Reflexiones
del compañero Fidel
EL ÚLTIMO ENCUENTRO CON LULA
Lo conocí en Managua en
julio de 1980, hace 30 años, durante la conmemoración del primer
aniversario de la Revolución Sandinista, gracias a mis contactos con los
partidarios de la Teología de la Liberación, que se iniciaron en Chile cuando
en el año 1971 visité al presidente Allende.
Por Frei Betto sabía quién
era Lula, un líder obrero en el que los cristianos de izquierda ponían desde
temprano sus esperanzas.
Se trataba de un humilde
obrero de la industria metalúrgica que se destacaba por su inteligencia y
prestigio entre los sindicatos, en la gran nación que emergía de las tinieblas
de la dictadura militar impuesta por el imperio yanki, en la década del 60.
Las relaciones de Brasil
con Cuba habían sido excelentes hasta que el poder dominante en el hemisferio,
las hizo sucumbir. Pasaron décadas desde
entonces hasta que volviesen lentamente a ser lo que son hoy.
Cada país vivió su
historia. Nuestra patria soportó inusitadas presiones en las etapas increíbles vividas
desde 1959, en su lucha frente a las agresiones del más poderoso imperio que ha
existido en la historia.
Por ello, tiene para
nosotros una enorme trascendencia la reunión que se acaba de efectuar en Cancún
y la decisión de crear una Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe.
Ningún otro hecho institucional de nuestro hemisferio durante el último siglo
refleja similar trascendencia.
El acuerdo se alcanza en
medio de la más grave crisis económica que ha tenido lugar en el mundo globalizado,
coincidiendo con el mayor peligro de catástrofe ecológica de nuestra especie y
a la vez con el terremoto que destruyó a Puerto Príncipe, capital de Haití, el
más doloroso desastre humano de la historia de nuestro hemisferio, en el país
más pobre del continente y el primero donde
se erradicó la esclavitud.
Cuando escribía esta Reflexión, a sólo seis
semanas de la muerte de más de
doscientas mil personas de acuerdo a cifras oficiales en aquel país, llegaron
noticias dramáticas de los daños causados por otro sismo en Chile, que ocasionó
la muerte de personas cuyo número se
acerca ya a mil, según cifras de las autoridades, y enormes daños materiales.
Conmovían especialmente las imágenes de los sufrimientos de millones de
chilenos afectados material o emocionalmente por aquel golpe cruel de la
naturaleza. Chile, afortunadamente, es un país con más experiencia frente a ese
tipo de fenómeno, mucho más desarrollado económicamente y con más recursos. De
no haber contado con infraestructuras y edificaciones más sólidas, un
incalculable número de personas, tal vez decenas o incluso cientos de miles de
chilenos, habrían perecido. Se habla de dos millones de damnificados y posibles
pérdidas que oscilan entre 15 y 30 mil millones de dólares. En su tragedia cuenta
también con la solidaridad y las simpatías de los pueblos, entre ellos el
nuestro, aunque dado el tipo de cooperación que necesita es poco lo que puede
hacer Cuba, cuyo gobierno fue uno de los primeros en expresar al de Chile sus
sentimientos de solidaridad, cuando las comunicaciones estaban aún colapsadas.
El país que hoy pone a
prueba la capacidad del mundo para enfrentar el cambio climático y garantizar
la supervivencia de la especie humana es sin duda Haití, por constituir un
símbolo de la pobreza que hoy padecen miles de millones de personas en el
mundo, incluida una parte importante de los pueblos de nuestro continente.
Lo ocurrido en Chile con el terremoto de la
increíble intensidad de 8,8 en la escala de Richter, aunque afortunadamente a
más profundidad que el que destruyó Puerto Príncipe, me obliga a enfatizar la
importancia y el deber de estimular los pasos de unidad logrados en Cancún,
aunque no me hago ilusiones sobre lo difícil y compleja que será nuestra lucha
de ideas frente al esfuerzo del imperio y sus aliados dentro y fuera de
nuestros países por frustrar la tarea unitaria e independentista de nuestros
pueblos.
Deseo dejar constancia
escrita de la importancia y el simbolismo que para mí tuvo la visita y el último
encuentro con Lula, desde el punto de vista personal y revolucionario. Él dijo
que, próximo ya a finalizar su mandato, deseaba visitar a su amigo Fidel;
calificativo honroso que recibí de su
parte. Creo conocerlo bien. No pocas veces conversamos fraternalmente dentro y
fuera de Cuba.
Una vez tuve el honor de
visitarlo en su casa, situada en un modesto barrio de Sao Paulo, donde residía
con su familia. Fue para mí un emotivo encuentro con él, su esposa y sus hijos.
No olvidaré nunca la atmósfera familiar y sana de aquel hogar, y el sincero afecto
con que lo abordaban sus vecinos, cuando Lula era ya un prestigioso líder
obrero y político. Nadie sabía entonces si llegaría o no a la Presidencia de
Brasil, pues los intereses y fuerzas que se le oponían eran muy grandes, pero
me agradaba hablar con él. A Lula tampoco le importaba mucho el cargo; le satisfacía, sobre todo, el placer de luchar
y lo hacía con intachable modestia; que demostró sobradamente cuando, habiendo
sido vencido tres veces por sus poderosos adversarios, sólo accedió a permitir
la postulación del Partido de los Trabajadores una cuarta ocasión por fuerte
presión de sus más sinceros amigos.
No intentaré hacer recuento
de las veces que hablamos antes de que lo eligieran Presidente; una de ellas, entre las primeras, fue a
mediados de la década de los 80 cuando luchábamos en La Habana contra la deuda
externa de América Latina, que entonces ascendía a 300 mil millones de dólares
y había sido más de una vez pagada. Es un luchador nato.
Tres veces, como dije, sus
adversarios, apoyados en enormes recursos económicos y mediáticos, lo
derrotaron en las urnas. Sus más cercanos colaboradores y amigos sabíamos sin
embargo que había llegado la hora de que aquel humilde obrero fuese el
candidato del Partido de los Trabajadores y de las fuerzas de izquierda.
Con seguridad sus oponentes
lo subestimaron, pensaron que no podría contar con mayoría alguna en el órgano
legislativo. No existía ya la URSS. ¿Qué podía significar Lula al frente de
Brasil, una nación de grandes riquezas, pero de escaso desarrollo en manos de
una burguesía rica e influyente?
Sin embargo, el
neoliberalismo entraba en crisis, la Revolución Bolivariana había triunfado en
Venezuela, Menem estaba en caída vertical, Pinochet había desaparecido de la
escena y Cuba resistía. Pero Lula es electo cuando Bush triunfa
fraudulentamente en Estados Unidos, despojando a su rival Al Gore de la
victoria.
Se iniciaba una etapa
difícil. Impulsar la carrera armamentista y con ella el papel del Complejo
Militar Industrial, y reducir los impuestos a los sectores ricos, fueron los
primeros pasos del nuevo Presidente de Estados Unidos.
Con el pretexto de la lucha contra el
terrorismo, reinició las guerras de conquista e institucionalizó el asesinato y
las torturas como instrumento de dominio imperialista. Son impublicables los
hechos relacionados con las cárceles secretas, que delataban la complicidad de
los aliados de Estados Unidos con esa política. De este modo, se aceleró la
peor crisis económica de las que en forma cíclica y creciente acompañan al
capitalismo desarrollado, pero esta vez con los privilegios de Bretton Woods y
sin ninguno de sus compromisos.
Brasil, por su parte, en
los últimos ocho años bajo la dirección de Lula, vencía obstáculos, incrementaba
su desarrollo tecnológico, y potenciaba el peso de la economía brasileña. La
parte más difícil fue su primer período, pero tuvo éxito y ganó experiencia. Con
su incansable batallar, serenidad, sangre fría y creciente consagración a la
tarea, en condiciones internacionales tan difíciles, Brasil alcanzó un PIB que
se aproxima a los dos millones de
millones de dólares. Los datos varían
según las fuentes, pero todas lo sitúan entre las 10 mayores economías del
mundo. A pesar de eso, con una superficie de 8 millones 524 mil kilómetros
cuadrados, frente a Estados Unidos, que apenas posee algo más de territorio, Brasil
sólo alcanza aproximadamente el 12% del Producto Interno Bruto de ese país
imperialista que saquea al mundo y despliega sus fuerzas armadas en más de mil
bases militares de todo el planeta.
Tuve el privilegio de
asistir a su toma de posesión a fines del 2002. También estuvo Hugo Chávez, que
acababa de enfrentar el golpe de Estado traidor del 11 de abril de ese año, y
posteriormente el golpe petrolero organizado por Washington. Ya Bush era
Presidente. Las relaciones entre Brasil, la República Bolivariana y Cuba
siempre fueron buenas y de mutuo respeto.
Yo tuve un accidente serio
en octubre del 2004, que limitó seriamente mis actividades durante meses, y
enfermé gravemente a fines de julio del 2006, en virtud de lo cual no vacilé en
delegar mis funciones al frente del Partido y del Estado en la proclama del 31
de julio de ese año, con carácter provisional, al que pronto le asigné carácter
definitivo cuando comprendí que no estaría en condiciones de asumirlas
nuevamente.
En cuanto la gravedad de mi
salud me permitió estudiar y meditar, me consagré a eso y a revisar materiales
de nuestra Revolución, y de vez en cuando a publicar algunas Reflexiones.
Después
que enfermé he tenido el privilegio de
ser visitado por Lula cuantas veces ha viajado a nuestra Patria y de conversar
ampliamente con él. No diré que siempre coincidí con toda su política. Soy, por
principio, opuesto a la producción de biocombustible a partir de productos que
puedan ser utilizados como alimentos, consciente de que el hambre es y podrá
ser cada vez más una gran tragedia para la humanidad.
Este sin embargo ―lo expreso con toda franqueza― no es un problema creado por Brasil y mucho menos por
Lula. Forma parte inseparable de la economía mundial impuesta por el
imperialismo y sus aliados ricos que, subsidiando sus producciones agrícolas,
protegen sus mercados internos y compiten en el mercado mundial con las
exportaciones alimentarias de los países del Tercer Mundo, obligados a importar
en cambio los artículos industriales producidos con las materias primas y los
recursos energéticos de ellos mismos que heredaron la pobreza de siglos de
colonialismo. Comprendo perfectamente que Brasil no tenía otra alternativa,
frente a la competencia desleal y los subsidios de Estados Unidos y Europa, que
incrementar la producción de etanol.
La tasa de mortalidad infantil todavía
en Brasil es de 23,3 por cada mil nacidos vivos y la materna de 110 por cada
100 mil partos, mientras en los países industrializados y ricos es menos de 5 y
15 respectivamente. Otros muchos datos similares podrían citarse.
El azúcar de remolacha,
subsidiada por Europa, arrebató a nuestro país el mercado azucarero, derivado
de la caña de azúcar, trabajo agrícola e industrial precario y eventual que
mantenía en el desempleo gran parte del tiempo a los trabajadores azucareros.
Estados Unidos por su parte, se apoderó también de nuestras mejores tierras y
sus empresas eran dueñas de la industria. Un día, abruptamente, nos despojaron
de la cuota azucarera y bloquearon a nuestro país para aplastar la Revolución y
la independencia de Cuba.
Hoy Brasil ha desarrollado
el cultivo de la caña de azúcar, la soya y el maíz con máquinas de alto
rendimiento que pueden emplearse en esos cultivos con altísima productividad. Cuando
un día observé la filmación de una extensión de 40 mil hectáreas de tierra en
Ciego de Ávila dedicada al cultivo de soya en rotación con maíz donde se
tratará de laborar durante todo el año, exclamé: es el ideal de una empresa
agrícola socialista, altamente mecanizada con elevada productividad por hombre
y por hectárea.
Los problemas de la
agricultura y sus instalaciones en el Caribe son los huracanes que, en número
creciente, arrasan su territorio.
También nuestro país ha
elaborado y firmado con Brasil la financiación y construcción de un modernísimo
puerto en el Mariel, que será de enorme importancia para nuestra economía.
En Venezuela están
utilizando la tecnología agrícola e industrial brasileña para producir azúcar y
utilizar el bagazo como fuente de energía termoeléctrica. Son equipos de
avanzada que laboran en una empresa también socialista. En la República
Bolivariana utilizan el etanol para mejorar el efecto ambientalmente nocivo de
la gasolina.
El capitalismo desarrolló
las sociedades de consumo y también el derroche de combustible que engendró el
riesgo de un dramático cambio climático. La naturaleza tardó 400 millones de
años en crear lo que nuestra especie está consumiendo en apenas dos siglos. La
ciencia no ha resuelto todavía el problema de la energía que sustituirá a la
que hoy genera el petróleo; nadie sabe
cuánto tiempo requerirá y cuánto costaría resolverlo a tiempo. ¿Dispondrá de él?
Eso fue lo que se discutió en Copenhague
y la Cumbre resultó un fracaso total.
Lula me contó que cuando el
etanol cuesta un 70% del valor de la gasolina, ya no es negocio producirlo.
Expresó que disponiendo Brasil del mayor bosque del planeta, reducirá
progresivamente la tala actual en un 80%.
Hoy posee la mayor
tecnología del mundo para perforar en el mar, y puede extraer combustible
situado a una profundidad de siete mil metros de agua y fondo marino. Hace 30
años habría parecido historia de ciencia ficción.
Explicó los programas
educacionales de alto nivel que Brasil se propone llevar adelante. Valora
altamente el papel de China en la esfera mundial. Declaró con orgullo que el
intercambio comercial con ese país se eleva a 40 mil millones de dólares.
Una cosa es indiscutible: el obrero metalúrgico se ha convertido
actualmente en un estadista destacado y prestigioso cuya voz se escucha con
respeto en todas las reuniones internacionales.
Está orgulloso por haber
recibido el honor de los Juegos Olímpicos para Brasil en el 2016 en virtud del
excelente programa presentado en Dinamarca. Será sede también del Mundial de
Fútbol en el 2014. Todo ha sido
fruto de los proyectos presentados por Brasil, que superaron a los de sus
competidores.
Una gran prueba de su
desinterés fue la renuncia a buscar la reelección, y confía en que el
Partido de los Trabajadores continuará gobernando a Brasil.
Algunos envidiosos de su
prestigio y de su gloria, y peor aún, los que están al servicio del imperio, lo
criticaron por visitar Cuba. Utilizaron para ello las viles calumnias que desde
hace medio siglo se usan contra Cuba.
Lula conoce desde hace
muchos años que en nuestro país jamás se torturó a nadie, jamás se ordenó el
asesinato de un adversario, jamás se mintió al pueblo. Tiene la seguridad de
que la verdad es compañera inseparable de sus amigos cubanos.
De Cuba partió rumbo a
nuestro vecino Haití. A él le informamos nuestras ideas sobre lo que proponemos
con relación a un programa sostenible, eficiente, especialmente importante y
muy económico para Haití. Conoce que más de cien mil haitianos fueron atendidos
por nuestros médicos y los graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina
después del terremoto. Hablamos cosas serias, conozco sus ardientes deseos de
ayudar a ese noble y sufrido pueblo.
Guardaré un imborrable
recuerdo de mi último encuentro con el Presidente de Brasil y no vacilo en
proclamarlo.
Fidel Castro Ruz
Marzo 1 de 2010
12 y 15 p.m.