A sus 11 años de matrimonio Elier Tamayo García e Isaelis Muñoz Hernández tienen muchas cosas en común. Ambos se graduaron como Instructores de Arte, ella en teatro y él en artes plásticas, de ese ámbito comparten las mismas amistades y los dos prefieren la música de Fito Páez.
En la actualidad trabajan en la esfera de las comunicaciones en el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), él a nivel de país y ella en su delegación provincial de La Habana, pero ante la compleja situación por la pandemia de la COVID-19 ejercen desde su hogar el trabajo a distancia.
Han constatado en esta modalidad que la comprensión y el apoyo resultan fundamentales, pues mientras cumplen con sus funciones laborales alternan también los quehaceres de la casa y el cuidado de sus dos hijos.
Para Isaelis, jefa del Departamento de Comunicación Social, Información, Gestión Documental y Archivos, el trabajo a distancia es una práctica incorporada desde la etapa de coyuntura energética en 2019, que retomó a raíz del nuevo coronavirus y el actual rebrote de la enfermedad.
Tanto ella como su esposo poseen conectividad desde sus celulares, proveídos por la institución empleadora, y lo acompañan con una laptop personal. Estas condiciones les permiten realizar sus deberes, pero la infraestructura aún no es la idónea.
Aunque tengo correo gmail se dificulta contactar a los especialistas municipales por esa vía, porque ellos pagan sus datos móviles y sus correos asignados por la delegación no son compatibles con el mío, comenta Isaelis.
También, agrega, cuento con el teléfono fijo de la casa de mi suegra y debo trasladarme hacia allá para comunicarme con mis subordinados, quienes tampoco poseen una línea institucional, por lo cual resulta muy complicado exigirles.
No obstante estas dificultades, resalta las ventajas del trabajo a distancia.
Puedo realizar mis obligaciones cuando me siento productiva, sin la tensión de un horario específico: si tengo deseos de trabajar a las cuatro de la mañana lo hago, asevera.
En ocasiones las personas acuden al centro laboral durante las ocho horas establecidas y no rinden mucho; sin embargo, estima, en la casa se motivan y terminan todo en poco tiempo.
Como otro aspecto positivo menciona el hecho de prescindir del transporte público y no salir a la calle innecesariamente, no solo por la COVID-19, sino porque esa rutina afecta a quienes viven lejos del puesto laboral. Al igual, estando en el hogar se ahorra en gastos de almuerzo y meriendas.
Por otro lado, Elier prefiere para estas circunstancias una agenda bien planificada.
Empiezo a trabajar a partir de las 8:30 am, narra, teniendo en cuenta las actividades en el día: publicaciones, gestiones con la prensa, interacciones en las redes, entre otras. A las 12:00 m. descanso, almuerzo y me dedico un rato a mi familia. En la tarde comienzo alrededor de las tres hasta las cinco aproximadamente, y muchas veces me llaman fuera de ese horario e igual atiendo.
En esta modalidad opina que trabaja incluso más de lo habitual, porque le exigen mayor permanencia en las redes sociales y actualizaciones constantes de los perfiles institucionales. Es la manera de visibilizar en este contexto el quehacer del organismo, añade.
Pero, comenta, a veces la familia no entiende que estás trabajando, aunque pases todo el día frente al móvil o la computadora.
A menudo alguien me demanda para otras acciones del hogar y eso afecta mi horario del teletrabajo, por ir a la tienda o hacer una cola para adquirir ciertos productos. Explica que eso crea cierta tensión, pues ambas funciones resultan importantes.
También falta comprensión de los directivos para no violentar los horarios de trabajo habituales y permitir a la empleomanía cumplir sus rutinas y desempeñarse tanto en la casa como en el ámbito laboral, estima.
En cuanto a la distribución de los quehaceres domésticos esta pareja resulta un paradigma de igualdad, pues- según afirman los dos- se ayudan en todas las cuestiones.
Casi tenemos el mismo horario, cuenta Elier. Cuando uno está trabajando, el otro se encarga de la niña, completa una parte del trabajo y luego nos turnamos, asevera.
También se distribuyen equitativamente las faenas domésticas, en las cuales Elier a veces asumemás carga para que su pareja pueda encargarse de la cocina, su punto débil.
Aunque no es su caso, Isaelis considera que por lo general en el teletrabajo la mujer lleva dos cargas: la casa y el trabajo, producto de una cultura machista, y esto debe modificarse en correspondencia con nuevas prácticas.
Con luces y sombras se manifiesta el teletrabajo en Cuba, una variante que muchos afirman llegó para quedarse, como una práctica bastante generalizada a escala global y aún más en tiempos de pandemia.
Isaelis y Elier son solo una muestra de las múltiples historias tras esta modalidad, cada una con sus particularidades, y a las que es preciso llegar con vistas a lograr eficiencia, ahorro y productividad, pero también una variante de empleo saludable para el trabajador y su entorno familiar.
En general, el trabajo a distancia requiere garantizar la infraestructura necesaria por los empleadores y un cambio de mentalidad a todos los niveles.
Comprensión, planificación, comunicación y responsabilidad constituyen claves para el feliz desarrollo de esta aventura.