Manglares del litoral este de La Habana afectados por el huracán Irma.

Transcurrido un año del azote del intenso huracán Irma, los bosques de manglares en buena parte del litoral norte cubano, particularmente los del archipiélago Sabana-Camagüey, muestran todavía hoy las heridas dejadas por el destructor fenómeno meteorológico.

Como refiere a Granma el Máster en Ciencias José Manuel Guzmán Menéndez, coordinador técnico del Proyecto Manglar Vivo, de la Agencia de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), el efecto de los fuertes vientos (dañó sobre todo la copa de esos árboles),  en combinación con el oleaje, arrastró sedimentos que provocaron el cierre de canales y la obstrucción del flujo de agua, impidiendo los intercambios necesarios para mantener el manglar.

Lo anterior trajo consigo la desaparición completa de áreas de mangle que murieron a causa de tan violenta sedimentación, mientras en no pocos sitios es apreciable la merma del follaje y la presencia de numerosas ramas quemadas.

Resulta llamativo que los patrones de afectación fueron muy similares en Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Villa Clara y Matanzas.

En opinión del especialista, el observado deterioro de la salud de los manglares de Sabana-Camagüey y la demora del ecosistema en restañar de forma natural esas heridas, obedece en gran medida a las presiones que ejercen sobre ellos  los represamientos de ríos y canales, la contaminación agrícola e industrial, y las construcciones de viales y otras obras en la zona costera, lo cual perjudica el aporte de agua y nutrientes que requieren.

De ahí que su condición de escudo protector de la costa frente a la erosión, el progresivo aumento del nivel del mar y la intrusión salina hacia los acuíferos y tierras cultivables, se vea notablemente limitada.

Tomando en cuenta su característica insular que la hace altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, la recuperación de las poblaciones de manglares es asunto de máxima prioridad para el país.

Así, dicho objetivo aparece como la quinta de las 11 tareas previstas en el Plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático (Tarea Vida), aprobado por el Consejo de Ministros en abril del 2017.

Según el citado documento, a corto plazo está previsto sembrar algo más de 1 700 hectáreas de manglares de protección al Dique Sur, y alrededor de 1 290 en el tramo comprendido entre Surgidero de Batabanó y Playa Tasajera, con la finalidad de resguardar la zona costera de esa área del embate de las fuertes marejadas provocadas por los huracanes y otros eventos hidrometeorológicos.

Entre los proyectos dirigidos a rescatar el valioso ecosistema figura el denominado Manglar Vivo, que comenzó a ejecutarse desde el 2014 en el litoral sur de las provincias de Artemisa y Mayabeque, con el financiamiento del Fondo de Adaptación del Protocolo de Kyoto y cuya implementación está a cargo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Para el Máster en Ciencias José Manuel Guzmán, uno de los científicos que más ha estudiado en Cuba el tema, junto con su fallecida madre, la eminente Doctora en Ciencias Leda Menéndez Carrera, elevar la deteriorada resiliencia de los manglares de Sabana-Camagüey ante fenómenos naturales extremos demanda no solo acciones de reforestación, sino también restablecer la hidrología del humedal.

«Además de garantizarles los requerimientos de agua, es vital que la misma sea limpia y fluya libremente en el área costera ocupada por el manglar. También urge contar con un sistema de monitoreo permanente en todo el archipiélago cubano, basado en el uso de drones, modelos digitales del terreno, torres de captación y seguimiento del carbono, estudios de hidrología y otras herramientas tecnológicas».

Frente a las cada vez más sólidas evidencias del calentamiento inequívoco del planeta, la salvaguarda de los manglares es de vital importancia en el mantenimiento de la vida en la zona costera y en la adaptación a los efectos del cambio climático en las comunidades localizadas allí, subrayó el científico.

OTROS DATOS

Considerados entre las formaciones boscosas más llamativas del paisaje natural, los manglares ocupan hoy alrededor del 5,1 % de la superficie total de nuestro archipiélago y son los más representativos del Caribe insular.

Tienen sumo valor para la biodiversidad, pues constituyen un refugio ideal donde habitan y se reproducen peces, moluscos, crustáceos, reptiles, aves y mamíferos.

Cuatro especies  arbóreas conforman básicamente los bosques de manglares en Cuba: mangle rojo (Rhizophora mangle),  mangle prieto (Avicennia germinais), pataban o mangle blanco (Laguncularia racemosa) y yana (Conocarpus erectus).

Evaluaciones hechas por la doctora Leda Menéndez y el Máster en Ciencias José Manuel Guzmán plantean que casi un tercio de los manglares cubanos han sido afectados por diferentes causas atribuibles a la acción del hombre.

Más allá de su condición de barrera natural frente a la paulatina elevación del nivel del mar, los manglares pueden almacenar cinco veces más carbono que los restantes bosques tropicales, contribuyendo así a la mitigación del calentamiento global.