Educación especial

Sus sonrisas son las melodías más armoniosas del mundo, sus miradas pueden transportarte hasta lugares mágicos, y es que, a modo de duendes, son los encargados de regalar alegría a cada hogar que llegan.

Los niños, esos pequeños traviesos, colman de amor cada corazón que tocan con los hilos de sus ilusiones, más hoy que el mundo celebra el Día de los Niños, fecha que recuerda la adopción, en 1989, por la Asamblea General de las Naciones Unidas, de la Convención Sobre los Derechos del Niño como tratado internacional para la protección de los infantes.

Sí, la igualdad de derechos más allá de credos, razas y sobre todo, paridad, pese a las necesidades especiales de algunos pequeños.

Pudiera pasarme horas contándoles sobre los asombros en los ojos de Fernandito, la pasión de Elías por los números, la alegría de Brian cuando descubre que hay un micrófono cerca o de la ternura con la que Daniel abraza a su mamá; los primeros, niños autistas y el último con Síndrome de Down.

Ellos, como todos los pequeños que viven en esta Isla, disfrutan a plenitud su infancia, estudian y tienen espacios para que la sociedad sepa de sus potencialidades y se permita sorprenderse ante ellas.

Por eso, hoy que es un día consagrado a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo entero y cuando aún hay millones de pequeños que padecen hambre, son abandonados o sufren diversas formas de violencia, me resulta necesario hablar de la igualdad con la que esta tierra abriga a sus niños.

No solo Fernando, Brian, Elías y Daniel, sino a otros tantos que como ellos reciben educación especial en alguna de las casi 360 escuelas que existen en Cuba para ese fin.

A diario me asalta el recuerdo de aquellos momentos que he compartido con cada uno de ellos, de lo mucho que me enseñaron y de la magia que me regalaron, pero sobre todo, de sus ganas de vivir. (Foto: Archivo)