La emisión a la atmósfera de dióxido de carbono (CO2) y otros gases contaminantes por la acción del hombre tiene efectos catastróficos para la economía, la naturaleza y el ser humano.
Sus consecuencias más inmediatas son el calentamiento global y el cambio climático, que representan hoy una importante amenaza para todo el mundo, en especial para los países caribeños, incluida Cuba, a pesar de la mínima contribución de estos a las emisiones globales de gases del también llamado efecto invernadero.
De acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas, las temperaturas promedio en la región del Caribe se incrementan entre 0.1°C y 0.2°C cada década, a lo largo de los últimos 30 años, los patrones de lluvia se transforman y se prevé un aumento en el número de días secos consecutivos.
Adicionalmente, el nivel medio del mar sube a una tasa de dos a cuatro centímetros en igual período, lo que supone graves riesgos para los valiosos recursos de agua dulce de la región y la población costera que depende del turismo, la pesca y la agricultura.
Otro factor desencadenante de afectaciones y riesgos son las tormentas tropicales y los huracanes, los cuales significan en la actualidad el mayor y más frecuente peligro para las áreas oceánicas, así como para las naciones, sus economías y pobladores.
En datos del Informe del IPCC, publicado el 4 de abril de este año, se ratifica que el cambio climático constituye uno de los desafíos globales más apremiantes del planeta, que afecta con particular crudeza a los más vulnerables.
Dicha situación se agrava por el impacto económico y social de la COVID-19 y el aumento de la deuda externa de los países en desarrollo.
Ante este contexto, Cuba defiende la plena vigencia de los principios y objetivos de la Convención Marco y su Acuerdo de París y está ampliamente comprometida con su plena implementación, sobre la base de responsabilidades comunes pero diferenciadas.
La mayor de las Antillas ha planteado en diversos escenarios que aboga por la necesidad de emprender acciones globales urgentes contra el cambio climático en materia de mitigación y adaptación, y que resulta imprescindible transformar los irracionales e insostenibles patrones de producción y consumo que nos afectan.
Toca a los países desarrollados asumir el liderazgo en la reducción de emisiones y en la provisión de los medios de implementación necesarios a los países en desarrollo. Resulta vital para ello la movilización de recursos financieros adicionales y el acceso a los mismos por parte de las naciones que están en desventaja, así como la transferencia de tecnologías y la creación de capacidades.
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El 10 por ciento (%) más rico de la población mundial emite entre el 36 y el 45 % de los Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Sin un fortalecimiento de las políticas se estima que las emisiones de GEI aumenten más allá del 2025, lo que conducirá a un calentamiento global medio de 3,2 °C para finales de siglo, alerta el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.