y para el mundo, es que la legendaria China, una de las primeras y más ricas civilizaciones y el país más poblado de la Tierra, hace menos de un siglo era un territorio ocupado y cruelmente explotado por las potencias imperiales de esa época. Millones de personas morían de hambre cada año; ríos de sangre china corrían por sus campos y ciudades. El expansionismo y la brutalidad imperialistas se ensañaban contra ese noble y generoso pueblo. Injusticias y desigualdades enraizadas durante miles de años parecían llamadas a perdurar para siempre.
El día 21 de julio de 1921 un grupo de visionarios creó el Partido Comunista de China. En un pueblo que era campesino en su inmensa mayoría, una vanguardia de obreros e intelectuales aportaron a todos los sectores pobres y oprimidos de China las ideas luminosas del socialismo, inspiradas por el genio de Marx, la audacia sin límites y el talento revolucionario de Lenin, forjador del Primer Estado Obrero en la historia de la Humanidad.
Aunque trágicas circunstancias determinaron el derrumbe de aquel Estado que tanto aportó a la lucha contra el nazifascismo ―la mαs terrible amenaza que hasta entonces había conocido la Humanidad―, ante los mortales peligros de ayer y los aún peores de hoy, el socialismo quedará definitivamente como la única esperanza real de paz y supervivencia de nuestra especie. Esto es precisamente lo que han demostrado de forma irrebatible el Partido Comunista y el pueblo de la República Popular China. Demostraron a la vez, como lo han demostrado también Cuba y otros países hermanos, que cada pueblo debe adaptar su estrategia y sus objetivos revolucionarios a las condiciones concretas de su propio país, y que no existen dos procesos revolucionarios socialistas absolutamente iguales. De cada uno de ellos podrán tomarse las mejores experiencias y de cada uno aprender de sus más graves errores.
El proceso chino contó, adicionalmente, con los aportes de grandes y brillantes pensadores políticos, que continuaron desarrollando y enriqueciendo las doctrinas del socialismo.
China se ha convertido objetivamente en la más prometedora esperanza y el mejor ejemplo para todos los países del Tercer Mundo. No vacilo en afirmar que es ya el principal motor de la economía mundial. ¿En qué tiempo? En sólo 83 años después de la fundación de su glorioso Partido Comunista y 55 años después de la fundación de la República Popular China.
¿Hay acaso algo que añadir para significar el valor histórico de esta visita del Secretario General del Partido Comunista y Presidente de la República Popular China a esta pequeña isla, cuyo modesto aporte ha sido la resistencia heroica de su pueblo a más de 45 años de agresiones de toda índole y férreo bloqueo económico, sin que la más poderosa potencia imperialista que conoce la historia haya podido ni pueda doblegarla?
Las relaciones entre China y Cuba constituyen hoy un ejemplo de transparencia y colaboración pacífica entre dos naciones que sostienen los ideales del socialismo.
Existe hoy no sólo una sólida base para el desarrollo de las relaciones entre los dos países, sino también una mayor voluntad política para profundizarlas, continuar ampliándolas, y defender la noble causa del socialismo, la unidad entre los pueblos y el respeto a los principios del derecho internacional.
El papel que China ha venido desempeñando en la Organización de las Naciones Unidas, incluyendo el Consejo de Seguridad, constituye un importante elemento de equilibrio, progreso y salvaguarda de la paz y la estabilidad mundial.
Es un gran honor, compañero Hu, recibirlo hoy oficialmente en nuestro país en una visita que apreciamos mucho y que representa un nuevo gesto de entrañable confianza y hermandad.
Por ello, y por sus elevados aportes a la causa del socialismo en China, a la que ha consagrado su vida, primero desde las filas de la Juventud Comunista y luego desde las diversas y múltiples responsabilidades cumplidas al frente del Partido Comunista en regiones apartadas y de menor desarrollo económico como el Tíbet y Gansu, y en otras importantes tareas en las que demostró su proverbial eficiencia, consagración, sencillez y espíritu de sacrificio; por su inquebrantable determinación de continuar luchando a favor del socialismo y del progreso de ese hermano país, y por la probada amistad y solidaridad que ha deparado a nuestro pueblo, el Consejo de Estado de la República de Cuba ha decidido otorgarle la más alta condecoración de nuestra patria: la Orden que lleva el nombre de nuestro entrañable héroe nacional José Martí.
Le ruego la reciba como una prueba más del respeto y el afecto sincero de todos los cubanos hacia usted y su heroico pueblo, y de nuestra enorme admiración por la China legendaria y revolucionaria, una sola China, única, intangible e inmortal.
Muchas Gracias.