Clínica “Carlos III”

No sin conmociones y disgustos para la población y sus trabajadores, la interrupción parcial de los servicios en la clínica veterinaria José Luis Callejas Ochoa, desde el pasado viernes 26 de octubre, duró menos de una semana, y desde el jueves último ya funcionan todas sus instalaciones.

La paralización temporal en esta conocida y añeja instalación de la avenida Carlos III, en La Habana, por una inspección de Higiene, provocó dudas sobre la calidad de las reparaciones que allí concluyeron en diciembre del 2017, y Trabajadores acudió dos veces para esclarecer los motivos de la aparente crisis.

Edgar Aguilera Fernández, director de la empresa agropecuaria Bacuranao, a cuya unidad empresarial de base (UEB) Clínicas y Consultorios de Veterinaria pertenece esta entidad capitalina, explicó finalmente que las filtraciones de agua y acumulación de humedad bajo las mantas protectoras de la cubierta de la edificación produjeron un peligroso hongo en paredes y techos de varios de sus locales, lo que determinó la clausura del lugar.
Medidas urgentes e insatisfacciones

En cuanto recibimos la notificación de cierre habilitamos tres consultorios veterinarios próximos, el de Picota, en La Habana Vieja; y los de Manrique y San Rafael, y Valle y Hospital, en Centro Habana, para brindar atención y tratar de disminuir el impacto en el público, pero ello no evitó molestias de muchas personas que en medio de las dificultades de transporte acuden con sus mascotas enfermas, argumentó Odalys Castillero Trigoura, administradora de la clínica.

Frente a los reclamos, al día siguiente de la paralización las autoridades de Salud Pública autorizaron la apertura parcial de una consulta de urgencias en un ala del edificio que no sufrió afectaciones, con lo que se mantuvo el servicio activo mientras una brigada trabajaba en un saneamiento muy básico del problema.

Ese fue el panorama que nuestro periódico halló en una primera visita a Carlos III en la mañana del miércoles 31 de octubre, durante la cual conversamos con algunos de sus casi 40 trabajadores, quienes nos plantearon otras insatisfacciones con los suministros de medicamentos, instrumentales y equipos para atender a los animales, así como con la higienización sistemática del centro asistencial, sobre lo que buscamos respuesta en una segunda ocasión.

Raspar las zonas con hongo, aplicar pinturas impermeabilizantes y tratar en lo posible de ventilar la humedad acumulada fueron las medidas elementales que permitieron reabrir la clínica al sexto día, aunque estas no son las soluciones definitivas para la edificación que es de principios del siglo XX.

En las venideras semanas la UEB de Construcciones y Servicios, de la propia entidad perteneciente al grupo empresarial ganadero del Ministerio de la Agricultura, debe regresar a Carlos III, según su director, para acometer tareas de mayor envergadura en la azotea, con el levantamiento de las mantas, la localización de posibles salideros o grietas, y la colocación otra vez de la cubierta.

Ante nuestras dudas sobre la calidad del trabajo que allí realizara esa misma UEB para la reinauguración en diciembre pasado, Aguilera Fernández no responsabiliza a sus constructores, sino que atribuye los problemas actuales al carácter parcial que tuvo la impermeabilización de los techos y a la antigüedad del edificio.

Ojalá que en esa anunciada segunda vuelta sus resultados sean más duraderos.
Buenos diagnósticos y pocos recursos

Somos los mejores en brindar un diagnóstico veterinario a una mascota, pero luego su dueño sale de aquí con una lista de medicamentos que debe conseguir por su cuenta, porque no los tenemos, expresa con pasión y dolor la doctora María del Carmen Milián, veterinaria en la consulta no. 1 de Carlos III, quien tiene más de 15 años de experiencia.

Alrededor de 200 o 300 animales reciben en esa clínica atención veterinaria cada día del año, en tres turnos que cubren las 24 horas. Bajo las condiciones de un sistema empresarial, la UEB en su conjunto, con 31 consultorios, ingresa anualmente alrededor de 1 millón 700 mil pesos, con utilidades que hasta septiembre último rondaban ya los 275 mil pesos, según el director de la empresa agropecuaria Bacuranao.

Es una labor de gran sensibilidad que además produce ingresos significativos, por lo cual hay una intención de mejorar e incrementar sus servicios, aunque todavía faltan muchos recursos.

La doctora Milián, por ejemplo, promete que ella va a hacer un levantamiento de cada hospital y policlínico del país, para escribirles a los respectivos ministros de Agricultura y Salud Pública, pues no concibe que no existan un equipo de Rayos X y de ultrasonido ya en desuso para los seres humanos que puedan destinar a la clínica veterinaria más prestigiosa de Cuba.

Con dos aparatos en muy malas condiciones que hacen casi uno, el doctor Juan Soto Mederos realiza hoy los ultrasonidos a las mascotas que acuden de urgencia a Carlos III, con la limitación de que solo pueden ayudar a los ejemplares pequeños de hasta 20 libras de peso. Durante años tampoco pueden hacer radiografías.

Al reinaugurar en diciembre, explica Edgar Aguilera Fernández, fue hecho el compromiso por el grupo empresarial Labiofam de importar en una segunda etapa el equipamiento específico para la imagenología animal que requieren, pero casi un año después está pendiente.

Aunque hubo importaciones a inicios del 2018 de algunos medicamentos como antibióticos, analgésicos y otros, estos son insuficientes. También se precisan vacunas, antiparasitarios, vitaminas, reactivos para análisis, instrumental médico, que el país no produce o escasean. Labiofam fabrica ciertos insumos para la salud animal, pero no en toda la variedad ni cantidad necesaria.

La tercera fase de mejoramiento del servicio, que supone la apertura de una farmacia especializada en la clínica, no aparece tampoco en el horizonte inmediato. Mientras tanto, el personal veterinario trabaja en proyectos novedosos, como consultas especializadas de oncología, oftalmología y conducta.

Basta con unos minutos en el salón de espera de la clínica de Carlos III, para entender cuánto amor, agradecimiento y empeño, despierta y merece esta labor con los animales, paradójicamente, tan humana.