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Las salidas ilegales del país fueron estimuladas desde los primeros años de la Revolución como medio de hostigarla, privarla de técnicos y personal calificado, reclutar mercenarios para actividades terroristas, ataques piratas, invasiones militares, a la vez que dichas salidas ilegales eran utilizadas como propaganda contra la Revolución Cubana.
Decenas de millones de personas procedentes del Tercer Mundo, por razones económicas, han emigrado hacia países industrializados. Cientos de millones desean hacerlo.
Antes de la Revolución, las visas concedidas a ciudadanos cubanos eran muy reducidas, y desde luego que muy pocos se habrían atrevido a emigrar ilegalmente. Sin embargo, en los primeros años de la Revolución, desde el primero de enero de 1959, miles de personas que cooperaron con la tiranía batistiana, cometieron crímenes atroces o robaron enormes sumas, a los que se unieron poco más tarde miles de terratenientes, casatenientes, grandes industriales y comerciantes y otros sectores de la alta burguesía afectados por la primeras leyes revolucionarias, marcharon hacia Estados Unidos sin el menor obstáculo.
Infames campañas, como aquella que hizo creer a no pocas familias que la Revolución proyectaba suprimir la Patria Potestad, promovieron salidas del país. No faltaron incluso quienes lo hicieron por temor a conflictos, agresiones o invasiones desde Estados Unidos. Todas estas salidas, con excepción de los criminales de guerra que escaparon por cualquier medio, fueron legales, autorizadas por la Revolución y por vías normales y seguras.
Las salidas ilegales comenzaron a de difusión. producirse cuando fue suspendida por el gobierno de aquel país la concesión de visas. A partir de entonces la inmensa mayoría de los que emigraban hacia Estados Unidos lo hacían por motivaciones económicas, como lo han hecho millones y millones de latinoamericanos, y tratan de hacerlo continuamente en número creciente por cualquier vía, legal o ilegal. Mas, cuando se trata de cubanos que por idénticas razones de orden económico o por reunirse con sus familiares lo hacen, jamás los llaman emigrantes, sino exiliados. Como marchaban fundamentalmente hacia Estados Unidos, el país más rico de todos y a sólo 90 millas de distancia de nuestras costas, adonde llegaban ilegalmente sin visa alguna, lo primero que debían proclamar era que estaban en desacuerdo con el "sistema comunista de Cuba". Era el ábrete Sésamo de esos "exiliados". Todos absolutamente eran admitidos. Ese es el calificativo acuñado por la propaganda enemiga a todos cuantos emigran del país, sin excepción alguna. Nunca a un emigrado caribeño, mexicano, centroamericano, sudamericano, lo llaman exiliado ni dicen que huyó de su país, calificativo que endilgan a cuanto ciudadano de origen cubano viva en cualquier rincón del mundo.
A esto contribuyó decisivamente el hecho de que Estados Unidos durante decenas de años, como política oficial, estimuló aún más las salidas ilegales con una ley vigente todavía, establecida hace más de 32 años, que concede a cualquier ciudadano cubano el derecho a la Residencia tan pronto pise territorio de Estados Unidos sin visa alguna, prerrogativa que no se concede a ningún inmigrante procedente de cualquier otro país del mundo. Este estímulo con fines políticos a la salida de nuestro país y al ingreso a Estados Unidos de forma ilegal dio lugar a más de una situación anormal y complicada entre Cuba y Estados Unidos, relacionada con el problema de la emigración ilegal. Un acuerdo para normalizar esta situación fue establecido durante el gobierno de Reagan. Desgraciadamente no fue cumplido por Estados Unidos. Del compromiso de conceder "hasta" 20.000 visas anuales para la reunificación familiar, las visas concedidas cada año fueron de 2.000 a 3.000 en el primer año, de inmediato se redujeron hasta menos de 1.000 por año; crecían en cambio los arribos ilegales, como única alternativa que quedaba a los interesados, que eran recibidos y publicitados además como héroes por la amplia propaganda contrarrevolucionaria y los medios de información radicados en Miami.
Al producirse el período especial y las durísimas circunstancias que hubo de soportar nuestro país con motivo de la pérdida abrupta de todos los mercados y fuentes fundamentales de suministros de alimentos, combustible, materias primas y otros productos esenciales como consecuencia del derrumbe del campo socialista y la desintegración de la URSS, sumado a un despiadado bloqueo económico mantenido durante decenas de años contra nuestro heroico país, cerradas totalmente las puertas a las salidas legales y estimulada la emigración ilegal, a la que se exhortaba desde Estados Unidos a través de miles de horas radiales que se emiten cada semana con fines subversivos y desestabilizadores, las salidas ilegales se multiplicaron, incluso mediante la comisión de crímenes y otros delitos para robar embarcaciones con estos fines. Elementos inescrupulosos, aventureros y antisociales eran los que más se aprovechaban de esta situación.
Tal conjunto de factores dieron lugar, en 1994, a la que fue conocida como Crisis de los Balseros. A pesar de que, como el gobierno de Cuba expresó y explicó con toda claridad, el bloqueo económico y la impunidad concedida por Estados Unidos a los emigrantes ilegales eran las causas fundamentales de la crisis creada, nuestro país mostró su disposición a cooperar en la búsqueda de una solución razonable al complejo problema.
Mediante intensas negociaciones en Nueva York entre representantes de Estados Unidos y Cuba, obviando numerosos obstáculos, pudo alcanzarse un acuerdo el 9 de septiembre de 1994 en el cual Cuba demostró un elevado grado de flexibilidad y sentido de responsabilidad.
Aunque subsistían los dos elementos de mayor peso relacionados con la emigración ilegal, como son el bloqueo económico y la Ley de Ajuste Cubano del 2 de noviembre de 1966 (la residencia automática para todos los que arriban ilegalmente a las costas norteamericanas), que la actual Administración de Estados Unidos, de haberlo querido, no estaba siquiera en condiciones de superar al perder el 8 de noviembre de 1994 la mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes, el acuerdo constituyó una posibilidad real de poner fin a la crisis. Disciplinadamente todos los ciudadanos de nuestro país acataron las instrucciones de las autoridades. Sin empleo de la fuerza fueron retirados de las costas los medios transportados hasta allí por los que se proponían emigrar ilegalmente a Estados Unidos. En virtud de dicho acuerdo, podrían viajar en los años futuros a Estados Unidos, de forma legal y absolutamente segura, cientos de miles de ciudadanos cubanos. Al salir de modo legal, podrían viajar al país, de acuerdo con nuestras normas, en el momento en que deseasen hacerlo. Por otro lado, se conceden permisos de salida, salvo excepciones por interés de la Seguridad o necesidades de servicios imprescindibles, a cuantos ciudadanos deseen viajar temporalmente a Estados Unidos o a cualquier otro país del mundo.
Cuba ha cumplido estricta y rigurosamente cada uno de los términos del convenio, sin una sola excepción, a pesar del incidente provocado el 24 de febrero de 1996 en las proximidades de nuestras costas por la extrema derecha contrarrevolucionaria de Miami, que dio lugar al derribo de dos avionetas, lo que sirvió de argumento a la actual Administración para firmar la odiosa ley Helms-Burton, que endureció aún más el brutal bloqueo económico contra Cuba.
Estados Unidos, por su parte, también ha cumplido. Desde entonces no menos de 20.000 visas han sido otorgadas cada año. Los que tratan de hacerlo ilegalmente, son interceptados en el mar y generalmente son devueltos al país y enviados a sus residencias con todas las garantías acordadas.
Los aspectos complementarios o las discrepancias sobre interpretaciones son discutidos en reuniones sistemáticas entre las autoridades de ambos países. Ni una sola vida se ha perdido entre las casi 100.000 personas, entre ellas familias completas, que han emigrado legalmente desde entonces a Estados Unidos.
Esto resultaba insoportable para los elementos de extrema derecha de origen cubano residentes en Estados Unidos, una minoría resentida por sus antecedentes batistianos, alta burguesía explotadora, reaccionarios y contrarrevolucionarios de la peor calaña, partidarios del bloqueo, y que anhelan y sueñan con invasiones y ataques a nuestra Patria, aun al costo de la vida de millones de hijos de un pueblo valiente y heroico cuya resistencia no cesaría jamás.
Frente a una masa silenciosa y mayoritaria que no es partidaria del bloqueo ni de la guerra contra el pueblo cubano, los elementos más retrógrados y extremistas poseen cuantiosos recursos económicos, muchos de dudoso origen, o producto de excepcionales favores recibidos en el seno del imperio, que en el juego de los dos partidos tradicionales de Estados Unidos han creado fuertes lobbies y diferentes formas de influencia en el Congreso y en sectores del gobierno de Estados Unidos. Ellos fueron los responsables fundamentales de promover la ley Helms-Burton y el incidente del 24 de febrero. Han hecho lo indecible por sabotear el Acuerdo Migratorio y provocar un conflicto entre Estados Unidos y Cuba. En las últimas semanas, han venido instrumentando una conspiración en gran escala contra el Acuerdo, apoyándose en los más extremistas miembros del Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos, y algunos de los más reaccionarios órganosHan propagado a través de sus trasmisiones radiales que las autoridades cubanas promoverían, autorizarían o tolerarían éxodos masivos ilegales hacia Estados Unidos; han instigado y alentado a elementos antisociales en el interior del país, a quienes no les suelen conceder visas para entrar a Estados Unidos, a que viajen ilegalmente por cualquier medio a ese país, desacatando las disposiciones de las autoridades cubanas y a provocar desórdenes si es posible. Lo que es todavía más curioso y significativo: han llevado a cabo increíbles provocaciones contra los propios guardacostas norteamericanos, a los que su gobierno les asigna la tarea de interceptar embarcaciones que traten de transportar ilegalmente ciudadanos cubanos a Estados Unidos; les han tendido trampas a orillas de las costas, con la presencia de medios de divulgación masiva, transportándolos en helicópteros o por otras vías para registrar hasta la menor escena de presión o fuerza que realicen los tripulantes de los guardacostas para impedir su arribo a tierra. Han creado verdaderos shows publicitarios, ampliamente divulgados, que desprestigian y desmoralizan a las propias autoridades encargadas de hacer cumplir disposiciones, leyes y compromisos de Estados Unidos contra el tráfico y contrabando de personas. Todo en medio de una atmósfera preelectoral, cuando aspiraciones electorales a importantes y decisivos cargos están en juego.
La colisión, 50 Kilómetros al norte de Miami, entre un guardacostas y una embarcación al parecer procedente de Bahamas que se negaba a obedecer las órdenes del primero y que transportaba doce ciudadanos cubanos, ocasionó la infortunada muerte de una mujer al zozobrar la nave y dio lugar a un colosal escándalo ampliamente explotado por los que se proponen liquidar el Acuerdo Migratorio.
El servicio de guardacostas ha sido blanco de virulentos y desmoralizadores ataques. La consigna lanzada por la mafia contrarrevolucionaria es desacatar las instrucciones de los guardacostas. Se siente prácticamente dueña de Estados Unidos. A contrarrevolucionarios y traficantes de emigrantes les importa un bledo las vidas humanas que puedan perderse en tales aventuras.
Este es un grave punto que se ha sumado al problema, gestado por la impunidad total al ingreso ilegal en territorio de Estados Unidos. Ha surgido con fuerza, como era de esperarse en ese medio, una red dedicada al repugnante y a la vez próspero negocio del tráfico de emigrantes con ciudadanos cubanos. Los familiares pagan un promedio de 8.000 dólares por persona. Lanchas rápidas procedentes de la Florida con poderosos motores cargan 15, 20 o aún más personas, muy por encima de su capacidad admisible. Ello ha dado lugar a la muerte de numerosas personas. Un número ya elevado de tripulantes de ese tipo de embarcaciones que trafican con seres humanos han sido arrestados en nuestras costas durante los últimos meses, 26 de ellas antes del endurecimiento de las sanciones en el Código Penal contra ese tipo de delito y otras 9 después de las modificaciones, que incluyen hasta la cadena perpetua.
Hay sin duda un factor que constituye la base y el estímulo fundamental de los viajes ilegales desde Cuba hacia Estados Unidos: la Ley de Ajuste Cubano, ya mencionada anteriormente, que premia con la residencia automática a quienes, si proceden de Cuba, violan las leyes de Inmigración de ese país. En tanto la Administración de Estados Unidos no pueda eliminar ese absurdo y paradójico estímulo, que no se concede en cambio a los ciudadanos de ningún otro país en el resto de América Latina y del Caribe o del mundo, unido a un bloqueo recrudecido por las leyes Torricelli, Helms-Burton y numerosas y arbitrarias enmiendas a cualquier otra ley, para tratar de estrangular la economía de Cuba, lo cual impone inevitables sacrificios, la lucha de nuestro pueblo contra el tráfico de emigrantes será una tarea compleja y difícil.
Un hecho repugnante ha exacerbado la sed de sangre de la mafia extremista: la guerra en Yugoslavia. Sueñan, deliran, pensando gozosos en que Cuba se convierta en una especie de Serbia; no cesan de acariciar la idea de ver a nuestro país bloqueado militarmente, invadido o atacado con miles de bombas y misiles que aniquilen los medios y servicios vitales de nuestro pueblo, al que deberían conocer suficientemente en su capacidad de resistir y luchar mucho más allá de lo inimaginable. Ellos parten de la seguridad de que la fórmula liquidación del Acuerdo Migratorio, más Ley de Ajuste Cubano, más bloqueo endurecido, daría lugar a impulsos migratorios tales que originarían un inevitable conflicto entre Estados Unidos y Cuba. Sus voceros no han vacilado ya en clamar por un bloqueo total de combustible a Cuba para que no ocurra una sola salida ilegal de las que ellos mismos tratan de incitar por todos los medios.
Las autoridades norteamericanas han declarado que Cuba ha cumplido con el Acuerdo. Más se irritan con esto los conspiradores. Más gritan. Con más histeria insultan a la propia Administración norteamericana, a la que acusan de pacto nefasto y traidor con Cuba.
¡Creíamos que nada faltaba por ver en materia de odio, frustración y cinismo! Nuestra heroica resistencia, nuestra capacidad de avanzar en medio de increíbles obstáculos, el prestigio creciente y la admiración que Cuba despierta en el mundo los enloquece.
Como siempre, observamos con ecuanimidad el desarrollo de los acontecimientos. Nuestra posición es clara y firme: seguiremos cumpliendo con absoluto rigor los compromisos contraídos en el Acuerdo Migratorio. No existe —y es bueno que lo conozcan los incautos o los que son proclives a dejarse confundir por rumores o engaños— ni la más remota posibilidad de que la Revolución autorice o permita ningún tipo de éxodo masivo. Por vías legales y seguras, todo deseo de emigrar a cualquier país será, como hasta ahora, permitido. Por vías ilegales, ¡categóricamente no! Es el honor y la propia seguridad del país lo que está en juego. Enérgicamente se responderá a cualquier tendencia en esa dirección, en primer lugar con la fuerza organizada del pueblo que, actuando siempre dentro de sus principios y normas legales y morales, no permitirá ninguna acción de aventureros que ponga en riesgo su vida y su futuro.
Adoptaremos las medidas que sean necesarias para obstaculizar y combatir el tráfico de seres humanos proveniente del exterior, la organización, cooperación y apoyo material de carácter interno, por dinero o por irresponsabilidad, a todo tipo de salida ilegal del país.
El peso de las medidas caerá fundamentalmente sobre los que ostenten las responsabilidades principales. Pronto serán juzgados, de acuerdo con las nuevas disposiciones legales del Código Penal, los primeros traficantes que cometieron el delito después de su puesta en vigencia, ocasionando la muerte de un ciudadano y poniendo en grave peligro la vida de cinco niños y otras personas.
Es necesario reiterar la idea de que si se toma en cuenta que aún subsiste un bloqueo despiadado, una verdadera guerra contra nuestra economía y una absurda ley de impunidad que premia a los que, después de violar nuestras leyes, violan las propias leyes de Estados Unidos, el reto para nuestro pueblo es grande. Pero somos un pueblo que ha librado muchas batallas victoriosas, que aprendió a luchar y vencer frente a enormes obstáculos, actuando siempre con inteligencia, decisión y coraje.
De nada valen contra Cuba chantajes y conspiraciones de repugnantes mercenarios y apátridas. Por poderosos que sean aquellos a quienes quieren arrastrar a un conflicto contra Cuba, ningún riesgo, ninguna amenaza, ningún peligro de agresión hará que nos apartemos de nuestro justo camino, ni alterará nuestra ecuanimidad imperturbable, nuestra respuesta efectiva, inteligente y serena.