Reflexiones del compañero Fidel
EL ANALFABETISMO ECONÓMICO
Chávez habló en Zulia del “camarada Sarkozy”, y lo dijo con cierta ironía, pero
sin ánimo de herirlo. Por el contrario,
más bien quiso reconocer su sinceridad cuando,
en su condición de Presidente rotativo de la Comunidad de Países Europeos,
habló en Beijing.
Nadie proclamaba lo que todos los líderes europeos
conocen y no confiesan: el sistema financiero actual no sirve y hay que
cambiarlo. El Presidente venezolano
exclamó con franqueza:
“Es imposible refundar el
sistema capitalista, sería como un intento de poner a navegar al Titanic después que está en el fondo del Océano.”
En la reunión de la Asociación de Naciones Europeas y Asiáticas, en la que participaron 43 países, Sarkozy hizo
confesiones notables, según los cables:
“El mundo va mal, afronta una crisis financiera sin
precedentes por su magnitud, rapidez, violencia, y sus consecuencias sobre el
medio ambiente ponen en cuestión la supervivencia de la humanidad: 900 millones
de personas no tienen los medios para alimentarse.
“Los que participamos en esta reunión representamos
dos tercios de la población del planeta y la mitad de sus
riquezas; la crisis financiera comenzó
en Estados Unidos, pero es mundial y la respuesta debe ser mundial.”
“El lugar para un niño de 11 años no es la fábrica,
sino la escuela”.
“Ninguna región del mundo tiene lección que dar a
nadie.” Una clara alusión a la política
de Estados Unidos.
Al final recordó ante las naciones de Asia el pasado
colonizador de Europa en ese continente.
Si Granma
hubiese suscrito esas palabras, dirían que se trataba de un clisé
de la prensa oficial comunista.
La canciller de Alemania, Angela
Merkel, dijo en Beijing que no se podía “prever la entidad y duración de la
crisis financiera internacional en curso.
Se trata, ni más ni menos, de la creación de una nueva carta
constitutiva de las finanzas.” Ese mismo
día se divulgaron noticias que revelan la incertidumbre general desatada.
En la reunión de Beijing, los 43 países de Europa y Asia
acordaron que el FMI debería jugar un papel importante asistiendo a los países
gravemente afectados por la crisis, y apoyaron una cumbre interregional en
busca de la estabilidad a largo plazo y el desarrollo de la economía del mundo.
El presidente del gobierno español, Rodríguez
Zapatero, declaró que “había una
crisis de responsabilidad en la que unos pocos se han enriquecido y la mayoría
se está empobreciendo”, que “los mercados no confían en los mercados”. Exhortó a los países a huir del proteccionismo,
convencido de que la competencia haría que los mercados financieros jugaran su
papel. No ha sido oficialmente invitado
a la cumbre en Washington por la actitud rencorosa de Bush, que no le perdona
el retiro de las tropas españolas de Iraq.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão
Barroso, apoyó su advertencia sobre el proteccionismo.
El secretario general de la ONU, Ban
Ki‑moon, se reunía por su parte con eminentes economistas para tratar de evitar que
los países en desarrollo sean las principales víctimas de la crisis.
Miguel D’Escoto, ex ministro de Relaciones Exteriores
de la Revolución Sandinista y actual presidente de la
Asamblea General de la ONU, demandaba que el problema de la crisis financiera
no se discutiera en el G‑20 entre los países más ricos y un grupo de
naciones emergentes, sino en las Naciones Unidas.
Hay disputas acerca del lugar y la reunión donde debe
adoptarse un nuevo sistema financiero que ponga fin al caos y la ausencia total
de seguridad para los pueblos. Existe
gran temor de que los países más ricos del mundo, reunidos con un grupo
reducido de países emergentes golpeados por la crisis financiera, aprueben un
nuevo Bretton Woods
ignorando al resto del mundo. El presidente
Bush declaró ayer que “los países que discutirán aquí el mes próximo sobre la
crisis global deben también volver a comprometerse con los fundamentos del
crecimiento económico a largo plazo: mercados libres, libre empresa y libre
comercio.”
Los bancos prestaban decenas de dólares por cada dólar
depositado por los ahorristas.
Multiplicaban el dinero. Respiraban
y transpiraban préstamos por todos los poros. Cualquier contracción los
conducía a la ruina o a la absorción por otros bancos. Había que salvarlos, siempre a costa de los
contribuyentes. Fabricaban enormes fortunas.
Sus privilegiados accionistas mayoritarios podían pagar cualquier suma por
cualquier cosa.
Shi Jianxun, profesor de la
Universidad de Tongui, Shanghai,
declaró en un artículo que publicó en la edición exterior del Diario del Pueblo
que “la cruda realidad ha llevado a la gente, en medio del pánico, a darse
cuenta de que Estados Unidos ha utilizado la hegemonía del dólar para saquear
las riquezas del mundo. Urge cambiar el
sistema monetario internacional basado en la posición dominante del dólar.”
Con muy pocas palabras explicó el papel esencial de las
monedas en las relaciones económicas internacionales. Así venía ocurriendo desde hace siglos entre
Asia y Europa: recordemos que el opio fue impuesto a China como moneda. De eso hablé cuando escribí La victoria china.
Ni siquiera plata metálica, con la que pagaban
inicialmente los españoles desde su colonia en Filipinas los productos
adquiridos en China, deseaban recibir las autoridades de este país, porque se
devaluaba progresivamente debido a su abundancia en el llamado Nuevo Mundo
recién conquistado por Europa. Hasta
vergüenza sienten hoy los gobernantes europeos por las cosas que impusieron a
China durante siglos.
Las actuales dificultades en las relaciones de
intercambio entre esos dos continentes deben resolverse, según el criterio del
economista chino, con euros, libras, yenes y yuanes. No cabe dudas de que
la regulación razonable entre esas cuatro monedas ayudaría al desarrollo de relaciones
comerciales justas entre Europa, Gran Bretaña, Japón y China.
Estarían incluidos en esa esfera Japón y Alemania ―dos países productores de sofisticados equipos de
tecnología avanzada tanto para la producción como para los servicios―, y el mayor motor en potencia de la economía del
mundo, China, con alrededor de
1 400 millones de habitantes y más de 1,5 millones de millones
de dólares en sus reservas de divisas convertibles, que son en su mayoría
dólares y bonos del Tesoro de Estados Unidos.
Le sigue Japón con casi las mismas cifras de reservas en divisas.
En la actual coyuntura, se incrementa el valor del dólar
por la posición dominante de esta moneda impuesta a la economía mundial, justamente
señalada y rechazada por el profesor de Shanghai.
Gran número de países del Tercer Mundo, exportadores
de productos y materias primas con poco valor agregado, somos importadores de
productos de consumo chinos, que suelen tener precios razonables, y equipos
de Japón y Alemania, los cuales son cada vez más caros. Aun cuando China ha tratado de que el yuan no se
sobrevalúe, como demandan sin cesar los yanquis para proteger sus industrias de
la competencia china, el valor del yuan se incrementa y el poder
adquisitivo de nuestras exportaciones disminuye. El precio del níquel, nuestro principal
producto de exportación, cuyo valor alcanzó más de 50 mil dólares la
tonelada no hace mucho, en los últimos días apenas rebasaba los 8 500 dólares
por tonelada, es decir, menos del 20 por ciento del precio máximo
alcanzado. El del cobre se ha reducido a
menos del 50 por ciento; así
sucesivamente ocurre con el hierro, aluminio, estaño, zinc y todos los
minerales indispensables para un desarrollo sostenido. Los productos de consumo, como café, cacao,
azúcar y otros, más allá de todo sentido racional y humano, en más de
40 años apenas incrementaron sus precios.
Por eso no hace mucho tiempo yo advertía igualmente que, como
consecuencia de una crisis que estaba a las puertas, los mercados se perderían
y el poder adquisitivo de nuestros productos se reduciría considerablemente. En esa circunstancia, los países capitalistas
desarrollados saben que sus fábricas y servicios se paralizan, y sólo la
capacidad de consumo de gran parte de la humanidad ya en los índices de pobreza,
o por debajo de estos, podría mantenerlos funcionando.
Ese es el gran dilema que plantea la crisis financiera
y el peligro de que los egoísmos sociales y nacionales prevalezcan
por encima de los deseos de muchos políticos y estadistas angustiados ante
el fenómeno. No tienen la menor confianza en el propio sistema del que
surgieron como hombres públicos.
Cuando un pueblo deja atrás el analfabetismo, sabe
leer y escribir, y posee un mínimo indispensable de conocimientos para vivir y
producir honradamente, le faltaría vencer todavía la peor forma de ignorancia
en nuestra época: el analfabetismo económico. Sólo así podríamos saber lo que está
ocurriendo en el mundo.
Fidel Castro Ruz
Octubre 26 de 2008
5 y 15 p.m.