Hablar de tecnología es siempre difícil, perceptual, sobre todo cuando se esboza ese mundo que hoy nos envuelve. Ante este desafío, la lucha del libro electrónico frente al impreso parece mantenerse incólume en una batalla que no termina.
El libro electrónico, digital o ciberlibro, conocido en inglés como e-book o eBook, es la publicación electrónica de contenidos textuales que requieren de una pantalla para su lectura, y que suele acompañarse de otro tipo de contenido audiovisual como imágenes, infografías, videos o podcast y, en ocasiones, de contenido online.
A los requerimientos para hacer viable su uso en Cuba, ha dedicado más de 15 años de investigación el máster en Desarrollo Social, escritor y editor de la revista de arte y literatura La Gaveta, Luis Amaury Rodríguez Ramírez, con quien Radio Guamá tuvo la suerte de dialogar sobre el tema.
¿Realidad de la industria del libro en Cuba?
“Desde un ámbito tan complejo como lo es la informatización en el mundo, la industria del libro en la Cuba contemporánea se enfrenta a un proceso de estancamiento si finalmente no se “acuerda” una mejor gestión del libro como producto.
“No tiene sentido que las editoriales sigan produciendo libros tan necesarios en soporte de papel con destino final en librerías”.
¿Y los digitales?
“El libro está forzado a entrar en el orden de publicaciones digitales alternativas, las que lleven a políticas de mercado, inversión, visión y desarrollo que sean verdaderamente competitivas.
“Desde hace mucho, en este “mercado” tan poco desarrollado hoy, la competencia y la competitividad, las iniciativas y estrategias, la producción y los ingresos requieren transitar por un mismo camino”.
¿Cuáles son las exigencias del libro digital?
“Obvio que esto conlleva requerimientos. Se imponen para los consumidores del mercado nacional la necesidad de una conectividad óptima que satisfaga las consultas y necesidades, para transitar “cómodamente” la web, y comprar el título deseado.
“Para llegar a este punto es imprescindible mirar hacia la superación en cuanto a tecnología, información, plataformas, el intercambio real, efectivo; en que se ejerciten posibles escenarios, la coordinación de cursos y recursos en el entramado tecnológico aplicando un campo real de investigación, desarrollo e innovación (I+D+I).
“También demanda la disponibilidad de una pasarela de pago que pueda expandirse a todas las instituciones capacitadas para abrir un comercio electrónico real en lugar de la actual, por ahora controlada por CITMATEL, lo que resultaría otro punto en qué crecer.
“Ello les permitiría a muchas instituciones intentar su propia venta de servicios digitales, lo que generaría al menos capacidades y capacitados (vendedores, proveedores, compradores, clientes) y que constituyen las mejores soluciones que se mueven justo bajo nuestra mirada”.
¿Experiencias en Cuba?
“En este sentido, al menos el Observatorio Cubano del Libro y la Lectura y Cubaliteraria -ambas parte del Instituto Cubano del Libro- hacen un gran esfuerzo, que no se ha valorado en su totalidad.
“No obstante, ya se han comenzado a dar los primeros pasos con la digitalización de muchísimos documentos en el “Alma Mater” de los intelectuales como lo es la Biblioteca Nacional José Martí (www.bnjm.cu), servicio de descarga semanal La Mochila (http://mochila.cubava.cu/mochila), una gran cantidad de libros descargables (lamentablemente con alcance local e interior) de la Biblioteca Provincial “Ramón González Coro”.
“Asimismo, la página web de la Revista de Arte y Literatura La Gaveta (www.lagaveta.pinarte.cult.cu) incluye las ediciones dispuestas para su descarga (aunque no todas por razones técnicas de fuerza mayor).
¿Cómo opera un mercado digital?
“Para aquellos que pretenden ver cómo funciona un “mercado digital” real, y paralelo, aún está en perfeccionamiento www.libreriavirtual.cu, a cargo de la Empresa de Tecnologías y Servicios Telemáticos Avanzados (Citmatel, www.citmatel.cu), que, si bien no es perfecto, permite que tanto personas naturales como jurídicas, puedan acceder a determinados contenidos, tal cual es el ejemplo de su catálogo y de la promoción que hacen de la literatura producida en Cuba.
“Estos últimos elementos no cambian en lo absoluto las disposiciones del Estado cubano de subvencionar el libro pero, en un orden lógico de razonamiento, hay que producir para subvencionar, hay que vender para ingresar, y por encima de todo, hay que evitar los localismos para que en otras geografías estudiosos, intelectuales, científicos, y demás, tengan un espacio amplio donde buscar, compartir, adquirir o alabar lo que se hace en Cuba”.