Reflexiones del compañero Fidel
EL PAPEL DE BUENO, ¿A COSTA DE
QUIÉN?
Cuando el gobierno de Estados Unidos
ofreció hipócritamente 100 mil dólares como ayuda frente a la catástrofe
ocasionada por el huracán Gustav previa inspección in
situ para comprobar daños, se le respondió que Cuba no podía aceptar
donación alguna del país que nos bloquea;
que ya habían sido calculados los daños y lo que reclamábamos era
que no se prohibiera la exportación de los materiales indispensables y los
créditos asociados a las operaciones comerciales.
Algunos en el Norte se desgañitaron
gritando que era inconcebible el rechazo de Cuba.
Cuando el Ike pocos días después azotó el
país desde Punta de Maisí al Cabo de San Antonio, los
vecinos del Norte fueron un poco más hábiles.
Dulcificaron el lenguaje.
Hablaron de aviones listos para partir con productos por valor de cinco
millones de dólares; que no sería
necesario evaluar, porque ya lo habían hecho por sus propios medios, que no
pueden ser otros que los de espiar a nuestro país. Esta vez sí que pondrían en aprietos a la
Revolución ―pensaban―; si se
atrevían a rechazar la oferta, se buscarían problemas con la población. Tal vez se creyeron que nadie
había visto las imágenes divulgadas
por la televisión de Estados Unidos cuando las fuerzas de ocupación de la ONU repartían
alimentos en Haití a la población hambrienta que se los disputaba a través de una
cerca de alambres de púa, dando lugar incluso a niños heridos.
El hambre en ese país es fruto del saqueo histórico y despiadado
de los pueblos. Allí mismo, en Gonaïve, nuestros médicos arriesgaban su vida asistiendo a
la población de esa ciudad, así como
lo hacen en casi el ciento por ciento de los municipios de esa nación. Esa
cooperación prosigue allí como en decenas de naciones del mundo, a pesar de los
huracanes. A la nueva y astuta Nota, se
le respondió categóricamente: “nuestro país no puede aceptar una donación del
gobierno que nos bloquea, aunque está dispuesto a comprar los materiales
indispensables que las empresas norteamericanas exportan a los mercados, y
solicita la autorización para el suministro
de los mismos, así como de los créditos que son normales en todas las
operaciones comerciales.
“Si el gobierno de Estados Unidos no desea hacerlo
definitivamente, el de Cuba solicita que al menos lo autorice durante los
próximos seis meses, en especial si se toman en cuenta los daños ocasionados
por los huracanes Gustav e Ike,
y que aún faltan los meses más peligrosos de la temporada ciclónica.”
No se hacía con altanería, porque no es el estilo de
Cuba. En la propia Nota se puede
apreciar cómo se expresaba con modestia la idea de que nos bastaba con que se
suspendiera la prohibición por un limitado período de tiempo.
El secretario de Comercio de Estados Unidos, Carlos
Gutiérrez, descartó el viernes 12 que se levantara de forma temporal el bloqueo.
Es obvio que el gobierno de ese poderoso país no
puede comprender que la dignidad de un pueblo no tiene precio. La ola de solidaridad con Cuba, que abarca a países
grandes y pequeños, con recursos y hasta sin recursos, desaparecería el día en
que Cuba dejara de ser digna. Se
equivocan rotundamente los que en nuestro país se disgusten por ello. Si en vez de cinco millones fuesen mil
millones, se encontrarían la misma respuesta. El daño en miles de vidas, sufrimientos y más
de 200 mil millones de dólares que han costado el bloqueo y las agresiones
yanquis, no pueden pagarse con nada.
En el informe oficial parcial se le explicó al pueblo
que en menos de diez días el país había sido afectado en más de cinco mil
millones de dólares. Pero también se
explicó que esas cifras eran a precios históricos y convencionales, que nada
tenían que ver con la realidad. No debe
ser olvidada nunca la explicación bien clara de que “los cálculos de las
pérdidas en viviendas son sobre la base de precios históricos y convencionales,
y no los valores reales a precios internacionales. Baste señalar que para
disponer de una vivienda duradera que resista los más fuertes vientos, se
requiere un elemento indispensable que escasea mucho: la fuerza de
trabajo. Esta se necesita lo mismo para
una reparación temporal que para una construcción duradera. Dicha fuerza hay que repartirla en todos los
demás centros de producción y servicios, algunos significativamente
dañados, por lo que el valor real de una vivienda en el mundo y la amortización
de la inversión correspondiente es muchas veces mayor.”
El golpe de la naturaleza fue contundente, pero
también es alentador conocer que no habrá tregua ni descanso en nuestra lucha.
La crisis económica que golpea a Estados Unidos, y como
consecuencia a los demás pueblos del mundo, no tiene respuesta
definitiva; en cambio, sí la tienen los
desastres naturales en nuestro país y todo intento de poner precio a nuestra
dignidad.
Fidel Castro Ruz
Septiembre 16
de 2008
7 y 54 p.m.