Amor coral por Santiago

Cuando Electo Silva y otros prominentes músicos se plantearon por primera vez animar en Santiago de Cuba una cita destinada a estimular el canto coral, estaban lejos de imaginar que una nueva generación de artistas cubanos no dejaría morir la iniciativa y, a partir de lo mucho que tiene que exhibir Cuba en materia de desarrollo cultural, convocaran a colegas de otras partes del mundo.

Justo entonces que el XXXIII Festival Internacional de Coros de Santiago de Cuba rindiera en su primera jornada un especial tributo a Electo, en una velada que culminó con la interpretación de una obra sinfónico-vocal cuya relevancia debe ser subrayada una y otra vez: Lemas y poemas, de Roberto Valera, dedicada al Comandante en Jefe Fidel Castro.

Se trata de una pieza que demuestra cómo los caminos de la vanguardia artística y política pueden confluir al más alto nivel. La hazaña histórica de nuestro pueblo y el liderazgo de Fidel, reflejados en versos de Nicolás Guillén, Mirta Aguirre y Jesús Orta Ruiz (el Indio Naborí), y en los clamores espontáneos de los cubanos volcados a las plazas en momentos cruciales del proceso de transformaciones revolucionarias, toma cuerpo en un lenguaje sonoro donde la épica se empina en patrones rítmicos de puro sabor insular.

En ese empeño se conjugaron, bajo la dirección de Daria Abreu, la Sinfónica de Oriente, y las voces de los coros Madrigalista, Música Áurea y Orfeón Santiago.

Tratándose de Electo era lógico que esta última agrupación fundada por él hace 60 años, anfitriona del evento, sostuviera el peso de la sesión inaugural en una sala Dolores desbordaba, en la cual estuvieron presentes Lázaro Expósito, primer secretario del Partido en el territorio santiaguero, y Beatriz Johnson, presidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular.

La poética vocal de Electo, fina y gallarda, trovadoresca y polifónica, quedó plasmada en la ejecución de Amapola, con versos de Nicolás Guillén, y en el estreno de Corazón santiaguero, del mexicano Salvador Cortés y Melvin Rodríguez, retrato evocador del maestro. En esa parte del concierto, el Orfeón se despidió con Somos cubanos, que contó con la colaboración de José Antonio Rosabal, vocalista del septeto Ecos de Tivolí.

Pero el legado de Electo, cultivado por Daria Abreu, fue más allá, al repasar obras que evidencian los aportes del maestro Roberto Valera al repertorio vocal contemporáneo –Yo soy el que canta, Quisiera y, sobre todo, Iré a Santiago, canto de amor a la ciudad y símbolo del festival– y abordar diversos estilos: spirituals, madrigales de Monteverdi y obras de reciente factura, de muy compleja textura, como lo fue el estreno en Cuba de Atsalums, del letón Jakobs Jancevkis, que exige, además de extremo control en el canto, una acción performática.