Palabras pronunciadas por el
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba,
compañero Raúl Castro Ruz, durante el almuerzo de honor ofrecido por el
presidente Luiz Inácio Lula da Silva, como parte de la visita oficial que realiza
a Brasil, el 18 de diciembre de 2008, “Año 50 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Querido presidente Luiz Inácio Lula da Silva;
Amigas y amigos brasileños;
Distinguidos representantes del Cuerpo Diplomático y de las diferentes
instituciones del Estado brasileño:
Constituye para mí un motivo de profunda satisfacción
encontrarme hoy en Brasil, cumpliendo la visita oficial que prometí a nuestro
amigo, el presidente Lula, y con la que nos hemos propuesto contribuir a la profundización
de las relaciones históricas entre nuestros pueblos.
Los lazos de hermandad
entre Cuba y Brasil continuaron afianzándose a lo largo de los años,
enriquecidos por una identidad cultural nacida de nuestras raíces. Solo faltaban a esa cercanía humana el
incremento de los nexos económicos, que se multiplicaron con el gobierno que
encabeza el presidente Lula.
Quisiera expresar mi
gratitud por la inmediata ayuda solidaria del gobierno brasileño hacia el
pueblo cubano tras el paso de los tres huracanes que afectaron a nuestro país
este año y ocasionaron millonarias pérdidas materiales, cercanas al 20% del
Producto Interno Bruto del presente año; o sea, cercanas a los 10 000
millones de dólares.
Estar en Brasil me permite
expresar personalmente lo que ya manifesté en carta al presidente Lula: nuestro pesar por las pérdidas de vidas
humanas y los daños materiales causados por las inundaciones en el estado de
Santa Catarina. Lo hago en nombre de un
pueblo que sabe muy bien lo que significa enfrentar desastres como esos.
Agradezco también el
permanente rechazo de Brasil al bloqueo económico que se nos ha impuesto por
casi 50 años y las recientes declaraciones de solidaridad y demanda de respeto
para Cuba del Congreso brasileño.
Paso a paso, los cubanos y
los brasileños, con voz propia, con respeto y sin intermediarios, compartimos
posiciones comunes en defensa del Derecho Internacional, del multilateralismo,
el derecho a la libre determinación de los pueblos, el rechazo a todo intento
de imposición de la voluntad de un Estado sobre la de otros, y juntos abrigamos
la firme convicción de trabajar por una mayor concertación política
latinoamericana y por una integración más comprometida con la justicia social y
la dignidad de los seres humanos.
En la reciente reunión que
celebramos comentábamos que ya los latinoamericanos somos mayores de edad, que
ya queremos tener voz propia y decirlo tanto a los vecinos del norte de nuestro
continente como a Europa, a Asia, al mundo entero, y tenemos que dar los pasos que
conduzcan a esa situación a que aspiramos desde hace siglos.
La reunión que concluimos —las
cumbres, porque fueron cuatro, de las cuales Cuba participó en tres de ellas—
constituye el primer paso de ese largo camino, pero ya hemos recorrido del
largo camino un trecho muy grande; lo que queda no es tan largo, depende de los
latinoamericanos, depende de que nos quitemos nuestro complejo, depende de que
tengamos la firmeza de representar los intereses de nuestros pueblos ante
potencias de las más grandes del planeta.
Cuba ha sido una
experiencia en este medio siglo. Aceptamos la amistad y la diferencia con los
demás. Hemos tenido que vivir parte de
estos 50 años arrinconados, pero defendiéndonos con firmeza. Esa firmeza ha demostrado que fue justa nuestra
causa. Por eso puedo estar hablando en
nombre de un pueblo libre e independiente, ante los queridos hermanos mayores
del continente latinoamericano: el
pueblo de Brasil, la próspera y cada vez más potente nación de Brasil.
No me voy a extender mucho.
Se suele decir que los discursos de
Fidel eran largos, no tanto como los de Chávez, y yo tengo fama de ser más
concreto, soy menos inteligente que ellos y no puedo hablar de muchas cosas, ni
mucho menos improvisarlas; pero no es necesario, en este caso, extenderme
mucho.
No voy a hablar de los
intercambios comerciales, el progreso que se va logrando, el desequilibrio que
poco a poco iremos equilibrando, hasta la medida de nuestras posibilidades de
país pequeño frente a Brasil, pero se va logrando y el compañero presidente
Lula se ha referido a este aspecto, con quien comparto todas sus palabras,
desde que comenzó hasta que terminó —yo creo que eso merece un pequeño aplauso
(Risas y aplausos).
Hablando de la cumbre que
acabamos de efectuar en Salvador de Bahía, les decía que es un paso más en el
complejo camino de la integración de los pueblos de América Latina y el
Caribe. Y en ese empeño, respetando
nuestras diferencias, Cuba pondrá todas sus fuerzas en consolidar este
objetivo.
Cuando
el mundo entra en una crisis de consecuencias impredecibles, porque todos los
premios Nobel de Economía y todos los que más saben de economía del planeta
todavía no han coincidido dos o tres en cuál será el final de este camino, pero
que golpeará con más fuerza a los más pobres, como siempre, vale la pena creer,
como diría ese brasileño universal que es Oscar Niemeyer, que lo importante es
tener siempre la idea de un mundo mejor dentro de nuestros corazones, y que si
la miseria se multiplica y la oscuridad nos envuelve, ahí vale la pena encender
una luz y arriesgar. Eso es lo que hemos
hecho en Cuba.
Por todo ello, brindo por este abrazo en Brasilia,
con la mente puesta en quien abrió el camino y nos acompaña desde La Habana,
el compañero Fidel Castro, en su afecto por el pueblo brasileño y por ti, Lula,
en la fe inquebrantable que siempre ha tenido en que prevalezcan las virtudes
de los pueblos y los hombres, y en su convicción infinita, que es la misma de
José Martí, de que solo unida nuestra América puede salvarse.
Llegué hoy de madrugada a Brasilia desde Salvador de
Bahía, donde compartimos brevemente con tres presidentes más: Chávez, Evo Morales y el presidente Manuel
Zelaya, de Honduras, y nos vamos igualmente de madrugada, en la próxima
madrugada. No me botan, me voy porque
tengo miedo de enamorarme de Brasil y de su gente (Risas).
Muchas gracias (Aplausos).