La Habana, 7 may. - Con la vitalidad de quien prefiere sorprender al paso del tiempo trabajando, la primera actriz cubana Verónica Lynn celebra hoy sus 93 cumpleaños, y aquí la aplauden tanto, como cuando baja el telón luego de un magistral espectáculo.
Con la energía propia de los años mozos, la artista, considerada uno de los mayores rostros de la interpretación en Cuba, regresa por estos días a esa expresión que desborda su alma: las artes escénicas.
En declaraciones a Prensa Latina, la intérprete destacó que dará vida a la dama del velo en la obra Réquiem por Yarini, prevista a estrenarse en la segunda quincena de junio por la compañía Teatro El Público que dirige Carlos Díaz.
Con guion de Norge Espinosa y puesta en escena de Díaz, la actriz volverá a las tablas más adelante con Un domingo llamado deseo, y al cine con un corto titulado Intemperie, dirigido por Amén Perugorría.
Recientemente exhibió en Fábrica de Arte Cubano la obra Los frijoles colorados, a cargo de la compañía Trotamundos, la cual retomará cuando sus compromisos laborales se lo permitan, pues aseguró que es una puesta en escena muy demandada por el público.
Prensa Latina transmite a continuación la entrevista realizada el pasado año:
A menudo queremos escapar de la realidad o habitar otros cuerpos para vivir sublimes experiencias y hacia esas sensaciones nos conduce la interpretación de la cubana Verónica Lynn cuando abandona su piel para convertirse en arte.
Pudiera apelar al recuerdo a través de una auténtica Santa Camila de La Habana Vieja o una magistral Doña Teresa en la novela Sol de batey, pero solo con nombrarla basta, ella es Verónica Lynn, el rostro mayor de la actuación en Cuba.
De pequeña fue una gran cinéfila, y aunque no conocía el teatro, la mayor de sus pasiones, escribía sus propias obras mientras imitaba a grandes artistas como Bette Davis o Betty Harford. Por fortuna para muchos, el destino ayudó para que Verónica también lo fuera.
A los seis años de edad quedé fascinada cuando vi una película de Shirley Temple y decidí que quería ser como ella, desde esa época la representación fue indudablemente muy importante para mí, comentó la actriz.
Con 23 años de edad y un talento que comenzaba a despuntar ganó un lugar dentro del elenco de Teatro Azul, un programa en vivo que por aquella época transmitía el estudio cuatro de la televisión cubana bajo la dirección de Gaspar Pumarejo.
La primera vez que me enfrenté a un público fue con la pieza Amok; el teatro posee un encanto especial, pues estás a la vista del espectador, no pasa lo mismo con el cine o la televisión, ahí si estás en escena, a mí me fascina, expresó.
Verónica se considera fiel discípula del método de actuación del maestro ruso Konstantin Stanislavski que aprendió gracias a Andrés Castro, técnica que en su opinión le abrió puertas, pues le permitió desarrollar aún más sus capacidades interpretativas. Stanislavski enseña que debes procesar orgánicamente la vida y los hechos del personaje, por las situaciones que transita llegas al final, debe ser un proceso tan sorpresivo como la vida misma. Como actor uno tiene herramientas y sabe cuál es ese final, pero no trabaja para él, manifestó.
Con su papel en la obra Lunes, miércoles y domingos de amor Palmolive, cautivó a muchos directores de televisión, así obtuvo su primer contrato luego del triunfo de la Revolución.
Es innegable la capacidad de la intérprete para desdoblarse y derrochar talento en los más variados personajes, ¿cómo lo logra?, nadie lo sabe, es un don especial que la ha acompañado a lo largo de sus 92 años, cumplidos hoy, domingo, y que le merece el cariño de Cuba por ser una artista con letras mayúsculas.
Con una extensa trayectoria en el cine, el teatro, la radio y la televisión, Verónica es especialmente conocida por hacer suyo el rol de Santa Camila de La Habana Vieja, una mulata religiosa y sin grandes conocimientos escolares. Según la crítica, su desempeño se considera en la actualidad insuperable.
Fue extremadamente difícil interpretarla, muchas actrices la han hecho bien, pero mi Camila es mi Camila. Con ella me propuse no hacer oficio ni estereotipos de la mulata de solar, estudié el ser humano que ella representa, es un personaje bellísimo y que adoro pues constituye un símbolo de nuestra idiosincrasia, refirió.
Otro que le valió innumerables muestras de cariño fue Doña Teresa, la terrateniente de Sol de batey (1985). Para conformarlo se auxilió de un psiquiatra, quien le mostró cómo se comportaba una mujer con una enfermedad que le provocaba alteraciones de la realidad.
La actriz se muestra complacida por los roles que interpretó a lo largo de su carrera, y aunque los prefiere a todos siente un cariño especial por Camila, Luz Marina de la obra Aire Frio, Martha de ¿Quién teme a Virginia Woolf?, y Fortunata de Fortunata y Jacinta.
Casi al final de la entrevista parece olvidar su papel de la madre de Rachel, la protagonista de La bella del Alhambra (1989), en su opinión una de las mejores películas que hizo Cuba y que disfrutó a plenitud hacerla.
En actuación nadie puede señalar a nadie, todos los actores estuvieron espectaculares, como medio es un buen cine, con una factura de primera, reflejó una época mejor que cualquier otra cinta, y el trabajo político y ambientalmente estuvo impecable. Si escogen las cinco mejores producciones cubanas, esta es una de ellas, destacó.
Además de actuar, enseñar es otra de sus pasiones. Junto a su esposo, el actor ya fallecido Pedro Álvarez, dirigió durante 25 años el movimiento nacional de teatros de aficionados.
La artista confiesa que le aterra dirigir y actuar al mismo tiempo, al parecer con su actual obra teatral Los frijoles colorados dio paso al temor para entregarse en cuerpo y alma a la manifestación que enamoró sus sentidos desde el primer momento.
Se trata de una puesta en escena a cargo de la compañía Trotamundos, fundada por Verónica y su esposo en 1989.
Entre los galardones que ostenta la actriz sobresale la distinción por la Cultura Nacional, la Orden Alejo Carpentier, y los Premios Nacionales de Teatro y Televisión, en 2003 y 2006 respectivamente.
Uno de los reconocimientos que más quiero es Maestros de Juventudes, me lo otorgaron junto a Eusebio Leal, no puedo compararme con este hombre tan maravilloso, enfatizó.
El dramaturgo Ramón Silverio, Omara Portuondo y Frank Fernández también lo recibieron, pero para ella Maestros de Juventudes es Leal. Al preguntarle sobre qué representaba para ella su carrera respondió:
Una cosa es ser actriz y otra artista, con orgullo lo digo, Verónica Lynn es una artista.
Solo resta felicitarla, por su cumpleaños y por entregar alma, talento y pasión a esta expresión del arte que en Cuba adquiere forma en su rostro.