Si una teleserie logra generar un debate intenso desde sus planteamientos y que se proyecte a diversos ámbitos del entramado social, está a la altura de una de las potencialidades del arte: ser voz activa en la construcción de consensos, a partir de una recreación comprometida de eso tan complejo que solemos llamar "la realidad".
Y no significa que el arte usurpe roles o responsabilidades del periodismo o las ciencias sociales. Cada disciplina tiene su lógica. Y el arte, más que ofrecer respuestas, propone preguntas más o menos incisivas, asumiendo las implicaciones y el alcance de cada expresión.
Calendario, con toda certeza el más popular de los dramatizados televisivos cubanos de los últimos tiempos, ha cubierto un espectro amplísimo de problemáticas y conflictos de los jóvenes y su entorno familiar y social. Sin medias tintas, sin didactismos, sin propaganda. Pero atendiendo una responsabilidad: la promoción de valores universales, que pueden ser ensalzados desde el arte sin desdorar sus credenciales.
Hay ciertamente un arte útil, que no reniega de cierta funcionalidad, sin llegar a instrumentalizaciones burdas.
Mucha gente comentó, por poner un ejemplo reciente, la historia de la experiencia sexual de tres personajes de la serie. Hubo opiniones de todo tipo, sobre todo en las redes sociales, pues todo lo relacionado con la sexualidad polariza al público de manera enfática.
Hubo quien planteó que la televisión pública no debería abordar temas tan escabrosos. A nosotros no nos resultan particularmente escabrosos (otras tramas de la historia son mucho más complejas), pero en todo caso el creador tiene el derecho de escoger la arista que le interese... y ofrecer su punto de vista.
No son concluyentes los planteamientos, se ha tocado el tema con cuidado y sensibilidad. Y desde la propia trama y la construcción de cada personaje se han compartido visiones disímiles del fenómeno. Por supuesto, hay un posicionamiento... Pero también una apuesta por el diálogo.
Y esa ha sido la pauta de la teleserie. Hay conflictos mucho más demandantes: desigualdades sociales, éxodo, abuso sexual, diferencias generacionales, tratamiento de la religiosidad, actitud ante la discapacidad, impacto de las tecnologías... Es un auténtico rosario de situaciones, muchas de ellas de difícil solución.
Calendario las ha planteado desde el rigor dramático y la ética. Sin prejuzgar, sin banalizar. Por supuesto que hay idealizaciones, cierto barniz estético que matiza una vocación documental. Pero lo que se cuenta es perfectamente reconocible... Aquí se pasa revista a buena parte de los puntos de la agenda pública, en su relación con los adolescentes.
Es saludable y provechosa la invitación más o menos obvia al debate, en cualquier escenario.
Como ya es tradición, le dedicaremos un comentario resumen a la teleserie después del capítulo final de esta tercera temporada.