Intervención
del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central
del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros, en la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea
Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 7 de julio de 2013.
(Versiones Taquigráficas-
Consejo de Estado)
Compañeras y compañeros:
Me corresponde realizar las
conclusiones de este, el Primer Período Ordinario de Sesiones de
Considerando la información
brindada a nuestro pueblo por los medios de prensa, no es necesario abundar
sobre estos asuntos y solo señalaré aquellos aspectos de mayor importancia.
La economía nacional ha
continuado mostrando un comportamiento positivo en medio de las tensiones
externas, los daños ocasionados por el huracán Sandy y nuestras propias
insuficiencias.
Como ya fue divulgado, el
Producto Interno Bruto (P.I.B) creció un 2,3 por ciento, que sin llegar a lo
planificado, supera en dos décimas el alcanzado en el primer semestre del año
pasado. Cierto es que todavía el comportamiento del P.I.B no se nota en la
economía de la familia cubana promedio.
Se reafirma la tendencia
creciente de las actividades productivas, al tiempo que se preservan en niveles
similares los servicios sociales a toda la población.
También los diputados
recibieron una detallada panorámica de la marcha de la implementación de los
Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución aprobados
por el Sexto Congreso, proceso que constituye la principal tarea de todos, por
cuanto de su éxito dependerá la preservación y el desarrollo del socialismo en
Cuba, un socialismo próspero y sostenible, que a la vez que ratifica la
propiedad social —como ya explicó el compañero Murillo— sobre los medios
fundamentales de producción, reconoce el papel de otras formas de gestión no
estatales; reafirma a la planificación como instrumento indispensable en la
dirección de la economía, sin negar la existencia del mercado.
Deseo reiterar la
convicción de que en este frente de significación estratégica ha continuado el
avance y ya comienzan a observarse los primeros resultados alentadores, aunque
también es verdad que falta un largo y complejo camino para actualizar nuestro
modelo económico y social, asegurando el apoyo mayoritario de la población a
este proceso, lo cual excluye la utilización de terapias de choque y el
desamparo de millones de personas que caracterizan a las políticas de ajuste
aplicadas en los últimos años en varias naciones de la rica Europa.
El fenómeno de la dualidad
monetaria constituye uno de los obstáculos más importantes para el progreso de
la nación, y tal como señala el Lineamiento número 55, deberá avanzarse hacia
la unificación, teniendo en cuenta la productividad del trabajo. El propio Lineamiento
reconoce la complejidad de este propósito, que exigirá una rigurosa preparación
y ejecución, tanto en el plano objetivo como subjetivo.
Sobre el particular puedo
comunicarles que han proseguido los estudios para la supresión de la dualidad
monetaria de forma ordenada e integral, lo cual nos permitirá acometer
transformaciones de mayor alcance y profundidad en materia de salarios y
pensiones, precios y tarifas, subsidios y tributos. En pocas palabras, lograr
que todos los ciudadanos aptos se sientan incentivados a trabajar legalmente a
partir de restablecer la vigencia de la ley
de distribución socialista, “de cada cual según su capacidad, a cada cual según
su trabajo”, lo que propiciará terminar con la injusta “pirámide invertida”, o
lo que es lo mismo, a mayor responsabilidad, menor retribución.
Al propio tiempo, debemos
otorgar la máxima prioridad al perfeccionamiento del sistema de producción
agropecuaria, asegurando que los experimentos aprobados para liberar las trabas
que frenan su desarrollo alcancen los objetivos propuestos.
Asimismo, con la
introducción en los planes para el próximo año de las directivas aprobadas, las
empresas estatales lograrán mayor autonomía en su gestión y en la distribución
de los resultados —como fue más ampliamente explicado en la mañana de hoy.
Del mismo modo, apoyaremos decididamente
la creación de cooperativas no agropecuarias, las cuales, de conjunto con el continuado
despliegue del trabajo por cuenta propia, facilitarán liberar al Estado de
actividades productivas y de servicios no fundamentales y concentrarse en el
programa de desarrollo a largo plazo.
La implementación de los
Lineamientos lleva implícita la necesidad de evaluar sistemáticamente los
efectos de los cambios que se han venido introduciendo y corregir con prontitud
cualquier desviación. También demanda el establecimiento de un clima permanente
de ORDEN, DISCIPLINA Y EXIGENCIA en
la sociedad cubana, premisa imprescindible para consolidar el avance de la
actualización del modelo económico y no admitir retrocesos contraproducentes.
Precisamente, a este asunto
dedicaré la mayor parte de mi intervención, tal y como les expresé a ustedes el
24 de febrero en la Sesión de Constitución de la actual Legislatura del
Parlamento, ocasión en la que contamos con la presencia del compañero Fidel,
quien sobre el particular expresó, cito:
“la gran batalla que se impone es la
necesidad de una lucha enérgica y sin tregua contra los malos hábitos y los
errores que en las más diversas esferas cometen diariamente muchos ciudadanos, incluso
militantes”, fin de la cita.
Este tema no resulta
agradable para nadie, pero me atengo al convencimiento de que el primer paso
para superar un problema de manera
efectiva es reconocer su existencia en toda la dimensión y hurgar en las causas
y condiciones que han propiciado este fenómeno a lo largo de muchos años.
Imagino las noticias en los
próximos días de la gran prensa internacional, especializada en denigrar a Cuba
y someterla a un frenético escrutinio; ya nos hemos acostumbrado a vivir bajo el
asedio y no debemos restringirnos a debatir con toda crudeza la realidad, si lo
que nos motiva es el más firme propósito de rebasar el ambiente de indisciplina
que se ha arraigado en nuestra sociedad y ocasiona daños morales y materiales nada
despreciables.
Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período
especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la
honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad
ante los problemas de los demás.
Recordemos las palabras de Fidel en el Aula Magna de la Universidad de
La Habana, el 17 de noviembre de 2005, cuando dijo que a esta Revolución no
podría destruirla el enemigo, pero sí nosotros mismos y sería culpa nuestra, advirtió.
Así, una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado.
Se propagaron con relativa impunidad las construcciones ilegales, además en lugares indebidos, la
ocupación no autorizada de viviendas, la comercialización ilícita de bienes y
servicios, el incumplimiento de los horarios en los centros laborales, el hurto
y sacrificio ilegal de ganado, la captura de especies marinas en peligro de
extinción, el uso de artes masivas de pesca, la tala de recursos forestales,
incluyendo en el magnífico Jardín Botánico de
Conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en
plena calle, el uso indiscriminado de
palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose
al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o
edad.
Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo mal
hecho y se tolera como algo natural botar desechos en la vía; hacer necesidades
fisiológicas en calles y parques; marcar y afear paredes de edificios o áreas
urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados y conducir vehículos en estado de
embriaguez; el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la
música alta que perjudica el descanso de las personas; prolifera impunemente la
cría de cerdos en medio de las ciudades con el consiguiente riesgo a la salud
del pueblo, se convive con el maltrato y la destrucción de parques, monumentos,
árboles, jardines y áreas verdes; se vandaliza la telefonía pública, el tendido
eléctrico y telefónico, alcantarillas y otros elementos de los acueductos, las
señales del tránsito y las defensas metálicas de las carreteras.
Igualmente, se evade el pago del pasaje en el transporte estatal o se
lo apropian algunos trabajadores del sector; grupos de muchachos lanzan piedras
a trenes y vehículos automotores, una y otra vez en los mismos lugares; se ignoran
las más elementales normas de caballerosidad y respeto hacia los ancianos,
mujeres embarazadas, madres con niños pequeños e impedidos físicos. Todo esto
sucede ante nuestras narices, sin concitar la repulsa y el enfrentamiento
ciudadanos.
Lo mismo pasa en los diferentes niveles de enseñanza, donde los
uniformes escolares se transforman al punto de no parecerlo, algunos profesores
imparten clases incorrectamente vestidos y existen casos de maestros y
familiares que participan en hechos de fraude académico.
Es sabido que el hogar y la escuela conforman el sagrado binomio de la
formación del individuo en función de la sociedad y estos actos representan ya
no solo un perjuicio social, sino graves
grietas de carácter familiar y escolar.
Esas conductas en nuestras aulas son doblemente incompatibles, pues
además de las indisciplinas en sí mismas, hay que tener presente que desde la infancia
la familia y la escuela deben inculcar a los niños el respeto a las reglas de
la sociedad.
Lo más sensible es el
deterioro real y de imagen de la rectitud y los buenos modales del cubano. No
puede aceptarse identificar vulgaridad con modernidad, ni chabacanería ni
desfachatez con el progreso; vivir en sociedad conlleva, en primer lugar,
asumir normas que preserven el respeto al derecho ajeno y la decencia. Por supuesto, nada de esto entra en
contradicción con la típica alegría de los cubanos, que debemos preservar y
desarrollar.
Me he limitado a hacer un recuento de los fenómenos negativos más
representativos, sin el ánimo de relacionarlos uno por uno, ya que ello
extendería innecesariamente estas palabras.
Con el concurso del Partido y los organismos del Gobierno, se efectuó
un primer levantamiento que arrojó 191 manifestaciones de este tipo
—conscientes estamos de que no son las únicas y de que hay muchas más—,
separadas en cuatro categorías diferentes: la indisciplina social, las ilegalidades, las
contravenciones y los delitos recogidos en el Código Penal.
El combate contra esas nocivas conductas y hechos debe efectuarse
utilizando diversos métodos y vías. La
pérdida de valores éticos y el irrespeto a las buenas costumbres puede
revertirse mediante la acción concertada de todos los factores sociales,
empezando por la familia y la escuela desde las edades tempranas y la promoción
de la Cultura, vista en su concepto más abarcador y perdurable, que conduzca a
todos a la rectificación consciente de su comportamiento. Este será, no obstante, un proceso complejo
que tomará bastante tiempo.
El delito, las ilegalidades y las contravenciones se enfrentan de
manera más sencilla: haciendo cumplir lo establecido en la ley y
para ello cualquier Estado, con independencia de la ideología, cuenta con los
instrumentos requeridos, ya sea mediante la persuasión o, en última instancia,
si resultase necesario, aplicando medidas coercitivas.
Lo real es que se ha abusado de la nobleza de la Revolución, de no
acudir al uso de la fuerza de la ley, por justificado que fuera, privilegiando
el convencimiento y el trabajo político, lo cual debemos reconocer que no
siempre ha resultado suficiente.
Los órganos estatales y del gobierno, cada uno en lo que les
corresponde, entre ellos la Policía, la Contraloría General de la República, la
Fiscalía y los Tribunales deben contribuir a este empeño, siendo los primeros
en dar ejemplo de apego irrestricto a la Ley; reforzando así su autoridad ante
la sociedad y asegurando el apoyo de la población, como ha quedado demostrado
en el enfrentamiento reciente a bochornosos casos de corrupción administrativa,
en los que se involucraron funcionarios de organismos y empresas.
Es hora ya de que los colectivos obreros y campesinos, los estudiantes,
jóvenes, maestros y profesores, nuestros intelectuales y artistas, periodistas,
las entidades religiosas, las autoridades, los dirigentes y funcionarios a cada
nivel, en resumen, todas las cubanas y cubanos dignos, que constituyen
indudablemente la mayoría, hagan suyo el deber de cumplir y hacer cumplir lo
que está establecido, tanto en las normas cívicas como en leyes, disposiciones
y reglamentos.
Cuando medito sobre estas lamentables manifestaciones, pienso que a
pesar de las innegables conquistas educacionales alcanzadas por la Revolución y
reconocidas en el mundo entero por los organismos especializados de las
Naciones Unidas, hemos retrocedido en cultura y civismo ciudadanos. Tengo la amarga sensación de que somos una
sociedad cada vez más instruida, pero no necesariamente más culta.
En tal sentido, vale la pena recordar aquella frase que se ha
atribuido a distintos autores, entre ellos al filósofo y escritor español
Miguel de Unamuno, quien para resumir sus vivencias acerca de las normas de
convivencia de unos campesinos de Castilla expresó: “¡Qué cultos son estos
analfabetos!”
Nada es más ajeno a un
revolucionario que la resignación, o lo que es lo mismo, la rendición ante las
dificultades. Por tanto, lo que nos
corresponde es levantar el ánimo y el espíritu de combate y enfocarnos en la
gigantesca y paciente tarea de revertir la situación creada.
En mi criterio, el
denominador común de todo este fenómeno ha sido y es la falta de exigencia de
los encargados de hacer cumplir lo establecido, la ausencia de sistematicidad
en el trabajo a los diferentes niveles de dirección y el irrespeto, en primer
lugar, por las entidades estatales de la institucionalidad vigente, lo cual,
por otra parte, menoscaba su capacidad y autoridad para exigir a la población que
se atenga a las regulaciones existentes.
Por solo citar un ejemplo:
¿cuántas violaciones de las normativas de Planificación Física han sido
detectadas en el sector estatal a lo largo y ancho del país, algunas de ellas
denunciadas en la prensa? Hay que
reforzar, como ya lo estamos haciendo, el orden y la disciplina en todos los
organismos del gobierno.
Al propio tiempo, los
dirigentes desde las instancias nacionales hasta la base, deben abandonar la
pasividad y la inercia en su conducta; deben dejar de mirar al otro lado,
cuando el problema está aquí, para no verlo.
Basta ya de tener miedo a buscarse problemas en el cumplimiento de
nuestros deberes, y asumir como propia una mentalidad de orden, disciplina y
exigencia, sin temor a buscarse problemas por reclamar el cumplimiento de lo
establecido.
El enfrentamiento a la
indisciplina social no puede convertirse en una campaña más, sino en un
movimiento permanente cuya evolución dependerá de la capacidad de movilizar a
la población y a los diferentes actores de cada comunidad, sin excluir a nadie,
con rigor e intencionalidad política.
Hagamos balance de las
fuerzas con que cuenta la Revolución y comprenderemos que son más que
suficientes para alcanzar el éxito.
Las primeras acciones
realizadas por el Partido,
Si queremos triunfar en
esta tarea hay que incorporar al pueblo, a cada ciudadano, no mediante arengas
y consignas vacías en encendidas reuniones, sino sembrando en cada uno la
motivación por ser mejores y llevando por delante el ejemplo personal.
Ese era el tema central de
mis palabras, aprobadas por el Buró Político en la mañana de ayer. Sobre este tema que acabo de concluir se puede
estar hablando varias horas, pero es suficiente lo que he dicho, lo demás se
debe publicar.
Como es natural esto se
publicará en toda nuestra prensa. Yo les
sugiero a todos ustedes y a los que me escuchan, que se lo lean con calma, y
mediten individualmente, solo les pido
que mediten personalmente.
Pasando a otro tema, ayer
nuestros diputados emitieron un Llamamiento a todos los parlamentos del mundo y
a las personalidades comprometidas con la justicia para que reclamen a las
autoridades de Estados Unidos la liberación y el regreso inmediato de
Gerardo, Ramón, Antonio y Fernando, quienes el próximo 12 de septiembre
cumplirán 15 años de injusta prisión.
También aplaudimos las
emotivas palabras del Héroe de la República de Cuba, René González, quien ha venido
a reforzar la lucha por esta noble causa, que no se detendrá hasta que todos
retornen a la Patria.
Finalmente debo expresar
que las recientes revelaciones del
ciudadano norteamericano Edward Snowden permitieron confirmar la existencia de
sistemas de espionaje global de Estados Unidos, que violan la soberanía de
las naciones, incluso, de sus aliados, y los derechos humanos.
Cuba que ha sido
históricamente uno de los países más agredidos y también más espiados del
planeta, ya conocía de la existencia de estos sistemas de espionaje.
Lo nuevo e inusitado ha
sido la manera en que se ha impuesto el control mediático y la censura para
desviar la atención de lo fundamental, o sea, el enorme poder del gobierno
norteamericano en el control masivo de las tecnologías de la información y de
los medios de comunicación y centrarse, entonces, en la persecución internacional del denunciante.
Aprovechándose de su
poderío mediático internacional ─supranacional ya porque estos medios se
van por encima de las naciones─ se concentran ahora en la persecución
internacional del joven denunciante de estas actividades.
Las amenazas de aplicar
medidas económicas contra Ecuador y la acción concertada de varios países
europeos para impedir el sobrevuelo o aterrizaje del Presidente Evo Morales,
demuestran que vivimos en un mundo en el que los poderosos se sienten en
condiciones de violentar el Derecho Internacional, vulnerar la soberanía de los
Estados y pisotear los derechos de los ciudadanos.
Ante esta filosofía de
dominación, todos los países del Sur estamos y continuaremos estando en peligro.
Apoyamos los legítimos
reclamos y pronunciamientos de los Presidentes de Venezuela, Ecuador,
Argentina, Bolivia, Nicaragua, Brasil, Uruguay y de otros líderes
latinoamericanos y caribeños.
Llamamos a la movilización
de la opinión pública internacional, a la enérgica denuncia y firme condena de
las amenazas contra Ecuador y del atropello contra el Presidente de Bolivia,
contra toda Nuestra América.
Respaldamos el derecho
soberano de la República Bolivariana de Venezuela y de todos los Estados de la
región de conceder asilo a los perseguidos por sus ideales o luchas por los
derechos democráticos, según nuestra tradición.
No aceptamos dobles
raseros, interferencias ni presiones de ningún tipo. Como ha señalado el Presidente Nicolás
Maduro, no se puede dar refugio y negar la extradición a Venezuela de un
terrorista internacional como Posada Carriles, autor, entre otros crímenes, de
la voladura en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación con 73 seres
humanos, y al mismo tiempo pretender que esta hermana nación no ejerza su
derecho legítimo.
Hoy estamos a 7 de julio, nos separan pocos días para conmemorar
el 60 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de
Céspedes. Enfrentemos los nuevos retos con la misma decisión e inconmovible fe
en la victoria que siempre nos ha inculcado el Jefe de la Revolución Cubana,
Fidel Castro Ruz.
Muchas gracias (Aplausos).