Reflexiones del compañero Fidel
LAS DOS COREAS
PARTE I
(Tomado de CubaDebate)
La nación coreana, con su peculiar cultura que la
diferencia de sus vecinos chinos y japoneses, existe desde hace tres mil
años. Son características típicas de las
sociedades de esa región asiática, incluidas la china, la vietnamita y otras. Nada parecido se observa en las culturas
occidentales, algunas con menos de 250 años.
Los japoneses habían arrebatado a China en la guerra
de 1894 el control que ejercía sobre la dinastía coreana y convirtieron su
territorio en una colonia de Japón. Por
acuerdo entre Estados Unidos y las autoridades coreanas, el protestantismo
fue introducido en ese país en el año 1892.
Por otro lado, el catolicismo había penetrado igualmente en ese siglo
a través de las misiones. Se
calcula que actualmente en Corea del Sur alrededor del 25 por ciento de la
población es cristiana y una cifra similar es budista. La filosofía de Confucio ejerció gran
influencia en el espíritu de los coreanos, que no se caracterizan por las
prácticas fanáticas de la religión.
Dos importantes figuras ocuparon los primeros planos
de la vida política de esa nación en el siglo XX. Syngman Rhee, que nace en marzo de 1875, y
Kim Il Sung 37 años después, en abril de 1912.
Ambas personalidades, de distinto origen social, se enfrentaron a partir
de circunstancias históricas ajenas a ellos.
Los cristianos se oponían al sistema colonial japonés,
entre ellos Syngman Rhee, que era practicante activo del protestantismo. Corea cambió de status: Japón anexó su territorio en 1910. Años más tarde, en 1919, Rhee fue nombrado Presidente del Gobierno
Provisional en el exilio, con sede en Shanghai, China. Nunca empleó las armas contra los
invasores. La Liga de las Naciones, en
Ginebra, no le prestó atención.
El imperio japonés fue brutalmente represivo con la
población de Corea. Los patriotas resistieron
con las armas la política colonialista de Japón y lograron liberar una pequeña
zona en los terrenos montañosos del Norte, durante los últimos años de la
década de 1890.
Kim Il Sung, nacido en las proximidades de Pyongyang, a
los 18 años se incorporó a las guerrillas comunistas coreanas que luchaban
contra los japoneses. En su activa vida
revolucionaria alcanzó la jefatura política y militar de los combatientes
antijaponeses del Norte de Corea, cuando sólo tenía 33 años de edad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos
decidió el destino de Corea en la posguerra.
Entró en la contienda cuando fue atacado por una criatura suya, el
Imperio del Sol Naciente, cuyas
herméticas puertas feudales abrió el Comodoro Perry en la primera mitad del
siglo XIX apuntando con sus cañones al extraño país asiático que se negaba a comerciar
con Norteamérica.
El aventajado discípulo se convirtió más tarde en un
poderoso rival, como ya expliqué en otra ocasión. Japón golpeó sucesivamente décadas más tarde
a China y Rusia, apoderándose adicionalmente de Corea. No obstante fue astuto aliado de los
vencedores en la Primera Guerra Mundial a costa de China. Acumuló fuerzas y, convertido en una versión asiática
del nazifascismo, intentó ocupar el territorio de China en 1937 y atacó a
Estados Unidos en diciembre de 1941; llevó
la guerra al Sudeste Asiático y a Oceanía.
Los dominios coloniales de Gran Bretaña, Francia,
Holanda y Portugal en la región estaban condenados a desaparecer y Estados
Unidos surgía como la potencia más poderosa del planeta, resistida sólo por la
Unión Soviética, entonces destruida por la Segunda Guerra Mundial y las
cuantiosas pérdidas materiales y humanas que le ocasionó el ataque nazi. La Revolución china estaba por concluir en
1945 cuando la matanza mundial cesó. El
combate unitario antijaponés ocupaba entonces sus energías. Mao, Ho Chi Minh,
Gandhi, Sukarno y otros líderes prosiguieron después su lucha contra la
restauración del viejo orden mundial que era ya insostenible.
Truman lanzó contra dos ciudades civiles japonesas la bomba atómica, arma nueva terriblemente
destructiva de cuya existencia, como se ha explicado, no había informado
al aliado soviético, el país que más contribuyó a la destrucción del
fascismo. Nada justificaba el genocidio
cometido, ni siquiera el hecho de que la tenaz resistencia japonesa había
costado la vida a casi 15 mil soldados norteamericanos en la isla japonesa de
Okinawa. Ya Japón estaba derrotado
y tal arma, lanzada contra un objetivo militar, habría tenido más tarde o más
temprano el mismo efecto desmoralizador en el militarismo japonés sin nuevas
bajas para los soldados de Estados Unidos.
Fue un acto incalificable de terror.
Los soldados soviéticos
avanzaban sobre Manchuria y el Norte de Corea, tal como lo habían prometido al
cesar los combates en Europa. Los
aliados habían definido previamente hasta qué punto llegaría cada fuerza. En la mitad de Corea estaría la línea
divisoria, equidistante entre el río Yalu y el Sur de la península. El gobierno norteamericano negoció con
los japoneses las normas que regirían la rendición de las tropas en su propio
territorio. Japón sería ocupado por
Estados Unidos. En Corea, anexada a Japón,
permanecía una gran fuerza del poderoso ejército japonés. En el Sur del Paralelo 38, límite divisorio
establecido, prevalecerían los intereses de Estados Unidos. Syngman Rhee, reincorporado a esa parte del
territorio por el gobierno de Estados Unidos, fue el líder al que apoyó, con la cooperación abierta de los japoneses. Ganó así las reñidas elecciones de 1948. Los soldados del Ejército Soviético se habían
retirado de Corea del Norte ese año.
El 25 de junio de 1950
estalló la guerra en el país. Todavía se discute
quién realizó el primer disparo, si los combatientes del Norte o los soldados
norteamericanos que montaban guardia junto a los soldados reclutados por Rhee. La
discusión carece de sentido si se analiza desde el ángulo coreano. Los combatientes de Kim Il Sung lucharon contra
los japoneses por la liberación de toda Corea.
Sus fuerzas avanzaron incontenibles hasta las proximidades del extremo Sur,
donde los yanquis se defendían con el apoyo masivo de sus aviones de ataque. Seúl y otras ciudades habían sido ocupadas. McArthur, jefe de las fuerzas
norteamericanas del Pacífico, decidió ordenar un desembarco de la infantería de
Marina por Incheon, en la retaguardia de las fuerzas del Norte, que estas no
podían ya contrarrestar. Pyongyang cayó
en manos de las fuerzas yanquis, precedidas
por devastadores ataques aéreos. Ello impulsó
la idea por parte del mando militar norteamericano en el Pacífico de ocupar
toda Corea, ya que el Ejército de Liberación Popular de China, dirigido por Mao
Zedong, había infligido una derrota aplastante a las fuerzas proyanquis de
Chiang Kai-shek, abastecidas y apoyadas por Estados Unidos. Todo el territorio continental y marítimo
de ese gran país había sido recuperado, con excepción de Taipei y algunas
otras pequeñas islas próximas donde se refugiaron las fuerzas del Kuomintang,
transportadas por naves de la Sexta Flota.
La historia de lo ocurrido
entonces se conoce hoy bien. No olvidar
que Boris Yeltsin entregó a Washington, entre otras cosas, los archivos de la
Unión Soviética.
¿Qué hizo Estados Unidos
cuando estalló el conflicto prácticamente inevitable bajo las premisas creadas
en Corea? Presentó a la parte norte de
ese país como agresora. El Consejo de
Seguridad de la recién creada Organización de Naciones Unidas, promovida por
las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, aprobó la resolución sin
que uno de los cinco miembros pudiera vetarla.
En esos precisos meses la URSS se había manifestado inconforme con
la exclusión de China en el Consejo de Seguridad, donde Estados Unidos reconocía
a Chiang Kai-shek, con menos del 0,3 por ciento del territorio nacional y menos
del 2 por ciento de la población, como miembro del Consejo de Seguridad con
derecho al veto. Tal arbitrariedad
condujo a la ausencia del delegado ruso,
a consecuencia de lo cual se produjo el acuerdo de ese Consejo dando a la
guerra el carácter de una acción militar de la ONU contra el presunto agresor:
la República Popular Democrática de Corea. China, ajena
por completo al conflicto, que afectaba su lucha inconclusa por la liberación
total del país, vio cernirse la amenaza directa contra su propio territorio, lo cual
era inaceptable para su seguridad. Según
datos publicados, envió al primer ministro Zhou Enlai a Moscú, para
expresar a Stalin su punto de vista sobre lo inadmisible que era la
presencia de fuerzas de la ONU bajo el mando de Estados Unidos en las riberas
del río Yalu, que delimita la frontera de Corea con China, y solicitarle la cooperación soviética. No existían entonces contradicciones profundas
entre los dos gigantes socialistas.
El contragolpe chino se
afirma que estaba planeado para el 13 de octubre y Mao lo pospuso para el 19,
esperando la respuesta soviética. Era el máximo que podía dilatarlo.
Pienso concluir esta
reflexión el próximo viernes. Es un
tema complejo y trabajoso, que demanda especial cuidado y datos tan precisos
como sea posible. Son hechos históricos
que deben conocerse y recordarse.
Fidel Castro Ruz
Julio 22 de 2008
9 y 22 p.m.