Mensaje de José Imperatori al pueblo de Canadá.



No llegué por mi propia voluntad a este excelente y hospitalario país, al que admiro y respeto, donde he permanecido más de cuatro días y medio. Estaba en el apartamento donde residía en Washington como funcionario de la Sección de Intereses de Cuba en Estados Unidos. Había sido injustamente acusado de realizar tareas de inteligencia contra ese país, por lo que se me declaró persona non grata y debía marcharme. La causa de esta acusación, absolutamente falsa, fue una conspiración fraguada en Miami por una mafia terrorista de origen cubano-americano, para destruir el prestigio del Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos (INS), cuya Comisionada, señora Doris Meissner, había reconocido el derecho de patria potestad a Juan Miguel González Quintana, ciudadano cubano y residente en nuestra patria, padre de un niño cubano de seis años, Elián González, quien hoy es conocido en todo el mundo y cuya madre murió en un naufragio cerca de las costas de Estados Unidos. El viaje ilegal fue organizado por el padrastro del niño, hombre violento y de pésimos antecedentes penales, quien sin autorización ni conocimiento del padre arrancó al niño de su escuela, de sus abuelos maternos y paternos, de su ambiente y de su patria, y del único progenitor vivo, por tanto con derecho exclusivo a la patria potestad.

El niño, que milagrosamente sobrevivió al naufragio, fue entregado provisionalmente a un familiar lejano residente en Miami, sujeto ambicioso y alcohólico, que en estado de embriaguez provocó accidentes del tránsito en Estados Unidos por los cuales fue sancionado. Sobre sus antecedentes en Cuba, periodistas norteamericanos han descubierto y comprobado hechos no publicados de su conducta cuando era profesor de Educación Física y Deportes en una escuela de niños de los cuales abusaba sexualmente, que lo descalifican de forma absoluta y total para recibir la custodia de un niño en cualquier país civilizado de la tierra.

Bajo la égida de la llamada Fundación Cubano-Americana, el lejano tío-abuelo se quedó con el niño. El INS decidió que debía ser entregado a su padre. Una jueza corrupta en Miami entregó la custodia al siniestro personaje. La Fiscal General de Estados Unidos había aprobado y apoyado mediante resolución legal al INS, anulando la decisión de la jueza. La mafia de la mencionada Fundación promovió recurso de apelación ante Corte Federal de la Florida contra la resolución de la Fiscal General.

La audiencia sobre el caso sería el 22 de febrero. Cuatro días antes de esa decisiva audiencia, se lleva a cabo la denuncia de espionaje en la que se inculpaba al alto funcionario del INS y en la que se involucraba al vicecónsul que me precedió y a mí.

He considerado imprescindible informarle al pueblo de Canadá estos antecedentes.

Para demostrar mi inocencia y la falsedad total de la acusación contra el funcionario del INS y salvar al niño cubano que lleva ya más de tres meses secuestrado en Miami, violándose las normas del derecho internacional, la Convención sobre los Derechos del Niño y la más elemental ética, decidí renunciar a mi cargo de funcionario de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, y con ello a la inmunidad diplomática, permanecer en territorio de Estados Unidos y declararme en huelga de hambre desde las 11 de la mañana del 26 de febrero, asumiendo personalmente grandes riesgos y todas las consecuencias que pudieran derivarse.

Por ello a las 8 y 35 de la noche de ese mismo día fui arrestado y llevado a Canadá en un avión del gobierno de Estados Unidos. No había solicitado visa, ni conocía qué harían conmigo. Decidí continuar la huelga de hambre en la propia sede de la Embajada de mi país en Canadá. No había hecho ningún compromiso con nadie. Esta es la verdadera historia que dio lugar a mi presencia aquí. Yo no quería estar en Canadá, quería estar en Estados Unidos, para enfrentarme allí a la mentira y la calumnia, y defender los derechos del niño secuestrado cualesquiera que fuesen las consecuencias.

No tengo queja alguna del pueblo de Canadá. No deseo tampoco acusar a sus autoridades, que sin duda actuaron de buena fe, tratando quizás de ayudarme al aceptar que me trajeran aquí por la fuerza.

Habiéndose encontrado solución razonable, con honor y dignidad para mi patria y para mí, rogué al Embajador de Cuba en Canadá que, tan pronto me alejara de Ottawa rumbo a mi patria entregara a la prensa este mensaje, ya que por cortesía y respeto hacia las autoridades y gobierno no quise hacer declaración pública alguna mientras permaneciera en este país que, en días sumamente difíciles para nuestro pueblo bloqueado y sometido a una cruel guerra económica, fue amistoso con Cuba. Espero del pueblo canadiense que, digan lo que digan la mentira y la calumnia, comprendan lo ocurrido y crean en la sinceridad con que les dirijo este mensaje.

José Imperatori García

2 de marzo del 2000

9 y 35 a.m.