Imagen alegórica a Estados Unidos y el uso de la tecnología para la subversión en Cuba.

El anuncio de la creación de la task force (fuerza operativa o fuerza de tareas) contra Cuba ha despertado la inquietud de muchas personas decentes en el mundo. Para la mayoría de los cubanos, más allá de la indignación provocada por la nueva agresión, es más de lo mismo.

El  peligro mayor de este nuevo plan estriba en las propuestas que deben ser sometidas a la aprobación del mandatario yanqui, a partir de los resultados de la «investigación» y coordinación de la task force en los próximos meses. ¿Qué nueva infamia se puede gestar como resultado?

Una fuerza operativa o task force es una unidad temporal establecida para trabajar en una operación o misión concreta.

En este caso se proponen analizar «los retos tecnológicos y las oportunidades de la extensión de acceso a internet en Cuba para ayudar al pueblo cubano a disfrutar de un flujo de información libre y no regulada». Traducido a la verdad significa todo lo contrario: regular la información, controlar para, aprovechando los avances de las nuevas tecnologías, dominar el espacio y los flujos de contenido para subvertir el orden interno en nuestro país.

En los manuales de instrucción de los servicios especiales yanquis, la guerra sicológica se define en los siguientes términos: «Coordinación y uso de todos los medios, incluidos los físicos y los síquicos (exceptuando las operaciones militares del ejército regular, pero explotando sus resultados sicológicos), que sirvan para destruir la voluntad de vencer del enemigo, minar su capacidad política y económica…».

La propaganda utilizada con estos fines actúa no solo sobre la mente sino sobre los corazones, sobre las emociones. Así, la persuasión y la propaganda tienen una dimensión sicológica importante. Es clave en la persuasión el control de la información que se consume, que la persona, según los manuales de la CIA, solo lea lo que queremos que lea, vea lo que queremos que vea, escuche lo que queremos que escuche.

La CIA define la «guerra sicológica» como «la lucha por ganar las mentes y voluntades de los hombres».(1)

El «Programa de Acción Encubierta contra el régimen de Castro», de marzo de 1960, se propuso y  estableció una estación de radio «gris» conocida  como Radio Swan. El Plan de Acción Encubierta de 1963 exponía: «De acuerdo con un programa sicológico… los programas de radio controlados por la CIA y otros medios de propaganda, están dirigidos a estimular en Cuba sabotajes y otras formas de resistencia activa y pasiva».

Un ejemplo de este tipo de agresión fue la Operación Peter Pan, donde se llegó al extremo de  presentar una falsa ley de patria potestad que decía que los padres perderían este derecho sobre los hijos.

James Bamford, considerado casi como el biógrafo oficial de la CIA, sacó a la luz, en el año 2001, un complot denominado Operación Northwoods, diseñada para provocar la guerra contra Cuba y la Unión Soviética en 1962. Tenía un alto contenido de noticias falsas, de campañas de manipulación de la realidad y ataques de falsa bandera.(2)

Según Peter Janney en su libro El mosaico de María, la operación tenía como objetivo profundo desencadenar un ataque nuclear preventivo de Estados Unidos contra la Unión Soviética.

Imagen alegórica a la fuerza de tarea en Internet para la subversión en Cuba.

El comportamiento de los medios de prensa de Miami en el periodo que va desde el 27 de noviembre del año 2000, hasta el 8 de junio del 2001 indica que, en esos 194 días se publicaron cientos de artículos que podían influir negativamente en el proceso judicial seguido contra los Cinco antiterroristas cubanos, injustamente presos en EE. UU., además de cientos de despachos de agencias noticiosas seleccionadas (EFE, Reuters, France Press y Associated Press) cargados igualmente de informaciones tendenciosas contra Cuba y contra los Cinco.

La Junta de Gobernadores de Transmisiones (BBG por sus siglas en inglés) y su Oficina de Transmisiones hacia Cuba (OCB), han operado Radio Martí desde 1985, y TV Martí desde 1990. Ambas realizan transmisiones dirigidas hacia Cuba con la intención de desestabilizar el Gobierno.

De todo se les ha ocurrido a los genios de la CIA, incluso ensayos de guerra «paranormal».(3)

Conocemos lo que significaban los frustrados proyectos Zunzuneo, Piramideo y Commotion. Los intentos de creación de redes inalámbricas ilegales de conexión a internet, la introducción de equipos satelitales, teléfonos celulares, Bgan y otros hardware y software para construir una conectividad alejada del control del Estado y las empresas cubanas de telecomunicaciones, todo esto enmascarado en una supuesta ayuda, actos de «filantropía» que esconden los verdaderos fines: hacer llegar contenidos falsos, dominar el ciberespacio para subvertir el orden interno del país y acabar con la Revolución.

De la task force se puede esperar cualquier infamia. Los supuestos ataques sónicos contra funcionarios diplomáticos yanquis, pueden ser un adelanto o una prueba en el terreno, para ver cómo funciona una fake news en Cuba; podemos ver en el futuro inmediato un aumento de la circulación de noticias falsas, la aparición en las redes de leyes mendaces, fabricadas en los laboratorios de los servicios especiales estadounidenses, de informes inventados para generar confusión y malestar. Rumores, disposiciones obtenidas de «fuentes fidedignas», próximas medidas del Gobierno «filtradas» del nivel central, etcetera. Todo construido para engendrar el demonio de la desconfianza, el descontento, la inconformidad del pueblo con el proceso revolucionario.

Un presidente yanqui, otro más, esgrime la espada del águila calva, entronizando la mentira y el odio. Le veremos pasar a la historia cubierto por el deshonor y la vergüenza. Nada podrá vencer la fuerza de la verdad y las ideas.

1 Frances Stonor Saunders: La CIA y la guerra fría cultural, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003.
2 La Operación  fue planeada por el general Lyman Lemnitzer, jefe del Estado Mayor Conjunto.
3 Consultar, La Guerra que se nos hace, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2018.