De Jorge Oliver, quien acaba de morir en La Habana, se puede decir lo que se dice de otros grandes historietistas: creó mundos y seres de fantasía para habitarlos. Y esas criaturas terminaron por adquirir espíritu y pujanza en el imaginario colectivo, hasta el punto de que logran trascender a sus hacedores.
Jorge Oliver ha muerto, pero su capitán Plin no envejece. Ese simpático gato verde, singular campeón de buenos sentimientos, ha calado en generaciones completas de niños cubanos. Y no menos popular es su adversario, el ratón Rui la Pestex. Ya se sabe que no hay gran héroe sin gran villano.
Plin, Rui, y todos los habitantes de la maravillosa Isla del Coco, integran la lista esencial de la historieta y los dibujos animados en Cuba. Solo esa creación hubiera bastado para que Oliver ganara un puesto entre los mejores de su profesión en Cuba.
Pero Jorge Oliver era más. Multifacético, deja cientos de historias, muchas de ellas publicadas en una revista en la que trabajó ininterrumpidamente por décadas: Zunzún, de la que fue fundador y director.
Ese trabajo para el público infantil lo definió, hasta el punto de que se consideraba un ilustrador de literatura para niños.
Pero fue también periodista, escritor, director de cine de animación, presentador de programas… Historietas suyas aparecieron en Verde Olivo y el semanario Palante, con una reconocible marca de autor.
Dirigió medios de comunicación. Fue profesor y conferencista. Y condujo por varias temporadas uno de los más populares espacios cinematográficos de la televisión cubana: Cuadro a cuadro, en el que honró su pasión por la historieta y sus recreaciones para el séptimo arte.
A los 75 años ha fallecido en La Habana Jorge Oliver. Sus compañeros pierden un referente de laboriosidad y entrega. Su público despide a un creador comprometido y entusiasta. Pero el artista permanecerá en su legado.