La noche en que los medicos cubanos llegaron al Hospital de Escuintla a enfrentarse a la tragedia. Foto: Brigada Médica Cubana en Guatemala

Lo ocurrido en Guatemala el domingo: la erupción del Volcán de Fuego,  fue una de las monstruosidades naturales que más me han impactado en la vida, de esas que no tienen explicación, y que nunca se borrarán de tu memoria. A más de 24 horas continúa la búsqueda de desaparecidos, se reportan más de 60 fallecidos y miles de personas damnificadas. Ahora mismo llueve en Guatemala, esperemos que eso sea favorable.

Hay una técnica emocional que te enseña a mirar la vida como una película, y tú eres un personaje. Parece tonto, pero resulta para intentar comprender esos fenómenos inexplicables y seguir adelante con fe en Dios y en humanidad.

No tengo la certeza de si esos fenómenos se pueden prever con antelación, si se puede establecer una alerta que permita a las personas huir a tiempo. Eso será un análisis para otro momento. Lo cierto es que estuve en la ciudad de Escuintla a visitar un médico cubano el sábado 2, o sea 24 horas antes de que el volcán erupcionara.

El día estaba en calma, aplomado, mucho calor, una enfermera cubana, Yanelis, hizo el siguiente comentario: “A mí esta calma no me gusta, y algunas gentes dicen haber visto chispas salir del volcán”.

Regresamos en la tarde del sábado a Ciudad Guatemala, que se encuentra a 63.2 kilómetros de Escuintlas, Veinticuatro horas después comenzaron a saltar los mensajes de alerta en los celulares diciendo que había peligro por la erupción del Volcán de Fuego, sugerian que se mantuvieran en sus casas, y dando indicaciones para usar mascarillas pues la respiración de ese polvo volcánico puede ser letal, en fin: pánico.