¿Ética por accidente?

Por estos días circulan algunos videos sobre el accidente de tránsito ocurrido el pasado 19 de mayo en el malecón de La Habana. El más extenso y perturbador dura 17 minutos y muestra desde planos generales del auto y los heridos, hasta detalles de los rostros, los lamentos y la respiración entrecortada de quienes agonizaban en el suelo.

Llegar al final es un verdadero reto a la decencia y el humanismo. Sin embargo, no es la primera vez que aparecen imágenes similares.

Quizás Cuba intuyó con más fuerza esa realidad hace un año, cuando 112 personas fallecieron tras el desplome de un avión en las cercanías del Aeropuerto Internacional José Martí. Entonces, casi a la par de las informaciones oficiales, salieron a la luz detalles del siniestro grabados con los teléfonos móviles de quienes primero llegaron al lugar.

Mientras varias personas arriesgaron su integridad para encontrar pasajeros con vida, otros prefirieron ir hasta los muertos y registrar las escenas más lamentables. Es un suceso triste por el contenido mismo de los videos, pero más peligroso por las alertas que lanza.

¿En qué piensa alguien mientras llega al lugar de un desastre con el objetivo de aprovechar el sufrimiento de otros? ¿En qué momento una persona pierde el humanismo y antepone el morbo al más básico sentimiento de solidaridad con los necesitados? ¿Qué tipo de sociedad surge de actitudes como estas?

Preguntas así no resultan extrañas por estos días en Cuba, como tampoco lo son en otras partes del planeta con idénticos problemas. Y en ese análisis colectivo, bien vale la pena recordar que la ética, la solidaridad, el respeto a la intimidad de las personas y la responsabilidad como ciudadanos, forman parte de las esencias que marcan el progreso espiritual de cualquier nación.

Una opinión superficial sobre el tema podría señalar al componente tecnológico como el principal responsable. A fin de cuentas, hace 20 años ocurrían iguales o peores accidentes y casi nadie veía las imágenes. Pero la tecnología no es ni la primera ni la gran culpable.  

Desde hace años, el celular, la conexión a Internet, las cámaras en alta resolución o la posibilidad de transmitir en vivo para el mundo, cambian la manera de entender las denuncias, la participación ciudadana o la democracia digital. Sin embargo, tantas ventajas también implican un compromiso social y un manejo de la ética que en ocasiones quedan rezagados en el nuevo contexto.

Entonces, mientras llegan marcos regulatorios más óptimos para situaciones específicas dentro del escenario digital, el sentido común y la educación parecen claves para no extender materiales que violan los más fundamentales valores humanos.

Por su parte, cualquier observador apurado también podría argumentar que cada cual es responsable de los materiales que sube a sus redes sociales, o incluso de lo que decide ver o compartir en ellas.

Pero el hecho de poseer un celular y una conexión a Internet no implica convertirse en sujetos desatados de las más básicas normas de convivencia. Tampoco borra las fronteras entre el final de la libertad personal y el inicio del respeto por los demás.

No obstante, ahora no se trata de conceptos habitualmente esbozados como la libertad individual, el periodismo ciudadano o el derecho a la información, sino del respeto hacia alguien que acaba de morir, hacia su familia e incluso hacia uno mismo.

Así, la espontaneidad y el sentido de libertad que aparentan el uso de Internet y las redes sociales, no deberían llevar a la anarquía y a la pérdida del humanismo.

Mientras a las instituciones sociales y medios de prensa se les valora muchas veces por su prudencia a la hora de tratar asuntos relacionados con las intimidades personales. Cuando existen cuestionamientos hacia aquellos periódicos o canales de televisión que buscan ganar audiencia a costa de imágenes morbosas y detalles facilitados por paparazzi, cómo entender la reproducción de esos mismos esquemas a nivel individual.  

En Cuba aumenta la cantidad de personas con teléfonos celulares y más usuarios tienen conexión a Internet por datos móviles. Es la concreción de una realidad deseada por muchos años, y que todavía debe crecer en pos del desarrollo personal y social. Pero en medio de ese panorama, también es vital comprender el nuevo escenario y aprender a convivir con él.

Un accidente de tránsito, un asesinato o una pelea tumultuaria, no son hechos agradables, pero forman parte de la vida. Asumirlos con sensatez, no dejarnos arrastrar por las frías estadísticas de likes y retuits, forman parte también de esa lucha entre civilización y barbarie que marca los designios del hombre. Y perder ese combate no sería ni inteligente ni justo.