Reflexiones del compañero Fidel
EL FIN NO
JUSTIFICA LOS MEDIOS
Las noticias directas procedentes de Estados Unidos
en ocasiones producen indignación y a veces repugnancia.
Desde luego que en los últimos tiempos gran número
de ellas se referían a los problemas asociados a la grave crisis económica
internacional y sus consecuencias en el seno del imperio. No son, por supuesto,
las únicas referentes a ese poderoso país. Cualquier página del grueso volumen
de noticias procedentes de un continente, región o país del mundo, por lo
general está relacionada con la política de Estados Unidos. No hay punto del
planeta donde no se experimente la avasalladora presencia del imperio.
Como es lógico, durante casi diez años las noticias
sobre sus brutales guerras ocuparon importantes espacios de la prensa y más aún
cuando estaba de por medio una elección presidencial.
Nadie sin embargo había imaginado que en medio del
drama de las guerras de conquista aparecieran las noticias sobre cárceles
secretas y centros de tortura, un bochornoso y bien guardado secreto del
Gobierno de Estados Unidos.
El autor de la grotesca política que condujo a ese
punto había usurpado la presidencia de Estados Unidos en las elecciones de
noviembre del 2000, mediante fraude electoral en el estado sureño de la Florida
donde se decidió la contienda.
Después de usurpar el poder, W. Bush no solo
arrastró al país a una política de guerra, sino que dejó de suscribir el Protocolo
de Kyoto, negando al mundo durante 10 años, en la lucha por el medio ambiente,
el apoyo de la nación que consume el 25 por ciento del combustible fósil, lo
que puede ocasionar a la especie humana un daño irreparable. Ya el cambio
climático está presente en el incremento mundial del calor, que los pilotos de
aviones ejecutivos pueden observar a través de los tornados de creciente fuerza
que se forman desde las primeras horas de la tarde en sus rutas tropicales y
pueden ser motivo de peligro para sus modernos Jets. Están todavía por conocerse las causas del accidente del
avión de Air France que se desintegró en pleno vuelo.
Nada sería comparable con las consecuencias del
descongelamiento de la enorme masa de agua acumulada sobre el continente
antártico, sumada a la que se derrite sobre Groenlandia. Mi punto de vista
acerca de la responsabilidad que cae sobre Bush, lo sostuve en reciente
encuentro con el cineasta norteamericano Oliver Stone al comentarle su filme:
“W”, referido al penúltimo Presidente de Estados Unidos.
Me limito a
señalar que después de los errores y horrores políticos de George W. Bush, el ex vicepresidente
Cheney, que fue su consejero, enarbola la idea de que las torturas ordenadas a
la CIA para obtener información estaban justificadas por cuanto salvaron vidas
norteamericanas gracias a la información obtenida por esa vía.
Desde luego que no salvó las vidas de los miles de
norteamericanos que murieron en Iraq, ni las de casi un millón de iraquíes, ni los
que en número creciente mueren en Afganistán. Tampoco se sabe cuáles serán las
consecuencias del odio acumulado por los genocidios que se están cometiendo o
pueden cometerse por esas vías.
Se trata, entiéndase bien, de un problema elemental
de ética política: “el fin no justifica los medios”. La tortura no justifica la
tortura; el crimen no justifica el crimen.
Tal principio se debatió y se sostuvo durante
siglos. En virtud de él la humanidad ha condenado todas las guerras de
conquista y todos los crímenes cometidos. Es de suma gravedad que el más
poderoso imperio y la más colosal superpotencia que haya existido nunca
proclame tal política. Más preocupante aún no es solo que el ex vicepresidente
y principal inspirador de tan pérfida política la proclame abiertamente, sino
que un elevado número de ciudadanos de ese país, tal vez más de la mitad, la
apoye. En ese caso, sería una prueba del abismo moral al que puede conducir el
capitalismo desarrollado, el consumismo y el imperialismo. De ser así, debe
proclamarse abiertamente y pedir opinión al resto del mundo.
Pienso, sin embargo, que los ciudadanos más
conscientes de Estados Unidos serán capaces de librar y ganar esa batalla moral
a medida que comprendan la dolorosa realidad. Ninguna persona honesta en el
mundo desea para ellos, o cualquier otro país, la muerte de personas inocentes,
víctimas de cualquier forma de terror, venga de donde venga.
Fidel Castro Ruz
septiembre 2 de 2009
7 y 34 p.m.