Declaración del Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba, Ricardo Alarcón De Quesada, en el 54to Período de Sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, 9 de noviembre de 1999.

 

Señor Presidente:

En siete años consecutivos y por amplia mayoría la Asamblea General ha aprobado sendas resoluciones, semejantes a la que ahora tengo el honor de presentar, que establecen claramente la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba.

Todas han sido ignoradas. Lejos de acatarlas, en el mismo período Washington ha promulgado dos leyes y numerosas enmiendas y disposiciones legislativas y ejecutivas que amplían e intensifican una política rechazada por la comunidad internacional.

El 13 de abril de este año, una corporación cubano-europea fue arbitrariamente privada de su derecho por un tribunal de Estados Unidos forzado a actuar de ese modo por una enmienda furtivamente agregada a la Ley del Presupuesto del año 1999. Los acuerdos internacionales sobre marcas y patentes se han convertido así en la más reciente víctima de una política tan insolente como irresponsable.

Tampoco ha respetado Washington sus propios compromisos. Prometió modificar parcialmente algunos aspectos secundarios de la más ofensiva de sus leyes, apenas aquellos referidos a la negación de visados a empresarios extranjeros que invierten en Cuba, pero nada absolutamente ha hecho en ese sentido. Al contrario, en vísperas de esta Sesión de la Asamblea, ha publicado amenazas contra varias compañías europeas y de otros países. Estas acciones contradicen directa y explícitamente el acuerdo, tan pregonado, suscrito con la Unión Europea y constituyen, además, una escalada en la aplicación de la llamada Ley Helms-Burton porque en este caso Washington actúa a instancias de personas que no eran norteamericanas cuando sus propiedades fueron nacionalizadas.

Las resoluciones han sido desconocidas y los entendimientos quebrantados. Al mismo tiempo desarrollan una campaña fraudulenta para confundir y perpetuar su conducta inadmisible, contraria a las obligaciones jurídicas y éticas que todos los estados tienen que respetar.

Este año se multiplican las presiones y maniobras para tratar de frustrar la acción de la Asamblea. Desde Washington se han enviado cartas y se han hecho otras gestiones instando a votar en contra del proyecto de resolución presentado por Cuba. No revelo secreto alguno. Estoy seguro que ustedes conocen el texto de esas comunicaciones firmadas por altos funcionarios del Departamento del Estado. Aquí tengo tres de ellas.

Son un ejemplo de arrogancia y de irrespeto por la dignidad de los estados miembros y la inteligencia de sus representantes. El mayor deudor de esta Organización, el país que por no pagar una recortada cuota es el principal causante de su crisis financiera, el que, al mismo tiempo, se beneficia como nadie con los ingresos que obtiene de la ONU y de todos los miembros por el privilegio de ser el país sede, sin embargo, no sólo desconoce las decisiones reiteradas de la Asamblea, sino que la insulta con su prepotencia y sus mentiras.

¿Cómo pueden afirmar a estas alturas que no hay bloqueo, que "el embargo es un asunto bilateral" y que sus "regulaciones sólo se aplican a personas o entidades sujetas a la jurisdicción de Estados Unidos"?. ¿A quién creen engañar?. Si así fuera, ¿por qué otros estados, socios comerciales de Estados Unidos, han tenido que adoptar normas específicas para protegerse de sus pretensiones extraterritoriales?. ¿Por qué ha habido que recurrir a la OMC?. ¿Por qué el voto mayoritario cada año de esta Asamblea?. ¿O es que acaso nos quieren decir que para Washington todas las personas y entidades del planeta están sujetas a su jurisdicción?.

Pero esta carta no sólo ofende a la comunidad internacional, también se burla del pueblo norteamericano y de sus representantes electos. Lo hace al decir, sin el menor pudor, que el gobierno de Estados Unidos está "facilitando grandemente la exportación a Cuba de medicinas y equipos médicos norteamericanos y permitiendo la venta de alimentos". Esa absoluta y cínica falsedad fue refutada por la Asociación Norteamericana para la Salud Mundial, la cual después de estudiar minuciosamente el asunto concluyó: "las restricciones del embargo significan bloquear deliberadamente el acceso de la población cubana a los alimentos y medicinas".

Si hubiera una pizca de verdad en la falacia del Departamento de Estado, ¿por qué protestan los agricultores norteamericanos y reclaman, precisamente, que se les permita vender a Cuba sus productos?, ¿por qué setenta senadores se empeñaron infructuosamente en poner fin a esa prohibición?. ¿O es que tampoco el Senado de Estados Unidos merece el respeto de los burócratas de Washington?.

En la comunicación que han distribuido alegan que el propósito del bloqueo es "restaurar la libertad y la democracia en Cuba", y se intenta calumniarla acusándola de supuestas violaciones de los derechos humanos.

Lo hace el Gobierno que con su guerra económica niega a todos los cubanos, incluyendo a los niños, los enfermos, los ancianos, las mujeres, alimentos esenciales y medicinas indispensables para salvar la vida o aliviar el dolor; el que sostuvo hasta el final a la dictadura batistiana y entrenó, armó y asesoró a los esbirros y torturadores que asesinaron a 20 mil cubanos; el que agrede al pueblo cubano porque nunca le perdonó que con su lucha heroica hubiera decapitado la tiranía y alcanzado la plena emancipación.

El documento norteamericano omite, además, algunos detalles importantes. Olvida mencionar que el gobierno de Washington interviene desvergonzadamente en los asuntos internos de Cuba, organiza, promueve y financia acciones subversivas que buscan socavar la sociedad cubana y derrocar a su Gobierno y todo ello lo proclama abiertamente.

Aquí está, por ejemplo, este comunicado de prensa de la AID que detalla los fondos desembolsados para esas actividades durante los primeros ocho meses de 1999: el total, en ese período, 6 111 000 dólares. Esa cifra, ejecutada en cumplimiento de la Sección 109 de la Ley Helms-Burton, es apenas una parte de los recursos empleados contra Cuba públicamente. A ello deben sumarse los 22 millones adjudicados este año para sus ilegales transmisiones radiales y televisivas. Estas son sumas provenientes del presupuesto federal y suministradas directa y abiertamente por agencias gubernamentales, a las que sería necesario agregar las entregadas indirectamente por medio de entidades de apariencia privada.

Habría que imaginar, además, los fondos, seguramente cuantiosos, que canalizan secretamente a través de la Agencia Central de Inteligencia a los que se refiere la Sección 115 de la misma Ley, o los destinados, conforme a su Sección 108, a acopiar clandestinamente información sobre la vida económica de Cuba y las actividades que allí desarrollan empresas extranjeras, base para las medidas punitivas que contra sus ejecutivos y familiares adopta Washington y sobre lo cual la Administración informa regularmente al Congreso aunque, desde luego, lo hace en forma confidencial.

La libertad y la democracia no son patrimonio exclusivo de Estados Unidos, y su Gobierno carece de títulos para usurparlas. Nadie le ha otorgado facultades para determinar la organización política y social de otros países, y Cuba no es ni volverá a ser jamás su posesión colonial. La guerra económica contra Cuba comenzó exactamente en el momento que los cubanos derrocaron a la tiranía batistiana, fiel aliada y servil instrumento de Estados Unidos, y el verdadero fin de esa política es, precisamente, arrebatarnos la libertad y la democracia conquistadas tras dura y larga pelea. Despojar a los cubanos de la Patria y apoderarse de sus tierras, sus viviendas, sus escuelas y sus hospitales y someterlos otra vez al dominio norteamericano, es el propósito real del bloqueo y así lo expresa con detallada precisión la infame Ley Helms-Burton.

Esa política vulnera también las prerrogativas soberanas de los demás países y es inevitable que así sea. No podría ser de otro modo porque desde el primer día y a lo largo de cuatro décadas el bloqueo ha atacado permanente y sistemáticamente el fundamento mismo de la civilización, su principio más sagrado: el derecho a la vida de todo un pueblo.

Destruir al pueblo cubano ha sido y es el objetivo estadounidense desde 1959. Se trata, simplemente, de un genocidio. Durante cuatro décadas ese bloqueo ha sido deliberadamente ejecutado contra la República de Cuba y contra toda su población. Ha ocasionado la muerte y la enfermedad, el dolor y el sufrimiento a millones de cubanos, víctimas de una política que aún perdura. Los culpables deben ser castigados conforme a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio del 9 de diciembre de 1948. Por mucho que intenten ocultarlo sobran las pruebas irrefutables que lo demuestran, y hoy pueden leerse en documentos oficiales recientemente desclasificados.

El primero de enero de 1959, aun antes de la formación del Gobierno Revolucionario, se produjo el primer zarpazo contra la economía nacional cuando escaparon hacia Estados Unidos, bajo la protección norteamericana, los que habían saqueado el Tesoro Público. Con ellos se fueron 424 millones de dólares que constituían la única reserva del país y que jamás fueron devueltos a Cuba.

No sólo se apoderaron de esos fondos cubanos sino que el 12 de febrero de aquel año el gobierno de Washington decidió no conceder a Cuba ningún préstamo, ni siquiera el muy modesto que entonces se solicitó para sostener la moneda cubana, víctima del brutal robo.

Empezaba la guerra económica contra Cuba antes que se decidiera la primera medida revolucionaria, mucho antes de que fuera proclamado el carácter socialista de la Revolución cubana.

Esa guerra era, desde su etapa más temprana, lo ha sido siempre y lo sigue siendo hoy, una guerra contra la Nación cubana, contra su independencia y contra todo el pueblo cubano.

En un memorándum del Departamento de Estado fechado el 24 de junio de 1959, se expuso la esencia de la política que ya ejecutaban contra Cuba. Entonces consideraban la supresión de la cuota azucarera cubana en el mercado norteamericano para provocar que "la industria azucarera sufriera una abrupta e inmediata caída, ocasionando la generalización de un mayor desempleo. Grandes cantidades de personas quedarían sin trabajo y comenzarían a pasar hambre". En la propia reunión el secretario de Estado Herter definía esas acciones iniciales como "medidas de guerra económica". Otro documento del 6 de abril de 1960 y aprobado el mismo día, ampliaba la agresión y era aún más explícito: "Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba... a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno".

Estaba en marcha una conducta genocida que ha perdurado cuatro décadas, la han sufrido tres generaciones de cubanos, bajo ella nació y ha vivido toda su vida las dos terceras partes de la población cubana actual. Los cubanos han debido padecer, sobrevivir y desarrollarse en condiciones absolutamente injustas e injustificables impuestas de modo frío y calculado por la potencia más poderosa de la Tierra que busca así abatir a la nación cubana y exterminar a su pueblo.

El bloqueo lo han practicado nueve administraciones; lo han plasmado en leyes, reglamentos y ordenanzas violatorios del derecho y la moral; han intentado obligar a otros estados a acatarlo pisoteando sus soberanías y haciendo pedazos las normas internacionales; han amenazado y reprimido a ciudadanos de Estados Unidos y de países extranjeros; han presionado y sobornado por doquier y han intentado engañar y manipular al mundo entero.

Ese bloqueo ha tenido siempre un carácter extraterritorial porque busca arrebatar a Cuba su independencia, pisotea la soberanía de los demás países y castiga con deliberada crueldad a toda la población cubana. Así ha sido siempre, desde el primer día, durante cuarenta años. Para comprobarlo basta examinar las disposiciones contenidas en las Regulaciones para el Control de activos cubanos (31 CFR.515) vigentes desde el 8 de julio de 1963. Ahí aparecen las numerosas e ilegales medidas injerencistas en las legítimas actividades económicas y comerciales de empresas extranjeras radicadas fuera de la jurisdicción norteamericana, y las prohibiciones totales no sólo contra la República de Cuba sino, igualmente, contra todas y cada una de las personas de nacionalidad cubana, sin excepción, residentes en el territorio nacional, respecto a las cuales se impide cualquier transacción y a quienes se les confiscó, incluso, sus propiedades, depósitos, ahorros, herencias y pensiones, retenidas en Estados Unidos.

Incontables han sido los recursos empleados por las autoridades estadounidenses para llevar a cabo impunemente el abominable crimen que cometen contra mi pueblo. No han tenido reparo, para ello, en mentirle a esta propia Asamblea como lo harán, seguramente, otra vez, en el día de hoy.

Muy recientemente quedó demostrado, más allá de toda duda, que esa política genocida no ha sido modificada y que quienes la ejecutan están dispuestos a cualquier cosa para eternizarla. El pasado mes de agosto el Senado de los Estados Unidos, aprobó por 70 votos contra 28 una enmienda a ser incluida en la Ley de Asignaciones a la Agricultura para modificar la política de sanciones económicas unilaterales que Washington aplica contra otros países eliminando de esas sanciones las prohibiciones relativas a los alimentos y las medicinas. Mientras el Senado norteamericano promovía esta iniciativa, Cuba se convirtió en el único país al que Estados Unidos prohíbe unilateralmente la venta de alimentos y medicinas. El 27 de julio, habían levantado la prohibición que existía contra Irán, Libia y Sudán y el 17 de septiembre la que aún se aplicaba a la República Popular Democrática de Corea.

A pesar de contar con tan amplio respaldo senatorial, la propuesta no fue incluida en el texto de la Ley finalmente aprobada. Para eliminarla se impidió su votación en el Comité de Conferencia bicameral, incluso éste fue arbitrariamente disuelto y fueron vulnerados las prácticas y los procedimientos parlamentarios de ese país.

No pocos legisladores norteamericanos protestaron y denunciaron la insólita situación creada al obligárseles a adoptar un texto que no recogía el interés de la mayoría. ¿Cuál fue la causa que condujo a un hecho sin precedentes?.

Los senadores Ashcroft y Brownback y el representante Nethercutt, autores de la enmienda, suscribieron una declaración que fue publicada el pasado 20 de octubre en el diario Washington Times, en la que explican la razón, la única razón, por la que se les impidió llevarla a votación: "El embargo unilateral de alimentos y medicinas contra Cuba tiene que ser mantenido a cualquier costo". El grupo que controla la Dirección del Congreso norteamericano, fue capaz de violentar hasta los procedimientos democráticos para seguir privando de alimentos y medicinas al pueblo de Cuba, el único de los pueblos de la Tierra contra el que Washington ejerce hoy, unilateralmente, esa criminal política que fue prohibida, hace medio siglo, por los convenios de Ginebra, incluso en tiempo de guerra. Como si ello fuera poco, al prohibir también el comercio a sus subsidiarias en el exterior cuyas ventas en alimentos y medicinas alcanzaron más de 700 millones de dólares, Washington obliga a otros a cohonestar el crimen.

Para asegurar la prohibición total de exportar alimentos y medicinas a Cuba no escucharon el reclamo de los agricultores y otros sectores de la sociedad norteamericana ni le hicieron caso a la opinión mayoritaria de sus legisladores; para impedir el acceso a los cubanos de alimentos y medicinas procedentes de Estados Unidos, los genocidas no se detuvieron ni siquiera ante la "afrenta" a sus propios usos parlamentarios para utilizar el calificativo empleado por los legisladores mencionados.

Lo acontecido con la enmienda Ashcroft, confirma plenamente que el bloqueo impide totalmente las exportaciones a Cuba de alimentos y medicinas. Si existiera algo de verdad en la propaganda oficial norteamericana, habrían sido innecesarios tal Enmienda y el voto favorable a ella de 70 senadores y los torpes manejos para excluirla del texto definitivo de la Ley.

Al impedir su aprobación quienes sostienen el bloqueo desafían la opinión de esta Asamblea y desenmascaran también su propósito de mantener, incluso, los aspectos más crueles y repudiables de una política claramente genocida.

Sin dejar de reconocer las nobles intenciones que animan a quienes se empeñan por introducir esa modificación en la actual política norteamericana, debo decir que, aun en el caso que ella hubiera sido aprobada, su significación real habría sido muy escasa y no hubiera hecho al bloqueo menos despiadado e inhumano. ¿Cómo adquirir alimentos y medicinas en el mercado norteamericano si al mismo tiempo se mantiene un férreo bloqueo que nos niega recursos para el desarrollo e impide el comercio normal con Estados Unidos, que trata, además, de sabotearlo con el resto del mundo?.

El bloqueo ha creado innumerables obstáculos al desarrollo económico de Cuba; le ha hecho imposible adquirir productos, equipos, bienes, servicios y tecnologías; la ha privado de financiamiento y de créditos; ha infligido severos perjuicios a su comercio exterior deprimiendo los precios de lo que vendemos y encareciendo nuestras importaciones y la transportación; ha afectado a todas las ramas de la economía nacional con severas consecuencias para las condiciones materiales en que vive nuestro pueblo.

Incansables burócratas y diplomáticos norteamericanos se han dedicado a perseguir, por todo el mundo, hasta el último gramo de níquel o de azúcar cubanos que pueda contener cualquier producto extranjero para proscribirlo del mercado estadounidense o para impedir la venta a Cuba de toda producción extranjera si ella contiene aunque sea una partícula de origen norteamericano.

Es ese bloqueo, todo él, lo que debe cesar completa, total e incondicionalmente.

Señor Presidente;

Señores Delegados:

El gobierno que me honro en representar se dispone a emplear todas las vías legales para combatir el bloqueo y defender los derechos de su pueblo. En ese sentido quiero anunciar formalmente ante esta Asamblea que vamos a presentar una demanda de indemnización por más de 100 mil millones de dólares contra el gobierno de Estados Unidos por los enormes daños ocasionados al pueblo de Cuba por el bloqueo, que ha durado ya más de 40 años, pues comenzó realmente en 1959 con las primeras medidas de carácter económico tomadas contra nuestro país.

Señor Presidente:

Cuba no ha sido ni será jamás doblegada. Pese al recrudecimiento del bloqueo y las agresiones, ha logrado detener la caída de la economía e iniciar un proceso de recuperación sostenido e irreversible.

La capacidad de resistencia de su pueblo heroico, abnegado y noble se funda en la unidad y el patriotismo que nada ni nadie podrá quebrar.

Ese pueblo ha recorrido un camino largo y difícil en su incesante brega por la independencia y la justicia. Sabe que la ruta hacia adelante tampoco será fácil. Pero marcha con paso seguro porque cree en el valor de los principios y sabe que su causa es justa y trasciende los límites de su pequeño territorio.

Cree también en la solidaridad internacional, en la igualdad y hermandad entre los pueblos y en la fuerza política y moral de esta Asamblea en cuyo voto confía.

Muchas gracias.