Reflexiones del compañero Fidel
MI ENCUENTRO CON LEONEL FERNÁNDEZ, PRESIDENTE
DE LA REPÚBLICA DOMINICANA.
(Tomado de CubaDebate)
Se produjo el pasado lunes
2 de Marzo, a las 4 y 58 de la tarde.
Lo conocí en República Dominicana cuando lo
eligieron por primera vez como Presidente. Fue particularmente deferente
conmigo. Habló de sus primeros esfuerzos por incrementar la capacidad de
generar electricidad con mucho menos consumo de fuel oil, cuyos precios crecían
rápidamente.
Nadie le regaló el cargo; llegó a él a través
de una especie de selección natural en virtud de la cual ascendió políticamente
a medida que los acontecimientos históricos se desarrollaban.
Hijo de una mujer dominicana que, como otros
muchos compatriotas suyos, había emigrado a Estados Unidos, fue llevado en
compañía de su hermano a la ciudad de Nueva York, donde aprendió a leer y
escribir.
Tuvo la suerte de que la madre seguía de
cerca los problemas de su patria, y le trasmitía opiniones y criterios
revolucionarios que lo condicionaron para los nuevos tiempos que vivía el
pueblo dominicano.
Por vías diferentes a las mías llegó a
criterios propios, que determinaron su actitud ante situaciones que eran
parecidas, y a la vez muy diferentes, a las que yo viví 23 años antes en Cuba,
donde sin haber cumplido 6 años de edad, una joven maestra cubana, junto a dos
hermanas, sin duda de extracción pequeño burguesa santiaguera, vivían en
condiciones de bastante pobreza, después de estudiar, una medicina, otra
magisterio y la tercera piano en una universidad de Haití, el país vecino más
próximo a Cuba y a la patria de Leonel Fernández.
Me correspondió la dura experiencia del
hambre, sin saber en qué consistía,
confundiéndola con un feroz e inusitado apetito, en la Ciudad de Santiago,
donde vi asombrado por primera vez una ciudad, y la maestra que atendía la
escuela de Birán, en pleno machadato, no recibía salario seguro y sí una buena
pensión de mi casa, persuadiendo a la familia de que me enviaran a Santiago.
Aprendí a sumar, restar y multiplicar,
gracias al forro rojo de una libreta escolar, antes de leer y escribir. Comencé
así a ejercitar la imaginación, pero me retrasaron dos años, que con esfuerzo,
recuperé más tarde.
Tal vez de este modo se comprende mejor mi
interés en conversar con Leonel a la luz de los tiempos actuales.
Conocí a Juan Bosch, historiador e ilustre
personalidad dominicana en 1946, cuando no había cumplido aún 20 años, era
estudiante del segundo año de la carrera de Derecho y líder de los estudiantes
de esa Facultad, presidente por añadidura de la organización de solidaridad con
la democracia dominicana, en la lucha de ese valiente pueblo contra la tiranía
trujillista, erigida por las fuerzas norteamericanas que habían intervenido la
isla en 1928.
Bosch y yo estábamos en el batallón Sandino,
héroe nicaragüense que luchó contra los interventores yankis y fue asesinado
por esto, a raíz de otra intervención imperialista en aquel país
centroamericano.
El prestigioso intelectual dominicano no era
el jefe de aquella expedición. La dirigían otros políticos dominicanos. Casi
todos actuando de buena fe, pero movidos por ideas e intereses de clase,
incluso oligarcas y burgueses.
Lo peor es que en lo que se refiere a Cuba lo
dirigía lo más corrompido del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), nombre
hurtado al Partido Revolucionario Cubano creado por Martí para luchar por la
independencia de Cuba y Puerto Rico, los dos últimos enclaves coloniales de
España en América Latina a fines del siglo XIX.
Nadie entendía el confuso galimatías del
Profesor de Fisiología Grau San Martín, heredero de la Revolución desatada por
Antonio Guiteras Holmes, Ministro de Gobernación del Gobierno
Revolucionario, que surgió tras el machadato, después de la caída del tirano en
1933.
El hambre inocente a la que ya me referí
completaba el cuadro.
Cuando la Revolución triunfa el 1 de enero de
1959, Leonel por su parte había
cumplido apenas 6 años.
Jiménez Moya, que junto a otros
revolucionarios dominicanos aterrizó en las inmediaciones de la Sierra Maestra
en un avión civil venezolano, conduciendo 150 fusiles semiautomáticos Garand
que disparaban 9 cartuchos 30.06 por peine, y un fusil FAL que personalmente me
envió el almirante Larrazábal, quien presidía el Gobierno Provisional
venezolano, a la caída del dictador pro yanki Pérez Jiménez, se incorporó a
nuestras fuerzas en unión de otros compatriotas suyos, cuando librábamos los
últimos combates en la región oriental de Cuba.
En el cerco de un batallón enemigo de tropas
especiales bien entrenadas, fue herido de gravedad. Atendido por nuestros
médicos de campaña se recuperó y estuvo listo para la operación el 14 de junio
en Santo Domingo, en el año 1959.
Ese día, a las 6 y 20 de la tarde, 56
combatientes dominicanos aterrizaron en el aeropuerto militar trujillista de
Constanza, sin que les quedara otra alternativa a esa hora que hacerlo en ese
punto y no en el sitio escogido. Casi en su totalidad murieron después de
heroica lucha.
Otros 169 llegaron por mar días después y
corrieron la misma suerte. La idea coordinada y elaborada por los propios
combatientes no pudo instrumentarse. El adversario, como siempre, acudió a la
tortura y el terror. Es una historia que estaría por escribir.
La sangre común derramada en nuestras luchas
por la independencia y en las décadas del 50 y el 60 unió para siempre a
nuestros pueblos.
Ya triunfante la Revolución en Cuba, bajo el
gobierno de Eisenhower, el país fue sometido a férreo bloqueo económico, una
feroz campaña terrorista y atacado posteriormente por Girón, con tropas
mercenarias cubanas.
El coronel Francisco Caamaño Deñó se subleva
contra la jefatura militar trujillista en el año 1965 y exige el regreso de
Juan Bosch, que había sido electo Presidente por el pueblo en diciembre de
1961. A él y sus oficiales y soldados se une un grupo de revolucionarios que se
habían entrenado en Cuba.
El Congreso dominicano lo elige Presidente
de ese país.
El gobierno imperialista de Estados Unidos,
asustado por los acontecimientos, envía la 82 división aerotransportada y más
de 40 mil hombres de la infantería de marina a ocupar la isla.
Caamaño mantuvo a raya aquellas poderosas
fuerzas invasoras y los hostigó sin descanso, obligándolos a negociar. Había
jurado que no se rendiría jamás. Cuando aquéllos habían suscrito un acuerdo,
con garantías que nunca cumplieron, el coronel Caamaño abandonó el territorio
nacional y fue designado por el gobierno como agregado militar en Londres.
Pero no era hombre que se resignara a esa
tarea. Quería regresar a Santo Domingo para luchar contra los que oprimían a su
pueblo. Se dirigió a nosotros solicitando nuestra cooperación.
Tampoco deseábamos que entregara su vida en
cualquier momento, habríamos deseado circunstancias más favorables, pero
nuestra palabra era sagrada.
Vivió entre nosotros un tiempo, apoyado en la
promesa de facilitarle el regreso con las armas en la mano tan pronto lo
decidiera.
Guardaremos siempre como un gran honor la
confianza que depositó en nuestro pueblo.
Es otra historia que está por escribir con
todo el rigor necesario.
Sabía que Leonel, entre otras cosas, admiraba
la cultura de nuestro pueblo. Me permití por ello presentarle una página con 26
líneas que contiene una brevísima historia del poeta negro Gabriel de la
Concepción Valdés, conocido como Plácido que, el 1 de Marzo de 2009 cumplió un
aniversario más de su arresto, junto a otros de su raza. Se le acusó de
conspirar en contra de los blancos y después de 4 meses de prisión fue fusilado
el 29 de junio de 1844.
Tal era el concepto de justicia que el
imperio español durante siglos aplicó en Quisqueya y en Cuba.
Yo había conocido, cuando cursaba el 6to
grado de primaria en el Colegio Dolores de los Jesuitas, la famosa Plegaria a
Dios del genial poeta que siempre recordé.
Leonel lo leyó, con él estaba el compañero
Esteban Lazo, Miembro del Buró Político, designado recientemente por el Partido
para organizar el 200 aniversario del nacimiento del poeta, que se inicia
dentro de 15 días.
Me alienta saber que nuestro pueblo podrá
conocer la vida, el pensamiento y los versos insuperables de Plácido.
Donde la conversación con Leonel adquiere su
mayor dimensión es cuando entra en el tema del costo de la actual crisis. A
partir de ese instante, su mente no cesa un minuto de elaborar razonamientos,
para expresar con cifras exactas cada uno de los capítulos principales del
costo de la actual crisis.
Comienza por esclarecer la duda, casi
universal, y la confusión entre el significado del billón inglés y el billón
español.
Un billón inglés significa solamente 1000
millones.
Un billón en español significa para nosotros
un millón de millones.
En las notas y en las cifras de cables y
artículos se crea una enorme confusión.
Por ello Leonel utiliza la palabra trillón,
califica así al billón norteamericano. Su significado exacto equivale al millón
de millones.
Si desea señalar el PIB de Estados Unidos,
que alcanza la cifra de casi 15 millones de millones, él lo expresa afirmando
que el PIB de esa poderosa nación se aproxima a 15 trillones de dólares.
Formulada la aclaración, no se detiene un
minuto en explicar a cuánto asciende lo gastado por Bush en la guerra de Iraq,
añadido al déficit anual en el presupuesto de ese país, lo que calcula uno por
uno, hasta el próximo 19 de marzo; le agrega de inmediato el plan de rescate de
Bush; acto seguido suma el plan de rescate de Obama y así sucesivamente.
En este caso se limita a lo que la crisis
cuesta en Estados Unidos. Comienza el cálculo de lo que a su vez cuesta a los
países de Europa, primero a los de la eurozona, que son apoyados por el Banco
Central europeo, después los de todos los países del Este Europeo y por último
Gran Bretaña y Suecia.
Sin detenerse, Leonel pasa a revisar los
costos en los países del resto del mundo.
Hace comparaciones entre el PIB de Estados
Unidos y las demás naciones. Los suma todos. Calcula los déficit planteados en
cada una de ellas. Pasa a calcular los préstamos que llevan a cabo los bancos
para sostener la producción de cada una de las empresas productivas, las veces
que prestan el dinero depositado en los bancos, las sumas del total de préstamos,
generadores de derivados tóxicos, y el ascenso a cifras que equivalen a cientos
de trillones de dólares.
La especulación financiera impera por
doquier, afirma Leonel.
“En la especulación actúan personas que no
producen.”
“Alguien vende un petróleo que no produce y
alguien compra un petróleo que no piensa consumir.”
“Ocurre lo mismo con los alimentos.”
“Así ocurre con todo.”
La hipoteca se convierte en un título que se
comercializa en el mercado, prosigue, sin que el dueño de la casa lo sepa.
Puede perder su vivienda en virtud de una operación que se realiza en un país
distante.
“El neoliberalismo se desmorona por sí
mismo.”
“Volver a los principios del keynesianismo no
resuelve la crisis actual.”
“Eso implica la búsqueda de nuevas ideas.”
Leonel sabe que las cifras son abrumadoras,
le preocupa la necesidad de que tales sumas sean comprendidas aunque parezcan
absurdas y promete seguir suministrando datos.
Yo definiría la tesis de Leonel tal como él
ve las cosas: el capitalismo es un sistema que suda toxinas venenosas por todos
los poros.
Con la pasión con que su voz se escucha,
deduzco que los yankis maldecirán la aritmética que le enseñaron a Leonel en
Nueva York, cuando aprendió a leer y escribir.
Por su parte, el poderoso órgano de las
finanzas internacionales, The Wall Street Journal,
publica el 2 de marzo un artículo de Tunku Varadarajan, afirmando que Nouriel
Roubini, el gurú económico, sostiene firmemente que una intervención temporal
es la mejor solución a la crisis financiera.
“Nouriel Roubini, siempre se viste de blanco
y negro, lo conozco desde hace casi 2 años y lo he visto en distintas
situaciones, camino a clase en la Escuela de Negocios Stern, de la Universidad
de Nueva York, donde es profesor; tomando una copa de vino en su lobby, en el
barrio de Tribeca, en Manhattan; en una conferencia académica, sentado
sabiamente en la tarima; en una fiesta bohemia en el barrio de Greenwich
Village a las 3 de la mañana.”
“Siempre luce un traje negro con una camisa
de lino blanca.”
Roubini es dueño de la firma de consultoría
Roubini Global Economics, ubicada en el centro de Nueva York. Es en la
actualidad la persona cuya opinión sobre la crisis es la más solicitada por los
principales órganos de prensa de Estados Unidos.
“La idea de que el gobierno desembolse
millones de millones de dólares para rescatar instituciones financieras y
seguir gastando en activos incobrables no es atractiva, porque entonces el
costo fiscal es mucho mayor, en lugar de ser visto como algo bolchevique, la
nacionalización es vista como pragmática. Paradójicamente, la propuesta está
más orientada al mercado, que la alternativa de los bancos zombis.”
“Entonces, ¿será el nivel más alto del
gobierno estadounidense receptivo a la idea de nacionalizar los bancos? ´Creo
que sí´, afirma Roubini sin dudar. ´Personas como Lindsey Graham (el senador
republicano de corte conservador) y Alan Greenspan (ex presidente de la reserva
federal) ya le dieron una bendición explícita. Eso de alguna forma protege a
Obama.´”
“Entonces, ¿cuál es exactamente la filosofía
económica de Nouriel Roubini? ´Creo en la economía de mercado´, afirma, con
algo de énfasis. ´Creo que la gente reacciona a los incentivos, que los
incentivos son importantes, y que los precios reflejan la forma en que las cosas deberían ser distribuidas.
Pero también creo que las economías de mercado a veces tienen fallas de
mercado, y, cuando se producen, hay cabida para una regulación prudente (no
excesiva) del sistema financiero.´”
Dos cosas en las que Greenspan se equivocó
por completo fueron creer que, en primer lugar, el mercado se autorregula, y en
segundo lugar, no hay fallas de mercado.
En dos palabras, para el periodista de The Wall Street Journal, Tunku Varadarajan y el eminente experto
Nouriel Roubini, el sistema capitalista no puede funcionar sin el mercado, pero
el mercado no puede dejar de regularse; por tanto, el Estado debe garantizar
las dos cosas.
Comprendo la angustia de Leonel cuando medita
seriamente sobre el costo de la crisis. La propia sociedad que ha impulsado al
sistema capitalista desarrollado no sabe ahora cómo enfrentar el problema, y
sus teorías más reconocidas lanzan ideas como las que acabamos de informar.
Con la mayor serenidad del mundo regresa a
los problemas más concretos de Santo Domingo y va señalando cada una de las
medidas que se propone tomar en los próximos años. En este punto, su caballo de
batalla son los fondos sociales. Enarbola con fuerza la idea de que en los
fondos sociales de los países de América Latina los descuentos de los salarios
reales de los trabajadores constituyen una fuente de capital que, manejado por
el Estado, acumula recursos que no pierden valor, por cuanto éste crece cada
año.
Invertidos en viviendas y otros servicios
decisivos de la población, descontando una parte real del trabajo vivo que se
invierte cada año en ellos, el valor de tales fondos crecería continuamente.
Observando el desarrollo del Encuentro
Internacional de Economistas sobre Globalización y Desarrollo he apreciado en
los primeros dos días un fuerte acento de los economistas de prestigio
internacional reunidos en Cuba, que se pone en la búsqueda de una fuente de
acumulación de capital al servicio de la sociedad con esperanza de liberar a
ésta de las crisis que está padeciendo.
De repente, ante el cúmulo de teorías y soluciones
salvadoras, vienen a mi mente otras realidades y me pregunto.
¿Podrá la ciencia dar una respuesta urgente
al descongelamiento de los círculos polares Antártico y Ártico, que se está
produciendo a ojos vista, y que la atmósfera alcanza los niveles de calor más
altos en los últimos 700 mil años, algo que Naciones Unidas y otras
prestigiosas instituciones conocen?
Comprendo que tales cifras pueden desalentar
a unos pocos, pero ¿no sería peor ignorarlas?
Ahí sin embargo no concluyó la conversación
con Leonel. Me dijo que viajaría a Santiago de Cuba para poner unas flores al
pie de la lápida que guarda los restos de nuestro Héroe Nacional. Fue éste
quien en Montecristi declaró que se iniciaba la batalla final contra el poder
colonial español, para liberar a Cuba y Puerto Rico. Con él viajaba Máximo
Gómez, quien nos enseñó y perfeccionó en los campos de Cuba las cargas al
machete.
Martí en Dos Ríos lanzó la consigna que
presidió las luchas futuras de nuestro pueblo contra el dominio imperialista en
los países de América Latina.
Antes de despedirnos me dijo: “¿Sabes una
cosa? No quiero marcharme de Cuba sin visitar el cuartel Moncada.” Yo ni siquiera había recordado aquella
fortaleza en medio de tanta historia. No le hice muchos comentarios y le di las
gracias por su deferencia. Quiso una foto de cámara digital. Se buscó una y se
tomó la imagen. Cuando me dijo que no quería exponerse a que lo desmintieran,
le respondí bromeando que nadie correría ese riesgo, porque sabían que yo
podría montar en avión y aterrizar en un país vecino.
Así
transcurrió agradablemente el tiempo. Mientras escribía estas líneas el
miércoles 4, escuché las encendidas palabras de Manuel Zelaya, Presidente
de Honduras, que asistió al Encuentro
sobre Globalización y Desarrollo, y ayer había pronunciado un gran
discurso en ese evento. Más encendidas todavía fueron sus palabras con que
condenó el bloqueo a Cuba; su oratoria es impresionante. Lástima que se marche
hoy sin saludarlo. Es la segunda vez que visita Cuba. ¿Pero qué hago, de dónde
saco tiempo?
Fidel Castro Ruz
Marzo 4 de 2009
3 y 35 p.m.