Ella cumple hoy noventa años y los festeja rodeada de amigos, de admiradores, de tanta gente que la quiere y la respeta. Ella se ha ganado ese cariño, esa admiración a golpe de trabajo, gracias a una carrera que no ha tenido puntos muertos. Verónica Lynn es una de las más grandes actrices cubanas de todos los tiempos. Ha interpretado personajes inolvidables en el teatro, el cine y la televisión. Fue la primera Luz Marina de uno de los grandes clásicos de la dramaturgia nacional: Aire frío, de Virgilio Piñera. Encarnó en la telenovela Sol de batey a la que devendría la villana nacional: la incombustible Teresa Guzmán. Bastarían esos dos hitos para ubicarla entre las imprescindibles. Pero ella hizo más, mucho más. Y se hizo directora teatral, maestra de generaciones de profesionales.
Verónica Lynn es amable, accesible, simpática... Nada que ver con la idea que nos hemos hecho de las grandes divas de la escena. Pero esa es la mujer, el ser humano. La actriz es otra cosa: es lo que haga falta que sea. Esa capacidad de desdoblarse, de redondear tipos con admirable economía de recursos la ha distinguido desde el principio. Y su permanencia, su fidelidad a una cultura y un país. Noventa años pródigos cumple este viernes. Se suceden los homenajes, pero ella se regocija con el mayor: haber impresionado desde la escena, desde la pantalla a millones de espectadores. Sí, ella ha sido actriz de millones. Felicidades.