REFLEXIONES DEL COMANDANTE EN JEFE
LULA
(Tercera Parte)
Cuando se produjo
la desintegración de la Unión Soviética, que fue para nosotros
como si dejara de salir el sol, la Revolución Cubana
recibe un golpe demoledor. No sólo
se tradujo en un cese total de los suministros
de combustible, materiales y alimentos; perdimos los mercados y precios
alcanzados para nuestros productos en el duro bregar
de la lucha por la soberanía, la integración
y los principios. El imperio
y los traidores, llenos de odio, afilaban los puñales con
los que pensaban pasar a cuchillo a los revolucionarios y recuperar
las riquezas del país.
El Producto Interno Bruto
comenzó a caer progresivamente hasta un 35 por ciento. ¿Qué país habría resistido tan terrible golpe? No defendíamos nuestras vidas; defendíamos nuestros derechos.
Muchos partidos y organizaciones
de izquierda se desalentaron ante el colapso en la URSS
tras su titánico esfuerzo por construir el socialismo durante más
de 70 años.
Las críticas
de los reaccionarios en todas las tribunas y medios
de divulgación eran feroces.
No sumaríamos las nuestras al coro de los apologistas
del capitalismo haciendo leña del árbol caído. Ninguna estatua
de los creadores o abanderados del marxismo fue demolida en Cuba.
Ninguna escuela o fábrica cambió de nombre. Y decidimos seguir adelante con inconmovible
firmeza. Así lo habíamos prometido
en tan hipotéticas e increíbles circunstancias.
Nunca se practicó
tampoco en nuestro país el culto a la personalidad,
prohibido por nuestra propia iniciativa desde los primeros días
del triunfo.
En la historia
de los pueblos, los factores subjetivos han hecho avanzar
o retroceder los desenlaces, independientemente de los méritos
de los líderes.
Le hablé
a Lula del Che, haciéndole una breve síntesis de su historia. Él discutía con Carlos Rafael
Rodríguez sobre el sistema de autofinanciamiento o el método
presupuestario, a los que no les dábamos mucha importancia,
entonces ocupados en la lucha contra
el bloqueo norteamericano, los planes de agresión y la crisis
nuclear de octubre de 1962, un problema real de supervivencia.
El Che
estudió los presupuestos de las grandes compañías yanquis, cuyos
funcionarios administrativos vivían en Cuba, no sus propietarios. Extrajo
una idea clara del accionar imperialista y de lo que
ocurría en nuestra sociedad, que enriqueció sus concepciones
marxistas y lo llevó a la conclusión de que en Cuba no se podían
usar los mismos métodos para construir el socialismo.
Pero no se trataba de una guerra de insultos;
eran intercambios honestos de opiniones, que se publicaban
en una pequeña revista sin intención alguna de crear sismos
o divisiones entre nosotros.
Lo que
ocurrió después en la URSS no habría sorprendido al Che. Mientras tuvo cargos importantes y ejerció
funciones, fue siempre cuidadoso y respetuoso.
Su lenguaje
se endureció cuando chocó con la horrible realidad humana impuesta
por el imperialismo, que percibió en la antigua colonia belga
del Congo.
Hombre
abnegado, estudioso y profundo, murió en Bolivia junto
a un puñado de combatientes cubanos y de otros países
latinoamericanos, luchando por la liberación de Nuestra América.
No llegó a conocer el mundo de hoy, al que se suman
problemas que entonces se ignoraban.
Tú no lo conociste,
le dije. Era sistemático en el trabajo voluntario, el estudio
y la conducta: modesto, desinteresado, daba el ejemplo en los
centros de producción y en el combate.
Pienso que
en la construcción del socialismo, mientras más reciban
los privilegiados, menos recibirán los más necesitados.
Le reitero
a Lula que el tiempo medido en años transcurría ahora velozmente; cada uno de ellos se multiplicaba. Casi puede decirse lo mismo de cada
día. Nuevas noticias se publican
constantemente, relacionadas con situaciones previstas en mi encuentro
del día 15 con él.
Abundando
en los argumentos económicos, le expliqué que cuando la Revolución
triunfa en 1959, Estados Unidos pagaba al precio preferencial
de 5 centavos la libra una parte importante de nuestra
producción azucarera, que a lo largo de casi un siglo
era enviada al mercado tradicional de ese país, que
fue siempre abastecido en sus momentos críticos por un suministrador
seguro muy próximo a sus costas.
Cuando proclamamos la Ley de Reforma Agraria, Eisenhower
decidió lo que había que hacer, y no se había llegado
todavía a la nacionalización de sus centrales azucareros ―que
habría sido prematura―, ni aplicado aún a sus grandes
latifundios la ley agraria recién aprobada en mayo de 1959. En virtud de aquella decisión precipitada,
nuestra cuota azucarera fue suprimida en diciembre de 1960, y más
tarde redistribuida entre otros productores de esta y otras
regiones del mundo como castigo.
Nuestro país quedó bloqueado y aislado.
Lo peor fue
la falta de escrúpulos y los métodos que exhibió el imperio
para imponer su dominio sobre el mundo. Introdujeron virus en el país y liquidaron
las mejores cañas; atacaron
el café, atacaron la papa, atacaron también los porcinos. La Barbados‑4362 era una
de nuestras mejores variedades de caña: madurez temprana, rendimiento
en azúcar que a veces llegaba a 13 o 14 por ciento; su peso por hectárea podía pasar
de 200 toneladas en caña de 15 meses. Los yanquis
acabaron con las mejores, utilizando plagas. Más grave aún: introdujeron el virus
del dengue hemorrágico, que afectó a 344 mil personas y costó
la vida de 101 niños. Si emplearon
otros virus, no lo sabemos ―o no lo hicieron por temor
a la vecindad con Cuba.
Cuando
por estas causas no podíamos cumplir los envíos de azúcar
comprometidos con la URSS, ellos nunca dejaban de enviarnos las mercancías
que habíamos acordado. Recuerdo que
negocié con los soviéticos cada centavo del precio del azúcar; descubrí en la práctica lo que
sólo conocía en teoría: el intercambio desigual. Ellos garantizaban
un precio por encima del que regía en el mercado
mundial. Los acuerdos se proyectaban
por cinco años; si al principio
del quinquenio estabas enviando equis toneladas de azúcar para pagar
las mercancías, al final del mismo el valor
de sus productos al precio internacional era un 20 por ciento
más alto. Fueron siempre generosos en las negociaciones: una vez
el precio en el mercado mundial ascendió coyunturalmente a 19 centavos,
nos aferramos a ese precio, y lo aceptaron. Esto sirvió
después como base para la aplicación del principio socialista
de que los más desarrollados económicamente debían apoyar
a los menos desarrollados en la construcción del socialismo.
Al preguntarme
Lula cuál era el poder adquisitivo de 5 centavos, le expliqué
que con una tonelada de azúcar se compraban entonces 7 toneladas
de petróleo; hoy, al precio
del petróleo ligero de referencia, 100 dólares, se compra
un solo barril. El azúcar que
exportamos, a los precios actuales, solo alcanzaría para adquirir el combustible
importado que se consume en 20 días.
Habría que gastar alrededor de 4 mil millones de dólares
al año en adquirirlo.
Estados Unidos subsidia
su agricultura con decenas de miles de millones cada año. ¿Por qué no dejan entrar libremente
en Estados Unidos el etanol que ustedes producen? Lo subsidian de forma brutal, con
lo cual a Brasil le arrebatan ingresos por miles de millones
de dólares cada año. Lo mismo
hacen los países ricos, con su producción de azúcar, oleaginosas y granos
para producir etanol.
Lula analiza
datos de las producciones agrícolas de Brasil que son de gran
interés. Me comunica que tiene
un estudio realizado por la prensa brasileña que muestra que hasta
el 2015 la producción mundial de soya crecerá
el 2 por ciento al año;
es decir, significa que se necesitará producir 189 millones
de toneladas de soya más de lo que se produce hoy. La producción de soya de
Brasil tendría
que crecer a un ritmo del 7 por ciento anual
para poder atender a las necesidades mundiales.
¿Cuál es
el problema? Muchos países
ya no tienen más tierras para sembrar. La India, por ejemplo, no tiene
más tierra libre; China tiene muy poca
tierra disponible para esto y Estados Unidos tampoco las posee
para producciones adicionales de soya.
Yo le añadí
a su explicación que muchos países latinoamericanos lo que
tienen son millones de ciudadanos con salarios de hambre
produciendo café, cacao, vegetales, frutas, materias primas y mercancías
a bajo precio para surtir a la sociedad
de Estados Unidos, que ya no ahorra y consume más
de lo que produce.
Lula explica
que pusieron en Ghana una oficina de investigación de EMBRAPA ―la
Empresa Brasileña de Investigación
Agropecuaria―, y añade que en febrero van a inaugurar
también una oficina en Caracas.
Treinta años
atrás, Fidel, aquella región de Brasilia, Mato Grosso, Goiás,
se consideraba una parte de Brasil que no tenía nada,
era igual que la sabana africana; en 30 años se transformó
en la región de mayor producción de granos de todo
el Brasil, y pienso que África tiene una parte muy parecida
a esta región de nuestro país;
por ello pusimos la oficina de investigación allí
en Ghana y queremos hacer una sociedad también con Angola.
Brasil,
me dijo, tiene una situación privilegiada. Contamos con 850 millones
de hectáreas de tierra;
de estas, 360 millones es la parte del Amazonas; 400 millones de buenas tierras para
la agricultura, y la caña de azúcar ocupa solamente
el uno por ciento.
Brasil, le
comento, es por otro lado el mayor exportador de café del mundo.
A Brasil le pagan
por este producto lo mismo que valía una tonelada
en el año 1959:
alrededor de 2,500 dólares actuales. Si en ese país cobraban entonces 10 centavos
por una taza, hoy cobran 5 dólares o más por una taza olorosa
de café expreso, un estilo italiano de colar. Eso es PIB
en Estados Unidos.
En África no pueden hacer lo que
hace Brasil.
Gran
parte de África está cubierta por desiertos y áreas tropicales y subtropicales,
donde es difícil producir soya y trigo. Sólo en la zona del Mediterráneo,
por el norte ―donde caen algunos cientos de milímetros al año,
o la que riegan con aguas del Nilo―,
en las mesetas altas o en el sur, de las que se apropiaron
los del Apartheid, abundan las producciones de granos.
Los
peces de sus aguas frías, que bañan sobre todo su costa occidental,
alimentan a países desarrollados que barren con los arrastreros los
ejemplares grandes y pequeños de las especies que se alimentan con
el plancton de las corrientes procedentes del Polo Sur.
África, con casi 4 veces más superficie
que Brasil (30,27 millones de kilómetros cuadrados) y 4,3 veces
más población que Brasil (911 millones de habitantes), está muy lejos
de producir los excedentes de alimentos de Brasil, y su
infraestructura está por construir.
Los virus y bacterias que afectan la papa,
el cítrico, el plátano, el tomate, el ganado
en general, la fiebre porcina, aviar, aftosa, la enfermedad
de las vacas locas, y otras que afectan en general al ganado en el
mundo, abundan en África.
Le hablé a Lula
de la Batalla de Ideas que estábamos librando. Nuevas noticias llegan constantemente, que
evidencian la necesidad de esa lucha constante.
Los peores órganos de prensa de los enemigos ideológicos se dedican a
divulgar por el mundo las opiniones de algunos gusanillos que en nuestro
heroico y generoso país ni siquiera desean escuchar la palabra socialismo. El 20 de enero, cinco días después de la
visita, uno de esos órganos publicó la de un jovenzuelo que gracias a la
Revolución alcanzó un buen nivel de educación, salud y empleo:
“No quiero
saber de ningún socialismo”, y explica la razón de su cólera:
“mucha gente empeñaba hasta el
alma por unos pocos dólares. Lo nuevo que va a venir para este país, sea lo que
sea, que le den otro nombre,” manifiesta.
Todo un lobezno disfrazado de abuelita.
El propio
corresponsal que la divulga, continúa gozoso afirmando: “La propaganda oficial
convocando a los cubanos a acudir a las urnas cita más veces la Revolución que
el socialismo. Por lo pronto, Cuba ya no
es un país burbuja, como lo fue hasta fines de la década de los 80. La mirada insular está transitando hacia una
visualidad global y el país, sobre todo en la capital, está viviendo una
acelerada mutación hacia la modernidad.
Y uno de sus efectos es que están descosiendo las costuras del
socialismo importado décadas atrás.”
Se trata de la
apelación vulgar del capitalismo imperial al egoísmo individual, predicado hace
casi 240 años por Adam Smith
como la causa de las riquezas de las naciones;
es decir, ponerlo todo en manos del mercado. Eso crearía riquezas sin límites en un mundo
idílico.
Pienso en
África y sus casi mil millones de habitantes, víctimas de los principios de esa
economía. Las enfermedades, que vuelan a
la velocidad de los aviones, se propagan al ritmo del SIDA, y otras viejas y nuevas
enfermedades afectan a su población y sus cultivos, sin que ninguna de las
antiguas potencias coloniales sea capaz realmente de enviarles médicos y
científicos.
Sobre estos
temas hablé con Lula.
Fidel Castro Ruz
Enero 26 de
2008