Mirta Ibarra

Del cielo, las estrellas, de mi entrevistada, entre los rostros más simbólicos del cine cubano, la pasión en sus palabras, el premio de vivir la interpretación con el alma, todo eso envuelve al hablar con Mirtha Ibarra.
 
Bienaventurados aquellos que compartieron con la actriz talento, risas, anécdotas e historia en películas que marcaron la memoria de muchos en Cuba y fuera de ella: La última cena (1976), Hasta cierto punto (1983), Adorables mentiras (1991) y Fresa y chocolate (1993) figuran entre ellas.

El aniversario 30 del estreno de la multipremiada Fresa y chocolate, dirigida por el cineasta Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996), quien hubiera cumplido este 11 de diciembre 95 años, colocan a su compañera de vida bajo la mirada de Prensa Latina y de la mayor fiesta del séptimo arte en la nación.

Si algo la define es su capacidad para desdoblarse y asumir orgánicamente los más diversos personajes, como si nacieran para ella o implicaran el mínimo esfuerzo interpretativo. De esta virtud, relata una divertida anécdota.

Cuando recibí el premio de actuación, Titón (como era conocido) me dijo: es el piropo más grande que le pueden hacer a un actor y lo acabo de escuchar, Mirtha, no sé cómo la han premiado si ni siquiera actúa, dijo una persona.

Sobre cómo se prepara para asumir cada reto, destacó que investiga a fondo el personaje, a partir del vestuario y estrato social al que pertenece le busca las acciones físicas, “pues cuando lo nutres de esas acciones, lo vuelves creíble”.

Dueña de una admirable aptitud interpretativa, perteneció a los grupos dramáticos más importantes del país como Teatro Estudio, Teatro Bertolt Brecht, Teatro de Arte Caribeño y El Público, también asoció su obra a la televisión.

Unido al Premio Actuar por la Obra de la Vida (2019), mereció el Lucía de Honor (2018), la Distinción por la Cultura Nacional (1996), y el Premio Coral a la mejor actuación femenina (1983) en Hasta cierto punto, otorgado por el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Mirtha Ibarra ha sido, además, jurado en importantes certámenes alrededor del mundo, entre ellos, Festival de Huelva (España, 1999), Festival de cine de Gramado (Brasil, 2000), Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (Cuba, 2001), Los Angeles Latino International Film Festival (Estados Unidos, 2003 y 2006), entre muchos más.

Desde su ojo crítico, ¿qué opinión le merece el más grande encuentro con el séptimo arte en el país?

«Me parece que hay muy buen cine en Argentina, Bolivia, en otros países, y en Cuba. Tenemos un background cinematográfico muy bueno y reconocido internacionalmente».

FRESA Y CHOCOLATE: HERMOSA Y AUTÉNTICA

Aunque ya mostraba una fortalecida carrera en su país, el éxito internacional lo conquistó con esta obra maestra, considerada un ícono de la cinematografía nacional de todos los tiempos.

Sobre el filme, codirigido junto a Juan Carlos Tabío, destacó: Titón siempre dijo que una película ayuda mucho en la comprensión de los individuos, en la manera en la que pueden admirar o criticar su realidad, y yo creo que Fresa y chocolate fue eso.

En su opinión, él sabía la importancia que tenía para Cuba, pero no la trascendencia, algo que aconteció de una forma extraordinaria pues, entre sus múltiples reconocimientos, resaltó el de ser la primera cinta cubana nominada a los Premios Oscar de 1994, en la categoría de Mejor Película Extranjera.

La cinta le valió a Titón y a Tabío en su momento el lauro a Mejor director, otorgado por este festival, en tanto Jorge Perugorría e Ibarra conquistaron los apartados de Mejor actor y Mejor actriz de reparto, respectivamente; además están los galardones recibidos en importantes festivales internacionales, como el Premio Goya a Mejor película extranjera de habla hispana.

Titón casi siempre se valía de una novela o de un cuento para hacer una adaptación, así realizó Memorias del subdesarrollo (1968), basada en la novela homónima de Edmundo Desnoes; Cartas del parque (1988), y Fresa y chocolate, en la cual trabajó en el guion durante dos años, subrayó. Al respecto, la actriz recuerda que Senel Paz también escribió el guion.

Nunca lo vi haciendo alarde de sus conocimientos, era de una modestia increíble, y eso lo señala todo el mundo, destacó.

Fresa y chocolate le valió innumerables alegrías a Ibarra, pero también tristezas. Visiblemente emocionada cuenta que Titón -ya enfermo- le pidió que interpretara a Nancy, a lo que ella mostró rechazo por la dolorosa circunstancia y porque opinaba que el personaje nunca estaría a la altura de Diego y David.

De aquel momento relata: Tabío me pidió que lo asumiera, pues si no lo hacía, Titón sufriría mucho. Finalmente me decidí, pero con la condición de grabar todas las escenas al final.

EL ESTOICISMO DE TITÓN

A medida que transcurría el emotivo diálogo, se volvía recurrente el estoicismo de este ícono de la cinematografía cubana. Sobra esa virtud rememoró: siempre dijo que había que saber defender la película, si tenías un punto de vista revolucionario, sabrías defenderla.

Nunca tuvo miedo de decir lo que pensaba, expresó; «cuando quisieron eliminar una de las escenas de Memorias del subdesarrollo, él estuvo de acuerdo, pero pidió inmediatamente que retiraran su nombre, esa ya no era su cinta».

Fue seleccionada entre las 100 mejores películas a nivel mundial, sorprendió al mundo, pues nadie imaginó que en el socialismo se podía hacer un largometraje tan bueno, refirió.

Conversar con Mirtha Ibarra es un viaje por la vida del afamado realizador, y aunque esta reportera no tuvo el placer de conocerlo personalmente, se lleva del diálogo su amor por el séptimo arte, sus deseos de hacer un cine revolucionario, de calidad, que trascendiera.

Fue un hombre con una visión crítica para mejorar la realidad, aunque en ocasiones esto no fue comprendido, significó.

Otra muestra de su estoicismo radica, según cuenta, en aquella fiesta de cumpleaños que, en medio de su delicado estado de salud, exigió realizarla. Fue una linda celebración, recuerda, y el momento para despedirse de todos sus amigos.

MI VIDA HASTA CIERTO PUNTO

La actriz se encuentra inmersa en la realización de un libro que, de alguna manera, restituya la historia y refleje las incomprensiones que padeció su compañero en el medio artístico.

Esas memorias quedarán registradas en Mi vida hasta cierto punto, pues uno siempre cuenta hasta cierto