Reflexiones del compañero Fidel
Los aplausos y los silencios
Ayer, 31 de mayo, un
despacho de la AFP informó que: “Cuba aceptó reabrir las negociaciones con
Estados Unidos sobre migración y el envío directo de correo, una nueva señal
del deshielo que tiene lugar en vísperas de una Cumbre de la Organización de
Estados Americanos (OEA) en la que el caso cubano dominará las conversaciones.
“El jefe de la Sección de
Intereses de Cuba en Washington, Jorge Bolaños, transmitió el sábado que Cuba
‘espera reiniciar conversaciones sobre migración y el servicio de correo
directo’, dijo el domingo un alto funcionario del Departamento de Estado que se
mantuvo en el anonimato.
“Desde El Salvador, donde
asiste a un cónclave ministerial sobre comercio regional, la Secretaria de
Estado, Hillary Clinton,
dijo que Washington estaba complacido de reanudar las conversaciones con La
Habana sobre esos temas.”
De inmediato un exabrupto
nada diplomático:
“‘Habrá un diálogo abierto
tan pronto como haya cambios sobre derechos humanos y movimientos hacia la
democracia’ en Cuba”, expresa la agencia EFE.
¿Cuál es la “democracia” y
los “derechos humanos” que Estados Unidos defiende? ¿Era realmente necesario lanzar esa
humillante y prepotente advertencia?
Cuando hoy veía por televisión
la toma de posesión de Mauricio Funes y éste habló de
restablecer relaciones con Cuba, un ensordecedor aplauso y gritos de júbilo
estallaron en aquella sala, como no se escucharon en ningún otro momento de su
discurso. Allí entre los invitados estaba Hillary.
Previamente el orador, que muchas veces se apartaba de los papeles, había
cometido el error de saludar a la Clinton, que ocupa el cargo de Secretaria de Estado, antes
incluso que a Lula da Silva, Presidente del gigante suramericano, allí presente
entre un grupo de Presidentes de nuestra área.
El orador, sin concluir
todavía el prolongado aplauso a Cuba ―que tal vez lastimaría a la señora Clinton―, tomó la palabra y mencionó de nuevo a
Estados Unidos, con la mejor intención del mundo. Sin embargo, muy pocos en
aquella gran sala aplaudieron a ese país.
Un momento culminante y muy
aplaudido del discurso de Mauricio se produjo antes, cuando mencionó al ilustre
arzobispo Oscar Arnulfo Romero, cuya tumba había visitado esa mañana. Aquel
defensor de los pobres había sido asesinado impunemente, cuando oficiaba una
misa, por la sangrienta tiranía del partido ARENA impuesta por el imperialismo
en El Salvador. En aquella sala estaban también los legisladores y altos funcionarios
que representaban al partido que lo asesinó; entre ellos, varios de los pocos
que aplaudieron a Estados Unidos.
En determinadas
circunstancias, no solo las palabras hablan por sí mismas, sino también los
aplausos y los silencios.
Fidel Castro Ruz
Junio 1º de 2009
2 y 36 p.m.