Este jueves comienza en La Habana la edición 32 de la Feria Internacional del Libro. Que la cita tenga a Brasil como el País Invitado de Honor es la oportunidad de acercarse a uno de los más significativos patrimonios literarios de la región.
De hecho, Brasil es prácticamente un continente, geográfica y culturalmente hablando.
La propuesta editorial de la gran nación sudamericana incluye una auténtica puesta al día: se presentarán numerosas novedades, de autores que no son muy conocidos en Cuba.
La delegación cultural de ese país incluye a grandes escritores, y también a artistas de otras manifestaciones.
Se ofrecerá una visión múltiple del acervo brasileño, particularizando en los vínculos con la tradición cubana.
Otras dedicatorias
La obra fundacional de la doctora Isabel Monal y la extraordinaria labor profesional del escritor y promotor Francisco López Sacha serán reconocidas en varios espacios de la Feria, en un programa que incluye presentaciones de sus libros y sesiones teóricas.
Se pondrá a disposición del público varios títulos del célebre escritor cubano Alejo Carpentier, de quien se cumplen 120 años de su nacimiento; y habrá un acercamiento desde la literatura y la historiografía al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, a 150 años de su muerte.
La Feria, como ya es tradición, no se quedará en La Habana. Cuando concluya, el 25 de febrero su etapa capitalina e internacional, se extenderá a las capitales provinciales, con actividades que movilizarán a escritores y artistas de cada territorio.
Una gran apuesta cultural
Esta edición no será una convocatoria cualquiera. La pretensión es que sea, de alguna manera, la Feria del cambio de paradigmas.
A nadie debe escapar que su celebración coincide con una complejísima situación económica. Algunos, de hecho, se inclinaban por reducir su impacto.
Pero la Feria es una apuesta por la preservación de las más emblemáticas citas de la cultura cubana.
El camino no es suspender, sino gestionar con eficiencia los recursos con que se cuenta. Y esta convocatoria debe incidir en la consolidación de nuevos esquemas de acceso a la literatura, que además de sus implicaciones culturales tienen repercusión en el ámbito económico.
La revolución tecnológica es una realidad hace mucho tiempo, pero el sistema editorial cubano no ha aprovechado del todo sus potencialidades.
Una de las grandes singularidades de esta cita es la puesta en marcha de un sistema perfectamente funcional para la comercialización del libro digital cubano, asumiendo que muchos de los lectores se han mudado a ese formato.
Y la Feria se inserta plenamente también en los procesos de modernización de las operaciones comerciales: todos los libros de papel podrán ser adquiridos por transacciones digitales, por las plataformas de pago vigentes.
No significa por supuesto que se deseche el pago en efectivo.
Pero lo más importante seguirá siendo el aporte cultural del libro.
La Feria insiste en su vocación integradora, asumiendo a la literatura como base de toda la pirámide artística. Y parte de la capacidad socializadora del arte, como pilar del enriquecimiento espiritual de la ciudadanía.
Este año muchas de las propuestas saldrán de los espacios convencionales y llegarán a comunidades de toda la ciudad, emulando el espíritu de la célebre frase: si la montaña no va a Mahoma…
De cualquier forma, ese talante democratizador no va en contra de la contundencia de un programa literario que seguirá pulsando los desafíos estéticos y conceptuales de la literatura contemporánea.