Primera Sesión Extraordinaria de la VII Legislatura de la Asamblea
Nacional del Poder Popular, efectuada en el Palacio de Convenciones, el 7 de
agosto de 2010, “Año 52 de la Revolución”.
(Versiones
Taquigráficas - Consejo de Estado)
Mensaje a
la Asamblea Nacional leído por el compañero Fidel:
Al
principio, hace sólo ocho semanas, pensé que el peligro inminente de guerra no
tenía solución posible. Tan dramático era el cuadro que tenía delante, que no
veía otra salida como no fuera una supervivencia, tal vez probable, en la parte
de este hemisferio que no tenía motivo para ser blanco de ataque directo y en
algunas regiones aisladas del
planeta.
Era
muy difícil, sabiendo que el ser humano se aferra siempre a una perspectiva por
remota que sea.
A
pesar de todo, lo intenté.
Por
fortuna, no tardé mucho en percatarme de que había una esperanza, y muy
profunda por cierto. Más, si la oportunidad se perdía, el desastre adquiría la
peor de las consecuencias. La especie humana no tendría entonces salvación
posible.
Tengo
sin embargo la seguridad de que no será así y, por el contrario, se están
creando en estos momentos las condiciones para una situación ni siquiera soñada
hasta hace muy poco.
Un
hombre tendrá que tomar la decisión en solitario: el Presidente de Estados Unidos.
Con seguridad, por sus múltiples ocupaciones, no se ha dado cuenta todavía, pero sus asesores sí empiezan a
comprenderlo, se puede ver por pasos sencillos como lo fue el cese de las
torturas a Gerardo, un hecho que no se había producido en 12 años de implacable
odio del sistema contra Cuba y contra él. Hoy se podría predecir que el próximo
paso será la autorización a Adriana para visitarlo, o su liberación inmediata,
o ambas cosas. Por ella supe que su estado de ánimo es el mejor en 12 años de injusta y cruel prisión.
Puesto
que Irán no cederá un ápice frente a las exigencias de Estados Unidos e Israel,
que ya han movilizado varios de los medios de guerra que disponen para hacerlo,
tendrían que realizar el ataque tan pronto venza la fecha acordada por el
Consejo de Seguridad el 9 de junio del 2010, señalando las normas y los
requisitos establecidos.
Todo
cuanto el hombre pretende tiene un límite que no puede sobrepasar.
En
este caso crítico, el Presidente Barack Obama es el que tendría que dar la orden
del tan anunciado y pregonado ataque, siguiendo las normas del gigantesco
imperio.
Mas,
en ese mismo instante en que diera la orden, que es además la única que podría
dar debido al poder, la velocidad y el incontable número de proyectiles
nucleares acumulados en una absurda competencia entre las potencias, estaría
ordenando la muerte instantánea no sólo de cientos de millones de personas,
entre ellas, un incalculable número de habitantes de su propia Patria, sino
también de los tripulantes de todos los navíos de la flota de Estados Unidos en
los mares en torno a Irán. Simultáneamente, la conflagración estallaría en el
Cercano y el Lejano Oriente, y en toda Eurasia.
Quiso
el azar que, en ese instante preciso, el Presidente de Estados Unidos sea un
descendiente de africano y de blanco, de mahometano y cristiano. ¡¡¡NO LA
DARÁ!!!, si se logra que tome conciencia de ello. Es lo que estamos haciendo
aquí.
Los
líderes de los países más poderosos del mundo, aliados o adversarios, con
excepción de Israel, lo exhortarían a que no lo haga.
El
mundo le rendirá después todos los honores que le correspondan.
El
orden actual establecido en el planeta no
podrá perdurar, e inevitablemente se derrumbará de inmediato.
Las
llamadas divisas convertibles perderán su valor como instrumento del sistema
que ha impuesto un aporte de riquezas, de sudor y sacrificios sin límites a los
pueblos.
Nuevas
formas de distribución de los bienes y servicios, educación y dirección de los
procesos sociales surgirán pacíficamente, pero si la guerra estallara, el orden
social vigente desaparecerá abruptamente y el precio sería infinitamente mayor.
La población del planeta puede ser regulada;
los recursos no renovables, preservados; el cambio climático, evitado; el
trabajo útil de todos los seres humanos, garantizado; los enfermos, asistidos;
los conocimientos esenciales, la cultura y la ciencia al servicio del hombre,
asegurados. Los niños, los
adolescentes y los jóvenes del mundo no perecerán en ese holocausto nuclear.
Es
lo que deseaba trasmitirles, queridos compañeros de nuestra Asamblea Nacional.
Estoy
ahora en disposición de rendir cuenta por estas palabras, responder a las
preguntas que deseen hacerme y escuchar las opiniones de ustedes.
Muchas
gracias (Aplausos).