Reflexiones
del Comandante en Jefe
UN PUEBLO BAJO EL FUEGO
Venezuela,
cuyo pueblo heredó de Bolívar ideas que trascienden su época, enfrenta hoy la tiranía mundial mil veces más poderosa
que la fuerza colonial de España sumada a la de la República recién nacida de
los Estados Unidos, que a través de Monroe proclamó el derecho a la riqueza
natural del continente y al sudor de sus pueblos.
Martí denunció el brutal sistema y lo calificó
de monstruo, en cuyas entrañas vivió.
Su espíritu internacionalista brilló como nunca cuando, en carta
inconclusa por su muerte en combate,
develó públicamente el objetivo de su incesante batallar: “...ya estoy todos los días en peligro de dar
mi vida por mi país, y por mi deber ―puesto que lo entiendo y tengo
ánimos con que realizarlo― de impedir a tiempo con la independencia de
Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa
fuerza más, sobre nuestras tierras de América...”
No
en vano, en un sencillo verso, expresó: “Con los pobres de la tierra quiero yo
mi suerte echar”. Más tarde proclamó con
frase lapidaria: “Patria es humanidad”.
El Apóstol de nuestra independencia escribió un día: “Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo”.
Los
medios más sofisticados desarrollados por la tecnología, utilizados para matar
seres humanos y someter a los pueblos o exterminarlos; la siembra masiva de reflejos condicionados en la mente; el consumismo y todos los recursos disponibles,
se emplean hoy contra los venezolanos, pretendiendo hacer trizas las ideas de
Bolívar y Martí.
El
imperio ha creado las condiciones propicias para la violencia y los conflictos
internos. Con Chávez hablé muy seriamente en su última visita el pasado 21 de
noviembre sobre los riesgos de
magnicidio a los que estaba exponiéndose constantemente en vehículos
descubiertos. Lo hice a partir de mi experiencia como combatiente entrenado en
el uso de la mirilla telescópica y el fusil automático y a la vez, después del
triunfo, como blanco de planes de atentados directamente ordenados o inducidos
por casi todas las administraciones de los Estados Unidos desde 1959.
El
gobierno irresponsable del imperio no se detiene un minuto a pensar que un
magnicidio o una guerra civil en Venezuela, por sus enormes reservas de
hidrocarburos, harían estallar la economía mundial globalizada. Tales circunstancias no tienen precedente en la historia del hombre.
Cuba,
en la fase más dura a que nos condujo la desaparición de la URSS y el recrudecimiento del bloqueo económico de los
Estados Unidos, desarrolló estrechos vínculos con el gobierno bolivariano de
Venezuela. El intercambio de bienes y
servicios, de casi cero, se elevó a más de 7 mil millones de dólares anuales,
con grandes beneficios económicos y sociales para ambos pueblos. De allí recibimos en la actualidad el
suministro fundamental de combustible que consume el país, muy difícil de
adquirir en otras fuentes dada la escasez de crudos ligeros, la insuficiente capacidad de refinación, el poder de
Estados Unidos y las guerras que ha desatado para apropiarse de las reservas de
petróleo y gas en el mundo.
A
los elevados precios de la energía añádanse los de los alimentos, determinados
por la política imperial de convertirlos en combustible para los voraces
automóviles de Estados Unidos y otros países industrializados.
No
bastaría el triunfo del Sí el 2 de diciembre.
Las semanas y meses posteriores a esa fecha pueden llegar a ser
sumamente duros para muchos pueblos, entre ellos el de Cuba, si es que antes
las aventuras del imperio no conducen al planeta a una guerra atómica, como han
confesado sus propios jefes.
Nuestros
compatriotas pueden estar seguros de que he tenido tiempo para pensar y meditar
mucho sobre estos problemas.
Fidel Castro Ruz
Noviembre 29 de 2007
8 y 12 p.m.