REFLEXIONES DEL COMPAÑERO FIDEL
LA POLÍTICA CÍNICA DEL IMPERIO
No sería honesto de mi parte guardar silencio después
del discurso de Obama la tarde del 23 de mayo ante la
Fundación Cubano‑Americana, creada por Ronald Reagan. Lo escuché,
como hice con el de McCain y el de Bush. No guardo
rencor hacia su persona, porque no ha sido responsable de los crímenes
cometidos contra Cuba y la humanidad. Si
lo defendiera, les haría un enorme favor a sus adversarios. No temo por ello criticarlo
y expresar con franqueza mis puntos de vista sobre sus palabras.
¿Qué afirmó?
“A través de mi vida ha habido injusticia
y represión en Cuba, y nunca durante mi vida el pueblo ha conocido la
verdadera libertad, nunca en la vida de dos generaciones ha conocido el pueblo
de Cuba una democracia… no hemos visto elecciones durante 50 años…
Nosotros no vamos a soportar estas injusticias, juntos vamos a buscar la
libertad para Cuba,” les expresa a los anexionistas y continúa: “Esa es mi palabra. Ese es mi
compromiso. …es hora de que el dinero
estadounidense haga que el pueblo cubano sea menos dependiente del régimen de
Castro. Voy a mantener el embargo …”
El contenido de las palabras de este fuerte candidato
a la Presidencia de Estados Unidos, me exonera de la necesidad de explicar el
porqué de esta reflexión.
El propio José Hernández, uno de los directivos de la
Fundación Cubano-Americana al que Obama elogia en su discurso, era el propietario del fusil
automático de calibre 50, mirilla telescópica y rayos infrarrojos capturado por
casualidad junto a otras mortíferas armas, durante su transportación por mar
hacia Venezuela, donde la Fundación proyectó asesinar al que esto escribe en
una reunión internacional que tuvo lugar en Margarita, estado venezolano de
Nueva Esparta.
El grupo de Pepe Hernández deseaba volver al pacto con
Clinton, a quien el clan de Mas Canosa traicionó,
ofreciéndole mediante fraude la victoria a Bush en el
2000 porque había prometido asesinar a Castro, algo que todos aceptaron gustosos. Son rejuegos
políticos propios del sistema decadente y contradictorio de Estados Unidos.
El discurso del candidato Obama
se puede traducir en una fórmula de hambre para la nación, las remesas como
limosnas, y las visitas a Cuba en propaganda para el consumismo y el modo
de vida insostenible que lo sustenta.
¿Cómo va a enfrentar el gravísimo problema de la
crisis alimentaria?
Los granos hay que distribuirlos entre los seres humanos, los animales
domésticos y los peces, que de año en año son cada vez más pequeños y más
escasos en los mares sobreexplotados por los grandes
arrastreros a los que ningún organismo internacional fue capaz de frenar. No es
fácil producir carne a partir del gas y el petróleo. El propio Obama
sobreestima las posibilidades de la tecnología en la lucha contra el cambio
climático, aunque está más consciente que Bush de los
riesgos y del escaso tiempo disponible.
Podría asesorarse con Gore, que es también
demócrata y dejó de ser candidato, porque conoce bien el ritmo acelerado en que
se incrementa el calentamiento. Su cercano rival político aunque no aspirante, Bill Clinton, experto en leyes
extraterritoriales como la Helms‑Burton y la Torricelli, puede asesorarlo en un tema como el bloqueo,
que prometió erradicar y nunca cumplió.
¿Cómo se expresó en su discurso de Miami el que sin
duda es, desde el punto de vista social y humano, el más avanzado candidato a
la postulación presidencial en Estados Unidos?
“Durante 200 años” ―dijo― “Estados Unidos ha dejado en claro que no vamos a soportar
la intervención en nuestro hemisferio, sin embargo debemos ver que hay una
intervención importante, el hambre, la enfermedad, la desesperación. Desde Haití hasta Perú podemos hacer algo
mejor las cosas y debemos hacerlo, no podemos aceptar la globalización de los
estómagos vacíos…” ¡Magnífica definición
de la globalización imperialista: la de los estómagos vacíos! Debemos agradecérselo; pero hace 200 años Bolívar luchó por la
unidad de América Latina y hace más de 100 años Martí dio su vida combatiendo
contra la anexión de Cuba a Estados Unidos.
¿Dónde están las diferencias entre lo que proclamó Monroe
y lo que dos siglos después proclama y reivindica Obama
en su discurso?
“Tendremos un enviado especial de la Casa Blanca, como
lo hizo Bill Clinton” ―expresó casi al concluir―
“…vamos a ampliar el Cuerpo de Paz y les vamos a pedir a más jóvenes que hagan
que nuestros vínculos con las gentes
se hagan más fuertes y quizás más importantes. Podemos forjar el futuro, y no
dejar que el futuro nos forje a nosotros.”
Es una bella frase, porque admite la idea, o al menos el temor, de
que la historia hace a los personajes y no al revés.
Los Estados Unidos de hoy no tienen nada que ver con
la declaración de principios de Filadelfia formulada por las 13 colonias que se
rebelaron contra el colonialismo inglés.
Hoy constituyen un gigantesco imperio, que no pasaba en aquel momento
por la mente de sus fundadores. Nada
cambió sin embargo para los indios y los esclavos. Los primeros fueron exterminados a medida que
la nación se extendía; los segundos
continuaron siendo objeto de subastas en los mercados ―hombres, mujeres y niños― durante
casi un siglo, a pesar de que “todos los hombres nacen libres
e iguales”, como afirma la declaración.
Las condiciones objetivas en el planeta favorecieron el desarrollo de
ese sistema.
Obama en su discurso atribuye a la Revolución Cubana un
carácter antidemocrático y carente de respeto a la libertad y los derechos
humanos. Es exactamente
el argumento que, casi sin excepción, utilizaron las administraciones de
Estados Unidos para justificar sus crímenes contra nuestra patria. El bloqueo mismo, por sí solo, es
genocida. No deseo que los niños
norteamericanos se eduquen en esa bochornosa ética.
La revolución armada en nuestro país no habría sido
tal vez necesaria sin la intervención militar, la Enmienda Platt
y el coloniaje económico que esta trajo a la isla.
La Revolución fue producto del dominio imperial. No se nos puede acusar de haberla
impuesto. Los cambios verdaderos
pudieron y debieron originarse en Estados Unidos. Sus propios obreros, hace más de un siglo,
lanzaron la demanda de las ocho horas, hija de la productividad del trabajo.
Lo primero que los
líderes de la Revolución Cubana aprendimos
de Martí fue creer y actuar en nombre de una organización fundada para llevar a
cabo una revolución. Siempre dispusimos
de facultades previas y, una vez institucionalizada, fuimos elegidos con la
participación de más del 90 por ciento de los electores, como es ya
costumbre en Cuba, y no la ridícula participación que muchas veces, como en
Estados Unidos, no llega al 50 por ciento de los electores. Ningún otro país pequeño y bloqueado como el
nuestro habría sido capaz de resistir tanto tiempo, a base de ambición,
vanidad, engaño o abusos de autoridad, un poder como el de su vecino. Afirmarlo constituye un insulto a la
inteligencia de nuestro heroico pueblo.
No cuestiono la aguda inteligencia de Obama, su capacidad polémica y su espíritu de
trabajo. Domina las técnicas de comunicación
y está por encima de sus rivales en la competencia electoral. Observo con simpatía a su esposa y sus niñas,
que lo acompañan y animan todos los martes; es sin duda un cuadro humano agradable. No obstante, me veo obligado a varias
delicadas preguntas, aunque no pretendo respuestas, únicamente consignarlas.
1º ¿Es
correcto que el Presidente de Estados Unidos ordene el asesinato de cualquier
persona en el mundo, sea cual fuere el pretexto?
2º ¿Es
ético que el Presidente de Estados Unidos ordene torturar a otros seres
humanos?
3º ¿Es
el terrorismo de estado un instrumento que debe utilizar un país tan poderoso
como Estados Unidos para que exista la paz en el planeta?
4º ¿Es
buena y honorable una Ley de Ajuste que se aplica como castigo a un solo país,
Cuba, para desestabilizarlo, aunque cueste la vida a niños y madres
inocentes? Si es buena, ¿por qué no se
aplica el derecho automático de residencia a los haitianos, dominicanos
y demás países del Caribe, y se hace lo mismo con los mexicanos,
centroamericanos y suramericanos, que mueren como moscas en el muro de la
frontera mexicana o en aguas del Atlántico y el Pacífico?
5º ¿Puede
Estados Unidos prescindir de los inmigrantes, que cultivan vegetales, frutas,
almendras y otras exquisiteces para los norteamericanos? ¿Quién barrería sus calles, prestaría
servicios domésticos y realizarían los peores y menos remunerados trabajos?
6º ¿Son
justas las redadas de indocumentados que afectan incluso a niños nacidos
en Estados Unidos?
7º ¿Es
moral y justificable el robo de cerebros y la continua extracción de
las mejores inteligencias científicas e
intelectuales de los países pobres?
8º Usted
afirma, como recordé al inicio de esta reflexión, que su país advirtió hace tiempo a las potencias europeas que no
admitiría intervenciones en el hemisferio, y a la vez reitera la demanda de ese
derecho, reclamando al mismo tiempo el de intervenir en cualquier parte del
mundo con el apoyo de cientos de bases militares, fuerzas navales, aéreas y
espaciales distribuidas en el planeta.
Le pregunto, ¿es esa la forma en que Estados Unidos expresa su respeto
por la libertad, la democracia y los derechos humanos?
9º ¿Es
justo atacar sorpresiva y preventivamente sesenta o más oscuros rincones
del mundo, como los llama Bush, sea cual fuere
el pretexto?
10º ¿Es
honorable y cuerdo invertir millones de millones de dólares en el complejo
militar industrial para producir armas que pueden liquidar varias veces la vida
en la Tierra?
Usted debiera conocer, antes de juzgar a nuestro país,
que Cuba, con sus programas de educación, salud, deportes, cultura y ciencias,
aplicados no sólo en su propio territorio sino también en otros países pobres
del mundo, y la sangre derramada en solidaridad con otros pueblos, a pesar del
bloqueo económico y financiero y las agresiones de su poderoso país, constituye
una prueba de que puede hacerse mucho con muy poco. Ni a nuestra mejor aliada, la URSS, le fue
permitido trazar nuestro destino.
Para cooperar con otros países, Estados Unidos sólo
puede enviar profesionales vinculados a la disciplina militar. No puede hacerlo de otra forma, porque carece
de personal en número suficiente dispuesto a sacrificarse por otros y ofrecer
apoyo significativo a un país con dificultades, aunque en Cuba hemos conocido y
han cooperado con nosotros excelentes médicos norteamericanos. Ellos no tienen
la culpa porque la sociedad no los educa masivamente en ese espíritu.
La cooperación de nuestro país nunca la hemos
subordinado a requisitos ideológicos. Se
la ofrecimos a Estados Unidos cuando el Katrina golpeó duramente
la ciudad de Nueva Orleans. Nuestra brigada médica internacionalista
lleva el nombre glorioso de Henry Reeve, un joven
nacido en ese país que luchó y murió por la soberanía de Cuba en la
primera guerra por nuestra independencia.
Nuestra Revolución puede convocar a decenas de miles
de médicos y técnicos de la salud. Puede
convocar de forma igualmente masiva a maestros y ciudadanos dispuestos a
marchar a cualquier rincón del mundo, para cualquier noble propósito. No para usurpar derechos ni conquistar
materias primas.
En la buena voluntad y disposición de las personas hay
infinitos recursos que no se guardan ni caben en las bóvedas de un banco. No emanan de la política cínica de un
imperio.
Fidel Castro Ruz
Mayo 25 de 2008
10 y 35 p.m.