Intervención
de Ricardo Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la
mesa redonda del 20 de mayo del 2002, sobre los pronunciamientos de Bush sobre
Cuba.
(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Yo estaba
escuchando a los compañeros y, a la vez, viendo aquí las versiones del discurso
que pronunció o leyó Bush, y no es que sea algo realmente apetecible, desde el
punto de vista del desarrollo espiritual del que se vea obligado a leerlo;
pero, realmente, encuentras nuevos resquicios siempre.
Por ejemplo, uno de ustedes hablaba
—creo que era Dimas— con relación a
esto de la ayuda material a los grupúsculos, en cualquier forma posible, para
acelerar la “libertad”, dice. Pero aquí
entra un conceptico, que yo no sé si él lo leyó bien, porque sus críticos
en Estados Unidos, que no son pocos,
lo acusan de padecer de alergia hacia
la cultura y la lectura —puede ser, y esto lo prueba, incluso, con este
discurso—, él habla aquí de usar a organizaciones, además del gobierno de Estados
Unidos; o sea, darle dinero el gobierno de Estados Unidos para que determinadas
organizaciones no gubernamentales, y mete a las iglesias, las religiones; pero
con una palabrita que quizás sea interesante que expliquen en Estados Unidos qué significa eso, organizaciones religiosas
“legítimas.”
Ellos tienen hasta ahora la potestad de
decidir quién actúa correctamente contra el narcotráfico, contra el terrorismo,
un largo listado de algunos comportamientos.
Parecería que están pensando también en meterse a juzgar, como un nuevo
Papa, ¿no?, dentro de Estados Unidos, cuáles son las iglesias “legítimas” y
cuáles no son. A las que sean
“legítimas” les van a dar dinero para que lo hagan llegar acá como parte de su
política agresiva.
Estoy seguro, por cierto, que ese
aspecto va a concitar algún malestar, precisamente en las iglesias y en las
instituciones académicas no gubernamentales legítimas —sin comillas—, que no
están dispuestas a que las utilicen como instrumentos de provocación, de
injerencia en otro país.
Ahora, también mientras los escuchaba
—y hoy he leído algunas reacciones que ustedes han citado aquí de la senadora
Boxer, de Dorgan, de Dodd y de otros—,
yo trataba, realmente, de adoptar otra perspectiva. Tratemos de ver esto desde un ángulo más psicológico.
Al margen de la crítica que se pueda
hacer y los señalamientos desde el punto de vista político, filosófico,
histórico, creo que, indudablemente, estamos ante un acto que denota audacia,
arrojo, valor, no sé cómo calificarlo, que emana, al parecer, de dos
sentimientos, que él ha expuesto muy bien y muy reiterados, sentimientos que
son en sí mismos legítimos, aunque, como en este caso, parecen sugerir, pueden
conducir por malos derroteros, ¿no?: uno
es el amor filial y el otro es la gratitud.
Bush nunca ha dejado de agradecer a la
mafia de Miami el ser Presidente de Estados Unidos. El sabe que él llegó ahí gracias a toda una serie de maniobras,
de componendas, de trucos y de ilegalidades, que esta gente hizo para él. Y él lo dijo —creo que aquí salió en una
mesa redonda hace algún tiempo—: “Nunca
olvidaré la deuda que yo tengo con ustedes”, y no hay la menor duda, no lo ha
olvidado, y la otra es su hermano. El
lo dice, que quiere mucho a su hermano, que quiere mucho a la familia, etcétera.
El
sabe que tiene que mostrar su gratitud con los que pudiera, quizás, el día de
mañana, exactamente en noviembre, repetir la gracia de no permitir a decenas de
miles de negros votar en las elecciones de Miami y de anularles después los
votos a otra cifra semejante.
No
quiero ser abusador, no voy a preguntar si el señor Bush se ha leído este
informe (Lo muestra); son muchas páginas, cinco. Es el resumen ejecutivo del informe de la Comisión de Derechos
Civiles de Estados Unidos. A lo mejor
Condolezza Rice —arroz, como dijo él en el discurso bromeando y mostrando su amplio dominio de la lengua
castellana— se lo puede leer y, quizás, como negra, le llame la atención esto
que se dice aquí, la principal y más importante conclusión de la Comisión de
Derechos Civiles de Estados Unidos:
Lo
más saliente en las elecciones de Miami fue la cantidad, la cifra incontable de
ciudadanos a los que no se les permitió llegar a la urna, a los que no se les permitió votar porque los
excluyeron de los listados electorales, o a los que no se les contó el
voto. Da la casualidad que la inmensa
mayoría de esas personas eran negros, negros que debían haber votado en Miami.
Con
los negros no está reunido ahora, él está ahora en un banquete de 25 000
dólares la entrada; él ni se ha asomado por el barrio negro de Miami, pero le
ha lanzado una amenaza terrible.
Yo
decía que él ha mostrado arrojo y coraje, indudablemente, en estos dos
discursos que ha hecho. ¿En qué se
refleja eso? En primer lugar, para ir a
Miami a hablar de elecciones limpias y honestas y a hablar en contra de lo que
él llama fraudes electorales, hay que tener una gran valentía, porque es de
suponer que a la gente de Miami, de Estados Unidos, o del mundo, se le ha olvidado aquella larga temporada en que no se
sabía quién diablos era el presidente de Estados Unidos y había un gran debate
sobre qué hacer con los votos de Miami.
Eso terminó con esto (Muestra el documento): cinco páginas —se puede
resumir más todavía—, aquí está la explicación.
Aparte
de aquella boleta electoral doblada, hecha de una forma tal para confundir los
votos entre los candidatos; aparte de eso, lo principal, es a lo que arribó,
como conclusión, la Comisión de Derechos Civiles de Estados Unidos: el racismo,
el impedirle votar o no contarle los votos a un sector que, si lo que valiera
en Estados Unidos fueran los votos, Bush no estaría hoy tomando, quizás,
excesivos Cuba libres en la casa de un potentado de origen cubano —por cierto,
un casateniente allá en Miami, no sé lo que haría en Cuba antes—, sino que
estaría visitando los barrios donde viven los negros norteamericanos, o los
barrios de los haitianos. Pero no le
interesan los votos, él tiene a sus amigos que se encargan de que esos votos no
se cuenten o que esos electores no lleguen hasta la urna. Es eso lo que él está
anunciando a los electores de la Florida, que va a volver a la carga, a repetir
el fraude por amor filial, para que su hermanito también sea elegido como lo
fue él.
Uno
puede llegar a sospechar eso cuando se le ocurre nada más y nada menos que
destapar la olla de la legitimidad de elecciones en la ciudad de Miami. Hay que suponer, entonces, que ese es el
tipo de elecciones que él está anunciando a los electores que hayan tenido el
gusto de escucharlo.
Indudablemente,
denota arrojo reunirse abiertamente con sus amigos terroristas, en un momento
en que en Estados Unidos hay un cierto nivel de cuestionamiento acerca de la
conducción, la coherencia, la consistencia en la gran batalla contra el
terrorismo que se supone que él dirige.
Ustedes
han pasado rápidamente diversas imágenes, que se ven en la televisión, de
partes del discurso.
Yo
les puedo decir que no es difícil ver no solo en el público, en la parte
cercana a la presidencia, sino en la presidencia misma, muy cerca del señor
Bush, a algunas personas que están entre los firmantes de esta declaración,
llamada Declaración de Principios, que ellos publicaron en Miami, el 22 de
agosto, Orlando Bosch y un grupo de sus amigos. Yo identifiqué, a vuelo de
pájaro, rápidamente, en los tiros de cámara que pasaban por la presidencia, a
tres o cuatro de las personas que firmaron esta declaración, como el señor
Orlando Bosch.
¿Qué
dice esta declaración, entre otras cosas?
Bueno, contiene la afirmación del supuesto derecho de esta gente a
seguir practicando la violencia y el terrorismo contra Cuba, “todos los métodos
de lucha”, dice; y cuando habla de todos los medios de lucha, un tipo como
Bosch, o Alberto Hernández, o Feliciano Foyo, etcétera, etcétera, no quiero
seguir con la lista de estos personajes... Todo el mundo sabe que son
amigos, todo el mundo sabe que esa
gente está entre aquellos que ayudaron a que él ganase, dicen, la Florida en
las elecciones del 2000; pero él pudo haberse reunido con ellos en privado —no
sé cuántas veces lo hará—, los pudo haber llevado a la Casa Blanca, o pudo
haberse visto con ellos en Miami, pero sin tanto alboroto, sin tanto
ruido. Hay que tener una cierta audacia
para hacer esto de esta manera tan pública.
Ahora
deben estar en lo más discreto de toda la operación: el banquete para recaudar
fondos, a 25 000 dólares la entrada, el cubierto. ¿Quiénes están ahí? ¿Quiénes están participando en ese
banquete? Por supuesto que está la
gente de la llamada Fundación Nacional Cubano Americana, estoy segurísimo que
está entre los que están pagando ese cubierto, como pueden hacerlo, que son los
mismos que, como publicó el New York
Times el 12 de julio de 1998, en la primera página —y no quiero abusar
nuevamente, no estoy incitando a nadie a que lea el New York Times, aunque sea la primera página—, dos días seguidos,
la entrevista al señor Luis Posada Carriles, donde él explicó de dónde sacaba
la plata para sus actividades terroristas: la Fundación Nacional Cubano
Americana, e incluso da el nombre del señor Mas Canosa y los detalles de cómo
este le pagaba.
Yo
no sé cómo juegan algunas frases que el señor Bush ha hecho en otros momentos,
hablando de los Estados que no participan en la guerra contra el terrorismo,
los que acogen, los que financian, o dejan que se financie, etcétera, cómo
diablos él puede explicar, que él y su hermanito reciban dinero de la misma
bolsa que la reciben los peores terroristas de este hemisferio. Si él de verdad pretende que alguien crea en
la legitimidad o la credibilidad de su liderazgo antiterrorista, él tiene que
explicar esa sencilla cuestión.
Posada
Carriles, hasta donde yo sé, no está en el banquete. Lo más probable es que no
le hayan permitido salir de la cárcel en Panamá; no me consta tampoco que haya
ocurrido, pero hasta donde se sabe, no pudo asistir, quizás se haya excusado,
haya enviado un telegrama, algo, para explicar que no puede estar allí.
Ahora,
en este mismo momento esa Fundación que está participando en el banquete, está
sosteniendo financieramente la defensa en Panamá del señor Posada Carriles,
aparte de que tienen el deber de hacerlo, si después de todo le han estado
pagando por todos sus crímenes.
Posada
—como dije— quizás no pueda estar, pero van a estar sus representantes. Va a estar su gran amigo Otto Reich, que por
algo fue desde Washington hasta Miami en el mismo avión con el Presidente; es
posible que esté el amigo común de ambos, Orlando Bosch, viejo conocido de la
familia Bush, porque si Bosch pudo asistir al acto y aplaudir a Bush, es porque
el papá de este Bush —y recordemos que es una familia muy unida, como dice
George W. en su discurso— lo mandó a poner en libertad después de que el
Departamento de Justicia había publicado esta determinación (Muestra
documento), donde decía que este hombre había sido el autor intelectual, junto
con Posada, del sabotaje al avión de Cubana en 1976 y, además, que era un
notorio asesino y un terrorista de los peores del hemisferio occidental; pero
ese terrorista puede ser que esté ahora en un banquete para recaudar fondos
para el hermano del gran campeón en la lucha contra el terrorismo. Hay que tener valor, y yo se lo reconozco,
para en un momento en que le están cuestionando, en que le están preguntando y
usted qué sabía y usted qué hizo, jugar
de esta forma tan cerca del fuego que lo puede desenmascarar como una persona
hipócrita en la lucha contra el terrorismo.
La
agresión contra Cuba, la injerencia contra Cuba, toda esta política para
destruir la Revolución no es nueva. El
está anunciando una escalada, está anunciando hacerlo todavía de un modo más
abierto, más agresivo; pero hay que reconocerle, por lo menos, cierto
candor. Ponerse frente a un micrófono,
delante de las cámaras y explicarlo; explicar, además, lo que quiere hacer con
las iglesias, con las universidades.
Cómo le falta al respeto a medio mundo, con tal de continuar su guerra
contra nuestro país.
Hay
que tener, indudablemente, un cierto valor, quizás llevado por el sentimiento
de gratitud tan poderoso que lo caracteriza, por el gran deber que siente hacia
la mafia anticubana y su amor entrañable por su hermano, para desafiar al
pueblo de Estados Unidos; porque él les ha dicho ahí a los legisladores
norteamericanos que no va a poner fin a las prohibiciones de los
norteamericanos para viajar a Cuba, a pesar de que en el Congreso se ha
expresado de un modo muy claro, varias veces, en ambas cámaras, un criterio en
favor de poner fin a esa restricción, que no va a permitir, no ya el
levantamiento del bloqueo, no ya el comercio, sino ni siquiera las ventas de
Estados Unidos hacia Cuba, a pesar de que ambas cámaras del Congreso, en más de
una ocasión, se han pronunciado en dirección contraria, de una manera
diferente, en favor de levantar estas restricciones, y a pesar también de que,
como indican todas las encuestas que se han hecho en Estados Unidos en los
últimos tiempos, la mayoría del pueblo norteamericano no está en favor de que
le cercenen su derecho a viajar a Cuba si lo desean. Y como decía —creo que eras tú Taladrid— esa frase realmente
abusiva para el presidente Bush, ¿cómo tú le vas a pedir que vaya a Kansas a
decir lo que él dijo? No, eso solamente
lo puede decir ante este auditorio.
Pero tuvo el valor de decirlo en público, y entonces la gente en Kansas,
la gente en Indiana, la gente en Texas, la gente en los estados donde hay
tantos agricultores deseosos, interesados en el mercado cubano, porque lo
necesitan, porque están buscando desesperadamente cómo ampliar sus mercados y
enfrentar la situación general de depresión económica que ellos tienen, piensan
lo contrario.
Yo
creo que ha sido, realmente, un espectáculo no aburrido, algo que en realidad me parece que justificaría un
análisis, una respuesta más en detalle, más elaborada, más adelante, no
solamente por el valor que tengan las palabras en sí, o las actividades en sí,
sino porque es parte de todo un conjunto de pasos y de acciones que están
tomando, y algunas las anunciarán en cuestión de horas o de días, que deben ser
objeto de nuestra reflexión, de nuestra consideración.
Me
faltó mencionar a dos invitados a las actividades de Miami, que dudo de que a
esos el Bush actual, el Presidente actual, no los recuerde, me refiero a José
Dionisio Suárez Esquivel y Virgilio Pablo Paz Romero. Son dos terroristas a los que no hay que ir a buscar allá en una
cueva en el centro de Asia, viven en Miami y su delito lo cometieron en
Washington DC, en la capital de Estados Unidos, y no en un arrabal de la
capital de Estados Unidos, sino en el centro de la capital, cuando asesinaron a
Orlando Letelier, el excanciller de Chile, y a Ronnie Moffitt, una muchacha que
era ciudadana de Estados Unidos.
No
es que yo los acuse de ese asesinato, es que los acusó la fiscalía
norteamericana y los condenó un tribunal norteamericano por terroristas, y
estaban en una prisión en la Florida hasta que el verano pasado —fíjate qué
ironía; a uno lo liberaron en abril más o menos y ya al segundo el 16 de agosto
del año pasado— los puso en libertad por una decisión ejecutiva. Fueron puestos en libertad para que puedan
ir a aplaudir a Bush a un acto como el de hoy, para que puedan aportar sus 25
000 dólares. Estoy seguro de que lo
harían con fina voluntad, porque no es poco lo que le deben de gratitud a este
campeón de la lucha contra el terrorismo que, sin embargo, los sacó de la cárcel
y puso en libertad. Igual que su padre
hizo años atrás con Orlando Bosch, él hizo con los asesinos de Letelier y de
Ronnie Moffitt, que, además, tienen el récord de haber realizado una acción
terrorista brutal en el mismo corazón de la capital de Estados Unidos.
Nosotros,
mucho tendremos que hablar del terrorismo y de la lucha contra el terrorismo.
Cinco
hermanos nuestros están en Estados Unidos presos solamente por haber hecho lo
que los “Bushes” y los fiscales y las autoridades norteamericanas se supone que
debieran haber hecho: combatir el
terrorismo que allí se practica impunemente contra Cuba; pero que también, y
ahí está Ronnie Moffitt, que se lo digan a su familia, si no causan daños
también a norteamericanos.
Estos
compatriotas están sufriendo las condiciones más indignantes: primero, una sanción absolutamente
injustificada, después de un proceso judicial que no tuvo fundamento alguno;
pero yo quería llamar la atención, Randy, sobre un aspecto que me parece muy
revelador, que explica mucho la trama de lo que era la realidad de ese proceso
contra los cinco compañeros.
Yo
tengo aquí el acta oficial de la vista donde está la sentencia contra René
González. Aquí hay algo que cuando uno
lee toda la sentencia le llama la atención este parrafito; pero me acordé de él
viendo este carnaval miamense.
Fíjate
lo que dice la jueza, a petición de la fiscalía que reclamó este elemento a ser
incluido en la sentencia contra René.
René
fue condenado a 15 años de prisión.
Antes tenemos que lograr que él y todos los demás regresen a su patria;
pero, bueno, teóricamente, 15 años los puede cumplir, terminado los 15 años —no
tiene cadena perpetua como otros compañeros— estaría en libertad, se
supone. No, estaría bajo un régimen
especial de supervisión, de control, porque el gobierno, o sea, la fiscalía
exigió que hubiera garantías de que no siguiera haciendo aquello por lo cual él
fue condenado.
Y
fíjate lo que agregan aquí como una condición especial para René González el
día que fuera puesto en libertad, una vez cumplida su condena. Si fuera así, que ese es el escenario que la
jueza supone.
Voy
a leer textualmente lo que dice:
“Como
condición especial adicional para su libertad supervisada, se prohíbe al
acusado relacionarse con o visitar lugares específicos donde se sabe que están
o son frecuentados por individuos o grupos terroristas, miembros de
organizaciones que abogan por la violencia y figuras del crimen organizado.”
Esto
aparece en las últimas líneas de la página 45 y las primeras de la 46: Se le prohíbe que se acerque, que vaya a
lugares donde se sabe que se encuentran o que frecuentan individuos o grupos
terroristas u organizaciones violentas.
¿Qué
quiere decir eso? Que ellos saben que
en Miami públicamente, abiertamente, sin ocultárselo a nadie, se reúnen
terroristas.
Por
actuar contra ellos, contra unos terroristas, condenaron a los cinco
compatriotas nuestros, y le advierten desde ahora a René: Cuidadito con meterte con nuestros amigos;
cuidadito con ir a molestar, a importunar en el banquete del Presidente;
cuidadito con acercarte por el lugar donde va a estar reunido con sus amigos.
Públicamente,
abiertamente, se reconoce, de modo oficial, que hay terroristas. Se sabe dónde se reúnen, se sabe dónde
frecuentan, y no solo no se actúa contra ellos, sino que se actúa contra los
que tuvieron el valor y el heroísmo de penetrar esos grupos para tratar de
frustrar sus planes. Se les condena a
prisión, y, además, se les advierte después:
Y cuidado con, en el futuro, intentar molestar a los amigos, a nuestros
amigos; porque hay que ser agradecido —diría Bush—, hay que ser agradecido con
la familia, además, y a esta gente los han visto siempre como lo que son,
familiares cercanos, la familia ampliada, que no es solo sus hermanos, sino
toda esta gente a la cual le debe tanto el actual Presidente.
Finalmente,
mi última reflexión, Randy, es con relación a una noticia que no ocupó ningún
espacio en las palabras del Presidente, del gran campeón en la lucha contra el
terrorismo, del jefe de los que combaten contra ese flagelo en este momento, la
noticia de la muerte hoy de un soldado norteamericano en Afganistán, un hombre
—supongo que joven— que murió cumpliendo las instrucciones del jefe máximo, del
gran comandante George Bush. El, como
otros jóvenes, ha sido enviado allá, a montañas de zonas muy lejanas de su
patria, a combatir contra las personas que le han dicho que son terroristas
—pero qué ironía—, y, al mismo tiempo, su gran jefe se está dando tragos y
pasándola de lo más bien con los más notorios terroristas del hemisferio, para
usar otra vez la expresión del texto del Departamento de Justicia en 1989, y no
solamente eso, sino tomando la plata, el dinero de esos terroristas.
Creo
que son lecciones que podemos sacar, y hay muchas otras que pudiéramos ir
examinando en otro momento. Creo que lo
cortés no quita lo valiente. Yo no me
siento incómodo en lo absoluto con las peripecias de Bush por Miami, ojalá se
quedara un par de días más y siguiera hablando y siguiera abriendo su alma y su
corazón para ayudar a entender a muchos la verdad de Estados Unidos.
Muchas
gracias.