Hace casi un año, la epidemia de la COVID-19 nos mantiene alejados de buena parte de nuestros gustos y placeres: paseos, diversiones y hasta reuniones familiares quedan pospuestos ante la necesidad de cuidarnos, pero entre lo que no ha podido robarnos el virus está la música.
Ante la ausencia de espacios públicos, se han reinventado los escenarios o, para bien, se comienzan a aprovechar mejor alternativas que ya estaban frente a nosotros: algunas tradicionales como la radio y la televisión y otras más inexploradas, al menos desde Cuba: las plataformas digitales y redes sociales.
Estas últimas resultan un campo de oportunidades no solo para los melómanos en una sociedad cada día más conectada, también para los creadores. Una suerte mutua, si de un lado y otro del sonido sabemos beneficiarnos de potencialidades como las que describe la joven comunicadora Katia Sánchez, fundadora del blog sobre comunicación digital «La penúltima casa»:
«Entre las principales potencialidades que brindan las redes sociales para los artistas y para los músicos, que son muchas, yo creo que hay una principal, que es el hecho de conectar con sus públicos, porque te brinda un espacio para estar con ellos de tú a tú; para relacionarte con la audiencia que te sigue; para recoger información, sentir, emociones, feedback en general, apoyo, y para acompañar a ese público, incluso durante el tiempo en el que tú no estás activo. Digamos, ahora mismo hay una situación, dada por la COVID-19, pero los artistas y, en específico, los músicos han podido seguir acompañando a su audiencia y acompañarla de cerca, entonces yo creo que eso es algo muy valioso».
Y justamente así lo han vivido muchos artistas. En una entrevista reciente de la periodista Yimel Díaz Malmierca para la publicación de música cubana El Mamboletín, el joven violinista William Roblejo expresó:
«Nos tocó alejarnos del público en los escenarios, pero logramos llegar a ese que nos sigue virtualmente y que a veces no puede llegar a un concierto. El distanciamiento social nos funcionó también para vincularnos más entre nosotros, por eso la creación musical y las colaboraciones están muy presentes en este tiempo».
Desde la luneta virtual, muchos también agradecemos la presencia de la música en estos tiempos difíciles. Isa, por ejemplo, asegura que no se ha perdido ni un live de Buena Fe gracias al Nauta hogar instalado en casa: «invierto muchas horas en eso, pero no importa, porque me carga las pilas, me siento como si estuviera con mis amigos, me vienen a la mente recuerdos y, no sé... me alegra el día».
A pesar de que todavía el acceso a Internet resulta caro para la mayoría de los cubanos y cubanas, cada día somos más en las redes y, también, crece el consumo de música a través de ellas.
En ese contexto, han aparecido iniciativas increíbles como el reto de catorce canciones, una diaria, del primero al catorce de febrero, que se impuso el trovador Raúl Torres, o los regalos musicales en todos los ritmos que diariamente nos hacen nuestros artistas y agrupaciones, hasta desafíos que nos invitan a convertirnos nosotros mismos en intérpretes.
De todo un poco y a buena hora, porque ya lo han reconocido psicólogos y neurólogos: en medio del estrés que vivimos, la música salva.