Es inevitable; cuando estás en él, das un salto en el tiempo y te trasladas a la novelesca época de corsarios y piratas; al nacimiento de una de las primeras villas españolas en Cuba; a las costumbres de colonos, esclavos…Entonces la imaginación vuela y vives tu propia aventura en las calles adoquinadas, los estrechos pasadizos y los vetustos muros del Morro habanero.
“Si desembarcamos en el pequeño muelle de los franceses al pie de la baterías de fuego rasante, escalamos la escarpada montaña y llegamos a la fortaleza, podemos pasear el interior, ponernos al pie del inmenso faro que aún lleva el nombre de O´Donnell (1844), descender a las bodegas donde se guardaba el aceite de ballena para encender el faro y aún más, recorrer los antiguos emplazamientos y llegar hasta el sitio donde se conserva todavía una pequeña lápida custodiada por granadas que recuerda que Luis de Velasco y el marqués González cayeron allí en agosto de 1762, defendiendo a la Ciudad de la Habana contra sus enemigos”, describía enamorado Eusebio Leal.
Pero por la importancia geopolítica y económica que adquiría la otrora Villa San Cristóbal de La Habana para la corona española, el monarca Felipe II concibió la construcción de un fuerte con el fin de proteger la entrada al puerto y salvaguardar además, las flotas comerciales y militares que solían anclar en el mismo.
Fue así como en fecha tan lejana, década del 80 del siglo XVI, probablemente en 1589, en un saliente rocoso del Océano Atlántico, se fundaba la primera piedra de la hoy monumental edificación, que demoraría 41 años en ejecutarse. Su artífice, el reconocido arquitecto e ingeniero militar, Juan Bautista Antonelli, no lo vería terminado; murió antes.
Cada vez la Isla adquiría mayor connotación y la asediaban. El baluarte soportó innumerables ataques durante más de un siglo, pero no en 1762. Tras cuarenta y cuatro días de enfrentamiento entre ingleses, españoles y criollos; La Habana es tomada por los del Reino Unido, pues algunos de ellos dinamitan parte del muro del Castillo, en tanto otros acceden al fortín por el flanco de tierra, donde hoy se levanta la Fortaleza de La Cabaña.
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Solo 11 meses y unos pocos días tardaría España en recuperar lo suyo. Sabe el rey que no basta con este fortín; la villa requiere otros. Ordena entonces la construcción de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña.
La construcción de la infranqueable ciudadela inició en el mismo 1763, con el regreso de los españoles al poder, para cubrir las deficiencias defensivas del cercano Castillo de Los Tres Santos Reyes Magos del Morro, conocidas durante la Toma de La Habana por los ingleses.
Según la historiografía, La Cabaña constituye la edificación más cara financiada por España fuera de la península y la fortaleza militar más grande de toda América en dicho período.
Sin embargo, después de su construcción en 1774, La Habana no volvió a estar en peligro y su enorme capacidad de fuego jamás tuvo que ser utilizada, por lo que la edificación funcionó como cuartel general de las tropas españolas.
Durante las Guerras de Independencia, se convirtió en prisión. Varios próceres de nuestra historia patria, entre ellos, José Martí-, sufrieron encierro en ella; y otros, como Juan Clemente Zenea, fueron fusilados en su Foso de Los Laureles.
Luego del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, el Comandante Ernesto (Che) Guevara instalaría en La Cabaña su centro de mando. El mismo lugar vería caer bajo el fuego de las armas a otros hombres, pero no hombres inocentes, sino los verdugos y explotadores del pueblo.
Pero sin duda, el atractivo más famoso de La Cabaña es la tradición del Cañonazo de las Nueve, recreado por militares vestidos con uniformes del siglo XVIII. Una ceremonia de la época en que La Habana estaba rodeada por murallas y sus puertas eran cerradas cada día a las 21:00 horas, tras el disparo del cañón.
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Actualmente, La Cabaña y el Morro funcionan como Parque Histórico-Militar. La primera alberga el Museo de Fortificaciones y Armas, y el Centro Cultural Casa del Che. El segundo, por su parte, acoge el Museo Marítimo y diversas galerías de arte.
Ambas fortalezas y el Museo de la Revolución, integran el Complejo de Museos Histórico-Militares; escenarios de múltiples eventos al servicio del enriquecimiento cultural y la sana recreación de clientes, nacionales y extranjeros.
Durante los últimos tiempos y a pesar de la pandemia, los profesionales de las dos Unidades Empresariales de Base trabajan en la restauración y conservación de sus obras museables e investigan nuevos códigos museográficos y museológicos para contar la historia que atesoran.
“Estamos en total sintonía con el lema que promueve el Comité Internacional de los Museos, con motivo del Día Internacional de los Museos, este 18 de mayo; “El futuro de los museos: recuperar y reimaginarse”. Así lo aseguró la directora de Comunicación del Complejo, Adriana Pino.
“Por acuerdo de la Oficina del Historiador, próximamente sesionará de forma permanente un aula taller en uno de los salones del Morro; idea que pretendemos desarrollar también en La Cabaña; lo cual propiciará la restauración y conservación de piezas y partes de estos inmuebles.
Nos hemos propuesto potenciar el estudio de nuestro patrimonio material e inmaterial, mediante la inauguración de aulas-museos dentro de las propias instalaciones, así como por la vía de los programas habituales que organizan la Casa Cultural del Che y el Museo de la Revolución en las escuelas, hogares de abuelos y diversas instituciones.
Otro de los proyectos en los que trabajamos es en la restauración de la semafórica del faro, para establecer comunicación con los barcos que entren al puerto y los que sigan para Mariel. En este espacio planeamos ubicar paneles electrónicos con información de otros faros, fotos.
Y algo que nos tiene expectantes: las investigaciones en profundidad de las piezas museables del Complejo, pues en el propio estudio de algunas de ellas, los especialistas han descubierto valores excepcionales. Por ejemplo, se piensa que poseemos el fondo de armas blancas más completo y antiguo de América y tal vez del mundo; piezas con incrustaciones en oro, diamantes… Mucho que investigar, pues tenemos alrededor de 4000 piezas museables, de ellas casi 900 consideradas “tesoros de la nación”.
Todos los miércoles sesiona un Comité de Museología, donde participan otras áreas y resulta muy interesante e instructivo, pues entre otros intercambios, un especialista de alguno de los museos hace la presentación de determinada pieza, sus curiosidades, relevancia y demás detalles. Así conocimos del machete de Máximo Gómez, los espejuelos de Eduardo Chibás, la polvera donde se trasladaron los restos de Mella”.
Como en 1762, cuando la Toma de La Habana por los ingleses, el Morro, al que ahora se suman, La Cabaña y el Museo de la Revolución continúan siendo casas de tesoros, pero sobre todo, fortines defensivos de la Patria, guardianes celosos de la historia de la Mayor de las Antillas.
Visitar cada uno de los museos del Complejo Histórico Militar, es establecer un contacto directo con el ayer de la Isla, rico en leyendas y hechos reales, -que por distantes en el tiempo e impresionantes, a veces confundimos con fábulas-; es vivir el pasado cubano desde el presente.