Reflexiones del compañero Fidel
UNA CAUSA JUSTA QUE DEFENDER Y LA
ESPERANZA DE SEGUIR ADELANTE
Durante las últimas semanas,
el actual Presidente de Estados Unidos se empeña en demostrar que la crisis va
cediendo como fruto de sus esfuerzos para enfrentar el grave problema que
Estados Unidos y el mundo heredaron de su predecesor.
Casi todos los economistas
hacen referencia a la crisis económica que se inició en octubre de 1929. La
anterior había sido a finales del Siglo XIX. La tendencia bastante generalizada
en los políticos norteamericanos es la de creer que tan pronto los bancos
dispongan de suficientes dólares para engrasar la maquinaria del aparato
productivo, todo marchará hacia un idílico y jamás soñado mundo.
Las diferencias entre la
llamada crisis económica de los años 30 y la actual son muchas, pero me
limitaré sólo a una de las más importantes.
Desde finales de la Primera
Guerra Mundial el dólar, basado en el patrón oro, sustituyó a la libra
esterlina inglesa debido a las inmensas sumas de oro que Gran Bretaña gastó en
la contienda. La gran crisis económica se produjo en Estados Unidos apenas 12
años después de aquella guerra.
Franklin D. Roosevelt, del Partido Demócrata, venció en buena medida
ayudado por la crisis, como Obama en la crisis actual.
Siguiendo la teoría de Keynes, aquel inyectó dinero
en la circulación, construyó obras públicas como carreteras, presas y otras de
incuestionable beneficio, lo que incrementó el gasto, la demanda de productos,
el empleo y el PIB durante años, pero no obtuvo los fondos imprimiendo
billetes. Los obtenía con impuestos y con parte del dinero depositado en los
bancos. Vendía bonos de Estados Unidos con interés garantizado, que los hacían
atractivos para los compradores.
El oro, cuyo precio en 1929
estaba a 20 dólares la onza troy, Roosevelt
lo elevó a 35 como garantía interna de los billetes de Estados Unidos.
Sobre la base de esa
garantía en oro físico, surgió el Acuerdo de Bretton Woods en julio de 1944, que otorgó al poderoso país el
privilegio de imprimir divisas convertibles cuando el resto del mundo estaba
arruinado. Estados Unidos poseía más del 80% del oro del mundo.
No necesito recordar lo que
vino después, desde las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, ─que acaba de cumplirse 64 años del
genocidio―, hasta el golpe de Estado en Honduras y las siete bases
militares que el gobierno de Estados Unidos se propone instalar en Colombia. Lo
real es que en 1971, bajo la administración de Nixon,
el patrón oro fue suprimido y la impresión ilimitada de dólares se convirtió en
la más grande estafa de la humanidad. En virtud del privilegio de Bretton Woods, Estados Unidos, al
suprimir unilateralmente la convertibilidad, paga con papeles los bienes y
servicios que adquiere en el mundo. Es cierto que a cambio de dólares también
ofrece bienes y servicios, pero también lo es que desde la supresión del patrón
oro, el billete de ese país, que se cotizaba a 35 dólares la onza troy, ha perdido casi 30 veces su valor y 48 veces el que
tenía en 1929. El resto del mundo ha sufrido las pérdidas, sus recursos
naturales y su dinero han costeado el rearme y sufragado en gran parte las
guerras del imperio. Baste señalar que la cantidad de bonos suministrados a
otros países, según cálculos conservadores, supera la cifra de 3 millones de
millones de dólares, y la deuda pública, que sigue creciendo, sobrepasa la
cifra de 11 millones de millones.
El imperio y sus aliados
capitalistas, a la vez que compiten entre sí, han hecho creer que las medidas anti crisis constituyen las fórmulas salvadoras. Pero
Europa, Rusia, Japón, Corea, China e India no recaudan fondos vendiendo bonos
de la Tesorería ni imprimiendo billetes, sino aplicando otras fórmulas para
defender sus monedas y sus mercados, a veces con gran austeridad de su
población. La inmensa mayoría de los países en desarrollo de Asia, África y
América Latina es la que paga los platos rotos, suministrando recursos
naturales no renovables, sudor y vidas.
El TLCAN es el más claro
ejemplo de lo que puede ocurrir con un país en desarrollo en las fauces del
lobo: ni soluciones para los inmigrantes en Estados Unidos, ni permiso para
viajar sin visa a Canadá pudo obtener México en la última Cumbre.
Adquiere, sin embargo,
plena vigencia bajo la crisis el más grande TLC a nivel mundial: la
Organización Mundial de Comercio, que creció bajo las notas triunfantes del
neoliberalismo, en pleno apogeo de las finanzas mundiales y los sueños
idílicos.
Por otro lado, la BBC Mundo
informó ayer, 11 de agosto, que mil funcionarios de Naciones Unidas, reunidos
en Bonn, Alemania, declararon que buscan el camino
para un acuerdo sobre el cambio climático en diciembre de este año, pero que el
tiempo se estaba acabando.
Ivo de Boer,
el funcionario de mayor rango de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,
dijo que solo faltaban 119 días para la Cumbre y tenemos “una enorme cantidad
de intereses divergentes, escaso tiempo de discusión, un documento complicado
sobre la mesa (doscientas páginas) y problemas de financiación…”
“Las naciones en desarrollo
insisten en que la mayor parte de los gases que producen el efecto invernadero
provienen del mundo industrializado.”
El mundo en desarrollo
alega la necesidad de ayuda financiera para lidiar con los efectos climáticos.
Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas, declaró que:
“Si no se toman medidas urgentes para combatir los cambios climáticos pueden
llevar a la violencia y a disturbios en masa a todo el planeta.”
“El cambio climático
intensificará las sequías, inundaciones y otros desastres naturales.”
“La escasez de agua
afectará a cientos de millones de personas. La malnutrición va a arrasar con gran parte de los países en desarrollo.”
En un artículo del The New York Times el
pasado 9 de agosto se explicaba que: “Los analistas ven en el cambio climático
una amenaza para la seguridad nacional.”
“Semejantes crisis –continúa el artículo–
provocadas por el clima pudieran derrocar gobiernos, estimular movimientos
terroristas o desestabilizar regiones completas, afirman analistas del
Pentágono y de agencias de inteligencia que por primera vez están estudiando
las implicaciones del cambio climático en la seguridad nacional.”
“‘Se vuelve muy complicado
muy rápidamente’, dijo Amanda J. Dory, Secretaria de
Defensa Adjunta para Estrategia, que trabaja con un grupo del Pentágono
asignado a incorporar el cambio climático a la planificación de la estrategia
nacional de seguridad.”
Del artículo de The New York Times se deduce que todavía en el Senado no todos
están convencidos de que se trata de un problema real, ignorado totalmente hasta
ahora por el gobierno de Estados Unidos desde que se aprobó hace 10 años en
Kyoto.
Algunos hablan de que la
crisis económica es el fin del imperialismo; quizás habría que plantearse si no
significa algo peor para nuestra especie.
A mi juicio, lo mejor
siempre será tener una causa justa que defender y la esperanza de seguir
adelante.
Fidel Castro Ruz
Agosto 12 de 2009
9 y 12 p.m.