Hemos vuelto, una y otra vez, al disfrute de sus hermosas, provocativas realizaciones audiovisuales. Estas dejaron arraigados, en el acto de ver, en el alma y la conciencia, la posibilidad del arte como agente transformador y oportuno recurso para brindar soluciones a problemas sociales.
El legado de Daniel Diez Castrillo merece estudios en profundidad. Volver al fructífero camino, que transitó durante 77 años, revela ideas, energías y pasiones encausadas al mejoramiento humano. Solo atisbos de algunos pasos son, definitivamente, sorprendentes.
Llamó al documental “género maldito”, y fue un maestro al cultivarlo. Al reflexionar sobre la manifestación en el Icaic, durante los años 90, comentó: “Hubo una fuerte caída en los niveles productivos por falta de equipos y de interés. Antes, surgieron puestas maestras, entre ellas, Por primera vez, de Octavio Cortázar y Ociel del Toa, de Nicolasito Guillén. Pero, sin duda, muchos documentalistas lograron puestas valiosas en períodos anteriores”.
Tenía conocimiento de causa. Fue sonidista, musicalizador del Noticiero Icaic Latinoamericano, director de cine y TV. Junto a un “cineasta en Revolución”, Santiago Álvarez, trabajó durante 15 años sin descansar para entender el documental en su condición de obra dramática.
A Daniel ninguna vivencia le resultó ajena. Motivado por la Campaña de Alfabetización, en la que participó siendo maestro en la Sierra Maestra, descubrió mundos fascinantes. Al crear la Televisión Serrana en San Pablo de Yao, en dicha región, el 15 de enero de 1993, abrió caminos de múltiples hallazgos. La inusual experiencia audiovisual y participativa propició a los campesinos contar sobre cualidades específicas de esa tierra. Al hacerlo, revelaron hechos, intimidades, creencias y mitos. En esencia, devino artista de espíritu fundacional.
¿Quién lo duda? El mejor homenaje es visibilizar la explícita calidad estética demostrada en contenidos y obras de notable trascendencia medioambiental. ¡Brilló por su rica y diversa autoría! Imposible olvidar documentales emblemáticos: Despulpadora, La tala y La mujer desnuda, que integran la trilogía SOS verde (1993), Un cariño poderoso (1995) y La tierra conmovida (1999). En ellos, aflora la sinceridad y el sentido de hacer conciencia colectiva sobre problemáticas las cuales afectaron la vida en la región serrana.
Los seguidores en tal empeño aprendieron de él un concepto fundamental: la importancia de la observación atenta para captar momentos sencillos y cotidianos. Hablaba despacio, sin abandonar las prisas al comunicar esencias de un quehacer perdurable. Nos gustaba escucharle: “El cine es imagen, sonido, ritmo y respiración”.
También generó pensamientos renovadores cuando asumió la vicepresidencia en el área creativa del Instituto Cubano de Radio y Televisión. Supo dialogar, derribar obstáculos, comprender a técnicos y artistas. Funcionario cabal, inspirado, facilitó cambios orientados a los ejercicios teóricos y prácticos en cada medio de comunicación audiovisual.
Dicho bagaje le sirvió al compartir saberes junto a profesores y estudiantes en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños y en la Facultad Arte de los Medios Audiovisuales de la Academia de las Artes. Nunca guardó secretos. Desgranaba sapiencia. Para él, la ciencia, la imaginación y el intelecto debían enriquecer el discurso audiovisual y la investigación multidisciplinar.
Tuvo en los clásicos referentes indispensables. Chaplin nutrió su vocación sonora. Y él, construyó lo propio, lo auténtico, un estilo, lo más difícil de lograr en el arte.
En una ocasión nos comentó: “Lo que hago no depende únicamente de mis sentimientos, sino de la lectura de las personas. Me siento un misionero de la cultura. Soy más feliz en la medida en que contribuya a crear estados de opinión, motive reflexiones, y logre un mejor entendimiento de la existencia”. En conversaciones comprendimos su afán por la educación del pensamiento en tanto experiencia estética. Fue consciente de las complejidades de mundos condicionados por bifurcaciones de comunidades online. Lo animaron pensar y avanzar. La condición martiana de maestro ambulante defendida por Daniel Diez Castrillo merece ser un ejemplo para todos los tiempos.