No tan puros como pretenden aparentar (II)
Por qué absolutizar el calificativo de "Mejores Juegos"
ENRIQUE MONTESINOS
Apenas a cuatro jornadas del comienzo de los Juegos, la embajada deportiva cubana se vio obligada a difundir una Declaración Oficial en la que denunciaba que "los deportistas cubanos, entre ellos numerosos campeones olímpicos, mundiales y panamericanos presentes en Winnipeg —como prueba irrefutable del interés por contribuir a la brillantez de los Juegos—, sin embargo han sido objeto de un tratamiento inadecuado, basado fundamentalmente en presiones de todo tipo, incluido un destaque desmedido en los medios de prensa al trabajo solapado de los scouts y otros mercaderes del deporte".
De la misma forma se refirió a "un grupo de arbitrariedades cometidas impunemente interfiriendo el desarrollo de las competencias, sus resultados y las más nobles aspiraciones de los atletas de Cuba".
Añadió que "la actitud del Comité Organizador había sido contemplativa y parcial en la realización de sorteos y presentación de algunos eventos, haciendo caso omiso de la inconformidad expresada oficialmente por los delegados".
Y conste que no protestaron solo los encargados cubanos, sino también los de otros países, como reflejaron trabajos periodísticos de agencias internacionales de prensa, como la DPA, en el sentido de que "los Juegos Panamericanos de Winnipeg entraron hoy (día 27) en una zona muy riesgosa, en la que las dudas sobre la limpieza de las competencias crecen a medida que avanzan los días".
Y agregaba la agencia que "el kárate recién pudo comenzar tras celebrarse cuatro veces el sorteo y en la lucha grecorromana se preclasificó a estadounidenses y canadienses ignorando el ranking. `Incluso hubo un inicio de boicot por parte de varias delegaciones latinoamericanas, ya que los organizadores estaban cambiando el reglamento', dijo a la DPA, Oscar Santos, jefe de la misión argentina".
Igualmente añadía la información que "en tenis de mesa se hizo un sorteo irregular, antes de la llegada de los delegados, y el inicio de las competencias debió postergarse un día debido a esos problemas. Claramente, en lucha y tenis de mesa se favorece a Canadá y Estados Unidos, agregó Santos, quien calificó de inhumano el formato de la competencia en esta última disciplina".
Y también que "Jorge Luis Rodrigues, del Comité Olímpico Brasileño, reconoció que el jefe del equipo de kárate aseguró a la televisión de su país haberse sentido perjudicado por los arbitrajes, y un miembro de la delegación colombiana, que pidió mantener su nombre en el anonimato, opinó que los representantes del patinaje no tuvieron la capacidad suficiente para mantener todas las medallas que se otorgaban hasta Mar del Plata-95".
En el caso del canotaje, el mismo trabajo periodístico señalaba las declaraciones de un cubano: "Mira, eso no era un lago, era un río y en los ríos hay corriente cerca de la orilla. Pues bien, los canadienses y los estadounidenses siempre iban por el medio, en los carriles tres, cuatro o cinco".
Retornando al texto de la Declaración cubana, finalizaba así: "Sirvan estas ideas como un alerta a todos los que tienen responsabilidades con el desarrollo de estos Juegos. En sus manos está hallar la mesura y equidad que el movimiento deportivo supuso los animaría cuando asumieron la organización de estos Juegos".
No obstante, resultó necesario que, tan solo dos días después, el Comité Olímpico Cubano apelara a la sensatez y al juego limpio durante una concurrida conferencia en el centro principal de prensa, en la que se reiteró que los deportistas de su país, lejos de medir fuerzas bajo el espíritu de camaradería, enfrentaban constantemente una atmósfera enrarecida con la consiguiente desconcentración para competir, pues eran objeto de llamadas telefónicas, mensajes escritos o verbales para que desertaran, y encima el apoyo de cierta prensa, ilustrando con el ejemplo del periódico que publicó el irrespetuoso concurso con el premio de un viaje a Cuba para el que acertara sobre el número de desertores de la delegación.
En contraste, las publicaciones locales apenas mencionaron por esos días al gimnasta Erick López, devenido Rey del medallero individual en los Juegos, con cinco de oro, como tampoco destacaron la proeza de Sotomayor, al ganar por cuarta vez consecutiva el salto de altura, algo inédito en todo el atletismo, y posteriormente se abalanzaron sobre él como alimañas al ser acusado de dopaje.
Don Mac Kenzie, titular de la Sociedad Organizadora de los Juegos, presente en la conferencia, lamentó los incidentes denunciados por la delegación cubana y se comprometió a evitar situaciones que perjudicaran el rendimiento de sus atletas y a garantizar su estancia tranquila en los días que restaban.
Pero se comprobaría que fueron declaraciones "protocolares" cuando poco después los beisbolistas cubanos, que cotidianamente soportaban la presencia en las gradas de indeseables mercaderes del talento deportivo, tuvieron que expulsar del mismísimo terreno de juego, no sin antes darle su merecido, al gusanejo que no solo logró introducirse, sino también pasearse por el mismo ante la impasibilidad de los custodios encargados de evitarlo.
¿Cómo un tipo así —el mismo perturbador del juego en Baltimore— pudo ser aceptado por las autoridades migratorias de Winnipeg? ¿Acaso les convenía que intentara desestabilizar al equipo antillano en un momento clave del juego? Inmediatamente pudo ser deportado o detenido, pero nada de eso, de modo que horas después volvió a recibir otra contundente respuesta a la nueva provocación montada en las inmediaciones del centro de transmisiones de radio y televisión.
Y en cuanto a lo de las gradas, personajes detestables que lucran a costa de los deportistas, como Joe Cubas, deambulaban con absoluta libertad en ubicaciones de privilegio accesibles para acreditaciones VIP, sin embargo vedadas para federativos cubanos.
Fue tan siniestramente real el acorralamiento a que fueron sometidos los deportistas cubanos que a mitad de los Juegos los jefes de las 42 delegaciones participantes no pudieron sustraerse a la necesidad de dar a conocer un inédito comunicado en respaldo a las denuncias de irregularidades contra la delegación cubana y hasta el mismísimo jefe de la delegación canadiense consideró por separado que jamás había presenciado un acoso semejante sobre una representación nacional.
Y mientras todo esto ocurría, ¿cuál era la actitud de la máxima dirección de la ODEPA?
La mencionada reseña cablegráfica de la agencia de noticias DPA decía al final que ante los planteamientos iniciales de Cuba y otros países latinoamericanos, la ODEPA se comportaba como si no existieran problemas.
Y durante la conferencia de prensa para dar a conocer el supuesto dopaje de Sotomayor, a cuatro días de la clausura, su presidencia se apresuró, sin pudor por la presencia de Don Mac Kenzie, a calificar a los Juegos como los mejores de la historia.
¿Por qué ese apuro? ¿Por qué la obstinación de continuar reiterándolo en la clausura, en todas partes, incluso hace unos días en la reunión del Ejecutivo?
No digo que los Juegos en general hayan sido malos, incluso pueden haber sido buenos y hasta los mejores en determinados aspectos, pero ante tantas irregularidades expuestas aquí —y todavía no nos hemos referido a innumerables sobre el dopaje—, ¿a qué se debe la insistencia en un calificativo tan absoluto? ¿Qué se esconde o se pretende esconder? ¿Cuál fin se persigue?