La bailarina, coreógrafa y profesora Laura Alonso, hija de la legendaria Alicia Alonso, utiliza en sus clases "el látigo" heredado de la "rama italiana" de su padre, el también bailarín y maestro Fernando Alonso, cuenta en entrevista a ANSA en Madrid, donde mañana estrena El lago de los cisnes.
Lo dice después de dar muestras de su genio al probar, sin quedar nunca totalmente satisfecha, las luces del escenario del Teatro EDP Gran Vía; "ya me oíste", comenta.
Sostiene que "el látigo" lo utiliza en sus clases con los bailarines porque "soy muy exigente.
Eso es lo que funciona, lo otro es chapucero.
A la mitad, no, las cosas, lo mejor posible.
Ya que las vas a hacer, hazlas lo mejor que se pueda", sostiene.
Tiene claro de dónde le viene: "El látigo era de mi padre", creador de la Escuela Cubana de Ballet. "Yo tengo la mitad española y la mitad de Novara (Piamonte), los Rayneri. De esa rama italiana heredé el látigo", apunta.
De su madre, gran mito de la danza, heredó "la exigencia conmigo misma".
Laura Alonso, de 86 años, dice que sus padres -fallecidos, su padre en 2013 y su madre 2019- "no se han ido. Están conmigo. Y cuando voy a dejar pasar algo, les oigo que me dicen, no, no es así, tienes que ser más exigente".
Nacida en Nueva York en 1938, "a los 3 años yo ya estaba haciendo baby ballet. Siempre me gustó. Siempre vi que mi destino era ser bailarina".
Tras trabajar como solista principal del Ballet nacional de Cuba durante más de dos décadas, ha dedicado una gran parte de su vida a la pedagogía del ballet.
Después de retirarse de los escenarios en 1988 creó el Centro Prodanza, que dirige y en el que se forman jóvenes bailarines con el método de la Escuela Cubana de Ballet.
Con la Compañía de Ballet Laura Alonso que dirige ha llegado a España para representar la versión de Alicia Alonso de "El lago de los cisnes", que después de su paso en junio por Barcelona, llega mañana a Madrid.
Ha sido distinguida con numerosos premios, entre ellos la Medalla de Oro en el Festival Internacional de Ballet y el Premio Nacional de Danza de Cuba.
El mensaje que transmite, no solo a los bailarines sino a todo el mundo, es "no rendirse, mucha exigencia, y que las cosas no caen del cielo. Lo bueno cuesta trabajo", concluye mientras los técnicos de luz siguen intentando ejecutar las directrices recibidas.